EL Rincón de Yanka: "EL BODEGUERO GALLEGO": LAS INOLVIDABLES BODEGAS DE PUEBLOS Y BARRIOS DE CUBA 🏪🍅🍈🍉🍍🍞🍭

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miércoles, 3 de mayo de 2023

"EL BODEGUERO GALLEGO": LAS INOLVIDABLES BODEGAS DE PUEBLOS Y BARRIOS DE CUBA 🏪🍅🍈🍉🍍🍞🍭


"EL BODEGUERO GALLEGO"
Las inolvidables bodegas de pueblos y barrios de Cuba.


Existen tradiciones que vamos perdiendo, costumbres que se olvidan al paso del tiempo, unas porque la modernidad se impone y otras porque nos vamos poniendo viejos, y aunque la edad no determina que se pierda una tradición, al menos influyen los achaques de por medio.

La llegada del comunismo a Cuba influyó enormemente para que muchas de esas tradiciones y costumbres fueran abruptamente eliminadas.
Nos viene a la mente un personaje muy familiar y muy querido por el pueblo cubano "El bodeguero gallego" que trabajaba con una boina negra las 24 horas tras el mostrador de la inolvidable bodega, que fue sin duda una institución en cada esquina de nuestras ciudades y pueblos de Cuba, una especie de tarjeta de crédito para muchas familias cubanas.

Nos referimos al bodeguero español (el gallego), aunque en realidad los españoles son un mosaico de nacionalidades, para nosotros los cubanos todos los españoles eran gallegos, sin importar su procedencia asturiana, cantábrica, sevillana o isleña.

Mucho antes de 1900 comenzaron a llegar al puerto de La Habana barcos a vapor con grandes cargamentos de víveres procedentes de España, especialmente de Galicia, llegaron también vinos, latas de chorizos en manteca de Galicia, quesos San Simón y jamones ibéricos, siendo estos productos los primeros de su tipo en arribar a la isla caribeña. Luego eran distribuídos a las bodegas de los gallegos en toda la isla.

En los inicios del siglo XX las bodegas continuaron siendo tan oportuna y necesaria para los pueblos o barrios, se convirtieron además en un centro de socialización popular y de fusión entre países, estas características hicieron que las bodegas gallegas fueran el espacio más representativo de la urbe habanera y de los pueblos del interior. El bodeguero gallego se enraizó en la cultura popular cubana, pero mantuvo sus hábitos y costumbres, entre los elementos más distintivos estaban: el fuerte acento gallego, honestos, trabajadores, amigos fieles, su excesiva capacidad para el trabajo, su boina negra y una vida sacrificada siempre con un lápiz detrás de la oreja, pero dispuestos a ayudar al que lo necesitara.

Hubo una época en que teníamos una bodega a mano en cada cuadra, barrio, pueblo o batey, pero comenzaron a desaparecer poco a poco a finales de los años 50, cuando empezaron a llegar los groceries y los supermercados. Total que era la misma bodega, pero con cristales, neveras y aire acondicionado, pero sin el bodeguero.

Entonces ya no se llamaban: El Paisano, Picayo, La Guajira, La Única, La Casa Bada, La Fraternidad, La Prosperidad, El Nuevo Mundo o La Valenciana, lugares donde siempre había un bodeguero español con boina y una punta en el mostrador dedicada para el cubilete (dados), la baraja y el trago.
Para estar a tono con al progreso llegaron los Supermercados y los Minimax, grandes e iluminados con la intención de eliminar las pequeñas bodegas y al bodeguero familiar y nos trajo al gerente uraño.

Los que entonces íbamos al colegio no podemos olvidar como olían las bodegas, a ajo, café, pan fresco, sacos de yute, creolina, chorizos y hasta bacalao. Porque se vendía de todo, desde casabe hasta un rollo de soga de henequén. Aquellos bodegueros gallegos de antes eran tan nobles que se creían todos los cuentos que les hacían y fiaban hasta lo infinito, y aunque el cliente comprara tres kilos (centavos) de café y dos de azúcar, le daba la contra en cocotazos, que eran caramelos de chocolate con maní de muchos colores.

También con aquellos bodegueros españoles nos llegaron los piropos castizos, “! Bendita sea la madre que te pario, y ole!”. Claro que los piropos en Cuba tienen sus cosas, porque cuando un gallego le dice un piropo a los hermosos ojos de una mujer, le mira a la cara. Nosotros los criollos le miramos otro lado. Es que en verdad nos falta la sinceridad de la hidalguía española.

Cuando al cabo de los años el gallego volvía a su terruño y le decían indiano, comprendía como había cambiado en Cuba, entonces sentía una gran nostalgia por una patria y un pueblo que no era el suyo, y comprendía que la palabra gallego, no era una ofensa, sino un franco cariño criollo.

En la República de Cuba hubieron muy pocas mujeres bodegueras. Era un oficio mayoritariamente de hombres y aunque había muchos españoles que se dedicaban a ello, también hubo chinos y cubanos bodegueros.
En 1959, la dictadura comunista cubana se apoderó de Cuba, e intervino los negocios privados y la propiedad de los establecimientos a los bodegueros, no previó el daño y la magnitud de la transformación social que semejante hecho conllevaría para el pueblo cubano.

Lo primero que destruyó fue las familias que habitaban cada esquina de la ciudad. La mayoría de esas bodegas eran negocios familiares y muchas veces sus propietarios vivían en una casa adosada o encima (barcoas). Incluso los más humildes, ocupaban un cuarto al fondo de la bodega.
Al limitar la venta de alimentos y alcoholes, la gestión comercial de estos establecimientos se redujo drásticamente. También se eliminaron los productos de quincalla y se modificaron los horarios de apertura y cierre. Para rematar se normó el consumo de víveres en la tristemente célebre Libreta de Abastecimientos.

Aquel local que permanecía todo el día y largas horas de la noche ofreciendo servicios, se ajustó al modelo estatal comunista planteado para el “pueblo trabajador”. El cambio fue tan irracional, que hasta hoy la gente se escapa del trabajo para poder hacer las compras de comida en Cuba.
Aunque las cuentas hasta hoy se sigan haciendo a punta de lápiz, desde la década de 1960 se acabó la venta fiada. Un poco después fueron desaparecieron los víveres, licores y hasta los cartuchos, una palabra que ha caído en desuso.

Las pocas bodegas que quedan en Cuba sobreviven con cuatro cosas que siguen en la venta normada. Se llenan de gente solo el día que entra pollo o huevos. Venden alcohol, mucho ron y cada vez menos café, todo es triste, oscuro y feo, en los anaqueles vacíos, muchos productos escasean, pero lo mas importante es la ausencia del amigo cordial y amable que siempre estaba dispuesto a ayudar, EL BODEGUERO GALLEGO.

En las esquinas de La Habana resisten heroicamente las bodegas. Enrollan sus persianas deshechas y abren las puertas, entre la basura y los escombros, ante la mirada indolente de la gente que cada vez la visita menos. Hay poco que comprar allí, a veces nada.