💩Nuestro mundo se va
definitivamente por el retrete
💩
Cuando me encargaba de la sección de opinión de este magno periódico digital, una de las tareas que más odiaba y amaba al mismo tiempo era la edición de los artículos de Mark Steyn.
Steyn es uno de los sujetos más intraducibles que te puedas encontrar, por su afición a los juegos de palabras y a acuñar neologismos. ¿Se imaginan a un pobre yanqui tratando de traducir palabros de Federico como prevarigalupar? Pues eso. Eso sí, el esfuerzo siempre merecía la pena.
Y es que Steyn tiene un don: es capaz de contarte, bien armado de estadísticas y argumentos, que nos estamos yendo al garete, convencerte y al mismo tiempo hacerte reír a carcajada limpia.
En su anterior gran ensayo, America Alone, nos informaba a los europeos de que... bueno... en fin... que estamos acabados, vamos. No tenemos suficientes hijos, y los inmigrantes musulmanes tienen muchos, así que en unas décadas nos convertiremos en Eurabia, salvo que en el entretanto nos dé un ataque de cordura colectiva, algo que Steyn no ve demasiado probable. Pues a pesar de tan negro panorama, las carcajadas al leer su digresión sobre la libertad y el queso francés no nos las quitaba nadie.
En su nuevo libro, publicado cinco años después, es si cabe más pesimista, pues –pertrechado de buenos ejemplos– advierte que no ha cambiado nada que afecte a su predicción... y encima Estados Unidos, uno de los pocos motivos para la esperanza de Occidente, va y elige a Obama el Europeizador. Lo importante aquí ya no es la demografía, eje del primer volumen del apocalipsis según Steyn, sino la economía, o mejor dicho, las consecuencias morales de cómo se está gestionando la economía.
After America se centra en la decadencia cultural de Occidente, propiciada por décadas de glorificación de la política, con su supuesta capacidad para arreglarnos la vida y salvarnos de todo mal. El gran problema de Occidente no es que no tenga capacidad para enfrentarse a las amenazas, interiores y exteriores, sino que no tiene voluntad de hacerlo. Falta de voluntad, en muchos casos, nacida, crecida y multiplicada al calor del Estado del Bienestar. Steyn no hace prisioneros, y dedica el grueso de la obra a destruir una por una las más queridas convenciones socialdemócratas mediante el examen de lo que nunca quieren los socialdemócratas que analicemos: sus resultados, no sus supuestas intenciones.
En los próximos años la humanidad vivirá en un entorno de bajo crecimiento económico y enfrentará retos importantes que provendrán de desempleo estructuralmente alto y creciente desigualdad. Lejos de lo que las izquierdas y populistas pregonan, ésta proviene de profundos cambios generados por la revolución tecnológica, y por la fundamental transformación de la cadena de abasto industrial; cambios que están aquí para quedarse. Cuando Estados Unidos celebra que la tasa de desempleo bajó a 5.9 por ciento, es una bendición a medias, pues sólo 62.7 por ciento de los adultos en edad de trabajar participan en el mercado laboral, el menor porcentaje en 36 años. Muchos trabajadores estarán permanentemente desempleados en todas las economías, por razones que ameritan un análisis aparte.
Para Steyn, lo peor del Estado del Bienestar no es que desperdicie el dinero, que lo hace, sino que desperdicia a las personas. Ese es quizá el mensaje principal, que debería recibir el interés de los conservadores casi más que de los liberales, de un libro repleto de sentido del humor... pero que ofrece muy poca esperanza. Obama pasará, pero lo que Obama representa viene de antes. En determinadas zonas de Estados Unidos ya es ilegal que los niños vendan limonada –o las abuelas sus dulces– para recaudar fondos para la escuela o la iglesia, costumbre más americana que la tarta de manzana, que tampoco se puede cocinar para otros si no se cumple previamente una larga y cara serie de requisitos legales. No deja de ser un síntoma, un símbolo. Pero deja traslucir terribles consecuencias: si no puedes hacer lo que ha hecho todo el mundo desde hace décadas, algo que se considera una tradición que forma parte del ser mismo de la nación, ¿durante cuánto tiempo seguirá siendo EEUU el paraíso de los emprendedores?
El problema de Steyn es que, siendo uno de los mejores columnistas que se pueden leer en inglés, pierde algo de fuelle en las distancias largas. Su tesis es clara, pero en lugar de ganar peso con los centenares de ejemplos que encuentra entre las noticias, como sucedía con las mejores obras de Jean-François Revel, termina por cansar y confundir. Eso no quita para que cada uno de los apartados se lea por separado con tanto interés como cualquiera de sus columnas. Al margen de que, desgraciadamente, tiene más razón que un santo, si es que todavía está permitido hacer una referencia religiosa en una reseña.
Si Estados Unidos no da marcha atrás en la deriva intervencionista que ha emprendido, empezará a volcarse en mantener un Estado socialdemócrata –lo que sucederá de todas todas si los republicanos no echan abajo el Obamacare tras las elecciones de 2012– y dejará de tener un Ejército de alcance global. Dejará de ser la superpotencia, en definitiva, y después de décadas de denigrar la hegemonía yanqui pasaremos a vivir en un mundo casi desconocido desde que el Imperio Británico empezará a expandirse y, de paso, aboliera la esclavitud: uno en que el país más importante no será anglosajón. Steyn cree que cuando eso suceda nos lamentaremos. Pero ya será tarde para rectificar.
Al igual que America Alone terminaba con un programa para el fomento de la reforma del islam que debería seguir Occidente a fin de que Europa no quede subsumida en el mundo musulmán, After America concluye –después de una descripción de cómo será el planeta si seguimos ese camino de autodestrucción– con una guía que permitiría a Estados Unidos volver a la senda correcta: descentralización, privatización, desregulación, eliminación de monopolios y licencias, renuncia a las dádivas inherentes al estatismo... "La dignidad humana está estrechamente ligada a la responsabilidad para con nuestros propios asuntos", cita Steyn del historiador y politólogo Paul Rahe.
Nos hemos creído que lo que pagamos con nuestros impuestos es un derecho, y que la vida consiste en elegir cuidadosamente el modelo de televisor y dejar que sobre nuestra salud y sobre la educación de nuestros hijos decidan Zapatero o Esperanza Aguirre. Como no podía ser de otra manera, nos hemos convertido en una sociedad de consumistas irresponsables. En España lo podemos ver en los indignados, irresponsables en las formas –ocupan para ellos la calle de todos– e irresponsables en el fondo: piden aún más control sobre la sociedad para unos políticos que, encima, "no nos representan".
Todo indica que todo irá a peor: esa es la advertencia de Mark Steyn. Pero si algo deberíamos saber es que las predicciones que actúan suponiendo que nada importante cambiará son las únicas que podemos dar por seguro no se cumplirán. Así que nada será como After America dice que será. Todo podría ser incluso peor.
MARK STEYN: AFTER AMERICA. Regnery (Washington DC), 2011, 400 páginas.
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