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Además de asceta, reformador y político, Jiménez de Cisneros fue un genial creador y mecenas de instituciones y obras culturales y científicas, de corte renacentista. La Universidad de Alcalá de Henares es la más excelsa de sus creaciones en este campo. Comenzada el 14 de marzo de 1498, pudo ya abrir sus aulas en 1508. Su cabeza era el Colegio Mayor de San Ildefonso, cuyo director era ipso facto rector de la Universidad. A su lado estaba la colegiata de los Santos Justo y Pastor ampliamente reorganizada y dotada por Cisneros para que constituyese un centro de vida sacerdotal modelo. El cuadro debería completarse con la creación de un crecido número de colegios mayores y menores -18 en total-, plan que no pudo realizarse en vida del cardenal. Inspirándose en la Universidad de París, de la cual procedía la mayor parte de los primeros profesores complutenses, se propuso convertir Alcalá en una academia humanístico-teológica, fragua de una Teología renovada al contacto directo con las fuentes en sus textos originales. Se concedía amplia libertad a las opiniones, dando albergue generoso a las tres escuelas más en boga: tomismo, escotismo y nominalismo.
Eclesiástico que con su empeño abrió muchas puertas a la historia y al ser de España. Se celebra, allá para noviembre, el quinto centenario de su muerte. Ya estaba enfermo cuando acudió a recibir a quien venía, desde Flandes, a ser rey de Castilla, por muerte de su abuela Isabel y de su padre Felipe: el que llegaría a Emperador Carlos, avanzaba desde Asturias por Castilla. Y el Cardenal Regente don Francisco Ximénez de Cisneros le esperaba en Roa, donde con el frío castellano se agravaron sus males y murió. Fue un 8 de noviembre de 1517. Va a hacer, este año, cinco siglos de aquello.
Quien fuera Cisneros
Nacido en Torrelaguna, en 1436, cuando esta villa perteneciente al señorío de los arzobispos de Toledo, formaba parte de la provincia de Guadalajara. Primer dato a tener en cuenta. Aunque está situada en plena campiña del Jarama, río también originario de nuestra Sierra Negra.
Pertenecía Cisneros a una familia de la baja nobleza, pero aún tuvo poisibilidades de cursar estudios, de teología y derechos, en las Universidades de Alcalá y Salamanca, y aun luego de trasladarse a Roma. Con las órdenes recibidas, joven aún, en 1471, fue nombrado Arcipreste de Uceda, aunque su evidente y ya temprana personalidad reformista le llevó a enfrentarse con la curia toledana, y acabó en prisión.
Poco después, en 1480, gracias a la amistad entrambos trazada y con el apoyo del magnate alcarreño don Pedro González de Mendoza, este le nombró Vicario General de la Diócesis de Sigüenza, estando en ese cargo (que era tal como ejercer de obispo delegado, ante la ausencia permanente del purpurado mendocino) hasta 1484, en que las ideas reformistas y la espiritualidad sincera de Cisneros le llevaron a ingresar en la Orden de San Francisco.
En ella pasó ocho años dedicado al ejercicio de la pobreza y la oración, sin olvidar el estudio y la talla de sus ideas reformistas, porque vista desde dentro la vida religiosa, y teniendo en cuenta el progresivo estado de inquietud en algunos espíritus sinceros, el objetivo de Cisneros fue desde entonces acometer una gran Reforma, desde el catolicismo estricto, de la vida religiosa. Y todo ello lo hizo estando como fraile en el convento de la virgen de la Salceda, en plena Alcarria de Peñalver y Tendilla.
Ese año de 1492, tan cuajado de acontecimientos en Castilla, es llamado por la reina Isabel para que ocupara el cargo que acababa de dejar libre fray Hernando de Talavera por su nombramiento como Arzobispo de Granada. Ximénez de Cisneros pasaba así a ser el confesor de la reina, y de inmediato, y vista su energía y claridad de ideas, le fue concedido el puesto de Arzobispo de Toledo, primado de España, señor de tierras y de almas. Desde ese puesto, ya sin trabas, inició la reforma pretendida desde mucho antes, sobre la orden franciscana inicialmente, y luego sobre el resto del clero, para eliminar privilegios, prebendas y malos usos. El tema, como es lógico, fue muy mal recibido en los ámbitos eclesiásticos tradicionales, pero los sínodos de su diócesis celebrados en Alcalá de Henares (1497) y Talavera (1498) acabaron por respaldar las ideas del arzobispo.
Tras la muerte de la reina Isabel, en 1504, Cisneros fue encargado de ocupar la Regencia de la nación. Partidario de Fernando como rey de Aragón, y su aliado en Castilla, impidió el acceso al trono de Felipe el Hermoso, marido de la heredera doña Juana. Fue el rey Fernando quien le consiguió, en Roma, el capelo cardenalicio, y quien le designó también Regente de su reino, al morir en 1516, de tal modo que cuando de inmediato, en 1517, el nieto de los Reyes Católicos, Carlos de Gante, fue reconocido como rey en Castilla y Aragón y en todos los territorios dependientes de los dos reinos, se dispuso a venir a España, Cisneros acudió a su encuentro, y murió en el camino. El de Carlos fue allanado de inmediato, pasando a ser rey de España, y de su Imperio.ç
Cisnero, poco antes, había llevado a cabo dos de sus grandes objetivos: la conquista militar del norte de Africa (las campañas victoriosas de Mazalquivir, en 1507, y de Orán, en 1508, y algo antes la fundación de Estudio General o Universidad de Alcalá (1498), donde se alcanzó, años después, su gran objetivo, la edición de la Biblia Políglota Complutense (entre 1515 y 1517).
Canciller y promotor del saber
Entre las muchas razones que llevaron a Cisneros a promover la realización y edición de la “Biblia Políglota”, están estas frases suyas:
para que todo estudiante… pueda tener… los textos originales… y ser capaz de apagar su sed en las mismas fuentes que fluyen hacia la vida eterna… hemos ordenado que se impriman las Escrituras en sus lenguas originales… acompañadas de su traducción… para lo cual [hemos usado] los manuscritos más exactos y antiguos.
Desde muy joven, tuvo por objetivo reformar la vida religiosa, aumentar el conocimiento y saber de los eclesiásticos: esa promoción de la vida ordenada, de la legalidad más absoluta, del respeto a todos, de aumento del saber y el conocimiento, es lo que movió siempre a Cisneros, hombre austero él mismo, impecable, recto y severo a un tiempo. Una personalidad de las que nunca han caído bien a nadie, pero que –reconozcámoslo- son imprescindibles para que una sociedad funcione.
Uno de sus objetivos desde la Regencia fue erradicar la opresión de los pobres y la malversación en los cargos. Eso supuso que el rey Fernando le nombrara Inquisidor General del reino. Y, como capitán general y regente, su idea evangelizadora fue tan lejos como la de eliminar cualquier rastro de islamismo en la Península, siendo severo con las prácticas de los moriscos que quedaron en el reino de Granda, y avenzando en la idea de tomar posesión de las tierras del borde africano del Mediterráneo, con el objetivo claramente estratégico de evitar nuevas invasiones hacia la Península. De ahí el golpe de Orán, en 1508, recibido con aplauso en toda Europa.
Otro de sus grandes proyectos, rematado en vida, aunque muy en precario en cuanto a edificios, fue la Universidad de Alcalá, en la que él quería una enseñanza moderna, abierta, y popular. Cuarenta y dos cátedras (6 de Teología, 6 de Derecho Canónico, 4 de Medicina, 1 de Anatomía, 1 de Cirugía, 8 de Filosofía, 1 de Filosofía moral, 1 de Matemáticas, 4 de griego y hebreo, 4 de Retórica, y 6 de Gramática) formaron de inicio los estudios, a los que muy pronto se apuntaron 7.000 alumnos. Su gran proyecto inicial, la Biblia Políglota, que optaba al mérito de ser leída por todos a partir de sus lenguas originales, pudo verlo terminado, en 1517, poco antes de morir. Lo que no pudo ver fue el gran complejo universitario, y la capilla dedicada a San Ildefonso, donde finalmente quedaría sepultado, bajo el solemne sarcófago de mármol tallado, en Italia, por Doménico Fancelli en su inicio, y por Bartolomé Ordóñez en su remate. Enterramiento imponente que hoy (vacío de sus restos, que permanecen en la catedral complutense) puede admirarse en su querida Universidad.
A la que pretendió que viniera, como profesor contratado, Erasmo de Rotterdam… lo que da idea clara de cuales eran sus intenciones. Renovación hasta el fondo de una sociedad y una curia que nunca le gustó a Cisneros, y que por cambiarla y mejorarla trabajó siempre. Esa España de resistencias, de esquivas miradas, de “te vas a enterar…” y de “quien se habrá creído este que es…” volvió a renacer tras la muerte de Cisneros. Y, por supuesto, Erasmo no pisó nuestro país. Le daba miedo.
En definitiva, una vida intensa, una figura fundamental, ahora recordada en el quinto centenario de su muerte.
Escritor muy prolífico, tiene en su haber varias biografías de las cuales, sin duda, destaca la que ahora reedita la Asociación Luz de Trento, es decir su Cisneros que fue publicada por primera vez en 1933 y que rebosa entusiasmo y gratitud con una mirada épica ante los acontecimientos narrados que comunica al lector despertando su admiración y agradecimiento. La obra es, sin lugar a dudas, una de las mejores biografías jamás escritas sobre uno de los hombres más importantes de la historia de España y de la Iglesia que debería ser modelo para los políticos y obispos de nuestros días a pesar de que son ya más de quinientos los años que nos separan de su muerte, no obstante lo cual su luz, que en su momento supo disipar las sombras que se cernían sobre la Cristiandad, alumbró el caminar de España en comunión con Isabel la Católica contribuyendo a poner las bases del Imperio en el que nunca se ponía el sol. Asimismo, la figura de Cisneros es potentísima en su vertiente personal tanto como de la de hombre de gobierno eclesial y civil.
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Cisneros se adelantó a Lutero
con su proyecto de reformas en la Iglesia
J. Lynch resume la trayectoria de Francisco Jiménez de Cisneros: «Como obispo era un auténtico pastor. Aparte de dar ejemplo en su persona y en su casa, intentó reformar su diócesis, atacando el concubinato eclesiástico e intentando dar contenido a la expresión cura de almas, amonestando a su clero para que residiera en sus parroquias, predicara el Evangelio a sus feligreses todos los domingos y enseñara la doctrina cristiana a los niños».
Pero entre todos estos rasgos hemos de destacar la creación de la Universidad Complutense y la edición de la Biblia Políglota. El último volumen salió publicado el 10 de julio de 1517.
En palabras de R. García Villoslada, «más a tiempo no podía ofrecer Cisneros a los teólogos católicos las armas esenciales para defender la fe y combatir la herejía». Ambos acontecimientos no se pueden entender sin la aceptación del humanismo. El éxito de Erasmo en Alcalá fue completo. Su humanismo cristiano era acogido con entusiasmo, como expresión de un cristianismo evangélico y de una verdadera reforma de la Iglesia. La relación de Erasmo con Alcalá es anterior a la ruptura que se establecerá más adelante entre Erasmo y el propio Lutero. El primer Erasmo no ofrecía dudas a Cisneros.
Desde la muerte del Rey Católico en enero de 1516, Cisneros es el regente del reino. Ya había sido regente de Castilla a la muerte de la reina Isabel en septiembre de 1506. Entre Cisneros y la nueva Administración que viene de Bruselas existen discrepancias. Pero queda claro que el rey no quería enfrentarse al cardenal en este delicado momento de la transición y le dijo, por medio de su embajador Jorge de Baracaldo, que «en todo hemos de seguir vuestro parescer y consejo como padre». Con este apoyo explícito Cisneros negoció una nueva concesión de la Bula de la Cruzada, y expuso a León X el 22 de marzo de 1517 que la cruzada debía volver a su planteamiento original como medio penitencial, destacando la gracia espiritual que concedía a los fieles a cambio de una contribución económica en defensa de la cristiandad, y prohibiendo cualquier otro destino del dinero.
El V Concilio de Letrán, que se había iniciado en 1512 con Julio II, se clausura pocos meses antes de la muerte de Cisneros, ya con León X en el trono pontificio. A él contribuyó Cisneros enviando un programa importante de reforma de la Iglesia: pide la descentralización de la Curia, ausencia total de simonía en la elección pontificia, la reunión de un concilio general cada cinco años, exámenes de los candidatos a los beneficios eclesiásticos y una clarificación eclesiológica de las doctrinas conciliaristas. El V Concilio de Letrán fue el último intento papal de reforma antes de Lutero. ¿Creía el Concilio en estas reformas? En la novena sesión se permitía a Alberto, arzobispo de Magdeburgo y Maguncia, y obispo de Halberstadt, la acumulación de sus obispados dejando para san Pedro la mitad del dinero recaudado de las indulgencias. Este fue el motivo inmediato de la ruptura de Lutero.
El primer Lutero ante la autoridad del Papa
El año en que Cisneros daba un giro radical a su vida entrando como franciscano observante en La Salceda, 1484, nacía Lutero en Mansfeld. Solo ocho días después del acontecimiento de Wittenberg (31 de octubre de 1517) moría Cisneros a la edad de 81 años. Lutero tenía 33 años. En Wittenberg Lutero expondrá sus primeras lecciones sobre la Biblia, tan importantes para conocer su evolución doctrinal. Son las lecciones sobre los salmos (1513-1515), la Carta a los Romanos (1515-1516), la Carta a los Gálatas (1516-1517) y la Carta a los Hebreos (1517-1518).
El año en que moría Cisneros, Lutero explicaba los salmos y estas cartas paulinas. Pronunció además una serie de sermones sobre el Decálogo en la parroquia de Wittenberg de junio de 1516 a febrero de 1517 en los que expone ya su teología más personal, proclamando que el hombre es incapaz de obrar el bien. L. Febfve ha destacado que, en ellos, más importante que una teología poco elaborada todavía, aparece la idea misma de reforma. Desde abril de 1515 a septiembre de 1516 explicó Lutero la Carta a los Romanos. La idea liberadora que descubre en san Pablo es que la justificación y salvación del hombre es obra exclusiva de Dios y no de las fuerzas naturales. Para Lutero la fe es solo confianza total en Dios, y para san Pablo la fe debe ir acompañada de la caridad y la esperanza. Para Lutero el poder del pecado en el hombre es tal que, haciendo obras buenas, sigue pecando. El poder del pecado se muestra en la concupiscencia que siempre permanece y es pecado real.
Alberto, arzobispo de Maguncia, debía pagar una gran suma a Roma (10.000 ducados por la dispensa y 14.000 florines renanos por el palio arzobispal) por la acumulación de sus cargos. La misma Curia romana le indicó que podría satisfacer la deuda a través de una indulgencia que habría de predicarse durante ocho años en sus territorios arzobispales y episcopales, además de en todo el territorio del príncipe elector de Brandeburgo, su hermano Joaquín. La instrucción que Alberto publicó para reglamentar el desarrollo de la indulgencia se atenía a la doctrina de la Iglesia sobre las indulgencias. Se encargó al dominico Juan Tetzel la predicación manteniéndose siempre dentro de la doctrina de la Iglesia, aunque se podrían reprochar algunos puntos inexactos con respecto a la aplicación de la indulgencia a los difuntos.
Lutero, en algunos sermones de 1516, denuncia los abusos a propósito de las indulgencias y declara que «se han convertido en un ministerio vergonzoso de avaricia». En un sermón de abril de 1517 dirá que las indulgencias invitan a huir y aborrecer las penas del pecado, pero no el pecado mismo. Lutero pidió al arzobispo de Maguncia el 31 de octubre de 1517 otra forma de predicación de las indulgencias y le envió las 95 tesis que ya tenía redactadas. Este dato es fundamental, como demostró E. Iserloh, para sostener que en esta fecha las tesis estaban ya redactadas y enviadas a los obispos interesados, por lo que no es probable que fueran clavadas en las puertas de la capilla del castillo de Wittenberg en esa misma fecha. Solo al no recibir respuesta, Lutero las dio a conocer fuera de Wittenberg.
Lutero en 1545 había reconocido: «En todo ello actué con honor del Papa y no para que las indulgencias fueran condenadas, sino insistiendo en que había que dar más importancia a las obras de caridad». En la carta que dirige al Papa en 1518 lamenta la divulgación que han tenido las tesis, reconoce su autoridad y se entrega a él: «Santo Padre… vuestra voz será la voz de Cristo que habla y gobierna en vos. Si merezco la muerte no dudo en aceptarla». En 1517, Lutero se encontraba todavía dentro de la Iglesia católica.
Si Carlos I hubiera escuchado a Cisneros
Después de la muerte de Fernando el Católico el 23 de enero de 1516, la venida de Carlos I se daba por segura. Cisneros deseaba la llegada del rey y tener una entrevista inmediata con él. En septiembre Carlos llegaba a España y así lo anunciaba el 18 en una carta dirigida a Cisneros. Este lo dispuso todo para la entronización, pero inesperadamente el itinerario se cambia y el rey se dirige a Tordesillas para visitar a su madre, Juana. Cisneros también se puso en camino, pero la cita concreta no llegaba y apareció el desconcierto en la filas del cardenal.
La comitiva real discurre sin prisas; la de Cisneros con nerviosismo. Aún no han fijado las fechas ni los lugares para el encuentro. Parece que el rey no tenía interés en conocer lo que el regente le pudiera informar. Finalmente se fija la fecha del 5 de noviembre. Tres días después moría el cardenal, el 8 de noviembre, en Roa. El rey se encontraba en Tordesillas a solo unos 60 kilómetros.
Algunos cronistas consignaron la ingratitud del rey hacia Cisneros. Juan Ginés de Sepúlveda dirá que Cisneros era «la única persona que con su autoridad y discreción podría guiar las acciones y decisiones de un rey muy joven aún, nacido y crecido fuera de España y no educado en las costumbres de los españoles». El obispo de Ávila, que asistió al cardenal, dijo: «Gran juicio de Dios ha sido este, que no le dejase ver a su alteza». Carlos V en sus memorias dirá escuetamente que estando en Mojados, donde iba a encontrase con su hermano Fernando y con Cisneros, «murió el cardenal fray Francisco Jiménez, que el Rey Católico había dejado por gobernador de los dichos reinos».
¿Por qué el rey no desea oír al cardenal? ¿Cuál hubiera sido el informe de este sobre el futuro de la monarquía católica? De haber seguido los consejos de Cisneros, ¿Carlos I de España y V de Alemania hubiera acertado más en la política que seguir con los reformadores? ¿Le habrían venido bien los consejos del cardenal sobre la reforma de la Iglesia al futuro emperador para encauzar el enorme problema que Lutero comenzaba a plantear?
El Cardenal Cisneros, hombre de Estado, hombre de Iglesia
El cardenal Cisneros fue un hombre que dio Gloria a Dios trabajando virtuosa
e incansablemente en favor de su Patria y de las almas y, en un mundo que padece una crisis Crónica, es más que necesario conocer la vida y la obra de un personaje como fue el cardenal Cisneros.
El mundo está en el Abismo por una razón clara y, es porque ha dado la espalda a Dios con el disparatado dogma moderno de la separación de la iglesia y el estado.
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