"MALES ECLESIALES QUE HAY QUE COMBATIR"
Neoclericalismo y carrerismo laical
El mal del clericalismo
"SE OLVIDA QUE EL CRISTIANO (CLERO Y LAICADO)
ES PARA LA IGLESIA Y PARA LA MISIÓN DEL REINO DE DIOS.
TODOS DEBEMOS SER SEGLARES O SECULARES"
Sería nefasta la utilización del laicado para validar a una estructura de poder religioso que nunca debió llegar a ser la Iglesia
Según la Real Academia de la Lengua Española, se entiende por clericalismo alguna de las siguientes acepciones: "influencia excesiva del clero en los asuntos políticos; intervención excesiva del clero en la vida de la Iglesia, que impide el ejercicio de los derechos a los demás miembros del pueblo de Dios; o marcada afección y sumisión al clero y a sus directrices".
En dichas comprensiones, las dos primeras suponen un protagonismo y responsabilidad directa del clero; mientras que en la última tanto la responsabilidad como el ejercicio del clericalismo le cabe directamente al laicado.
En cualquiera de sus distinciones, el clericalismo es una desviación de la sana religiosidad y espiritualidad, por lo que, lejos de la virtud, es un mal eclesial que debe ser combatido y erradicado, para realizar de mejor forma el bien social que le cabe a la Iglesia.
Pese a haber plena conciencia de los serios males que produce en la Iglesia el clericalismo -Y SU ANACRONISMO-, su resistencia y erradicación se dificulta porque, el mismo, es parte de la cultura eclesial católica. Consecuentemente existe una suerte de connivencia con esta nociva costumbre y se tolera porque su erradicación supone conversión pastoral.
Sin embargo, no ha faltado orientación magisterial para combatir esta lacra del clericalismo. Los tres Papas recientes lo han condenado con distintos énfasis.
Mientras Francisco lo hace de manera sistemática, pública y aguda; Benedicto XVI lo hacía de manera esporádica, reservada ante el clero y con la misma agudeza. Sin embargo, la condena pontificia más contundente la hizo Juan Pablo II, y la expresó en la exhortación apostólica Christifideles laici, dirigida precisamente al laicado católico.
En efecto, Juan Pablo II dedicó uno de sus documentos pontificios expresamente al laicado católico, donde sin mencionar la palabra clericalismo, expresó una de las críticas más incisivas de la Iglesia en esta materia.
En la introducción de dicho documento señala:
"El Sínodo ha notado que el camino posconciliar de los fieles laicos no ha estado exento de dificultades y de peligros. En particular, se pueden recordar dos tentaciones a las que no siempre han sabido sustraerse: la tentación de reservar un interés tan marcado por los servicios y las tareas eclesiales, de tal modo que frecuentemente se ha llegado a una práctica dejación de sus responsabilidades específicas en el mundo profesional, social, económico, cultural y político; y la tentación de legitimar la indebida separación entre fe y vida, entre la acogida del Evangelio y la acción concreta en las más diversas realidades temporales y terrenas." ChL 2.
En esto hay una crítica frontal a la desviación del camino postconciliar del laicado -Y DEL CLERO-, que a veinte años del Concilio, lo había llevado a obsesionarse por las cuestiones intra-eclesiales, abandonando las responsabilidades sociales específicas a su identidad y vocación primordial, como son el servicio de las "realidades temporales".
Al respecto, hay que concordar con el magisterio, que la identidad del clero y del laicado deslinda precisamente en su ámbito de acción ordinario. De manera que, siendo lo propio del clero el servicio preferente de la Iglesia o de la ecclesía (la comunidad cristiana), lo propio del laicado es el servicio preferente en la sociedad, inmerso en cada cultura. Sin ser excluyentes, ambas dinámicas de la identidad del clero y del laicado, son un criterio orientador fundamental de las capacidades de servicio de la Iglesia (Esta es la base de la equivocación: LA DIFERENCIACIÓN ENTRE CLERO Y LAICO. TODOS SOMOS IGLESIA. LO QUE CAMBIA SON LOS MINISTERIOS ECLESIALES Y NO ECLESIÁSTICOS). Una Iglesia ECLESIAL y no ECLESIÁSTICA. UNA IGLESIA MÁS SECULAR.
=======================================
"(El mismo concepto de CLERO, que en griego significa “suerte” o porción de herencia, designaba y correspondía a la totalidad de la Iglesia (del Pueblo de Dios), del Pueblo afortunado, el Pueblo cuya suerte es Dios; por eso mismo, son “pueblo sacerdotal” (Apoc. 1,6; 1Pe 2,5)
LAICO no significa “profano” en oposición a una “jerarquía sagrada”, sino simplemente miembro del Pueblo de Dios.
El término "secular" viene de saeculum, SIGLO. Etimológicamente quiere decir que todo lo que pertenece al siglo es secular, que debe ser autopromocionado y respetado como tal. Secularizar significa hacer que el siglo sea lo que es, con todas sus potencias y cualidades.
Recordemos que la palabra "fanático", viene del latín "fanum", que significa "templo" o "faro" e incluye a los que están en el templo, a los iluminados que estrujan en sus manos la verdad única y no abrigan ni permiten dudas. Para ellos, todos los que actúan fuera del templo, o de la luz, son "pro fanum", de donde viene "profanos": gente que no respeta lo sagrado. Ellos, en cambio, siempre tratan de fanatizar a los que los apoyan)". Yanka
========================================
Sólo así, es posible comprender que, gracias a un laicado maduro, libre de todo vestigio de clericalismo, esa tierna y consoladora alegría del Evangelio, así como esa capacidad de sanar las estructuras de pecado en las que sostienen muchos males del mundo, pueda extenderse a los más recónditos espacios de la vida humana y del mundo.
En esto, no es que la Iglesia, con su magisterio, faculte ni conceda al laicado una potestad de servicio de alto impacto en la vida y en la sociedad, sino que es reconocer las potencialidades que el mismo Dios confía a un laicado que asume concientemente las consecuencias de su bautismo.
A 52 años del Concilio y a 29 años de la Christifideles laici, el camino del laicado ha continuado desviándose por nuevos atajos y peligros, que lo alejan y distraen de su misión esencial, precisamente por el creciente proceso de clericalización, que le arrebata su fecundidad apostólica y domestica su parresía profética.
En este sentido, la coyuntura de la escasez de clero y de miembros de la vida religiosa, es ante todo una excusa para justificar a ese enorme contingente humano que pulula en torno a las parroquias, sacristías y una amplia gama de distracciones eclesiásticas. En ello
SE OLVIDA QUE EL CRISTIANO (CLERO Y LAICADO)
ES PARA LA IGLESIA Y PARA LA MISIÓN DEL REINO DE DIOS
Con la llegada de Papa Francisco a Roma, portador de nuevas y grandes esperanzas para la Iglesia, aparecen nuevos peligros. Precisamente cuando comienzan a discutirse temas impensados, como la mayor participación de la mujer y del laicado en la vida de la Iglesia, hay quienes parecen descubrir nuevas oportunidades para iniciar una suerte de "carrerismo laical".
En efecto, y en ese anhelo de mayor participación, algunos parecen descubrir un espacio para integrar al laicado en las estructuras de poder de la Iglesia. Así, se interpretan como grandes avances eclesiales la integración de laicado, incluyendo a algunas mujeres y hombres, en puestos claves de ciertos dicasterios romanos.
De ser ese el anhelo de reforma de la Iglesia, sería nefasta la utilización del laicado para validar a esa estructura de poder religioso que nunca debió llegar a ser la Iglesia. Sería participar al laicado de esa monarquía eclesial, de la cual esta vocación numerosa de la Iglesia siempre ha estado excluida, en virtud de esa viciada jerarcología que afortunadamente lo marginó.
La gran reforma de la Iglesia apunta necesariamente a redescubrir las potenciales de un laicado maduro, para transformar las realidades temporales torcidas por el pecado; ello implica redescubrir las posibilidades y potencialidades del sacerdocio común de los fieles para despertar a ese gigante dormido que es el laicado católico.
VER+:
LA REALIDAD ECLESIAL ACTUAL
¿Qué idea de Iglesia subyace? Según el concepto que tengamos nos situaremos e implicaremos de distinta manera con ella. No es sólo un problema teórico, sino que en la misma práctica cotidiana se traduce este planteamiento: ¿Qué ocurre en las parroquias? ¿en nuestras diócesis? ¿Qué lugar ocupan los creyentes en la organización eclesial? Hace ya casi treinta años, el Papa Pablo VI con motivo de la celebración del Concilio Vaticano II, lanzó la siguiente pregunta: ¿Iglesia que piensas de tí misma? La respuesta la dio el Concilio en su Constitución Dogmática "Lumen Gentium". El Concilio define a la Iglesia como "Misterio", "Sacramento", "Cuerpo de Cristo", y "Pueblo de Dios". Destacamos algunas consecuencias de esa definición...
Desde ahí se plantea una igualdad en la misión de la Iglesia: igual dignidad, igual responsabilidad, igual vocación a la santidad, por encima de las diferencias de carisma y de tarea entre los diferentes miembros del Pueblo de Dios. Desde un punto de vista teológico-dogmático, todos somos laicos, miembros del Pueblo de Dios, y desde ahí se desarrollan distintos estilos de vida en la Iglesia. Antes que sacerdote o religioso se es un bautizado.
El laico tiene como misión específica el mundo. Lo característico del laicado es la mundaneidad, la inserción en las realidades profanas "religándolas" con Dios. Tiene como objetivo, volver a unir la obra de Dios a su creador. El laico es perito en la difícil tarea de poner sal y luz evangélicas en la entraña de los asuntos temporales. La eclesiología que subyace en la idea de Pueblo de Dios es distinta a la realidad que impera. Generalmente se entiende como una pirámide, en cuya base estaría el pueblo y según se va ascendiendo se situarían en los escalones los distintos grados: ministerios menores, vida religiosa, diaconado, sacerdocio, obispo y en la cúspide el Papa. El Concilio rompe ese esquema: parte de lo que es común (todos somos laicos) y de ahí surgen según las necesidades de la comunidad los distintos ministerios o servicios a esa comunidad (lector, diaconado, presidencia de la comunidad, obispo, etc.).
0 comments :
Publicar un comentario