LÉON WERTH, EL JUDÍO A QUIEN
SU AUTOR DEDICÓ “EL PRINCIPITO”
LÉON WERTH, ESCRITOR, CRÍTICO DE ARTE Y PERIODISTA FRANCÉS, GRAN AMIGO DE ANTOINE DE SAINT EXUPÈRY, AUTOR DE “EL PRINCIPITO”, TUVO EL HONOR DE SER LA PERSONA A QUIEN EL AUTOR DEDICÓ ESTA OBRA UNIVERSAL, ADEMÁS DE OTRO LIBRO , TITULADO “CARTA A UN REHÉN”
A Léon Werth:
Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a una persona grande. Tengo una buena excusa: esta persona grande es el mejor amigo que tengo en el mundo. Tengo otra excusa: esta persona grande es capaz de entenderlo todo, incluso los libros para niños. Tengo una tercera excusa: esta persona grande vive en Francia, donde pasa hambre y frío. Tiene verdadera necesidad de consuelo. Y si todas estas excusas no son suficientes, quiero dedicar este libro al niño que esta persona grande fue una vez. Todas las personas grandes fueron al principio niños. (Pero pocas lo recuerdan.) Corrijo, pues, mi dedicatoria:
A LÉON WERTH,
cuando era niño.
Leon Werth fue a nacer, en un pueblo francés, un gélido mes de febrero de 1878. Y allí fue niño, a la vera de sus padres, él comerciante de telas, y su madre, hermana de un filósofo. Quizás por eso, por estar rodeado de libros y pensamientos, fue buen estudiante. Acaso por ello fue un ser independiente, libertario, único.
Puede ser que por todo ello escribía novelas de éxito en Francia.
Hasta que llegó el horror de la Gran Guerra Mundial. Luchó durante quince meses en el frente, hasta que fue herido para toda la vida en el alma: se convirtió en un profundo pacifista con conocimiento de causa.
Escribió sobre la guerra con tal sinceridad que su obra provocó un escándalo. Su verbo era de una ironía extremedamente irónica. No le gustaba tampoco la política colonialista de Francia. Y aún menos el advenimiento del nazismo.
Saint Exupery, a quien conoció en 1931, escribió de él cuando los nazis estraban en París:
(…) Quien esta noche me obsesiona la memoria tiene cincuenta años. Está enfermo. Y es judío. ¿Cómo sobrevivirá al terror alemán? Para imaginarme que todavía respira tengo que creer que, refugiado en secreto por la hermosa muralla de silencio de los campesinos de su aldea, el invasor lo ha ignorado. Solamente entonces creo que todavía vive. Solamente entonces deambular a lo lejos en el imperio de su amistad —que no tiene fronteras— me permite no sentirme emigrante, sino viajero. Pues el desierto no está allí donde uno cree.
Pero Léon no estaba en París. Sino en el Jura (Suiza) Allí llevó un diario cuyo manuscrito consiguió entregar en mano a su amigo Antoine. El manuscrito sólo se encontró en 1992 y fue inmediatamente publicado.
Amigo mío, tengo necesidad de ti como de una cumbre donde se puede respirar. Tengo necesidad de acodarme junto a ti, una vez más a orillas del Saona, sobre la mesa de una pequeña hostería de tablones desunidos, y de invitar allí a dos marineros en cuya compañía brindaremos en la paz de una sonrisa semejante al día. Si todavía combato, combatiré un poco por ti. Tengo necesidad de ti para creer mejor en el advenimiento de esa sonrisa. Tengo necesidad de ayudarte a vivir (…)
Sin embargo, Saint Exupéry desapareció una mañana de julio de 1944. Leon, en 1955. Sus cenizas fueron depositdas en el columbarium del cementerio parisino de Pére Lachaise.
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