EL Rincón de Yanka: LIBRO "LA DEMOCRACIA NECESITA LA RELIGIÓN" (DEMOCRACY NEEDS RELIGION): 🕂⛪🗽 SOBRE UNA RELACIÓN SINGULAR DE RESONANCIA por HARTMUT ROSA

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viernes, 12 de julio de 2024

LIBRO "LA DEMOCRACIA NECESITA LA RELIGIÓN" (DEMOCRACY NEEDS RELIGION): 🕂⛪🗽 SOBRE UNA RELACIÓN SINGULAR DE RESONANCIA por HARTMUT ROSA

 

LA DEMOCRACIA NECESITA
LA RELIGIÓN
(DEMOCRACY NEEDS RELIGION)

HARTMUT ROSA

¿Qué papel representa la religión en las sociedades modernas? ¿Es simplemente un anacronismo que obstaculiza nuestro crecimiento económico? ¿Es una especie de superstición que a la gente se le debería dejar disfrutar en privado pero abstenerse de discutir en público? 
No es ningún secreto que las iglesias cristianas en las sociedades occidentales tienen enormes problemas, aparte de los escándalos recientes. La disminución de las congregaciones es sólo una señal de su cada vez menor relevancia. Pero, ¿qué pasaría con la democracia si la resonancia de la religión se desvaneciera por completo? 
El destacado sociólogo Hartmut Rosa aborda esta cuestión fundamental de una manera que nos hace pensar de nuevo sobre la religión y el papel que desempeña en nuestras sociedades democráticas contemporáneas. 
Sostiene que la religión fomenta una cultura de diálogo, escucha y reflexión que nos permite establecer conexiones con los demás y experimentar el mundo como algo significativo. Esto, a su vez, ayuda a los ciudadanos a cultivar una sensibilidad democrática que puede servir como ancla en tiempos de inestabilidad. 
Con su claridad y perspicacia características, Rosa analiza nuestras sociedades contemporáneas y se atreve a reflexionar sobre qué pasaría si la reserva centenaria de sabiduría incrustada en la religión se perdiera en una era ultramoderna.

Por qué la democracia necesita religión con el subtítulo sobre una relación singular de resonancia es un libro del sociólogo alemán Hartmut Rosa publicado en su idioma alemán y en inglés en 2022 y todavía no traducido al español. 
El libro es una adaptación de una conferencia que pronunció en la ciudad alemana de Wurzburgo

Las iglesias cristianas están salpicadas por diversos escándalos y sufren muchas de ellas una marcada reducción de fieles además, más la religión bien puede percibirse como una fuerza oscurantista y reaccionaria, incluso arcaica, obstáculo para las opciones racionales de la modernidad. 
Dice Hartmut Rosa que las preguntas acerca de si es razonable creer en Dios o, si hay prueba de su existencia o, si la Biblia describe una historia o, si es la palabra divina, no son preguntas que le interesen como sociólogo. No le es posible encontrar respuestas a esas preguntas, por lo cual ni siquiera, es sensato plantearlas; lo que le interesa es el tipo de relación con el mundo que surge a través de la práctica religiosa. 

Lo que Hartmut Rosa propone es abordar la religión desde otra perspectiva a partir de interrogantes: como qué ocurre cuando la religión deja de resonar en las sociedades democráticas; qué pierde una sociedad cuando la religión deja de desempeñar su función; qué futuro le espera a una democracia sin religión. 
La democracia es una forma de gobierno que requiere que escuchemos atenta y abiertamente, lo que sienten y aspiran nuestros conciudadanos y, la voluntad de ESCUCHAR. 

Lo que realmente les pasa a los demás se ha ido marchitando y el sistema democrático atraviesa actualmente una profunda crisis prácticamente en todo el mundo. El odio, la violencia y la cólera estallan por todas partes. Necesitamos más que nunca corazones que sepan escuchar, esa máxima que el rey Salomón le pidió a Dios: "dame un corazón que escuche". Y Rosa entiende que es precisamente esa la idea central de su teoría de la resonancia, como sociedad y como individuos necesitamos corazones que escuchen. Es cierto que a veces el corazón no escucha pero, eso no depende solo del individuo, deben darse ciertas condiciones del espacio y el contexto incluido, el contexto social para que suceda la resonancia, requiere de requisitos previos sobre todo en una sociedad que vive en lo que Rosa llama una inmovilidad deslumbrante, es decir, que por un lado tiene la necesidad frenética de moverse cada vez más de prisa, lo que llamamos crecimiento pero, que por otro lado permanece estancada siempre en el mismo lugar. 

La era moderna ha manifestado un programa de crecimiento fascinante y, nos ha dado una prosperidad económica sin precedentes con múltiples descubrimientos y, ha creado un sistema económico como el capitalismo que ha sido clave en la creación de los recursos, de los cuales gozamos hoy en día pero, el proyecto moderno también, prometía autonomía, salir de la precariedad, gracias a ese crecimiento, salir de la ignorancia, gracias a la ciencia y quizás, la promesa mayor de superar la falta de tiempo, producto de la aceleración. Pero, hoy sabemos que esa parte del proyecto moderno, la de la promesa de autonomía ha quedado incumplida. 

Actualmente ni siquiera los gobiernos impulsores del crecimiento, creen en un futuro mejor y es llamativo observar, como pese a todo este desarrollo material, las incertidumbres aumentan. Cuando nuestras sociedades se ven obligadas a crecer, a acelerar sin descanso, se ven impulsadas a cambiar todo el tiempo pero, se mueven sin saber hacia dónde, han perdido el sentido de para qué deben realizar ese movimiento y, como consecuencia entran en crisis. Y, entonces nos preguntamos: ¿necesita una sociedad, así una institución como la iglesia? La necesitamos o es un anacronismo, un vestigio de otra forma de sociedad y de relacionarse con el mundo. Si se quiere dar una respuesta negativa hay argumentos para ello. 

La iglesia parece no tener lugar en un mundo de religiosidad improvisada, en la que cada uno construye su visión personal y su propia interpretación del mundo, en medio de un creciente pluralismo religioso. Hasta podría considerarse a la religión como una más de muchas supersticiones. Adicionalmente hay autoridades religiosas que expresan su preocupación por la escasa cantidad de personas que quieren oírlos e incluso pareciera que, hay muy poco que tiene la Iglesia para decir en estos tiempos de crisis. De acuerdo con estos argumentos, por supuesto, que la Iglesia parece un arcaísmo problemático pero, pese a este panorama, Hartmut Rosa cree que la iglesia tiene un importante desempeño en esta sociedad. 

¿Dónde puede la sociedad buscar formas alternativas de relacionarse con la vida, el universo, el cosmos o la naturaleza? 
Rosa considera que en la grave crisis que atraviesa la sociedad actual, en occidente, la respuesta a esta pregunta está en parte, en las instituciones religiosas, en sus tradiciones, en sus prácticas, los fundamentos del pensamiento y, sus ritos. 
La falta de capacidad para escuchar con el corazón que se manifiesta en la política y, en muchos otros ámbitos, quizás, pueda ser reparada por el ámbito de lo religioso Pero, ¿qué tipo de sociedad es esta? Frente a los que dicen que la sociedad no existe. Rosa define a una sociedad como una realidad colectiva, compuesta por una totalidad de instituciones y personas que, actúan juntas y se influyen mutuamente. 

Nuestra sociedad, actualmente vive en permanente estabilización dinámica, es decir, que depende sistémicamente del crecimiento constante; un proceso de permanente aceleración que resulta necesario no para avanzar, sino, para mantener el estatus quo para seguir en el mismo lugar. 

Max Weber decía que las sociedades premodernas producían para cubrir sus propias necesidades, solo lo que requerían para sobrevivir; obviamente estas sociedades también se movían para avanzar, motivadas por situaciones de crisis, guerras, cambios climáticos, problemas con los recursos o, los equilibrios energéticos; pero, si bien, las sociedades que nos presidieron no son estáticas; la nuestra gasta cada vez más energía solo para mantener el estado de cosas existentes. Es común escuchar a los políticos predicar la necesidad de aumentar el crecimiento. Eso, ¿qué significa?, ¿qué debemos comprar más autos?, ¿qué debemos adquirir cada vez, más alimentos diferentes?, ¿qué debemos consumir los nuevos dispositivos tecnológicos?, ¿qué debemos dejar de lado nuestra ropa para reemplazarla por otra de moda?

Se nos dice que debemos crecer en todos los ámbitos para poder mantener el empleo pero, la paradoja es que en realidad, la llamada cuestión del empleo debiera estar solucionada desde hace mucho tiempo, no es la codicia lo que promueve el crecimiento permanente sino, un modelo en el que todo el edificio social está condenado a no sobrevivir sin crecimiento. En este marco, si de repente, decidiéramos dejar de crecer, no solo tendríamos millones de desempleados y empresas cerradas sino, también una brutal caída de los ingresos de los estados pero, con la necesidad de aumentar el gasto público para dar respuesta a la crisis social. 

Todo el sistema se ve entonces necesitado de impulsar un crecimiento permanente; tenemos que ir cada vez más deprisa, acelerar, innovar, ser los primeros, con el único objetivo de mantener la situación actual. 
La irracionalidad de nuestra sociedad de hoy es muy clara: debemos consumir cada vez más energía para producir cada vez más y no caer. Y, no solo se trata de la energía física que mueve las Industrias sino también, de la energía política. 
Los políticos deben motivarnos constantemente, movilizar a los mayores, animar a los jóvenes, plantear que hay que superarse, que hay que mejorar y, de todo, se responsabiliza solo al individuo y, también necesitamos de mayor energía psicológica, porque esta aceleración depende de cada uno de nosotros, que tenemos que correr cada vez más deprisa, gestando una relación cada vez más agresiva con el mundo. Todo este escenario ha derivado en lo que se conoce como la epidemia de Burnout. (Sindrome de desgaste profesional, del trabajador quemado, estrés… Bajo múltiples denominaciones se esconde el mismo fenómeno identificado por los especialistas: una respuesta prolongada hacia estímulos ambientales estresantes y agotadores).

¿Quién de nosotros no ha pensado en el último año que debe ir un un poco más despacio? Todos, seguramente, y no solo los trabajadores, incluso estudiantes y jubilados. Ya no estamos convencidos que vamos camino de una buena vida gracias al crecimiento. Si la modernidad tuvo tanto éxito fue porque todos sentían que trabajaban por un futuro mejor. En aquel entonces, existía una fuerte resonancia, en el sentido de que los padres sentían que su esfuerzo lograría que sus hijos tuvieran una vida mejor que ellos, generando un fuerte vínculo intergeneracional. Hoy por el contrario, vemos que las personas intentan esforzarse solo para hacer que la vida de la próxima generación, no sea mucho peor que la propia. Este es un punto crucial. Ya no tenemos la sensación de avanzar hacia un futuro prometedor, de eso se trata la idea de esta inmovilidad dinámica: tenemos que correr cada vez más de prisa, cada año, solo para evitar caer en el Abismo. 

En medio de este modelo de funcionamiento, la cultura política también está cambiando y, en ese cambio produce una crisis en los sistemas democráticos. Cualquiera que piense políticamente distinto a mí no es visto simplemente como un interlocutor con el que tratar sino, como un enemigo repugnante al que hay que silenciar. Ya no es posible mantener un debate sobre qué estilos de vida son oportunos o sobre cómo queremos vivir:  los otros simplemente deben callarse. La agresión hacia el mundo no es solo ambiental, también se manifiesta en nuestras relaciones políticas y en nuestras conductas individuales. Y aquí llegamos al momento de la respuesta de por qué cree Hartmut Rosa que necesitamos la religión. Aquí es donde la Consigna del Rey Salomón, "Dame un corazón que escuche", puede entenderse en su dimensión política. 

Dice Rosa que antes pensaba que la democracia funcionaba en la medida que la voz de todos se hacía audible. Pero, ha llegado a la conclusión de que la democracia no solo necesita voz sino, también oídos y, un corazón que escuche, que quiera oír a los demás y responderles. La democracia es el Credo de nuestras sociedades pero, requiere oídos, voces y corazones que escuchen. 

Según Max Weber, la probidad intelectual significaba sobre todo "Escuchar", ya que mi interlocutor puede tener argumentos que tengan algo que ofrecerme y en esta idea se resume la concepción republicana de la democracia, no significa solo un "tengo" algo para decirte o digo lo que pienso, sino más bien, ¿usted tiene algo para decirme? Por eso dice Rosa, la democracia necesita de un corazón que escuche, de lo contrario, no funcionará; pero un corazón que escuche no aparecerá de la nada, es algo muy difícil de alcanzar en una sociedad como la actual, llena de agresiones la sociedad y nuestra democracia necesitan esta capacidad de dejarse llamar, este es el problema en medio de una práctica cotidiana, agobiante, agotadora y agresiva, en la que tengo que hacer una cosa, comprar aquello, tener esto otro, descubrir novedades, etcétera y etcétera. 

La tesis entonces, es que son precisamente las Iglesias las que tienen las narrativas, los reservorios cognitivos, los ritos, las prácticas y los espacios donde un corazón puede practicar la escucha y, experimentarla. Debemos dejarnos llamar. Es precisamente lo que está en crisis actualmente, nuestra disposición a ser llamados y esto se refleja tanto en la crisis de fe como en la crisis de la democracia. Es necesario que nos detengamos. 

Podemos hacer las cosas de otra manera. Veamos el ejemplo de escuchar música pero, realmente de ponernos a escuchar música, en ese momento la música tiene un poder transformador, podes sentir Incluso en el cuerpo como te atrapa la música. Este es el tipo de experiencia de la que habla Rosa cuando algo me alcanza, me llama, este es el preciso instante en que comienza un momento de resonancia. 

En esta instancia recuerda Hartmut Rosa los cuatro momentos de su teoría sobre la resonancia. 

El primer momento de la resonancia es en el que te ves afectado o llamado; algo me llama, me hace detener y escuchar. Es algo inaudito, distinto a lo habitual. Es un momento transgresor. La resonancia no es pura armonía, puro acuerdo, precisamente si así fuera no habría resonancia, si siempre oigo lo mismo, si siempre me confirman lo que pienso o siento, no puede hablarse de resonancia. La resonancia significa oír una voz decididamente distinta. 

Aquí aparece el segundo momento, lo que llama autoeficacia, lo que hago es entrar en relación con ese otro. Se trata de la conexion, es el momento de escuchar y responder. Precisamente la conexion se siente cuando me siento capaz de responder. Reaccionamos a la llamada, hacemos algo con ella y nos sentimos vivos. No solo se trata de recibir algo sino, de darse cuenta de que podemos hacer algo con lo que recibimos. 

Y aquí está el tercer momento de resonancia, que aparece cuando conseguimos reaccionar a lo que nos ha llamado. Es el momento de la transformación, cuando se produce la resonancia, cuando me detengo ante lo que me llama y conecto con lo que me ha afectado, me transformo, entro en un estado de ánimo distinto o encuentro pensamientos diferentes. Empiezo a ver el mundo de otra manera o a pensar de otra manera, ya no soy la misma persona; y en todo este proceso, hay una clave fundamental, la resonancia no puede ser forzada. Por más que tenga las mejores entradas para mi más deseado concierto puede suceder que no se produzca la resonancia, no se puede simplemente apretar un botón, y que suceda. 

La resonancia no se puede fabricar, comprar ni forzar. En las experiencias de resonancia está presente la imprevisibilidad. Porque cuando uno ingresa en la transformación, no se sabe cuál será el resultado, por eso la resonancia es un medio pobre, si lo que se busca es la optimización. Porque si quiero optimizar algo ya conozco de antemano el resultado que busco y la resonancia se caracteriza por lo imprevisible. La resonancia es un lugar donde sucede algo nuevo, inesperado. Entonces, ¿qué necesitamos en este mundo?: necesitamos volver a recuperar la capacidad de ser llamado. Y para recuperar esta capacidad se necesita de la voluntad de alejarse de la agresividad actual, esa agresividad en la que vivimos y suspender preguntas como ¿qué gano?, ¿qué quiero conseguir?, ¿qué puedo controlar?, ¿qué es lo que domino? 

Debemos recuperar la capacidad de hacernos accesibles y por ende, vulnerables. 
Por supuesto que mostrarnos accesibles y vulnerables son actitudes muy arriesgadas en una sociedad que privilegia la competencia y el crecimiento; ya que para lograrlo, no solamente necesitamos un determinado estado de ánimo sino, también un contexto social y material adecuado para la resonancia. Y Hartmut Rosa entiende que la religión tiene uno de esos espacios o al menos aspira a ofrecerlos; ya que mantiene una relación con el mundo distinta a la basada en el crecimiento y la explotación. Aunque también es posible encontrar esos espacios de resonancia en ciertos deseos de la sociedad más allá del contexto religioso, como sucede con los fenómenos que pueden agruparse en lo que conocemos como espiritualidad o esoterismo. Están en las piedras, en los campos, en Los arroyos y las montañas, o en las estrellas. 

Así el ser humano suele buscar resonancia, para encontrar sentido a la relación entre el aspecto exterior del mundo, el cosmos y nuestro interior, en una relación de resonancia. Todo esto también se encuentra en el corazón del pensamiento religioso, en los tres monoteísmos pero también, en el hinduismo o en el budismo pero, quedémonos con el cristianismo. En él existe la idea de que mi existencia no es fruto del universo mudo, de un mecanismo frío o incluso de una contraparte hostil y tampoco del puro azar sino que, mi existencia adquiere sentido en una relación que responde y, la fe formula esta promesa de ser escuchado, hay algo que se refiere a ti, que ha pensado en ti, que te ha llamado, que también te escucha, aunque no esté disponible en el aquí y el ahora. 

Así es donde la religión puede ofrecer su fuerza: en la promesa de una resonancia vertical y de una resonancia horizontal. Vertical con lo inasible y horizontal entre las personas y, de las personas a las cosas; una relación con el todo integral. Ya sabemos que la resonancia es en esencia algo indisponible, lo que cuenta es la promesa, lo decisivo es la promesa o, la esperanza de que podamos establecer una relación de resonancia. Por eso, más allá de preguntarse si Dios existe o si es razonable creer, la idea es que si la sociedad pierde u olvida esta posibilidad de relación estará perdida para siempre y, este tipo de relación con el mundo se encuentra en la práctica religiosa o surge de ella; por eso ante la pregunta de si la sociedad actual sigue necesitando religión, la respuesta de Hartmut Rosa es sí.

"POR QUÉ LA DEMOCRACIA NECESITA RELIGIÓN" - Hartmut Rosa


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