El Nuevo Mundo
de Arturo Uslar Pietri
En el año 1969, el canal BBC2, dio a luz un programa televisivo llamado Civilización (Civilisation) el cual vendría acompañado de una versión escrita realizada por el mismo presentador, el historiador Lord Kenneth Clark.Clark afirmó que España no había contribuido en el desarrollo de Occidente. Cosa que movió a Uslar a escribir un artículo contundente al respecto.
En el año 1969, el canal BBC2, dio a luz un programa televisivo llamado Civilización (Civilisation) el cual vendría acompañado de una versión escrita realizada por el mismo presentador, el historiador Lord Kenneth Clark. Esta serie es una de las referencias más importantes en la producción documental y estaba orientada a dar a conocer todos los rasgos de la civilización occidental. La producción tuvo éxito en su época e incluso, personajes lejanos pero no de menor importancia como la de nuestro respetado don Uslar Pietri, quien, en su gran deseo de conocimiento puso su atención en aquel trabajo.
De este interés surgió un artículo realizado por don Uslar, producto de una afirmación que realizara Ser Kenneth Clark en su programa y libro: «… cuando se me pregunta ¿qué ha hecho España para ampliar la mente humana unos cuantos pasos hacia arriba?… ¿qué es la civilización? Ruskin decía: » las grandes naciones escriben su autobiografía en tres manuscritos: el libro de sus hechos, el libro de sus palabras y el libro de su arte». Ninguno de esos libros puede ser entendido si no leemos los otros dos».
La reacción de Uslar Pietri
Don Uslar no pudo contenerse y escribió una respuesta a Kenneth Clark sobre aquello que aseguraba el reconocido inglés. La misma se tituló «Los expulsados de la civilización» y en ella, don Arturo enumeró un grupo de razones por la cual España era un factor fundamental para occidente y que es «absolutamente imposible escribir la historia de la civilización occidental dejando por fuera a España». Para don Uslar, aquella afirmación es producto del prejuicio creado por la división de occidente, luego de la reforma, entre los luteranos y los católicos. Desde ahí don Arturo nos habla sobre la importancia de España para occidente con breves pinceladas:
«Los árabes fueron los que salvaron la herencia griega y todo lo que quedó de Bizancio, luego del declive de Roma, y fue a través de España que se dio el contacto más cercano con el mundo islámico. Euclides, Platón, las matemáticas, la historia y la poesía occidental, volvieron gracias a ese contacto.
Entre la guerra y la convivencia entre cristianos y musulmanes se dieron grandes obras de arte y arquitectónicas. Córdoba fue la capital del mundo europeo, con su mezquita se transformó en un punto de encuentro para Europa.
En Toledo se formó la escuela de traductores, lugar de conservación y difusión de las culturas, en la Edad Media.
Otro punto, posiblemente el más trascendental, fue la empresa de Indias. El descubrimiento fue el paso más grande que se dio para su momento. Se crearon las leyes de Indias, cambiaron las artes, la historia, el pensamiento, la economía. España fue el único Estado en el mundo que se preocupó, perturbó mental y espiritualmente, por su instalación en América y por ello Francisco de Vitoria aparecerá como el creador del derecho internacional, al formular normas donde afirmaba que esos indios tenían derechos naturales y divinos sobre los cuales el Rey de España no tenía autoridad.
Por otro lado está la contrarreforma, que no solo es la lucha de luteranos contra cristianos, también es la aparición de la arquitectura y el arte barroco.
De los cuatro grandes personajes de la literatura, Hamlet, Fausto, don Quijote y don Juan, dos son españoles. Velásquez nunca es nombrado por Clark, que al omitirlo, expulsa de la historia al creador y su obra «Las meninas», sobre la cual el mismo Foucault llega a analizar.
Para Clark, en el libro de las artes no debió existir el impresionismo ni Goya, quien fue estudiado por sus colegas europeos. Omite también a Juan Gris, a Dalí, a Juan Miró y a Picasso.»
Es así como don Uslar, bajo estos argumentos, responde que la historia de la civilización, basado en los tres libros de Ruskin, no se puede describir sin nombrar al mundo hispánico.
LOS EXPULSADOS DE LA CIVILIZACIÓN
El texto de Uslar Pietri "Los expulsados de la civilización" habla sobre la problemática referida al estudio de la historia de las civilizaciones.
La problemática se refiere a la visión americana de las civilizaciones. Los americanos consideran mas importante su civilización y no quieren abrirse a la cultura de otras civilizaciones, ya que consideran más importante la casa de un presidente, que la cultura y la historia de algún escritor conocido mundialmente como Cervantes que escribió El Quijote.
El texto utiliza argumentos de Kenneth Clark (1903-1983), historiador de arte británico e ilustrador. Sus obras destacan por la excelencia de su estilo, él mismo era quien ilustraba sus libros. También habla Ruskin (s.XIX) escritor que estudió en Oxford y escribió sobre todo tipo de temas, destacando en la escritura sobre el arte. Él opina que las naciones escriben sus propias biografías y que las autobiografías tienen tres partes, de ellas se ha de considerar más importante la parte referida al arte.
En el texto el autor también nos habla de los filósofos más importante de la historia, como son Platón y Euriclides. Platón alumno de Sócrates, de familia nobilísima y de la más alta aristocracia, fue fundador de la Academia de Atenas, participó activamente en la enseñanza de la Academia y las obras más famosas de Platón fueron sus Diálogos.
El otro filósofo importante que nombra en el texto es Sócrates. Nació en Atenas donde vivió los dos últimos tercios del s.V a.C. Desde muy joven llamó la atención de quienes le rodeaban por la agudeza de sus razonamientos y su facilidad de palabra. Murió a los 70 años de edad aceptando serenamente la condena, ingiriendo la cicuta, como método elegido por el tribunal. Fue juzgado por no reconocer a los dioses griegos.
España tuvo un gran peso en la escritura, en el arte, sobre todo en el siglo XVII. Fue maestra de la poesía y plataforma de autores y movimientos literarios muy importantes.
Mientras en España sucedía esto, en Italia surgía un movimiento llamado Cisma Luterano, etc.
Para terminar el comentario del texto, el autor defiende que el estudio de la historia de las civilizaciones de Occidente, no debe de centrarse sólo en un Estado o País.
Sobre Ensayos sobre el Nuevo Mundo. Antología de textos políticos, de Arturo Uslar Pietri, edición de Agapito Maestre, Tecnos, Madrid 2002, 160 páginas
«Nació en los albores del siglo XX y murió al comienzo del XXI.. Excepto el premio Cervantes de las Letras, consiguió todo tipo de premios y reconocimientos literarios. Arturo Uslar Pietri fue uno de los más grandes intelectuales y humanistas de la lengua española del siglo XX.» Agapito Maestre (pág. 9).
Damos noticia en esta reseña de la interesante recopilación de artículos del escritor venezolano Arturo Uslar Pietri (Caracas, 16 de mayo de 1906-Caracas, 26 de febrero de 2001), realizada por Agapito Maestre y editada por Tecnos. Todos los textos tienen una temática común: América Hispana. Cada artículo recopilado se corresponde con un capítulo del libro. Nos vamos a limitar a destacar y resumir los contenidos que estimamos más relevantes.
El primer texto lleva por título «La conquista de América como problema jurídico y moral». En él, Uslar Pietri destaca que jamás en la historia de la humanidad un país conquistador ha pasado por más profundos y graves problemas morales y de conciencia por el hecho de una conquista. Estos problemas no los considera ninguna hipocresía sino problemas bien reales, como lo eran las acongojantes dudas de los sujetos conquistadores de si se salvarían o no, en el caso de estar cometiendo pecados graves en las fases resolutivas del Descubrimiento. La problemática de determinar, si las resoluciones que se tomaban durante el descubrimiento, estaban ajustadas a los principios religiosos católicos de entonces, lleva a la Corona Española a promulgar numerosas normas jurídicas. Unas primeras Bulas de Donación del Papa Alejandro VI, cuya verdadera motivación habría que buscarla más allá de lo moral o jurídico interno, ya que estarían buscando una «ventaja» sobre el Reino de Portugal, también interesado en la «administración» de las inmensas riquezas del Nuevo Mundo. Posteriores a estas Bulas fueron los Repartimientos y las Encomiendas, criticadas por algunos dominicos, como el Padre Montesinos, por considerar que conducían a la opresión y a la esclavitud de los indígenas. Tras estas protestas de los dominicos, la Corte y los Reyes Don Fernando y Doña Isabel convocan reuniones de teólogos y de canonistas –los que podían entender entonces sobre estos asuntos– de las que nacerán las Leyes de Burgos (1512). Estas leyes enfatizan la libertad de los indios, proponiendo teóricamente la abolición de la esclavitud y estableciendo una primeriza «legislación laboral». Constituyen además un exponente del grave conflicto medieval acerca de la competencia y jurisdicción sobre asuntos «terrenales»: del Papado, o bien del Imperio español. En esta disputa, el dominico Francisco de Vitoria negará poder al Papa en la tierra y se perfilará como el precursor del actual Derecho Internacional. En este contexto escribe Uslar Pietri sobre el recurso jurídico del «Requerimiento»:
«Junto con dichas Leyes surge otro problema. Se dice que para que se tenga derecho a ocupar la tierra de los infieles habría necesidad de que ellos se negaran a permitir la pacífica propagación del cristianismo. Y de aquí surge un hecho que tiene un aspecto quijotesco, porque presenta una mezcla de ridículo y sublime que constituye la esencia de lo quijotesco. En vista de que no había justificación para dominar a los indios y esclavizarlos y para ocupar sus tierras, mientras no se opusieran a permitir la pacífica predicación, entonces a aquellos juristas se les ocurre un recurso que a nosotros nos hace sonreír. Se les ocurre el Requerimiento. El Requerimiento es un documento escrito muy extenso, toda una argumentación en la cual, en un estilo notarial, solemne y hermoso, se explica quiénes son los reyes católicos, qué es la religión cristiana, qué es el Papa, qué poderes recibió el Papa y se le pide a los indios que permitan que estas cosas se prediquen entre ellos y que les sean explicadas a quienes las quieran conocer y que si ellos se niegan a permitir esto a los españoles, entonces los pondrán en el caso de tener que hacerlo por la fuerza a fin de que se pueda cumplir esta misión. (...) Los conquistadores llegaban frente a los indios en guerra y antes de poder disparar un arcabuz o mover un caballo o sacar una espada, el escribano, que venía junto al conquistador y junto al fraile, junto a la espada estaba la conciencia religiosa que era el fraile y también la conciencia jurídica que era el escribano, tenía que desplegar aquel papel y en un castellano que nadie sabía entender, entre los indios, leer completo el largo Requerimiento. Esto pinta cómo existía una preocupación sincera de parte de los españoles que los llevaba al grotesco y conmovedor caso de pretender explicarles a los indios en una lengua que no entendían una cantidad de complicados problemas teológicos y jurídicos y de historia de Europa, para poder justificar el hecho de ocurrir a la violencia.» (pág. 33)
Este largo proceso jurídico culmina en el año 1681 con la publicación de la Recopilación de las Leyes de Indias, que contienen una casuística muy detallada, pues están compuestas por nueve Libros, 218 Títulos y 6.377 leyes.
El segundo artículo lleva por título «Las Carabelas del Mundo Muerto». Comienza Uslar Pietri comparando la lentitud de las primeras navegaciones del descubrimiento, hechas desde el Puerto de Palos hasta la playa de San Salvador, con la lentitud en la recepción de los «movimientos intelectuales» dominantes en Europa, por parte de América Hispana. Así, el racionalismo cartesiano, tomando como referencia la fecha de la primera edición del Discurso del Método, tarda en llegar algo más de un siglo; el romanticismo, entre treinta y cincuenta años; y el positivismo, no menos de una generación:
«Ya el problema planteado para nosotros no puede ser solamente el de acortar el tiempo de viaje de las ideas, sino el de recibir ideas vivas y fecundas y no los retardados mensajes de un mundo de ideas ya en gran parte difuntas. Es como si las carabelas ideológicas y divulgativas que seguimos recibiendo hubieran partido de una Atlántida desaparecida, no de un Viejo Mundo Vivo y vigente, sino de un mundo muerto.» (pág. 47)
Esta tardanza en llegar las corrientes científicas y filosóficas punteras de Europa, da lugar, no solo a los inmediatos y obvios problemas de atraso, sino también a superposiciones, hibridaciones y mezcolanzas entre buena parte de esas doctrinas, que conviven entre sí, en circunstancias próximas al caos. Además, ve Uslar Pietri un profundo corte entre el «principio de incertidumbre» –que supone en las ciencias positivas actuales– y el «determinismo», en el que se mueven los intelectuales de la «cultura tradicional de América». A este propósito Uslar Pietri suscribe tesis de C. P. Snow, pues las ve reflejadas en la situación particular de América Hispana. Aboga, en definitiva, por una actualización científica y tecnológica del Continente, que tenga bien presente la revolución científica de finales del siglo XX: cohetes espaciales, energía atómica, cibernética y cerebros electrónicos, plantas de producción automatizadas... para incorporar a América Hispana al presente científico, tecnológico y global. Esto conllevaría apartar y rechazar viejas ideas utópicas propias de intelectuales y artistas, que representan residuos del pasado, y con cuyo uso desfasado, nada nuevo ni bueno puede aventurarse para el presente y futuro del Continente:
«Esta separación entre una ciencia viva aislada e ignorada, y una cultura tradicional que ha dejado en mucha parte de ser científica, ha hecho posible que hoy se llegue a hablar de la existencia de dos culturas. C. P. Snow, hombre de ciencia y novelista británico, es uno de los que ha planteado el problema con mayor claridad y conocimiento de causa en su breve obra Las dos culturas. Para Snow el mundo de la cultura tradicional, en el que se mueven los artistas, los escritores y los llamados intelectuales, en general, reposa en gran parte sobre principios, hipótesis y doctrinas que ya han dejado, en su fuente y fundamento, de ser verdades científicas. Reposan sobre la concepción de un mundo gobernado por una causalidad determinista, mientras la ciencia verdadera, desde hace medio siglo o más, ha dejado de ser determinista para reflejarse en una posición de incertidumbre, de probabilidad, de estadística, en la que la ley de causa y efecto deja de tener la vigencia absoluta que los hombres del positivismo podían atribuirle. Casi podríamos hoy decir, para escándalo de Leibniz, que la naturaleza no procede sino por saltos, y que hay muy pocas y limitadas relaciones necesarias, en el campo de la mecánica y de la física, que puedan llamarse leyes en el sentido estricto, rígido y cerrado que podían darle Newton, Montesquieu o Spencer. Esta dramática separación entre el mundo de la ciencia nueva y las aplicaciones de la vieja ciencia, que continúan vigentes en la esfera de la cultura tradicional, condena a esta última a la muerte segura de un árbol cuya raíz está cortada (...) Establecer la comunicación entre la nueva ciencia y el mundo de la cultura de los intelectuales, los artistas y los políticos es una de las más perentorias necesidades de nuestro tiempo. Esa comunicación tiene que traer como consecuencia la revisión y el rechazo de muchas de las doctrinas que hoy siguen gobernando el pensamiento y la acción de la mayoría de los hombres.» (pág. 46)
En el artículo «Política y pensamiento» comienza Uslar Pietri constatando un hecho que no por obvio y conocido ha de dejar de recordarse. Durante ciertos períodos de la Romanización en Hispania, es bien sabido, como decimos, que el latín que llegaba de Roma, no era precisamente el del De Legibus, de Cicerón, ni el de la Epístola a Lucilio, de Séneca. Llegaba, en primer lugar, lo que soldados y militares eran capaces buenamente de comprender, hablar y explicar en el transcurso de sus despachos con los Hispanos. Otro tanto con el Derecho Romano: que habrá de esperar la llegada a la península de Magistratores, capaces de aplicar competentemente las novedosas normas jurídicas. Pues bien, este modelo, es el que Uslar Pietri ve operando en el «caso Americano»:
«En las carabelas de Colón llegaron, con muchas otras cosas, las ideas de Occidente. En las culturas indígenas había teorías, mitos, leyendas y creencias, pero no había nada que pudiéramos llamar propiamente filosofía y menos aún filosofía política. Más que cultura en libros y sabiduría era cultura incorporada a la vida la que traían los navegantes. (...). A nadie se le puede ocurrir, para estudiar la mentalidad predominante en el largo periodo de la formación del Nuevo Mundo, buscar los textos originales en los que Duns Escoto o Santo Tomás de Aquino expusieron sus sutiles y poderosas concepciones teológicas y filosóficas, sino las pugnas entre los colonizadores, la actitud de los criollos, los procesos de la Inquisición y las muchas formas en que lo que originalmente vino de Europa cambió y adquirió otros rasgos al contacto del nuevo medio humano.» (pág. 109)
En «Los expulsados de la Civilización» podemos ver a Arturo Uslar Pietri indignado, lo cual no es frecuente a lo largo del libro. La causa de su indignación no nos parece que pueda estar más justificada: Un profesor universitario, director del Museo Nacional de Arte de Londres, Kenneth Clark (que además, está en posesión del Título de Lord, al igual que otras ilustres lumbreras, como Elthon John o Mick Jagger) en un libro suyo titulado Civilización, de considerable difusión y prestigio, afirma que: «(...) España no ha hecho nada para ampliar la mente humana y para empujar al hombre unos cuantos pasos para arriba (...)». Pero lo verdaderamente importante no es esto, no. Pues no se trata más que de un libro. No cabe esperar nada de él: absolutamente nada. Estamos en otros tiempos, en otra era: la Era de la información, de la informatización, de Internet. Pero también, todavía, en la era de la televisión. Medio éste que, querámoslo o no, sigue siendo el número uno en la propagación de conocimientos (entendidos en su calidad de doxa), de ideologemas, y de tantas y tantas otras cosas. Pues bien, es en este medio, la televisión, en donde Kenneth Clark difunde con eficacia, con rendimiento, sus conocimientos ideológicos. En un programa que lleva también por título «Civilización», Kenneth Clark, –presten mucha atención– dice no apreciar nada digno de resaltarse del ámbito Hispano, como para incluirlo en los hitos de la «Civilización». Pues bien. Lástima, ¡qué se le va a hacer!, siempre podrá escribir otro libro... o colorearlo: errare humanum est. En efecto: esa «Civilización» de la que Clark habla en su programa no es la Civilización. No ya porque no cuente con Velázquez, con Dalí o con Francisco de Vitoria, no: ¡es que no cuenta ni con el Descubrimiento de América! Con lo que sencilla y llanamente, Kenneth Clark, no está hablando de la Civilización en su programa de televisión (aunque no negamos, eso sí, que esté hablando de otra cosa; de alguna otra cosa).
A pesar de la indignación que Uslar Pietri manifiesta –y que nosotros tampoco podemos disimular– es gratificante comprobar cómo esa circunstancia, no perturba un ápice su sindéresis, su templanza: estamos leyendo el libro de un maestro, de un número uno. No tarda en emitir un juicio valioso, acertado y veraz:
«La de Clark no es una posición malhumorada, no se trata de un enemigo del mundo hispánico o de uno que lo odia. Se trata, a lo sumo, de alguien que en gran parte ignora al mundo hispánico o que tiene prejuicios contra él, y esto es muy explicable porque en el siglo XVI ocurrió en Europa el gran cisma luterano. (...) La civilización occidental se partió literalmente en dos mitades: los países de la Reforma y los países que no hicieron la Reforma... (...) Carece de sentido hacer una dicotomía y decir: la civilización es la que queda de la raya de la Reforma hacia el Norte, y lo que hay de esa raya hacia el Sur dejó de ser civilización. Con semejante corte habría que dejar afuera a Grecia, todo el Mediterráneo, por lo menos a media Francia y a toda Italia, y, sin duda, a España y Portugal. Yo no sé si la historia europea puede resistir semejante gigantesca y traumática mutilación. (...) Cuando Europa cae en la barbarie de la primera Edad Media, después de la disolución del Imperio Romano, la primera luz de civilización regresó a través del mundo árabe. Los árabes salvaron la herencia griega, todo lo que pudieron recoger de ella en la debilitada Bizancio, y la trajeron en su invasión hacia el Oeste y por el puente de los árabes volvió el pensamiento griego a Europa: Euclides, las matemáticas; Platón, la historia, la poesía. El arco maestro de ese puente fue España. En ningún otro país se hizo un contacto más grande, más importante y más completo entre el mundo islámico y el cristiano que en el ámbito de la España medieval.» págs. 148-149
Arturo Uslar Pietri finaliza más adelante su crítica al ideólogo anglosajón, pero ya no hay concesiones. Ahora los argumentos son demoledores:
«No ha habido acontecimiento singular más importante en la historia de la civilización occidental que el descubrimiento de América. (...) Se crearon las Leyes de Indias. Yo me pregunto si el señor Clark cree que las Leyes de Indias no tienen un papel en la historia de la civilización occidental; yo me pregunto si se puede creer que, por ejemplo, el pensamiento de Francisco de Vitoria no significa nada. España fue el único poder imperial en el mundo que sintió un grave problema de conciencia. Reunió a sus teólogos y a sus juristas para decidir una cuestión fundamental que no preocupaba a ningún rey de Europa: si tenían derecho o no a ocupar territorios que pertenecían a los indios, con qué justa causa podían hacerlo, y éste fue motivo de grandes debates y de esa legislación que creó la primera norma y la primera preocupación para algo que sigue siendo conflictivo en nuestro mundo de hoy. ¿Qué llamamos nosotros el gran problema del Tercer Mundo, sino la pugna de los países desarrollados del Norte con los países de menos desarrollo de las razas y colores de Asia, de África y de los indios americanos? Ese problema que llamamos hoy del Tercer Mundo, que era el contacto de una civilización adelantada con una civilización atrasada, no se hizo nunca con ningún pudor, sino con la desnuda fuerza de las armas. El único Estado que se perturbó mental y espiritualmente al hacerlo fue España. Francisco de Vitoria creó el derecho internacional al formular normas por las cuales expresaba que esos indios remotos eran sujetos de un derecho natural y divino sobre el cual el Rey de España no tenía autoridad ninguna, ni podía entrar por la mera fuerza. Si eso no es un aporte a la civilización europea, si eso no es la raíz misma de toda posible civilización traducida en normas de vida justa para los pueblos, ¿qué es?, me pregunto yo.» (págs. 150-151)
Es de especial interés el artículo titulado «Godos, insurgentes y visionarios» pues en él encontramos documentación histórica de aspectos ciertamente peculiares y curiosos. Leemos explicaciones, interpretaciones, que consideramos acertadas y veraces: aspectos esenciales del Descubrimiento, comprensibles e inmediatos. Resalta Uslar Pietri el carácter visionario de las primeras percepciones de Europa hacia el nuevo continente:
«El catálogo de los visionarios es largo y todavía no concluye. Comienza con la carta de Colón a los Reyes Católicos de 1493 y continúa abierto. Visionarios fueron los conquistadores que buscaban El Dorado o las Siete Ciudades de Cibola, o la Fuente de la Juventud. Visionarios fueron quienes, a lo largo de siglos, se esforzaron ciegamente en convertir a caribes, incas y aztecas en "labriegos de Castilla". Visionario fue Bartolomé de las Casas, con sus Caballeros de la Espuela Dorada o Vasco de Quiroga que le propuso a Carlos V separar a América de la civilización europea para crear la utopía de Tomás Moro en las nuevas tierras. Visionarios fueron los jesuitas del Paraguay, como lo fueron todos aquellos alucinados que investigó durante siglos la Inquisición de Lima...» (págs. 120-121)
Apunta Uslar Pietri que la superposición de los esquemas conceptuales europeos sobre aquellas nuevas realidades, no pudieron dar cuenta cabal de ellas en absoluto. Se cometieron errores evidentes y necesarios (a la luz de los conocimientos actuales) provocados por las insuficientes categorías de la época. De este modo, vamos a ver cómo sucede algo ciertamente pintoresco: en las primeras etapas del Descubrimiento, se produce un verdadero reencuentro con la Edad de Oro. Circunstancia esta a la que Uslar Pietri concede una importancia extraordinaria:
«El florentino [Americo Vespucio]... cree haber llegado cerca del Paraíso Terrenal, encuentra monstruos y, sobre todo, confirma la impresión de que los indígenas viven en una situación semejante a la que los antiguos llamaron Edad de Oro. (...) Cuando Colón avista por primera vez la masa continental, en 1498, cerca de las bocas del Orinoco, reconoce que hay allí un inmenso río y que debe ser uno de los cuatro que salen del Paraíso Terrenal. (...) La visión de la Edad de Oro es mucho más persistente y de mayores consecuencias. Desde los griegos había formado parte del tesoro conceptual europeo la noción de que en una época remota del pasado los hombres habían vivido en una sociedad feliz, sin guerra, sin trabajos, en la más ilimitada abundancia gratuita de todos los bienes. Hesíodo y luego Virgilio la recogen y le dan casi la categoría de un hecho histórico. La primera carta de Colón, que lanza al viejo mundo la noticia de las nuevas tierras, describe a los indios de las Antillas como el trasunto de los seres de aquella legendaria edad. Después de ese momento ya no se trata de una leyenda más o menos verosímil que nos llega del más lejano ayer, sino de una realidad contemporánea que ha sido vista y verificada (...). Creyeron que la Edad de Oro existía realmente y se había conservado en sus rasgos esenciales en aquellas lejanas regiones.» (págs. 126-127, subrayados nuestros.)
Esperamos que los lectores de esta reseña se sientan incitados con esta presentación a leer in extenso los artículos de Arturo Uslar Pietri. Incluidas las curiosas conclusiones que Uslar Pietri detecta en ese «reencuentro con la Edad de Oro»:
«La conclusión inescapable era que los hombres habían nacido para la libertad, para el bien, para la igualdad, para existir en la más completa fraternidad y que toda la historia del mundo conocido hasta ese momento no era otra cosa que el resultado de una enfermedad social que había desnaturalizado al ser humano. Sobre la base de esta revelación asombrosa la imaginación de humanistas y escritores se va a disparar. Lo que ha pasado hasta entonces en la tierra conocida es una aberración de la naturaleza humana, la historia no es sino el testimonio de un largo y sostenido crimen contra la verdadera condición humana que, al fin, se ha hallado en su prístina pureza en las nuevas tierras. (...) Tomás Moro recoge con embriaguez intelectual tamaña novedad. Escribe, acaso, el libro más influyente en el pensamiento y en el desarrollo social del viejo mundo. Inventa para ello una palabra que es la clave del pensamiento europeo posterior y cuyos efectos llegan poderosos y visibles hasta nuestros días. La Utopía de Moro es la semilla y el programa esencial de todo el pensamiento revolucionario que va a predominar en el mundo hasta nuetros días. Moro describe un país de igualdad, bienestar general y paz que ha llegado a sus oídos por boca de un marino que acompañó a Vespucci. El marino es ficticio pero el efecto de aquella descripción fue inconmensurable. Lo recoge Montaigne, pone las bases de lo que Paul Hazard llamó más tarde la "crisis de conciencia del pensamiento europeo", y en el siglo XVIII alcanza su máxima y definitiva expresión en las obras de Rousseau. El Contrato Social es el descendiente directo del Descubrimiento y de la Utopía de Moro. De allí en adelante no presenta dificultades proseguir el trazado de la línea genalógica. De Rousseau viene la Revolución Francesa, de ella la afirmación de que la Utopía es alcanzable o restituible. De esa herencia saldrán Marx, Bakunin, Lenin y casi todos los programas revolucionarios de nuestros días. No es una desdeñable descendencia.» (págs. 127-128)
En el artículo «El mestizaje y el Nuevo Mundo» Uslar Pietri trata de un asunto especialmente importante y actual: la «identidad» (de los pueblos), en este caso, de América Hispana. La solución que Uslar Pietri ofrece apunta al «mestizaje». Propone rechazar rancios prejuicios de purezas raciales, historias primigenias o pasados importantes. La verdadera Historia de la Humanidad se ha escrito en cifra de «mezclas», mestizajes, de los que surgen, situaciones más complejas que las anteriores, y en absoluto deudoras de ninguna «identidad ajena»:
«...la historia de las civilizaciones es la historia de los encuentros. Si algún pueblo hubiera podido permanecer indefinidamente aislado y encerrado en su tierra original, hubiera quedado en una suerte de prehistoria congelada. Fueron los grandes encuentros de pueblos diferentes por los más variados motivos los que han ocasionado los cambios, los avances creadores, los difíciles acomodamientos, las nuevas combinaciones, de los cuales ha surgido el proceso histórico de todas las civilizaciones.» (pág. 50)
Algunos casos especialmente relevantes del hecho del que habla, son nada menos que Mesopotamia, Roma, Grecia... y la propia España. Vamos a apuntar aquí, que el concepto o idea de identidad no es «único», invariable, unívoco ni obvio: es imprescindible acercarse a este problema a través de las matemáticas, para darse cuenta de la gratuidad con que estúpidamente se invoca a este concepto, para justificar agresiones. En definitiva, nada de complejos de inferioridad por no pertenecer a ninguna clase especial supuestamente mejor. En absoluto:
«Por un absurdo y antihistórico concepto de pureza, los hispanoamericanos han tendido a mirar como una marca de inferioridad la condición de su mestizaje. Han llegado a creer que no hay otro mestizaje que el de la sangre y se han inhibido en buena parte para mirar y comprender lo más valioso y original de su propia condición. Se miró el mestizaje como un indeseable rasgo de inferioridad. Se estaba bajo la influencia de las ideas de superioridad racial, que empezaron a aparecer en Europa desde el siglo XVIII y se afirmaron en el XIX con Gobineau, que dieron nacimiento a toda aquella banal literatura sobre la supremacía de los anglosajones y sobre la misión providencial y el fardo histórico del hombre blanco encargado de civilizar, dirigir y encaminar a sus inferiores hermanos de color. Se creó una especie de complejo de inferioridad y de pudor biológico ante el hecho del mestizaje sanguíneo.» (pág. 52)
En el artículo «Tiempo de Indias» vemos descrito un tiempo idílico, superabundante, identificado con el majestuoso transcurrir de la naturaleza, propio del indio, y que se va a ir conservando a lo largo de los siglos. Aún hoy el hispanoamericano es más «tranquilo», despreocupado y, por consiguiente, ha de sufrir menos «estres» que el europeo: «...los días y los esfuerzos se podían deshacer en el espacio sin término.» (pág. 79).
Aunque esa despreocupación por el tiempo no es extensible a las consideraciones sobre «la propia identidad». Uslar Pietri nos recuerda cómo el hispanoamericano, en general, sufre «problemas de identidad» característicos y diferenciados de los que pueden sufrir el europeo o el norteamericano:
«¿Existe la América Latina? ¿Existe un hombre latinoamericano? ¿Existe una condición latinoamericana? ¿Existe una situación, a partir de la cual podamos presentarnos ante el mundo y dialogar con el mundo? Esta preocupación es vieja, es ardua y ha atormentado el alma de los hispanoamericanos, por tres o cuatro siglos, desde toda la historia, desde el primer momento de la conquista. Toda la historia de América Latina ha sido una historia de toma de conciencia, de definición de posiciones, una búsqueda hacia afuera y hacia adentro y esta búsqueda ha sido muchas veces frustrante y ha sido difícil y los resultados no han dejado de ser muchas veces contradictorios. De modo que si algo caracteriza al latinoamericano en el escenario del mundo, es esa situación un poco hamletiana de estarse preguntando todo el tiempo: ¿Quién soy? ¿Qué soy? ¿Qué puedo hacer? ¿Cuál es mi situación frente a toda esa gente que me rodea?» (pág. 85)
El profesor Agapito Maestre, responsable de la acertada selección de textos de Arturo Uslar Pietri reunida en el volumen que comentamos, ofrece en su interesante introducción (págs. 9-26), además de una aproximación biográfica y bibliográfica al autor, consideraciones tanto sobre literatura y pensamiento como sobre ensayo y pensamiento, donde señala algunas coincidencias entre las posiciones defendidas por Arturo Uslar Pietri con las argumentadas por Gustavo Bueno en España frente a Europa [libro al que Agapito Maestre aplica el título más acido: España contra Europa]: «Pero, al margen de todas las perversidades que pudiera haber generado España en América y de las que dan buena cuenta algunos de los ensayos aquí recogidos, parece indudable que no hay liberación, según Uslar Pietri, sin contar con los elementos emancipadores que contuviera en su seno la historia de España, más aún, el pasado del 'imperialismo español'. Dicho con la claridad de Gustavo Bueno, Uslar Pietri no tendría muchos reparos en afirmar la conclusión del filósofo español...».
La Hispanidad por Arturo Uslar Pietri
Arturo Uslar Pietri - Palabra Mayor (1992)
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