PUESTOS A SOÑAR
La Iglesia de mis sueños
REDACCIÓN DE ECLESALIA
MADRID.
Imagínate que un buen día de primavera te levantas por la mañana y después de lavarte y desayunar bajas al buzón para recoger el correo. Imagínate que sólo encuentras una revista de la que nunca antes habías oído hablar. Imagínate que después de mirar en su interior te das cuenta de que está fechada en abril del año 2033. Imagínate que en uno de sus artículos encuentras reflejadas todas tus esperanzas de la Iglesia que vives y amas profundamente.
Pues eso mismo es lo que yo soñé hace poco, pero lo más sorprendente de todo es que al despertar me encontré la misma revista que había soñado encima de la mesilla de mi cama, abierta en la página de aquel artículo sobre la Iglesia.
Esta es la Iglesia de mis sueños:
EL PAPA JUAN XXV ANUNCIA SU RETIRADA
EN LA INAUGURACIÓN DEL AÑO JUBILAR
Medellín, Colombia.
Lunes 18 de abril de 2033
En la mañana del día de ayer, primer domingo de Pascua, el papa Juan XXV inauguró a las afueras de Medellín el jubileo del 2000 aniversario de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Desde la ventana de su ordenador personal millones de cristianos de todo el mundo asistieron en directo al acontecimiento. En la plaza de la ciudad colombiana se congregaron miles de personas para escuchar la que hoy sabemos fue su última aparición pública. El papa aprovechó el acto para hacer un repaso a la actualidad de la Iglesia que después del concilio Vaticano III, inaugurado por su predecesor Juan XXIV, se ha visto revitalizada en su fondo y en su forma.
Sus palabras fueron dirigidas en primer lugar al grupo de mujeres ordenadas sacerdotes la semana pasada en distintas ciudades del mundo en presencia de los hijos y esposos de la mayoría de ellas y de los familiares y amigos de las que han decidido vivir el celibato. Como saben es el primer grupo de mujeres que accede al sacramento del Orden después de que el concilio aprobara el diaconado femenino. El Papa Juan recordó a Ludmila Javorova, que el año 1970 fue ordenada sacerdote por el obispo Félix María Davidek, en la antigua nación de Checoslovaquia cuando la dictadura comunista hacía que casi fuera imposible mantener la fe de los cristianos de aquel país europeo. A finales del siglo XX se le negó la validez de su ordenación y ayer el papa Juan pidió perdón por los errores del pasado y abrió el proceso de su canonización a petición popular. Las nuevas sacerdotes procedentes de los cinco continentes, recibieron del papa palabras de ánimo y reconocimiento por la labor desarrollada en estos últimos años a favor de la igualdad de oportunidades para todas aquellas personas que profesan la misma fe en Jesús. Les propuso el ejemplo de María Magdalena, testigo privilegiado de la resurrección, que a buen seguro acompañará los pasos de las 700 ordenadas en su trabajo pastoral.
En la ciudad de Medellín el papa Juan se refirió también a los museos, fundaciones y organismos creados en la ciudad del Vaticano tras su partida definitiva de la ciudad de Roma. Los muchos tesoros y riquezas artísticas acumulados después de tantos siglos de institución eclesiástica poderosa están siendo bien administrados por seglares comprometidos y expertos en gestión de bienes, de tal modo que los beneficios obtenidos por las visitas turísticas están sirviendo desde hace años para propiciar una educación básica en todos los países del planeta. Las diócesis de todo el mundo siguieron el ejemplo del Vaticano hasta el punto de que, hoy en día, la analfabetización ya sólo se encuentra en los libros de historia.
La disminución del poder de la Iglesia en las sociedades modernas ha generado una mayor cordialidad y cercanía con el mensaje del Evangelio. Este año jubilar puede ayudar a que muchas personas descubran las comunidades cristianas de su localidad y empiecen a compartir el Espíritu que las anima. El papa Juan se refirió a todas ellas y las animó a generar a su alrededor ámbitos de fe, esperanza y amor. Los edificios parroquiales albergan multitud de actos culturales y sociales de tal forma que los cristianos comparten en ellos la expresión de su fe junto con manifestaciones artísticas que van desde el teatro clásico a la poesía contemporánea, pasando por la música, las conferencias y los debates más diversos.
En su alocución el papa Juan recordó a los hombres y mujeres que comparten su vida en auténtica pobreza, dedicados a la oración y al trabajo en renovados monasterios y conventos, ofreciendo a su alrededor verdaderas escuelas de paz interior y de retiro espiritual. A estos lugares acuden los que, como la samaritana del relato evangélico, tienen sed de vida verdadera. La vida consagrada resolvió por fin tomarse en serio lo de “volver a las fuentes” recogiendo lo mejor de sus distintas tradiciones. Hoy en día podemos encontrar diversidad de formas de entrega más allá de los tradicionales votos de “especial consagración”.
Junto con los patriarcas ortodoxos y los pastores luteranos Juan XXV firmó, a los diez años del concilio, la unidad de los cristianos retirando atribuciones heredadas de sus antepasados tales como “sumo pontífice” y “santidad”. El papa es considerado como “primus inter pares”, es decir, el primero entre iguales, de tal forma que el Evangelio de Jesús es acogido por todos los cristianos como la fuente de vida y entre todos tratarán de comprender los signos de los tiempos. Existen distintas sensibilidades cristianas pero todas ellas marcadas por la unidad en la diversidad. El papa Juan recordó en la mañana de ayer a tantos hombres y mujeres que en los primeros años del siglo XXI trabajaron por la unidad, de manera especial a las comunidades de Taizé extendidas hoy por todo el mundo
Desde la experiencia de estos veinte años después del concilio Vaticano III, el papa Juan se refirió también a la riqueza que supone vivir el sacerdocio en familia. Si bien la tradición católica oriental veía con buenos ojos que los sacerdotes estuvieran casados, a comienzos del siglo XXI era una práctica perseguida por la ley canónica en todo el occidente católico. Después del concilio se optó por que el celibato fuera opcional y, desde entonces, reconoció el papa, se ha podido experimentar cómo los sacerdotes y obispos casados han contribuido a acercar el evangelio a lo cotidiano, a lo que viven la gran mayoría de los cristianos. Aunque ya el Vaticano III reconoció la valía de los primeros ordenados que apostaron por esta forma de sacerdocio y que fueron excluidos de sus funciones, el papa Juan reiteró la petición de perdón que ya hiciera el concilio.
La estructura eclesial ha experimentado en estos años las ventajas de la relación fraterna y horizontal entre comunidades cristianas, en constante diálogo y búsqueda de lo común, con respeto a la diversidad de experiencias de fe y análisis teológicos. Los párrocos y obispos son elegidos por los fieles como en los primeros tiempos y ya nada impide que cualquier cristiano maduro y responsable, sea hombre o mujer, pueda ser convocado para animar las comunidades cristianas según su vocación en la variedad de ministerios de servicio a la comunidad.
La labor de la Iglesia en la defensa de la Paz y la resolución no-violenta de los conflictos ha sido muy importante en estos últimos años. La Iglesia ha trabajado incansablemente por el respeto a la dignidad humana, por encima de cualquier circunstancia, y por la transformación profunda de las relaciones sociales, para que la paz se asiente sobre una sólida base de justicia, igualdad y libertad para todas las personas y pueblos. El papa Juan se refirió a los conflictos del pasado que asolaron nuestro mundo y se manifestó esperanzado por que los cristianos sigan siendo verdaderos constructores de la paz, paz entre los pueblos y los individuos y paz del ser humano con la creación.
A pesar de la desorientación que causó su decisión de abandonar la ciudad del Vaticano hace quince años, el papa ha visto cómo poco a poco se ha reconocido como un acierto hacer que su sede fuera itinerante. Después de este largo recorrido por la geografía de todo el mundo, al terminar su discurso, Juan anunció su intención de retirarse a su ciudad natal y terminar sus días en la comunidad cristiana que le vio alejarse para tomar el rumbo de la Iglesia.
Ayer comenzó el Jubileo extraordinario por los 2000 años de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. El papa Juan XXV convocará hoy el cónclave de obispos, patriarcas, pastores, presbíteros, teólogas y teólogos representantes de todos los países del mundo y de todas las sensibilidades cristianas, según el número de fieles. Después de que el concilio suprimiera los títulos añadidos de “monseñor” o “cardenal”, serán ellos y ellas los encargados de elegir al nuevo o la nueva responsable de animar la fe de la Iglesia.
Ante nosotros un año jubilar para celebrar la alegría de la resurrección de Cristo y la resurrección de su Iglesia, una y verdaderamente universal y llena de esperanza en el futuro.
UNA IGLESIA CIRCULAR, CON LA IMPORTANCIA QUE TIENE CADA PUNTO DEL CÍRCULO PARA QUE ÉSTE EXISTA Y TENGA CONSISTENCIA, DE MANERA QUE SEA TESTIGO EN LA SOCIEDAD DEL JESÚS TRANSFIGURADO QUE CAMINA ‘ENTRE’ Y ‘CON’ NOSOTROS, AL QUE ENCONTRAMOS EN EL OTRO/A’.
LA IGLESIA DEL FUTURO
Publicado en ALANDAR, 1994.
La Iglesia del futuro, que yo entreveo, podría ser así: El estamento clerical desaparece, se forman comunidades por doquier, finalmente son presbíteros hombres y mujeres célibes, hombres y mujeres casados. Así aparecerá ante el mundo la Iglesia, como sacramento universal de salvación, que hoy no aparece.
El pueblo de Dios será todo él corresponsable, incluso en las decisiones más importantes que convenga tomar. La Jerarquía se hará pequeña, servidora, sierva, humilde, toda ella al servicio de la fraternidad. Y desaparecerán del horizonte los títulos y los honores mundanos, con los que hoy se rodea. Las diócesis serán más pequeñas, más humanas donde las relaciones fraternales resplandezcan, que hoy no existen, lamentablemente. Ya no habrá "el clero", habrá hermanos de todos los estados, ejerciendo el ministerio presbiteral.
La comunidad; las comunidades cristianas y los cristianos se meterán en el mundo, que el Señor quiere salvar, como un "fermento", como una fuerza, que llega de lo alto y, en la vida pública, darán todos testimonio del Señor Jesús resucitado. Cabeza de la Iglesia, gobernada por el Espíritu del Señor.
La actual praxis de vida sacramentalista, rutinaria, sociológica se acabará y habrá celebraciones de la fe y de la vida reales, participativas, en las que el reino de Dios se exprese. Serán verdaderas celebraciones de la fe, comprometidas con la fe y la evangelización del mundo.
Las iglesias serán lugares de reunión de todas las pequeñas comunidades, que proliferarán en todo el mundo. No se cobrará por el culto, porque todos verán como un escándalo cobrar dinero por la celebración de la Eucaristía, por la memoria de Cristo crucificado y RESUCITADO. El tono de las celebraciones será verdaderamente festivo y muy alegre, como conviene a quien de verdad cree en Jesús resucitado.
Ya no habrá el centralismo, que hoy vemos en Roma, en el Vaticano. Desaparecerá toda la pompa mundana, que hoy rodea al que es Vicario de Cristo y todo será más sencillo, más evangélico, más verdadero. Que se acabarán los títulos mundanos del papa se va a hacer una cosa evidente. Hoyes casi imposible acabar con la actual máquina de la Curia, con este centralismo romano y con esta prepotencia que no corresponde al proyecto de Jesús sobre la Iglesia. Sólo Jesús es el Soberano, el Señor, el Mesías. Los demás somos siervos, servidores, pequeños, hijos todos del Padre, todopoderoso y eterno. Todos guiados por el Espíritu del Señor.
Los funerales se convertirán en días de esperanza y en el deseo de compartir la alegre y clara resurrección del Señor. No habrá ya ambiente de luto, sino que la muerte de un hermano se convertirá en fiesta, en la celebración de la resurrección de Jesús, que nos ha precedido en el triunfo, en la victoria sobre la muerte.
La Iglesia del futuro, desclericalizada y hecha toda ella Pueblo de Dios, será verdaderamente capaz de evangelizar.
La Iglesia del futuro será toda ella misionera y se acabarán las divisiones entre los bautizados de las actuales confesiones, que duran ya hace siglos vergonzosamente.
La unidad de todos los cristianos en Cristo, el Señor, favorecerá la conversión del mundo y la compenetración y transformación del mundo, que poco a poco se convertirá en el reino de Dios.
Actualmente, estamos atascados, sin saberlo, y el cristianismo pierde vigor en un mundo secularizado (no secularista), que espera tener un alma, el espíritu del genuino cristianismo, que es luz del mundo y sal de la tierra. Como estamos hoy la Iglesia no es comunidad y así no puede iluminar al mundo ni salar la tierra. Los sacerdotes todos, célibes, casados, mujeres se alimentarán de su trabajo y, en la mayoría de los casos, esto será lo normal. En algunos casos puede darse una liberación total de las correspondientes profesiones. Serán pocos. Aquí, San Pablo es una pauta y un recuerdo de cómo se puede anunciar el Evangelio gratuitamente, trabajando como él lo hizo, tejiendo lonas. Es bueno el servicio gratuito al Evangelio. Esto cambiará el modo actual de vivir los ministros ordenados, a quienes se les paga por el servicio apostólico. Esto ha hecho mal al sacerdote y conviene cambiar el modo de vida. Así no se filtrarán en el ministerio hombres vagos e incluso perezosos. Hay, en algunos sacerdotes, gente poco luchadora y poco trabajadora, que no pueden anunciar el Evangelio porque no saben vivirlo gratuitamente.
El rostro de la Iglesia cambiará y, por fin, tendremos una Iglesia, Pueblo de Dios, misterio y vida, como quiso el Concilio Vaticano II.
La vida religiosa florecerá en la Iglesia y estarán los consagrados más a tono con los signos de los tiempos, sin tantas pequeñeces, que, a veces, tienen. Tendrán las instituciones de vida consagrada un tono más alegre, más humano, más compenetrado con el mundo y entenderán que la vida consagrada será una obediencia fiel, inteligente, generosa al Espíritu.
Florecerá la oración en toda la Iglesia y aumentará el número de místicos, que hagan la experiencia de Cristo resucitado y de Dios, Creador y Padre.
A una Iglesia así, transformada en imagen del Señor resusitado vendrán los jóvenes y habrá más vocaciones a la vida consagrada. No hay duda. Los centros de formación bíblica, teológica, humana, integral serán en la comunidad cristiana algo así como los actuales profesores del Instituto de Pastoral de Salamanca en Madrid. Hombres despiertos, modernos, implicados en la vida de fe y en la evangelización. Hombres del Espíritu y no académicos, que no se comprometen con la realidad, sino que se debaten, a veces, en la abstracción.
Siempre hubo santos en la Iglesia, los hay en este actual modelo decrépito en la Iglesia. Yo sueño que en una Iglesia, que se constituya y viva como Pueblo de Dios, como auténtica comunión de hermanos, florecerán todavía más los santos, esos hombres y mujeres, que encarnan el Evangelio en cada tiempo y lugar.
Una Iglesia así aparecerá menos "formal", pero mucho más efectiva, como testimonio vivo del Evangelio, como evangelizadora, como luz del mundo. Hoy, la Iglesia oficial oscurece la posible vida del cristianismo, haciéndose representantes de la comunión los jerarcas y los sacerdotes, que, con mucha frecuencia, desconocen olímpicamente los carismas de los fieles, riquísimos, y que, a veces, tratan ellos de monopolizarlos todos como si el Espíritu no tuviera libertad de concederlos donde quiera y como quiera.
Hoy, la gente está convencida de que no tiene carisma y de que los jefes son los sacerdotes y los obispos, esperando de ellos no una guía fraternal sino autoritaria de los llamados pastores.
El pastor ha de ir delante de la grey, pero no tanto con la autoridad vivida como poder, sino vivida como servicio gratuito, respetuoso, humilde. Así lo hizo el Señor Jesús, que vino no a ser servido sino a servir.
Qué duda cabe que una Iglesia así atraerá a tantos hombres honestos, que buscan la verdad y el sentido de la vida y viven perdidos, sin un punto de referencia claro al que acudir para satisfacer sus ansias de verdad, de profundidad, de realización humana.
Una Iglesia así mantendrá siempre lo "esencial", que es la conversión permanente a Dios y un empeño fiel a las exigencias de la fraternidad, al compartir la vida y los bienes de todo tipo. Se acabará el individualismo Y la fe se vivirá, como es natural, en comunidad, en comunión.
No se tendrá lo que hoy intentan los jerarcas y el mismo papa, una Iglesia fuerte, poderosa, por el camino de la autoridad, sino una Iglesia pobre, sencilla, misericordiosa, pero mucho más vigorosa que la Iglesia actual que parece sostenerse fuerte sólo por el poder. Así no marcha la Iglesia.
El poder del la Iglesia es la cruz, la abnegación, la autenticidad, el poder de Cristo resucitado, el poder de la verdad y del amor. Pareciera que la Iglesia de hoy desmiente la fe, que muchos, tal vez muchísimos ponemos en el Resucitado, en los medios pobres, en el Espíritu, y quieren sustituir estos valores evangélicos por el poder vivido mundánamente. Alguien me dijo: el poder es algo demoníaco. De momento me extrañó la expresión, pero pronto me di cuenta de que, efectivamente, el poder como dominación del otro es verdaderamente demoníaco. La prueba la tenemos en la cruz de Cristo, que ejerce un poder espiritual infinitamente mayor que el poder mundano. Jesús, desde la cruz, nos atrae. El poder mundano no atrae a nadie.
Yo creo en esta Iglesia del futuro, esbozada ya en el Concilio Vaticano II, y espero que se pondrá en marcha esta hermosa realidad.
Actualmente, yo veo en la Iglesia un poder central cerrado y embriagado de autoridad y veo también muchas y variadas fuerzas vivas y pujantes, en toda la Iglesia. ¿Quién vencerá? No hay duda. Vencerán las fuerzas del progreso, las que traen esperanza al mundo y a la propia Iglesia, y el aparato del poder, hoy fuertemente sentido por muchos, será humillado y abatido. Me vienen aquellas palabras del Magnificat: "Su brazo intervendrá con fuerza, desbarata los planes de los arrogantes, derriba del trono a los poderosos y exalta a los humildes. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos".
Hay, ciertamente, gente de muy buena fe en el poder eclesial de hoy, pero yo veo que están equivocados y ejercen el poder y la autoridad como si ellos fueran dueños de la Iglesia, olvidando que el dueño de la Iglesia es Jesús, que la Iglesia es de Jesús, no del papa de turno. Ha de quedar bien claro en el sueño de una Iglesia para el futuro que el Señor de la Iglesia es Jesús y nadie más que El. Los demás somos hermanos con distintas funciones en la comunidad eclesial, pero sin ejercer indebidas presiones sobre la libertad de los demás. Autoridad sí, pero ejercicio humilde y servicial, respetuosa de la misma. Golpes como los que ahora estamos recibiendo de Roma no nos convencen. Se hace con pretexto de la doctrina y de la obediencia, pero, en el fondo, es un abuso de poder, ejercitado no fraternalmente sino impositivamente. La Iglesia de Jesús vive del Espíritu, no de la autoridad, que también ella ha de obedecer al Espíritu en el gobierno de la Iglesia de Jesús. Hoy existen trampas, secretismos, sistemas nada claros, que turban el desarrollo espiritual de esta fraternidad, que es la Iglesia.
Yo he sufrido mucho en mi vida de enfermo y no puedo permitirme el lujo de mentirme a mí mismo. Yo digo con libertad lo que pienso, lo que siento, lo que deseo, sin muchos rodeos, sino clara y lisamente. Estoy cansado de una Iglesia diplomática. A mí lo que me atrae es la verdad de Jesús y nada más y caiga quien caiga. ¿Para qué si no leer el Evangelio, la Escritura, el Concilio y captar el movimiento profundo de nuestra cultura, que, en el fondo, se hace más adulta y camina hacia adelante? Es necesario que la Iglesia esté en la historia y, con el modelo actual, no acaba de estar en ella. Es verdad que el papa es bueno, generoso, apostólico, pero, a veces, da la impresión de obsesionado por unos temas determinados y que, tal vez, se deja llevar e influenciar por las fuerzas más retardatarias de la Iglesia, así se camina hacia una especie de restauración que destruye el porvenir histórico del cristianismo. En cambio, el papa actual no acaba de recibir el profetismo de algunas personas pujantes y espléndidas del cristianismo.
Esto desequilibra la Iglesia y ésta no va bien. Impera un conservadurismo en la Iglesia, que no la conservación de los valores permanentes, que esto sería lo bueno.
El progreso está hoy obstaculizado en la Iglesia, aparecien do ésta no con la libertad de Jesús de Nazaret sino con el miedo y las "seguridades doctrinales", que impiden, de hecho, dar paso al "mensaje" de vida del cristianismo.
Yo no sé cómo se resolverá esto. Al final, yo espero que triunfe la verdad de Dios, que es la verdad del hombre. Lo dejamos todo en manos del Espíritu, que El conduce a la Iglesia, a través de los siglos, por caminos secretos y misteriosos, desconocidos por nosotros, pobres hombres mortales.
¡Señor, que triunfen la Verdad, el Amor, la Comunión fraternal, el servicio al mundo!
Así sea.
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