EL Rincón de Yanka: LA EDAD del MIEDO (MIEDO COMO ARMA DEL CONTROL POLITICO)

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lunes, 13 de diciembre de 2010

LA EDAD del MIEDO (MIEDO COMO ARMA DEL CONTROL POLITICO)

"La voz interior me dice que siga combatiendo contra el mundo entero, aunque me encuentre solo. Me dice que no tema a este mundo sino que avance llevando en mí nada más que el temor a Dios". Gandhi, Mahatma

Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo. Jn 16,33

La edad del miedo
JOHN CARLIN
'Vacas locas', gripe porcina, alimentos transgénicos, tabaquismo, terrorismo de Al Qaeda... Las acomodadas sociedades occidentales viven estremecidas por sustos continuos, con frecuencia más virtuales que reales
Es concebible, aunque poco probable, que haya habido otra época en la que las vacas, los pájaros y los cerdos hayan sido motivo de tanta alarma para tanta gente como en la primera década del siglo XXI. Lo que no es posible es que se haya generado más ruido, o tomado más medidas defensivas, que hoy en torno a los riesgos asociados con estas tres especies.

La llamada enfermedad de las vacas locas, la gripe aviar y la gripe porcina han generado un grado de histeria colectiva y de gasto económico en vasta desproporción a su peligro real. Vemos la misma patología de miedo, junto a su hermano gemelo, una obsesiva aversión al riesgo, en todos los terrenos de la vida contemporánea. El terrorismo global, los teléfonos móviles, los fumadores pasivos, el alcohol, los pedófilos, el cambio climático, el islam, la comida transgénica, la contaminación ambiental, la velocidad en las carreteras, representan algunos de la infinidad de pretextos que nos buscamos para poder disfrutar del perverso placer que despierta el vivir nuestra breve estancia en la Tierra en un estado de casi permanente ansiedad. A esto se suma la creencia implícita de que si uno arma las defensas de manera eficaz, si existe un buen plan, los peligros se pueden evitar.

Esta tendencia a la paranoia y a creer en la fantasía de que podemos controlar nuestros destinos suelen tener su origen en Estados Unidos o en los países del norte de Europa, pero, como motivados por un antiguo e insuperable trauma, por una triste necesidad, quizá, de sentirse plenamente "modernos" y "europeos", los gobernantes españoles se suman a ella con entusiasmo. José María Aznar, paradigma del españolito acomplejado frente a los gigantes anglosajones, se comió lo de las vacas locas, y con patatas. El susto se originó en el Reino Unido. "Millones van a morir", chillaban los titulares, con lo cual exterminaron, por las dudas, a cinco millones de reses. El entonces presidente del Gobierno español dijo que, con la excepción de la locura del País Vasco, ésta era la crisis más grave que amenazaba a España. Sus palabras resultaron ser proféticas: el consumo español de carne bajó al 30% y los ganaderos vivieron una pesadilla. En el Reino Unido murieron más ganaderos a causa del suicidio que de la tan temida enfermedad cerebral.

Hoy, el Gobierno quiere replicar en España el ilimitado terror al tabaco que consume a los británicos, alemanes, escandinavos, estadounidenses. No satisfechos con haber (muy responsablemente) advertido a la ciudadanía sobre los peligros que representan los cigarrillos para la salud, ahora van a prohibir fumar en todos los bares y restaurantes del país. El posible suicidio, o al menos la muerte económica, de una buena parte de los dueños de los bares y restaurantes no es un factor que se tome en cuenta.

Los generadores del miedo suelen tener buenas intenciones. Como en el caso del tabaco. O el de las frutas y los vegetales transgénicos, cuyo impacto sobre la salud, dicen algunos sin saber a ciencia cierta si es verdad, va a ser desastroso. O el de los teléfonos móviles y el supuesto riesgo que su repetido uso puede tener en la incidencia de cáncer cerebral. O el miedo a que si los musulmanes siguen emigrando a Europa, los habitantes del continente se despierten un día de aquí a 30 años y descubran que están viviendo bajo la sharia. O (una tesis más arraigada) la de los peligros del cambio climático.

John Adams, profesor emérito de University College London, ha dedicado su vida a estudiar el fenómeno del riesgo y a asesorar a Gobiernos y empresas sobre el tema. Adams distingue entre riesgos concretos, visibles, palpables -"¿cruzó la calle antes de que llegue ese autobús?"- y lo que él llama "riesgos virtuales". Un riesgo virtual no es medible o visible, según la definición de Adams: "Los científicos no están de acuerdo. No existen pruebas demostrables". En una reunión que Adams tuvo recientemente con un grupo de psiquiatras, uno de ellos postuló que se definiese una nueva enfermedad con el nombre de "Compulsive Risk Assessment Psychosis" (psicosis de evaluación de riesgo compulsivo), cuyas siglas en inglés serían CRAP, que significa "mierda". "La verdad es que esta enfermedad abunda y crece cada día", dice Adams, que sostiene: "Existe el peligro de caer en una actitud absolutamente desproporcionada en cuanto a los riesgos que conlleva una vida normal".

Para Adams, el tema del cambio climático, que penetra la vida normal de la gente más y más, cae dentro de la definición de riesgo virtual, ya que no existe consenso científico sobre la cuestión crucial del papel del hombre en el calentamiento planetario. Con lo cual, dice Adams, "para los que no son científicos nucleares o epidemiólogos o expertos sobre el medio ambiente, acaba siendo una cuestión no de verdad objetiva, sino de lo que uno cree". Por eso, el debate sobre el tema adquiere tonalidades más políticas, o religiosas, que científicas.

Tal es la desesperación por persuadir y la dificultad en explicar, que aquellos que se han convencido del papel del hombre en el cambio climático recurren al alarmismo; se ven obligados a utilizar adjetivos como "catastrófico", "irreversible" y "caótico" al advertir sobre la hecatombe que nos espera. Como se ha visto en las últimas semanas, los científicos responsables del informe oficial de Naciones Unidas sobre el tema no pudieron resistir la tentación de inflar los datos a favor de su tesis. El propio Al Gore, en su celebre documental titulado Una verdad incómoda, cayó en varios errores, en todos los casos destinados a incrementar la alarma general. Uno de ellos fue que el deshielo en la zona de Groenlandia haría subir el nivel del mar en seis metros "en un futuro cercano", cuando el consenso científico es que esto no podría ocurrir hasta pasados más de mil años.

Lo notable de la época en la que vivimos, independientemente de si el riesgo es virtual o real, de si Al Gore tiene razón o no, es la predisposición de la gente a creerse lo peor. Al Qaeda ha sabido sacarle provecho. Un confuso hijo de papá nigeriano hace un patético intento de hacer estallar un avión con una bomba en los calzoncillos y, de repente, se contempla la posibilidad de instalar máquinas en los aeropuertos que permitirán a los agentes de seguridad someter a escrutinio nuestras zonas erógenas. Toda una victoria para Al Qaeda, una banda de fanáticos que está en declive pero que logra un impacto sobre la mente colectiva occidental admirablemente desproporcionada si se considera la capacidad real que tiene para matar a infieles. Osama Bin Laden, que será un loco pero no es tonto, dijo en una entrevista en 2001 que los medios "implantan el miedo y la desazón en los pueblos de Europa y Estados Unidos". Bin Laden agradece, por supuesto, que esto sea así. Si existiera más cordura y sensatez en Europa y Estados Unidos la propaganda del terror de Al Qaeda no sólo pasaría bastante más inadvertida, sino que la guerra de Irak seguramente se podría haber evitado.

¿De dónde procede esta propensión al miedo? Adams cree que de la prosperidad. En el Congo y Bangladesh existen demasiados riesgos inmediatos como para darse el lujo de preocuparse por los riesgos virtuales también. La prosperidad de Occidente, la victoria que se ha logrado sobre las penurias materiales de la vida, también genera la noción de que el destino humano se puede controlar, que si uno se prepara bien y hace buenos planes, evitará el sufrimiento; evitará, incluso, la muerte misma.

De todos modos, agrega Adams, un señor sereno y risueño, la obsesión por evitar el riesgo es una enfermedad en la que no todos tienen que caer. El individuo puede elegir sucumbir o no al bombardeo de emisiones CRAP. El pesimista tomará la actitud de que "si no se puede comprobar que es seguro, supondré que es peligroso"; el optimista, que "si no se puede comprobar que es peligroso, supondré que es seguro".

El optimista, reconciliado a la terrible verdad de que la vida es corta, se encomienda a la suerte o, si es creyente, a Dios. A propósito de lo cual, Woody Allen hizo una vez una pregunta: "¿Cómo haces reír a Dios?". Respuesta: "Contándole tus planes".



APELAR AL TEMOR ES UNA HERRAMIENTA DE PODER TAN ANTIGUA COMO EL HOMBRE

El miedo como arma de dominio

La inducción al pánico observada en estos días dista de ser un fenómeno aislado. Una doctora en Historia y un analista político repasan su utilización en el pasado y vislumbran cómo será el control social en el futuro.


Andrea Greco de Alvarez, profesora en Historia en la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo), no duda de que, con la actual pandemia, se creó una situación de pánico social que derivó en comportamientos irracionales.

La palabra pánico, que es el miedo intenso a lo desconocido, deriva del dios griego Pan, cuidador de pastores y rebaños. Tenía el rostro barbudo, con cuernos y expresión animalesca, y con miembros inferiores como los del macho cabrío. Representaba a toda la naturaleza salvaje y se le atribuían los ruidos de causa desconocida en campos y bosques, como los truenos, que con frecuencia amedrentaban a los campesinos. De allí la expresión panikón, "miedo causado por Pan".

Esta figura mitológica aparece ya en textos clásicos de Heródoto, Ovidio y Virgilio, y hay quien ha creído ver en el enigmático lienzo El coloso, de Francisco de Goya, también conocido como El pánico, una representación de esta deidad golpeando con sus puños un cielo de nubes para espantar a la multitud.

La utilización política del pánico es tan antigua como el concepto mismo y también un fenómeno recurrente a lo largo de la historia, como se puso de manifiesto una vez más con la epidemia de coronavirus en curso. Así lo entiende también la doctora Andrea Greco de Alvarez, profesora en Historia en la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo).

Greco de Alvarez no duda de que, con la actual pandemia, se creó una situación de pánico social que derivó en comportamientos irracionales en las personas, algo que las hizo más proclives a ser obedientes a los dictados de los gobiernos, y recuerda que ya "Aristóteles hablaba del miedo como herramienta de control y manipulación".

"Si nos remitimos a la historia del pensamiento político, prácticamente todos los autores de las más diversas proveniencias y corrientes de pensamiento coinciden en cómo el miedo puede ser un medio de dominio social", advierte. "En esto coinciden desde Hobbes hasta Hannah Arendt", señala la docente, que preside el Instituto de Cultura Hispánica de San Rafael.

La profesora, que es miembro de diversos grupos de investigación de la UNCuyo, observa que no solo en el campo de la teoría política puede rastrearse su uso, sino también en la psicología social. "Pensemos en las obras de Viktor Frankl. Cuando habla de su experiencia en el campo de concentración, resalta esto. El señala que las mayores crueldades no las cometían los guardias sino los capos, que eran prisioneros, y que, como llevaban mucho tiempo en el campo, se convertían en auxiliares de los guardias. Ante el miedo perdían su conciencia moral, sus escrúpulos, sus ideas, para conseguir una ventaja".

COMO UN REBAÑO

"No es lo lógico actuar como un rebaño, pero para eso se utiliza el miedo. Detrás de todos los totalitarismos uno puede encontrar el factor del uso del miedo", afirma.

El académico y analista Marcelo Gullo, doctor en Ciencias Políticas, y profesor en la Escuela Superior de Guerra en nuestro país, concuerda en que el uso político del pánico social es tan viejo como el hombre. "Se usó siempre. Es lo que ocurre cuando Nerón quema Roma y acusa a los cristianos. Lo que creó con el incendio fue una situación de pánico social, mientras que con su acusación a los cristianos comenzó las persecuciones. Es tan viejo como la historia".

Gullo, que es consultor en relaciones internacionales, señala que este es un tema recurrente, y reconoce que a menudo se ha usado a una persona, a un grupo social o a un episodio, a los que se describe como una amenaza para los valores o intereses de la sociedad. Es lo que ha ocurrido tantas veces con la inmigración o las guerras.

"Fíjese en la Guerra Fría. En el bando de Estados Unidos se buscaba la idea del enemigo comunista que estaba al acecho, metido en las sociedades, dispuesto a destruir la civilización, y en el lado soviético sucedía exactamente lo mismo, es decir el enemigo capitalista que estaba inmerso secretamente en la sociedad socialista para destruirla", destaca.

"El que explica muy bien eso de la utilización del miedo es George Orwell en su novela 1984. Orwell hace una descripción magnífica de cómo se utiliza el miedo en política", agrega.

En el caso concreto de la actual pandemia, Gullo advierte este mismo mecanismo de control social.

"Sin importar si el virus fue creado o no, si se expandió de forma casual o no, lo que está claro es que el gran poder financiero internacional, que es dueño de las grandes compañías farmacéuticas del mundo, ha utilizado la pandemia, es decir, ha tratado de pescar en río revuelto", resalta Gullo, que es autor del libro Relaciones Internacionales, una teoría crítica desde la periferia sudamericana (Biblos, 2018).

GRANDES GANANCIAS

A su juicio, esta utilización es algo natural. "No tiene nada que ver con una conspiración. Tiene que ver con un mecanismo que es propio de la política y de la economía internacional. Si se produce una crisis dentro del sistema capitalista lo que siempre se produce después es una concentración del capital", recuerda.

"Tengamos en cuenta que hoy, según los estudios hechos por la Universidad de Zurich, el 60% del Producto Bruto Interno mundial está controlado por 600 empresas multinacionales y esas empresas están controladas por 300 compañías financieras, que incluyen bancos y compañías financieras informales. Si hay una crisis, está claro que van a exagerarla, a sembrar más miedo, para profundizarla, para comprar activos a precio regalado", explica.

"Compran activos y también hay compras a futuro. Se compran materias primas. Fíjese usted que el precio del barril de petróleo cayó a 15 dólares. Un precio ridículo. La acción de YPF llegó a costar 2,5 dólares en la bolsa de Nueva York, cuando el precio más bajo había sido 19 dólares en las peores épocas. Es evidente que hubo compras a ese valor y después habrá una toma de ganancias gigantesca cuando la situación se revierta", especula.

Por eso es que Gullo está convencido, "al contrario de muchos, de que la situación económica se va a revertir más rápido de lo que la mayoría de los economistas opinan. Porque, justamente, una vez que se termine de producir la toma de ganancias, en el mediano plazo se va a recuperar".

"Aquellos que compraron a bajo precio venderán una parte, y habrán obtenido en el camino una gigantesca suma de dinero. Es lo que decía Soros para explicar su riqueza: yo vendo cuando todos compran y compro cuando todos venden", remarca.

Greco de Alvarez apunta que, en situaciones en las que el miedo es fomentado por un gobierno o un Estado, también "los márgenes de la legalidad se corren. En la actualidad, ¿hasta qué punto las medidas o decretos emitidos durante la pandemia son legales? ¿Hay legitimidad? ¿Están fundamentados en la Constitución? ¿O hay un uso político?", se pregunta.

"No hay que olvidarse que toda la política contemporánea es heredera de Maquiavelo. Para él, el temor es mucho más fuerte que el amor como fuerza unitiva", argumenta.

GUERRILLAS

Cuando hoy se habla de una población dominada por el terror, parece haber quedado instalado en la memoria colectiva solo el régimen nazi y, en nuestro país, el último gobierno militar. Pero lo cierto es que la novela 1984 fue una evidente sátira del totalitarismo comunista, y en nuestro país el método del terror fue instalado por las organizaciones guerrilleras. Y en esto también concuerda Greco de Alvarez. 
"Ahí está el caso de las ejecuciones ordenadas por el Che Guevara en La Cabaña, algunas realizadas por su propia mano. El incluso ordenó televisar las ejecuciones en el campo de beisbol para advertir a la población", comenta.

"Pero si vamos a la historia de nuestro país, encontramos también que cuando Bernardino Rivadavia impulsa la reforma eclesiástica, aquellos que se levantaron contra la reforma fueron sometidos a sangre y fuego. Esto no es muy conocido. No se ha escrito mucho sobre eso. Y eso mismo ocurrió en otros sitios del país", explica.

"Estos supuestos adelantados del liberalismo, cuando alguien se levantó en contra de sus designios, le aplicaron la ley marcial. Cualquier gobierno cae en esta situación porque es muy fácil controlar por este medio", asegura.

En la historia reciente, apunta la doctora, "el uso de los medios para garantizar el dominio de la población es clave. En el caso actual, es muy interesante observar la fuerza y unanimidad del mensaje de los medios de comunicación tradicionales, que están siendo usados como herramienta para someter de manera indirecta a las redes sociales. Pensemos que las personas están aisladas hoy. Es muy difícil algún movimiento civil de resistencia en estas condiciones".

A futuro, Gullo considera que "marchamos hacia un mundo con dos caras. Por un lado, tenemos una forma de ejercer el control social en Asia que está basada en un 80% en lo que postula Orwell en 1984 y en un 20% en lo que anticipa la novela Un mundo feliz, de Aldous Huxley, es decir, el uso de placebos a la conducta correcta. Y por otro, tenemos un control social en Occidente con una ecuación inversa: basado en un 80% en el escenario que plantea Un mundo feliz y en un 20% en el que plantea 1984.

"A eso es a lo que estamos asistiendo. A la construcción de un mundo jánico, con dos caras para el control social. Uno está tentado de titular el mundo que asoma como `un feliz 1984', por la combinación de ambos libros".

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