EL Rincón de Yanka: EL VIENTRE, NUESTRO SEGUNDO CEREBRO: LOS PSICOBIÓTICOS

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lunes, 13 de agosto de 2018

EL VIENTRE, NUESTRO SEGUNDO CEREBRO: LOS PSICOBIÓTICOS


Los científicos consideran que nuestro vientre, que alberga millones de neuronas y billones de bacterias, funciona como un segundo cerebro, con un sistema nervioso entérico estrechamente relacionado con el sistema nervioso central, que influye en lo que somos y en nuestro comportamiento.
Los científicos de ahora creen que el intestino funciona como un segundo cerebro. Pero esto no quiere decir necesariamente que te ayudará a estudiar para un examen o conseguir un mejor puesto en el trabajo, tu intestino puede influir en la química de tu estado de ánimo, emociones, sistema inmunológico y salud a largo plazo. La investigación sugiere incluso que el intestino puede “aprender” nuevos trucos a través de acondicionamiento. Estas conexiones de gran alcance, son parte de un campo emergente de la ciencia llamada neurogastroenterología, diseñada para estudiar el enlace intestino-cerebro.

Todas nuestras emociones, sensaciones de bienestar se generan en nuestros intestinos. El 90% de la serotonina, la hormona del bienestar, la producimos en el intestino. Poseemos un verdadero cerebro dentro de nuestras entrañas, y su función neuronal es muy parecida a la actividad cerebral de la cabeza. Ahora te dejamos 10 datos sobre la inteligencia del intestino que no sabías. 

El intestino es el único órgano del sistema que puede llevar a cabo sus funciones sin la supervisión del cerebro.

Hay más de 100 millones de células cerebrales en tu intestino. El poder de tu intestino de pensar por sí mismo no es ninguna sorpresa; hay millones de células cerebrales o neuronas, en sus largos ductos (9 metros de intestinos, desde el esófago hasta el ano). Y son más neuronas que las que se encuentran en la médula espinal o sistema nervioso periférico.



El intestino envía señales emocionales al cerebro, lo que sugiere que “sentimos” primero con nuestros intestinos Hay un nervio visceral grande, encajado en el intestino, el nervio vago. Investigaciones han revelado que hasta el 90% de sus fibras llevan información desde el intestino al cerebro, en lugar de que sea al revés. En otras palabras, el cerebro interpreta las señales del intestino como las emociones. Así que a veces realmente debes confiar en tus intestinos.

Un intestino saludable puede proteger tus huesos En un estudio de la relación serotonina-intestinos, los científicos descubrieron un vínculo inesperado entre el intestino y los huesos. Inhibir la liberación de la serotonina en el intestino había contrarrestado la reducción de la densidad ósea de la osteoporosis. 

Tu intestino es tu mejor amigo en la temporada de resfríos y gripe. Tu intestino no solo tiene muchas de las células cerebrales, sino también alberga la mayor parte de las células inmunes, el 70%, y estas se presentan en forma de tejido linfoide asociado al intestino, o TLAI, que desempeña un papel enorme en la defensa, matando y expulsando a los invasores extranjeros de enfermedades. El TLAI y tu microbioma intestinal, que son los billones de bacterias que viven como un inmenso universo microbiano en tu intestino, trabajan duro para ayudarte a deshacer de lo que más te aqueja. Es razón de más para tener cuidado con el uso de antibióticos, ya que estos acaban con las bacterias beneficiosas junto con las malas.  

Esta historia comienza en la universidad de Columbia de Nueva York, cuando Michael Gershon se atrevió a proclamar que tenemos en el vientre un órgano sensible e inteligente. Es fundamental llamar la atención sobre la tripa para explicar al mundo la importancia que tiene. No se trata de algo asqueroso y repugnante que parece una serpiente, sino de la línea de vida y energía de nuestra salud. Vivíamos en una época oscura que desconocía la existencia de un segundo cerebro, que he contribuido a descubrir. Es como una especie de Renacimiento así que soy el Leonardo da Vinci de nuestras entrañas. Si Leonardo da Vinci hubiera tenido el microscopio de Michael Gershon habría observado estas neuronas. 

200 millones de neuronas tapizan la pared del intestino. Repartidas a lo largo del tubo digestivo, nos permiten digerir. Digerir es muy complicado. Requiere unos procesos que son muy difíciles de reproducir en el laboratorio. Como descomponer la comida en moléculas minúsculas que el organismo pueda absorber y utilizar para funcionar y para ello se necesita una gran potencia nerviosa. 

Nuestros dos cerebros se parecen como hermanos. Sistema nervioso central para el cerebro de arriba. Sistema nervioso entérico para el cerebro de abajo, hasta sus nombres científicos se parecen. ¿Pero era necesario que la evolución nos dotase de dos cerebros separados? La razón por la que la evolución ha descentralizado el cerebro, es semejante a la razón por la que tenemos ordenadores personales en el despacho. Trasladar el trabajo al intestino es más eficaz. De este modo, el cerebro no tiene que estar conectado al intestino con cables gigantes, ni tiene que aumentar de tamaño para alojar a cientos de millones de neuronas adicionales. 

“Lo que somos” no está determinado únicamente por lo humano que hay en nosotros. Nos influyen las bacterias, nuestros antepasados que llegaron a la Tierra miles de millones de años antes que nosotros. Adquirieron un repertorio genético mucho mayor que el nuestro. Y hoy descubrimos que influyen en quiénes somos y cómo somos.

Stephen Collins investiga el funcionamiento de este ecosistema organizado al que los investigadores denominan "microbiota". Cada uno de nosotros llevamos dentro entre 1 y 2 kilos e bacterias, que generan aproximadamente el 30% de nuestras calorías. Como no podemos digerir gran parte de los alimentos que comemos, las bacterias lo hacen por nosotros y así obtenemos energía. Nosotros ofrecemos a las bacterias alojamiento y comida, ellas a cambio transforman nuestra comida en energía. Nos ayudan a determinar lo que es o no tóxico para nuestro cuerpo. Es difícil sobrevivir sin bacterias. El mayor sistema inmunitario de nuestro cuerpo está localizado en el intestino y está educado por bacterias que le informan de los posibles peligros. El sistema inmunitario es eficaz porque está expuesto a multitud de bacterias. Ya que son cruciales para nuestra salud, es de vital importancia comprender los mecanismos que utilizan los microbios para colonizarnos.

El bebé, estéril en el vientre de su madre, será colonizado por cientos de miles de millones de microbios en su primer día de vida. Las primeras bacterias que se instalen en el interior del intestino seleccionarán a las siguientes en llegar, hasta estabilizarse y componer una firma personal, como una especie de huella digital. La toma de antibióticos por parte de la madre o del bebé, el nacimiento por cesaría, el biberón en vez del pecho y un exceso de higiene son factores que reducen el contacto con las bacterias y empobrecen la microbiota del niño.

La demostración de Collins ha dado la vuelta al mundo.

En Europa, otros científicos hacen a los ratones más aventureros sólo haciéndoles comer bacterias. Ya conocíamos elementos de este tipo con cierto número de parásitos, no se trata de bacterias sino pequeños eucariotes que viven en organismos y modifican el comportamiento de estos sirviendo mejor a sus intereses.

El ejemplo de la toxoplasmosis es divertido porque estos pequeños parásitos cuando están en los ratones hacen que ya no tengan miedo de los gatos. E incluso, según algunos estudios, da la impresión de que los ratones se sienten atraídos sexualmente por los gatos. El resultado es que se los come el gato. Y eso es lo que quiere el toxoplasma, porque donde se desarrolla bien es en el gato. Como este ejemplo hay muchos. Pueden comprobar que las modificaciones del comportamiento a partir de parásitos, que viven en el vientre de organismos es algo muy corriente y que muestran hasta qué punto hay interacciones entre lo que ocurre en el vientre de un individuo y lo que después le pide su cerebro que haga. 

Antes de concluir que las bacterias nos manipulan, primero habría que demostrar que es posible trasladar a los humanos lo que sucede en los ratones. Para modificar la flora intestinal humana disponemos de dos herramientas: los antibióticos para matar a las bacterias malas y los probióticos para desarrollar las buenas.

Los probióticos son levaduras y bacterias vivas que se supone que son beneficiosas para la salud.

Podemos encontrarlas en los yogures, por ejemplo. Todavía hay dudas acerca de su eficacia real, por el hecho de que las investigaciones son en parte financiadas por quienes los comercializan.


En Europa, los grupos agroalimentarios han tenido que retirar la declaración de propiedades saludables de la etiqueta de sus productos lácteos enriquecidos o probióticos. Por si fuera poco, evaluar la eficacia de los probióticos no es una labor fácil. La vida no es sencilla, ni siquiera para las bacterias. Una bacteria sola es una fábrica que produce miles de moléculas. Y para complicarlo más, generalmente en un preparado de bacterias probióticas se ponen varias bacterias aumentando la complejidad. Así que estamos muy lejos del esquema clásico, es decir, una molécula, una acción. No somos capaces de acabar de comprender cómo funcionan. Lo único que sabemos hacer es matar a los malos con antibióticos y tratar de favorecer a los buenos con probióticos, pero de momento, no lo entendemos muy bien.

Kirsten Tillisch del Centro de Neurobiología del Estrés, en los Ángeles, también era escéptica. ¿Cómo iba a tener la toma de probióticos algún efecto sobre la respuesta al estrés? Para averiguarlo, Kirsten y su equipo comprobaron el efecto de los probióticos en el cerebro de mujeres sanas.
Decidimos estudiar a mujeres sanas, sin dolor intestinal, sin molestias gástricas, sin ansiedad, ni depresión. El test que les mostramos se utiliza corrientemente para ver la respuesta de la gente a imágenes emocionalmente negativas. Queríamos ver si modificando algo en el vientre cambiaría la respuesta ante estas imágenes. Los investigadores administraron a un grupo de 60 mujeres totalmente sanas, yogures con y sin probióticos, durante dos semanas, si sus cerebros reaccionaban de forma diferente al estrés. Observamos que las mujeres que habían tomado probióticos presentaban una red de regiones del cerebro menos activa. Es decir, las que habían tomado probióticos eran menos reactivas a estas imágenes. En su cerebro, se había modificado la respuesta al entorno. Frente a imágenes negativas potencialmente amenazadoras. Es el primer estudio que muestra que la administración de un prebiótico modifica algo en el cerebro. 

Para nosotros es muy estimulante que con un simple alimento que puedo encontrar en el supermercado, pueda cambiar algo en mi cerebro. Hasta los investigadores más entusiastas recomiendan prudencia con respecto a las recientes investigaciones, especialmente porque todavía no se conocen muy bien los efectos secundarios de las bacterias en nuestro cuerpo. Pero todos coinciden en que se ha demostrado, que tienen efectos sobre nuestra salud y nuestro cerebro. A partir de ahora debemos reconocer que un componente de nuestro cerebro proviene de las bacterias. Eso no significa que estemos controlados por ellas, sino que tienen una influencia en lo que somos, en nuestro comportamiento y en nuestras reacciones. Yo creo que, a partir de hora, deberíamos considerar que tenemos un tercer cerebro. Está el gran cerebro, el pequeño cerebro y ahora también la inteligencia de las bacterias. 

En ciencia, no sólo se avanza haciendo descubrimientos, sino también cambiando los modelos, los paradigmas. Lo que somos está ligado a una historia y a nuestros entornos. Es fabuloso que estos entornos sean externos y ahora, hemos descubierto que también internos. Tendemos a pensar que estamos aquí, somos humanos, estamos mirando nuestra pantalla y tenemos una individualidad fuerte. Los ecosistemas están fuera, en los bosques, en los campos, en la selva amazónica, pero no en nosotros. Y las cosas no son así. Dentro de nosotros está la flora bacteriana que existe también fuera de nosotros. 

En realidad, nos bañamos en un ecosistema bacteriano que nos penetra y forma parte de nosotros. Ya no existe la separación entre el “yo” y el exterior, entre los demás y "yo", hay una continuidad biológica extraordinaria. La visión que tienen los científicos de nuestro cuerpo ha cambiado. Lo que tomamos como último fundamento de la realidad, "nuestra individualidad", sin duda no es más que el reflejo de una realidad más compleja, hecha fundamentalmente por mensajes, redes y conexiones que todavía son un misterio. Somos miles de genes, miles de millones de neuronas y cientos de miles de millones de bacterias. Somos una multitud de uniones e informaciones cuya complejidad nos sigue superando.



CUIDA TU FLORA BACTERIANA

Psicobióticos: 

bacterias que curan el estrés, 
la depresión y los desequilibrios mentales

Algunos probióticos y prebióticos provocan cambios en nuestro comportamiento, hasta el punto de funcionar como psicofármacos. ¿Sabes cuáles son?

Los psicobióticos son considerados como drogas neuroquímicas naturalesporque se ha comprobado que sus efectos consiguen equilibrar alteraciones emocionales o mentales.



La flora bacteriana marca tus emociones



Cuando la flora se altera, también se pueden producir alteraciones de las emociones y el comportamiento.
La relación entre la alimentación y la flora bacteriana es bidireccional. Cuando se modifica la composición bacteriana, se produce un cambio en las preferencias por unos u otros alimentos. Y también pasa lo contrario. Los cambios en la dieta modifican nuestra flora.
La forma más fácil de cambiar la flora bacteriana es tomando alimentos probióticos que contienen los microorganismos vivos que la forman. Los encontramos en pepinillos, aceitunas aliñadas, miso, chucrut, higos o kéfir de agua y kombucha...

También se puede actuar sobre la flora tomando prebióticos que contienen nutrientes no digeribles, pero que alimentan a los microorganismos de la flora intestinal. Entre otros, están en cereales integrales, calabacín, coliflor, cebolla, plátano y ciruela.

Estos probióticos (Bifidobacterium infantis, Bacillus o Streptococcus...), tomando las cantidades adecuadas de alimentos o suplementos producen un beneficio en pacientes afectados por alteraciones mentales o emocionales, ya que generan sustancias como la serotonina, con efectos ansiolíticos y antidepresivos.

También se ha comprobado en ensayos clínicos que los suplementos de probióticos en voluntarios sanos mejoraban los niveles de estrés psicológico, la ira y hostilidad, la ansiedad y la depresión.

9 alimentos psicobióticos: equilibra tu flora

Pero no todos los probióticos y prebióticos son iguales, y la mayoría no muestra unos efectos psicobióticos claros y activos. Unos y otros se han de tomar con mesura y dentro de una dieta equilibrada, puesto que una dosis excesiva de prebióticos, por ejemplo, puede producir ansiedad.

1. Plátanos y manzanas
Microbiólogos de la Universidad de Yale (EE. UU.) demostraron que los plátanos, las manzanas y las pasas pueden aumentar una variedad de la flora, la ácido láctica.

2. El kéfir
No es un yogur más. La principal diferencia es que, entre otras bacterias saludables, también cuenta con Lactobacillus kefiranofaciens, que aumentará los niveles de triptófano y serotonina, los transmisores del bienestar.

3. Cúrcuma
La dieta occidental (alta en grasas, baja en fibra) produce un aumento de unas toxinas, los lipopolisacáridos (LPS), que pueden provocar ansiedad, síntomas depresivos o pérdida de memoria. Los alimentos que tienen un efecto beneficioso sobre la microbiota y los LPS son: el chocolate, el café, el té verde, las fresas y especialmente la cúrcuma.

4. Cereales integrales
La salud intestinal depende en gran medida del aporte de fibra, que es quien nutre la flora. La encontraremos principalmente en los cereales integrales, además de en frutas y verduras.

5. Kombucha
Esta bebida, que se prepara a partir del fermentado de un hongo, contiene una cepa probiótica, el Gluconacetobacter xylinus, que ayuda a producir una gran cantidad de aminoácidos y enzimas muy útiles para el buen funcionamiento de todo el sistema.

6. La sopa de miso
Es un alimento básico de la cocina japonesa. Esta pasta elaborada con soja fermentada se encuentra dentro de los alimentos probióticos claves.

7. Chucrut
Esta col fermentada posee grandes cantidades de bacterias probióticas, como Lactobacillus y Bifidobacterium, que restablecen el pH intestinal y mejoran la absorción de nutrientes.

8. Higos, uvas y ciruelas
Son ricas en elementos fermentativos a partir de sus propios microorganismos.

9. La leche materna
Es un excelente probiótico, repleto de una gran variedad bacteriológica. Posee un probado efecto sobre la maduración del sistema inmune del bebé y el desarrollo neuronal y cognitivo a largo plazo de la persona.

Suplementos: uno para cada problema

Prescribir suplementos o alimentos ricos en psicobióticos específicos es una vía médica más natural de abordar algunos trastornos.

Lactobacillus rhamnosus. De efecto tranquilizante, para casos de ansiedad, estrés agudo y dolor.
Lactobacillus casei. Se ha visto que es beneficioso en el tratamiento de la fatiga crónica.
Bifidobacterium infantis. Ayuda a normalizar los cambios del comportamiento y puede ser útil en casos de depresión.
Bacillus. Producen dopamina, cuya falta se asocia con casos de fatiga y deficiencia de atención.
Lactobacillus acidophilus. Destaca por su excelente acción analgésica.

5 enemigos de la microbiota

Algunos hábitos pueden perjudicar la flora y acabar afectando a nuestro equilibrio emocional.
  1. El exceso de azúcar. Provoca una excesiva fermentación de los hidratos de carbono y causa ansiedad e irritabilidad.
  2. Los aditivos alimentarios. Al igual que otros componentes de los alimentos procesados, tienen un efecto “detergente” y alteran la relación entre el moco intestinal y las bacterias, con el riesgo de provocar inflamación y obesidad.
  3. El estrés. Altera los microbios intestinales. Además, igual que los antiácidos, reduce la acidez gástrica, que posee efectos sobre la salud mental. El jengibre, la canela y el regaliz contribuyen de forma natural a equilibrar esos niveles.
  4. El estreñimiento. Produce a partir del tercer día una disminución en la concentración de Lactobacillus y Bifidobacterium, y un aumento de la ansiedad y síntomas depresivos.
  5. Los antibióticos. Si no nos vemos obligados a tomarlos, hay bactericidas naturales que no perjudican la flora, como son el aceite de orégano, el del árbol del té, la hoja de olivo y el ajo, entre otros.
VER+:

ENCONTRAR EL EQUILIBRIO
No solo pensamos y sentimos con la cabeza. También tenemos neuronas en el corazón y el estómago. Nuestro cuerpo es un todo que debemos cuidar parte a parte.

SALUD MENTAL
Numerosos factores ambientales actúan como impulsores del proceso inflamatorio, que está estrecha y bidireccionalmente vinculado con la depresión.

Las inyecciones de la bacteria mycobacterium vaccae, que vive naturalmente en el suelo, ayudan a recuperarse del estrés y mejoran la conducta en ratones, según un nuevo estudio publicado en la revista Proceedings de la Academina Nacional de Ciencias de EEUU, informa Efe.



descubre cómo se comunican y funcionan

Dos están compuestos por células humanas (neuronas) y otros dos por células bacterianas. Todos están interrelacionados y determinan nuestro estado de ánimo.

Lo teníamos claro: tenemos un cerebro, en la cabeza. Después, vino el descubrimiento del segundo cerebro, una red de neuronas localizadas en el intestino, también conocido como sistema nervioso entérico. Pero existen dos nuevos conceptos aún más novedosos: la existencia de un tercer cerebro y de un cuarto cerebro.

Las bacterias que piensan por ti
Si el concepto de un segundo cerebro localizado en el intestino ha sido ámpliamente reconocido y su alcance sigue siendo investigado por la comunidad médica científica internacional, el descubrimiento de dos nuevos cerebros no humanos que están en nuestro cuerpo y que están formados por bacterias, nos ha sorprendido todavía más. Son bacterias que influyen en tu estado de ánimo, que piensan por ti. ¿Cómo son y dónde se sitúan? ¿Cuál es su función?