EL Rincón de Yanka: JUANDAMIÁN

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lunes, 27 de junio de 2016

SIEMPRE ESTÁS VINIENDO...

SIEMPRE

Siempre estás viniendo 
siempre que te vas 
siempre estás lejos 
siempre cerca estás

Siempre eres viento 
siempre en brisa vas 
siempre arde tu llama 
siempre luz nos das

Siempre eres joven 
siempre sin edad 
siempre estás hablando 
siempre vas actuar

Siempre eres Otro 
siempre eres igual 
siempre te buscamos 
siempre vas a estar

Siempre eres hermano 
siempre eres papá 
siempre con nosotros 
siempre eres mamá

Siempre eres sorpresa 
siempre a empezar 
siempre eres asombro 
siempre te escapas

Siempre es tu nombre 
siempre vas a amar 
siempre siempre siempre 
eres vida a dar.

Juan Damián




martes, 10 de junio de 2014

CREEMOS



Creemos

Creemos en Dios siempre vivo
que no quiere negociar
con recetas ni chequeras
de ningún banco mundial.

No cobra nunca intereses
te provoca siempre a dar
se olvida de toda deuda
Él es pura gratuidad.

Crea la vida abundante
nos llama a poder plantar
la semilla de justicia
para cosechar la paz.

Él es Padre, también Madre
de todos, varón, mujer
pero prefiere a los pobres
eso es saber querer.

Creo en Jesús soberano
que su vida vino a dar
por un mundo sin fronteras
mapa de amor fraternal.

Que nació de una mujer
sin embargo, Dios, misterio
sorpresa de carne y hueso
el Evangelio es en serio.

Que sufre bajo los Pilatos
niños, mujeres y calle
en las guerras y masacres
y en el condenado al hambre.

Ahora es crucificado
por los jueces del mercado
pero está resucitando
aunque los días sean largos.

Creo en el Espíritu Santo
que arde de comunión
viento lleno de deseos
que van inspirando amor.

Nadie sabe cuando viene
nadie sabe a donde va
lo sientes cuando te roza
su brisa de libertad.

Juan Damián, de su libro 



viernes, 5 de abril de 2013

LLEVAR A LA IGLESIA A LA SENCILLEZ DE LOS ORÍGENES


«Llevar a la Iglesia
a la sencillez de los orígenes»

Lo pidió ante la presencia del Papa el predicador de la Casa Pontificia, el padre Raniero Cantalamessa

Andrea Tornielli
Roma



                                                                       Papa Francisco postrado en San Pedro
La celebración de hoy por la tarde se lleva a cabo con algunos pequeños cambios de la liturgia: «Señalo, como momento de particular atención incluso desde el punto de vista visual –dijo el portavoz del Vaticano, el jesuita Federico Lombardi–, el inicio, que es justamente con las postración, la oración silenciosa del Papa postrado ante el altar: un momento muy característico del Viernes Santo. Después, también durante la lectura del “Passio”, el Papa y todos se arrodillan en el momento de la muerte de Jesús».

 
En el edificio de la Iglesia, durante siglos, «para adaptarse a las exigencias del momento», se han construido estructuras, escaleras, habitaciones y pequeños cuartos. Pero «Sucede como con algunos edificios antiguos. A través de los siglos, y para adaptarse a las exigencias del momento, se les ha llenado de tabiques, escalinatas, de cuartos y cuartitos. Llega un momento en que nos damos cuenta de que todas estas adaptaciones ya no responden a las exigencias actuales, es más, éstas son un obstáculo, y entonces se hace necesario tener el valor de derribarlas y reportar el edificio a la simplicidad y linealidad de sus orígenes». Con esta imagen eficaz, el predicador de la Casa Pontificia, el padre Raniero Cantalamessa, concluyó su homilía de esta tarde en San Pedro, en el curso de la celebración de la Liturgia de la Cruz, en presencia del Papa Francisco.
 
 
El Pontífice se psotró en el suelo para adorar la Cruz este Viernes Santo, durante el que la Iglesia recuerda la Pasión y Muerte de Jesús. Durante la misa se leyó en latín el pasaje del Evangelio según San Juan que narra este momento. Después, el padre Cantalamessa pronunció su meditación. El predicador franciscano recordó el cuento de Franz Kafka “Un mensaje imperial”. «Habla de un rey que, en el lecho de muerte, llama a su lado a un súbdito y le susurra al oído un mensaje. Es tan importante el mensaje que hace que se lo repita, a su vez, al oído. Entonces, lo saluda con un gesto y el mensajero se pone en camino».
El mensajero, escribió Kafka, «Extendiendo primero un brazo, luego el otro, se abre paso a través de la multitud como ninguno. Pero la multitud es muy grande; sus alojamientos son infinitos. ¡Si ante él se abriera el campo libre, cómo volaría! En cambio, qué vanos son sus esfuerzos; todavía está abriéndose paso a través de las cámaras del palacio interno, de las cuales no saldrá nunca. Y aunque lo lograra, no significaría nada: todavía tendría que esforzarse para descender las escaleras. Y si esto lo consiguiera, no habría adelantado nada: tendría que cruzar los patios; y después de los patios el segundo palacio circundante. Y cuando finalmente atravesara la última puerta --aunque esto nunca, nunca podría suceder--, todavía le faltaría cruzar la ciudad imperial, el centro del mundo, donde se amontonan montañas de su escoria. Allí en medio, nadie puede abrirse paso a través de ella, y menos aún con el mensaje de un muerto».

 
«Desde su lecho de muerte –continuó Cantalamessa– también Cristo confió a su Iglesia un mensaje: “Id por todo el mundo, predicad la buena noticia a toda criatura”». La Evangelización, continuó el franciscano, «tiene un origen místico; es un don que viene de la Cruz de Cristo, de ese costado abierto, de esa sangre y de ese agua. El amor de Cristo, como ese trinitario del que es la manifestación histórica, tiende a expandirse y alcanzar a todas las criaturas, “especialmente a las más necesitadas de misericordia”. La Evangelización cristiana no es conquista, no es propaganda; es el don de Dios al mundo en su Hijo Jesús».

 
«Tenemos que hacer todo lo posible –indicó Cantalamessa– para que la Iglesia no se convierta nunca en aquel castillo complicado y atestado descrito por Kafka, y para que el mensaje pueda salir de ella libre y feliz como cuando inició su recorrido. Sabemos cuáles son los impedimentos que puedan retener al mensajero: los muros divisorios, empezando por aquellos que separan a las varias iglesias cristianas entre ellas, el exceso de burocracia, las partes de ceremoniales, leyes y controversias pasadas, convertidas en escombros [...] Sucede como con algunos edificios antiguos. A través de los siglos, y para adaptarse a las exigencias del momento, se les ha llenado de tabiques, escalinatas, de cuartos y cuartitos. Llega un momento en que nos damos cuenta de que todas estas adaptaciones ya no responden a las exigencias actuales, es más, éstas son un obstáculo, y entonces se hace necesario tener el valor de derribarlas y reportar el edificio a la simplicidad y linealidad de sus orígenes».
 
Era justamente esta –recordó Cantalamessa- la misión recibida de San Francisco ante el Crucifijo de San Damián:
«¡Ve, Francisco, y repara mi Iglesia!».

 
 
 

jueves, 3 de enero de 2008

TEXTO DE BIENVENIDA PARA EL AÑO NUEVO

Bendecir es “decir bien”; no sólo un hablar bien de las cosas o las personas sino un referirse al “bien” que ellas contienen.
Cada vez que bendigo algo o alguien no estoy sino reconociendo y enfatizando una cualidad o rasgo positivo. Y al hacerlo aquello que es reconocido y exaltado se actualiza, se moviliza, se desarrolla, se despliega, se incrementa, perdura…


Cualquier rasgo, característica o condición puede ser bendecida de tal modo que, al bendecir, no hago sino enfocar mi pensamiento y mi emoción hacia cualidades positivas. En ese mismo instante yo me sintonizo con dichas cualidades, me lleno de esa misma energía: la energía siempre fluye hacia donde va la atención. Cada vez que bendigo soy bendecido, revestido con la misma energía amorosa que derramo sobre todo aquello en lo que vierto mi bendición.
Al referirme bien del bien de algo o alguien me estoy inundando de ese mismo bien que proclamo y afirmo.


Bendecir es rociar el mundo con palabras y gestos amables llenos de benevolencia, admiración, fuerza, ternura y misericordia; es proclamar, ensalzar y realzar la belleza y bondad de todo lo creado.
Bendigo todo lo que es bueno y lo que siento como amable, positivo y hermoso en todas las personas, en todos los seres, en todas las cosas.
Bendigo todo gesto, expresión o señal de felicidad y gozo que llego a ver, escuchar, sentir en mi ambiente cercano y toda la que puedo intuir incluso en los confines más lejanos del universo.
Bendigo toda obra bien hecha, toda acción realizada con amor y entrega.
Bendigo toda forma de prosperidad honesta y que no se asienta en la ambición, el abuso o la injusticia.

Bendigo todo éxito que no engorda al ego ni amordaza al alma sino que es manifestación humilde y sencilla de dedicación, de cumplimiento de una vocación, de realización de un destino, de desarrollo de la verdad personal, de simple añadidura de haber alcanzado el reino de la propia esencia.
Bendigo cada viaje, cada desplazamiento que propicia y hace posible el encuentro de los corazones humanos, el avistamiento de nuevas sendas, el descubrimiento de espacios desconocidos, la llegada a puertos que siempre invitan a reemprender una nueva travesía.
Bendigo todos los más mínimos indicios y las más altas y expresivas señales de atención y cuidado a los más pequeños, a los débiles, a los que más sufren, a los que más hacen sufrir. Porque sólo puede hacer sufrir a otro quien ha sido modelado a base de sufrimiento.

Bendigo toda amistad sincera y fiel que se vive como amor sin contrato, toda vinculación personal armoniosa y toda relación respetuosa y sagrada con cualquier elemento de la naturaleza.
Bendigo cada conversación humana que abre, acerca, une y nutre a quienes participan en ella y cada relación sexual en la que no se hace el amor sino que se deja que sea el amor quien haga a los amantes.
Bendigo toda manifestación de quietud y silencio, los movimientos ejecutados con conciencia, soltura y gracia, todos los colores, las canciones, todo sonido que suene a música, cada comida preparada con amor y tomada con respeto, calma y veneración.


Y bendigo, uniéndome a ellas, todas las bendiciones pasadas, presentes o futuras que vertidas en el mundo lo revisten de su manto más hermoso y sagrado.


José María Toro

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Tu bendición
.

es creer en la noche que vendrá la mañana,

que habrá sol y esperanza al abrir la ventana.

Tu bendición es estar contento de pie,

cargado de caminos;

es saber que un polizonte siempre va contigo.

Tu bendición es la alegría de volver a casa y su bienvenida,

del fuego prendido y la mesa servida.

Tu bendición es vivir la misión de partir hacia el don,

de alumbrar con calor, gratis, como el sol.
.
Juan Damián (Uruguay)