"La verdad siempre va a prevalecer
porque ilumina y te hace libre"
Estados Unidos tiene momentos heroicos en su historia. Este es uno de ellos. Pero, viene de parte de un nigeriano, un extranjero. Él quiere dar su mejor versión de humanidad, de heroicidad, de integridad...
En España, nadie ha levantado la voz contra la mafia del fútbol español o europeo. Nadie ha denunciado las causas de mortalidad de nuestros jugadores dopados, el por qué se les reventaba su corazón en pleno partido. Esto ha sido una abominación por parte de los medios de (des)información. Están corrompidos... La historia los maldecirá.
«No permitiría a mi hijo jugar al fútbol profesional». Lo dijo Obama en 2014 y se tambaleó la NFL. Pero poco. Porque esto no es el boxeo, con su mala imagen y su relativa clandestinidad. Esto es un negocio de miles de millones de dólares que crece cada año, que está incrustado en el inconsciente colectivo de todo un país y que ofrece una salida de la pobreza a muchos chavales. No va a dejar de jugarse.
En el año 2002, Mike Webster, uno de los jugadores de fútbol americano más queridos y reconocidos de los Pittsburgh Steelers, murió repentinamente y de forma inesperada. A raíz de este suceso, Bennet Omalu (Will Smith), doctor neuropatólogo forense, graduado por la Universidad de Nigeria y residente en Pittsburgh, comienza una serie de investigaciones. Inicialmente en la autopsia el cerebro de Webster parecía normal, a pesar de que el jugador había padecido demencia y depresión en sus años de retiro. Pero entonces Omalu realiza un análisis más profundo del tejido, con la sospecha de que Webster sufría de demencia pugilística, inducida por repetidos golpes en la cabeza, una condición que había encontrado previamente en boxeadores. Es entonces cuando descubre una verdad oculta y sumamente polémica: los daños crónicos y fatales en el cerebro que los jugadores de fútbol americano pueden llegar a desarrollar.
El doctor que expuso la cara sucia del gran deporte americano se llama Bennet Omalu. Un neurólogo forense nigeriano que, alma cándida, decidió que la mejor forma de integrarse en su nuevo país era poner en jaque lo único que une más a EEUU que los fuegos artificiales horteras. En 2002 fue el primero en descubrir CTE en el cerebro de un ex jugador y, cuando esperaba convertirse en un héroe por hallar el origen del mal que martirizaba a tanto veterano, la NFL sacó su artillería para convertirle en el enemigo público número uno. Un loco contra el american way of life.
Omalu continúa su investigación junto al consultor forense Cyril Wecht (Albert Brooks) y el ex médico del equipo de los Steelers, el doctor Julian Bailes (Alec Baldwin). Sus investigaciones serían el origen del descubrimiento del CTE (traumatismo craneoencefálico crónico), una enfermedad neurodegenerativa que aparece a raíz de sufrir conmociones cerebrales provocadas por fuertes golpes en la cabeza. Esta enfermedad es, y sigue siendo, la culpable de numerosos suicidios por parte de jugadores-estrella de la NFL (Liga Nacional de Fútbol de Estados Unidos). La historia narra el descubrimiento del Doctor y su lucha para hacer pública la información, así como los cambios fundamentales que se hicieron para proteger a aquellos que juegan ahora, y los que jugará en el futuro.
Omalu publicó su descubrimiento en 2005 y la NFL respondió a cañonazos. Los científicos miembros de su Comité para Lesiones Cerebrales desacreditaron el estudio de ese don nadie. Y coló, pese al pequeño detalle de que no había ni un neurólogo en todo el comité y el director era reumatólogo. Minucias.
Pero mientras la NFL se dedicaba a las relaciones públicas, el proscrito Omalu siguió investigando. Los muertos no paraban de llegar a su laboratorio.
El segundo fue Terry Long, que se suicidó a los 45 años bebiendo anticongelante. Las pruebas lo confirmaron: CTE. Andre Waters, al que la NFL llevaba años negando una pensión de invalidez, se pegó un tiro en la boca a los 44 años: CTE.Justin Strzelczyk, de sólo 36 años, empezó a oír voces, se plantó en una gasolinera, le dio 3.000 dólares a un desconocido al grito de «corre, el mal está llegando» y emprendió una huida enloquecida que acabó con su camioneta contra un depósito de ácido y una gran explosión. Sí, tenía CTE. Y así hasta 17 casos. Omalu no se detuvo.
La NFL ha cambiado reglas para limitar los golpes en la cabeza y los cascos han mejorado sus diseños para ofrecer más protección. Pero la tecnología tiene límites. «El cerebro es como un flan dentro de una caja que, por sólida que sea, no puede evitar que el flan se desplace con cada golpe. El casco protege el cráneo más que el cerebro. El peligro es evidente», explica José Manuel Moltó, vocal de la Sociedad Española de Neurología.
Al final, como casi siempre, es cuestión de dinero. ¿En cuánto valoras tu vida? ¿Cuántos años arriesgarías por la oportunidad de vivir como una estrella? La NFL ha dejado de resistirse a lo inevitable y en abril alcanzó un acuerdo con más de 2.000 jugadores retirados que la habían demandado por lesiones derivadas de los golpes en la cabeza. Los casos más extremos pueden llegar a recibir cinco millones de dólares. Un dineral, sí, pero sólo con su contrato televisivo nacional la NFL gana 3.000 millones al año. Puede permitírselo. Además, todo el sistema de pensiones para veteranos se ha ajustado a los nuevos tiempos.
Si juegas, tienes cobertura e información. Ése es el triunfo del doctor Omalu. Si los profesionales destierran el viejo arquetipo del tipo duro, cuidan más su salud y dejan de avergonzarse por tener miedo, será el triunfo de Chris Borland. Cuando anunció su decisión, bastantes le criticaron. No tardarán en darle las gracias.
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