Enrique de Diego.
¡Indignaos con razón!
O erradicamos el socialismo o acaba con la civilización.
Rambla. Madrid, 2011. 62 pp
La estrategia y el error fundacional de los indignados, al descubierto |
Carmelo López-Arias |
"Endeble e inconsistente panfleto": así califica Enrique de Diego la obra de Stéphane Hessel. Y lo demuestra, en un trabajo necesario para que nada se dé por supuesto. ¿No estamos hablando en exceso de los indignados? No, mientras no esté claro para todo el mundo a qué objetivos sirven. Es posible que ya no engañen a nadie como movimiento, pero las consignas quedan, y muchas de ellas calan. El "panfleto" "No es conveniente permitir que las patrañas tomen carta de naturaleza; por esa dejación han sobrevenido grandes desastres en la historia de la Humanidad", afirma Enrique de Diego, y eso es este ¡Indignaos con razón!: un puñado de páginas que desvisten el muñeco de Stéphane Hessel hasta dejarlo desnudo en su inanidad. Este "endeble e inconsistente panfleto" que ha dado la vuelta al mundo no resiste diez minutos de análisis. Su autor, recuerda De Diego, es en última instancia un militante del Partido Socialista Francés, algo en lo que se insiste menos de lo que se debiera para explicar el 15-M, en la medida en que reclame su paternidad. Hessel es judío pero apoya al grupo terrorista palestino Hamas ("puede aspirar al récord mundial de la estupidez", sentencia sin tapujos De Diego); un burócrata de la ONU que presenta a Hegel, referente filosófico del totalitarismo, como inspiración para el progreso histórico de la libertad; un farsante que saca del cajón a ¡Jean-Paul Sartre! para "mentir con descaro a los jóvenes hablando de una supuesta aversión de la izquierda al stalinismo, que nunca existió". Ahora bien, el problema no es Hessel, más citado –como suele ocurrir en estos casos- que leído. El problema es la sarta de ideas socialistas que caracterizan el indignacionismo incluso entre quienes ni pisaron Plaza del Sol por comprender su naturaleza última de izquierda radical. El socialismo mutante Estamos, sostiene De Diego, ante una mera mutación del socialismo. No lo matamos convenientemente tras la caída del Muro de Berlín, y ahora resucita bajo una inquietante premisa: "El abandono definitivo de la racionalidad". Con "la degradación de las mentes de generaciones formadas en la adoración al Estado y el pesado bagaje de las consignas de lo políticamente estúpido, el socialismo está perpetrando una nueva mutación a fuerza de emotividad, intensificando la estupidez y el resentimiento con lo "políticamente estúpido". Y es ahí donde el autor de ¡Indignaos con razón! lanza su contraataque. No critica por criticar, sino que anima a los jóvenes a rebelarse contra esa inversión de la realidad con la que les están carcomiendo el alma. Se ha fabricado un chivo expiatorio, "los mercados financieros", cuando, si todavía funcionan servicios públicos esenciales, es porque éstos compran la deuda que emiten los "expoliadores, manirrotos y gobiernos socialistas de todos los partidos". Donde hay que subrayar, y De Diego lo hace: "De todos los partidos". Justo contra lo que dirige su libro es contra el riesgo de que, una vez más, el socialismo se convierta en un principio común –por más que modulado en distintos grados- del que nadie se atreva a salirse. Lo que interesa a los jóvenes Contra eso sí hay que indignarse y rebelarse. Por un lado, la "estafa piramidal" que es el socialismo ha endeudado a las nuevas generaciones hasta límites paralizadores de todo proyecto y toda inciativa creadora. Y, para que no reaccionen contra el culpable, alimentan su resentimiento, cuando "nada anquilosa más a las sociedades y aniquila más a la persona que el resentimiento social". Los jóvenes son, pues, los más interesados en acabar con esta moderna versión del socialismo: "Las personas sólo salen adelante con el trabajo, y las sociedades con pocos políticos y bajos impuestos". De Diego pide un proyecto ilusionante basado en la vida, la propiedad, la libertad, el esfuerzo, el trabajo, el sacrificio, el riesgo creador, la libre empresa. Y alerta contra la tentación de oponer a la ola indignada un mero "discurso de gestión", porque, si no propone una alternativa que "erradique el socialismo para salvar la civilización", conduciría a las sociedades "a la frustración y a la desesperación". Quien lea este libro queda alertado: la violencia y el incivismo en que ha degenerado el indignacionismo será lo de menos si sus ideas, tentadoras como todo lo que suena a utopía, acaban dominando mentes en principio alérgica a sus expresiones callejeras |
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Cuando deje de indignarme, habrá comenzado mi vejez.
André Gide
"Normalmente cuando las personas están tristes, no hacen nada. Se limitan a llorar. Pero cuando su tristeza se convierte en indignación, son capaces de hacer cambiar las cosas". Malcolm X
“La Superficialidad hipócrita te hace indiferente y ciego ante la realidad y sus causas”. Yanka
“No hay radicalidad ni solidaridad sin la sencilla y sabia humildad”. Yanka
"El peor pecado es la indiferencia y la superficialidad (pecado de omisión)"
"¡Basta de silencios! ¡Gritad con cien mil lenguas! porque, por haber callado, el mundo está podrido".
Santa Catalina de Siena
Los partidistas, los dependientes, los parciales, los superficiales nunca se indignarán con las atrocidades de los suyos. Se indignarán dependiendo de quién, no del mal mismo. Para estos hipócritas, las dictaduras sólo serán de derechas...
Prólogo de José Luís Sanpedro del libro de Stéphane Hessel: ¡INDIGNAOS!
Yo también nací en 1917. Yo también estoy indignado. También viví una guerra. También soporté una dictadura. Al igual que a Stéphane Hessel, me escandaliza e indigna la situación de Palestina y la bárbara invasión de Irak (y de Afganistán, Libia, etc). Podría aportar más detalles, pero la edad y la época bastan para mostrar que nuestras vivencias han sucedido en el mismo mundo. Hablamos en la misma onda. Comparto sus ideas y me hace feliz poder presentar en España el llamamiento de este brillante héroe de la Resistencia francesa, posteriormente diplomático en activo en muchas misiones de interés, siempre a favor de la paz y la justicia.
¡INDIGNAOS! Un grito, un toque de clarín que interrumpe el tráfico callejero y obliga a levantar la vista a los reunidos en la plaza. Como la sirena que anunciaba la cercanía de aquellos bombarderos: una alerta para no bajar la guardia.
Al principio sorprende. ¿Qué pasa? ¿De qué nos alertan? El mundo gira como cada día. Vivimos en democracia, en el estado de bienestar de nuestra maravillosa civilización occidental. Aquí no hay guerra, no hay ocupación. Esto es Europa, cuna de culturas. Sí, ése es el escenario y su decorado. Pero ¿de verdad estamos en una democracia? ¿De verdad bajo ese nombre gobiernan los pueblos de muchos países? ¿O hace tiempo que se ha evolucionado de otro modo?
Actualmente en Europa y fuera de ella, los financieros, culpables indiscutibles de la crisis (y los políticos y gobernantes corruptos siempre se exculpan o se omiten), han salvado ya el bache y prosiguen su vida como siempre sin grandes pérdidas. En cambio, sus víctimas no han recuperado el trabajo ni su nivel de ingresos. El autor de este libro recuerda cómo los primeros programas económicos de Francia después de la segunda guerra mundial incluían la nacionalización de la banca, aunque después, en épocas de bonanza, se fue rectificando. En cambio ahora, la culpabilidad del sector financiero en esta gran crisis no sólo no ha conducido a ello; ni siquiera se ha planteado la supresión de mecanismos y operaciones de alto riesgo. No se eliminan los paraísos fiscales ni se acometen reformas importantes del sistema. Los financieros apenas han soportado las consecuencias de sus desafueros. Es decir, el dinero y sus dueños tienen más poder que los gobiernos. Como dice Hessel, “el poder del dinero nunca había sido tan grande, insolente, egoísta con todos, desde sus propios siervos hasta las más altas esferas del Estado. Los bancos, privatizados, se preocupan en primer lugar de sus dividendos, de los altísimos sueldos de sus dirigentes, pero no del interés general”
¡INDIGNAOS!, les dice Hessel a los jóvenes, porque de la indignación nace la voluntad de compromiso con la historia. De la indignación nació la Resistencia contra el nazismo y de la indignación tiene que salir hoy la resistencia contra la dictadura de los mercados. Debemos resistirnos a que la carrera por el dinero domine nuestras vidas. Hessel reconoce que para un joven de su época indignarse y resistirse fue más claro, aunque no más fácil, porque la invasión del país por tropas fascistas es más evidente que la dictadura del entramado financiero internacional. El nazismo fue vencido por la indignación de muchos, pero el peligro totalitario en sus múltiples variantes no ha desaparecido. Ni en aspectos tan burdos como los campos de concentración (Guantánamo, Abu Gharaib), muros, vallas, ataques preventivos y “lucha contra el terrorismo” en lugares geoestratégicos, ni en otros mucho más sofisticados y tecnificados como la mal llamada globalización financiera.
¡INDIGNAOS!, repite Hessel a los jóvenes. Les recuerda los logros de la segunda mitad del siglo XX en el terreno de los derechos humanos, la implantación de la Seguridad Social , los avances del estado de bienestar, al tiempo que les señala los actuales retrocesos. Los brutales atentados del 11-S en Nueva York y las desastrosas acciones emprendidas por Estados Unidos como respuesta a los mismos, están marcando el camino inverso. Un camino que en la primera década de este siglo XXI se está recorriendo a una velocidad alarmante. De ahí la alerta de Hessel a los jóvenes. Con su grito les está diciendo: “Chicos, cuidado, hemos luchado por conseguir lo que tenéis, ahora os toca a vosotros defenderlo, mantenerlo y mejorarlo; no permitáis que os lo arrebaten”.
¡INDIGNAOS! Luchad, para salvar los logros democráticos basados en valores éticos, de justicia y libertad prometidos tras la dolorosa lección de la segunda guerra mundial. Para distinguir entre opinión pública y opinión mediática, para no sucumbir al engaño propagandístico. “Los medios de comunicación están en manos de la gente pudiente”, señala Hessel. Y yo añado: ¿quién es la gente pudiente? Los que se han apoderado de lo que es de todos. Y como es de todos, es nuestro derecho y nuestro deber recuperarlo al servicio de nuestra libertad.
No siempre es fácil saber quién manda en realidad, ni cómo defendernos del atropello. Ahora no se trata de empuñar las armas contra el invasor ni de hacer descarrilar un tren. El terrorismo no es la vía adecuada contra el totalitarismo actual, más sofisticado que el de los bombarderos nazis. Hoy se trata de no sucumbir bajo el huracán destructor del “siempre más”, del consumismo voraz y de la distracción mediática mientras nos aplican los recortes.
¡INDIGNAOS!, sin violencia. Hessel nos incita a la insurrección pacífica evocando figuras como Mandela o Martin Luther Kingo. Yo añadiría el ejemplo de Gandhi, asesinado precisamente en 1948, año de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de cuya redacción fue partícipe el propio Hessel. Como cantara Raimon contra la dictadura: Digamos NO. Negaos. Actuad. Para empezar, ¡INDIGNAOS!
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Más que un texto, ¡Indignaos!
es el gesto rebelde y valiente de un ciudadano francés INDEPENDIENTE, harto de la situación actual.
Más que un texto, ¡Indignaos! es el gesto rebelde y valiente de un ciudadano francés harto de la situación actual. Tanto este pequeño libro como su autor tienen una curiosa historia. La primera edición de este ensayo aparece en octubre de 2010 de la mano de Indigène, una pequeña editorial francesa cuya oficina está en un ático de Montpellier. Editan 6.000 ejemplares al precio de tres euros, y lo que parecía un panfleto de treinta páginas destinado al consumo de la izquierda francesa, se transforma en el sueño de todo editor independiente. A principios de 2011 las ventas rozaban el millón de ejemplares. Añádanse las traducciones al inglés, italiano y español -que sepamos- y se tendrá la dimensión de este pelotazo.
En el éxito de todo libro cuenta la figura del autor, y en este caso todavía más porque Stéphane Hessel se ha construido una vida apasionante, reflejada en su autobiografía, Danse avec le siècle, editada por Seuil en 1997. Nacido en Berlín en 1917 en el seno de una familia de origen judío polaco integrada en la gran burguesía alemana, Hessel emigra en 1925 a París y en 1937 toma la nacionalidad francesa. La novela Jules et Jim y la posterior película de François Truffaut del mismo título están inspiradas en los padres de Hessel.
Héroe de la Resistencia y del espionaje francés en la Segunda Guerra Mundial, Hessel sufre los campos de concentración alemanes pero se reintegra a la paz como diplomático para acabar su carrera como embajador al servicio de Francia. Miembro del Partido Socialista francés desde 1986, su vida está pavimentada sobre la base de una constante defensa de los derechos humanos. Ensayista y poeta, Hessel ha tenido el gran acierto de cristalizar en su libro la exasperación de muchos franceses ante una situación política degradada y un sistema financiero injusto y egoísta. Comienza por situar al lector en 1945. Tras las atrocidades de la guerra se crea el Consejo Nacional de la Resistencia. Su objetivo es reconstruir Francia sobre principios y valores de solidaridad e igualdad. Se crea una Seguridad Social cuyo objetivo es garantizar a todos los ciudadanos una subsistencia digna. Se nacionalizan las fuentes de energía y los grandes bancos. El interés particular se subordina al interés general.
Desde ese marco de referencia, Hessel se traslada a la actualidad y destaca sus reclamaciones. En primer lugar, “una verdadera democracia necesita una prensa independiente”. Lo que “a día de hoy está en peligro”. En segundo término, Hessel pide una vuelta a los ideales de la escuela republicana que hoy estarían al servicio de la sociedad del dinero. De inmediato, Hessel advierte al lector del excesivo papel del dinero en la sociedad actual. Combatido en su día por la Resistencia, recuerda, hoy el dinero se ha vuelto insolente, excesivo y egoísta. “Los bancos, privatizados, se preocupan en primer lugar de sus dividendos y de los altísimos sueldos de sus dirigentes, pero no del interés general”. Sentados estos principios, Hessel requiere la reconsideración imperativa de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 y su aplicación a inmigrantes, sin papeles y gitanos. Es aquí, transcurrida ya la primera parte del libro, cuando Hessel reclama indignación a todos pero especialmente a los jóvenes, a los que recuerda que la Resistencia se basó en la indignación ante el totalitarismo nazi. Para marcar el camino a los jóvenes, muestra sus motivos de indignación. Ante todo, le indigna la situación de Palestina, Gaza y Cisjordania. En su opinión, “que los propios judíos puedan perpetrar crímenes de guerra es insoportable”. Indignado por la violencia israelí, Hessel cierra su texto con una exhortación a la no violencia y a la conciliación de las distintas culturas. Un prólogo de José Luis Sampedro y un postfacio del editor completan un volumen que, aunque pensado inicialmente para el lector francés, incita a no dejarse llevar por la indiferencia ante una realidad política y económica que en todo el mundo se vuelve cada vez más agresiva e injusta.
Bernabé SARABIA
Publicado el 04/03/2011
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PONER LA OTRA MEJILLA:
NO ES RESISITIRSE SINO OPONERSE.
"Jesús le respondió: Si he hablado mal, da testimonio de lo que he hablado mal; pero si hablé bien, ¿por qué me pegas?"
Jn 18, 22s
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