Sobre Judas Iscariote,
L'Osservatore Romano y el Pecado Mortal
Dicen los evangelios que “de lo que rebosa el corazón, habla la boca". Así que es normal que el traidor justifique la traición y que quienes pretenden vender la Iglesia a los poderes de este mundo recomienden leer la obra de Robert Hugh Benson, "Señor del Mundo". Así sabemos a qué atenernos.
No debe sorprendernos que quienes traicionan a Cristo elogien a quien lo traicionó: se identifican mucho con él. Por lo visto era el caso de don Primo Mazzolari, el párroco de Bozzolo, que al parecer en 1958 predicó una homilía en el Jueves Santo justificando a Judas Iscariote. Y todo ello no lo habríamos llegado a saber si (Andrea Monda) L’Osservatore Romano no nos lo hubiera contado el pasado Jueves Santo.
La cuestión es bastante simple: un cuadro colgado en la oficina del Papa. Pero esta pintura tiene una historia, implicaciones y ecos del pasado, que nos permiten vislumbrar el pensamiento del Papa y su concepción de la misericordia. Este es el análisis que busca llevar a cabo este artículo.
CUIDADO CON ESTO.
"Más almas envía al infierno la Misericordia
que la Justicia de Dios, porque los pecadores,
confiando temerariamente en aquella,
no dejan de pecar y se pierden."
San Alfonso María de Ligorio
«Pobre Judas —comenzó el sacerdote. Yo no sé qué le habrá pasado en el alma. Es uno de los personajes más misteriosos que encontramos en la Pasión del Señor. Tampoco trataré de explicarlo, me conformo con pedirles un poco de piedad por nuestro pobre hermano Judas. No se avergüencen de asumir esta fraternidad. Yo no me avergüenzo, porque sé cuántas veces he traicionado al Señor; y creo que ninguno de ustedes debería avergonzarse de él. Y al llamarlo hermano, nosotros usamos el lenguaje del señor. Cuando recibió el beso de la traición, en el Getsemaní, el Señor le respondió con esas palabras que no debemos olvidar: ‘¡Amigo, con un beso traicionada Hijo del hombre!’».
«¡Amigo! Esta palabra —continuó Mazzolari— nos indica la infinita ternura de la caridad del Señor, también nos hace comprender por qué yo en este momento lo he llamado hermano. Dijo en el Cenáculo, no les llamaré siervos, sino amigos. Los Apóstoles se convirtieron en los amigos del Señor: buenos o no, generosos o no, fieles o no, siempre serán los amigos. Nosotros podemos traicionar la amistad de Cristo, Cristo nunca nos traiciona, nunca traiciona a sus amigos; incluso cuando no lo merecemos, incluso cuando nos rebelamos contra Él, incluso cuando lo negamos, ante sus ojos y su corazón, nosotros seremos siempre amigos del Señor. Judas es un amigo del Señor incluso en el momento en el que, besándolo, consumaba la traición del Maestro».
El buen cura se olvidaba de que quien muere en pecado mortal se condena a las penas del infierno; que, quien traiciona a Cristo, quien se rebela contra Dios, es hijo de Satanás; que quien no cumple la voluntad de Dios peca y se condena, si no se arrepiente y se confiesa. Así lo explica Santa Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia:
“No hay tinieblas más tenebrosas, ni cosa más obscura y negra que no lo esté mucho más el alma en pecado mortal… Ninguna cosa le aprovecha, y de aquí viene que todas las buenas obras que hiciere, estando así en pecado mortal, son de ningún fruto para alcanzar gloria… Yo sé de una persona (habla de sí misma) a quien quiso Nuestro Señor mostrar cómo quedaba un alma cuando pecaba mortalmente. Dice aquella persona que le parece, si lo entendiesen, no sería posible ninguno pecar, aunque se pusiese a mayores trabajos que se pueden pensar por huir de las ocasiones… ¡Oh almas redimidas por la sangre de Jesucristo! ¡Entendeos y habed lástima de vosotras! ¿Cómo es posible que entendiendo esto no procuráis quitar esta pez de este cristal? Mirad que, si se os acaba la vida, jamás tornaréis a gozar de esta luz. ¡Oh Jesús! ¡Qué es ver a un alma apartado de ella! ¡Cuáles quedan los pobres aposentos del castillo! ¡Qué turbados andan los sentidos, que es la gente que vive en ellos! Y las potencias, que son los alcaides y mayordomos y maestrales, ¡con qué ceguedad, con qué mal gobierno! En fin, como a donde está plantado el árbol, que es el demonio, ¿qué fruto puede dar? Oí una vez a un hombre espiritual que no se espantaba de cosas que hiciese uno que está en pecado mortal, sino lo que no hacía. Dios por su misericordia nos libre de tan gran mal, que no hay cosa mientras vivimos que merezca este nombre de mal, sino esta, pues acarrea males eternos para sin fin“. (Moradas primeras II, tomado de Teología de la Perfección Cristiana, Royo Marín, Antonio, página 293)).
Y explica Fr. Antonio Royo Marín (Teología de la Perfección Cristiana, página 293):
El pecado mortal debe ser un mal gravísimo cuando Dios lo castiga tan horriblemente. Porque, teniendo en cuenta que es infinitamente justo, y por serlo no puede castigar a nadie más de lo que se merece, y que es infinitamente misericordioso, y por serlo castiga siempre a los culpables menos de lo que merecen, sabemos ciertamente que por un solo pecado mortal:
a) Los ángeles rebeldes se convirtieron en horribles demonios para toda la eternidad.
b) Arrojó del paraíso a nuestros primeros padres y sumergió a la humanidad en un mar de lágrimas, enfermedades, desolaciones y muertes.
c) Mantendrá por toda la eternidad el fuego del infierno en castigo de los culpables a quienes la muerte sorprendió en pecado mortal. Es de fe.
d) Jesucristo, el Hijo muy amado, en el que tenía el Padre puestas sus complacencias (Mt. 17,5), cuando quiso salir fiador por el hombre culpable, hubo de sufrir los terribles tormentos de su pasión y, sobre todo, experimentar sobre sí mismo - en cuanto representante de la humanidad pecadora - la indignación de la divina justicia, hasta el punto de hacerle exclamar en medio de un incomprensible dolor: “¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?” (Mt. 27, 46).
El pecado mortal es el infierno en potencia y te convierte en esclavo de Satanás. Mejor morir que cometer un solo pecado mortal. Que Dios nos ayude con su gracia a vivir en Cristo porque:
“Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?” Juan 11:25-26
Judas tuvo un encuentro íntimo y personal con Cristo. Fue su compañero y amigo pero lo traicionó. Y se suicidó. Las experiencias de encuentro personal con el Señor no garantizan la fe. Muchos conocieron a Cristo durante su vida en este mundo y no creyeron en Él. Por eso lo clavaron en la cruz. Igualmente, hoy hay muchos que lo conocen y tienen experiencias de encuentro con Él y no creen. Y hay quienes siedo sucesores de los apóstoles del Señor por su ordenación sacerdotal o episcopal siguen traicionando al Señor. Más les valdría no haber nacido.
¡Ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Mejor le fuera a ese hombre no haber nacido. (Mt. 26, 24).
Hay quien peca por fragilidad. Hay quien peca por ignorancia. Hay quien peca por indiferencia. Pero los peores son quiene pecan por malicia. Son los blafemos que odian a Dios. Dice el citado Royo Marín:
“Acaso empezaron siendo buenos cristianos, pero fueron resbalando poco a poco; sus malas pasiones, cada vez más satisfechas, adquirieron proporciones gigantescas, y llegó un momento en que se consideraron definitivamente fracasados. Ya en brazos de la desesperación, vino poco después, como una consecuencia inevitable, la defección y la apostasía. Rotas las últimas barreras que les detenían al borde del precipicio, se lanzaron, por una especie de venganza contra Dios y su propia conciencia, a toda clase de crímenes y desórdenes. Atacan fieramente a la religión - de la que acaso habían sido sus ministros -, combaten a la Iglesia, odian a los buenos… Es el caso de Juliano el Apóstata, Lutero, Calvino, Voltaire y tantos otros menos conocidos, pero no menos culpables, que han pasado su vida pecando contra la luz con obstinación satánica, con odio refinado a Dios y a todo lo santo. Diríase que son como una encarnación del mismo Satanás”.
¿Se les vienen a la cabeza más nombres de herejes y apóstatas hodiernos? A mí se me vienen unos cuantos. Quienes hoy atacan y pervierten la sana doctrina; quienes hoy impugnan y atacan la moral católica y la Ley de Dios; quienes hoy degradan y mancillan la liturgia, no son solo ni principalmente los que están fuera de la Iglesia, sino que muchos y yo diría que los peores, están dentro de ella, como humo de Satanás que trata de asfixiarnos con su hedionda pestilencia a azufre.
Quienes, teniendo el deber de preservar el depósito de la fe, se callan ante las herejías y promueven por acción o por omisión, la apostasía o el cisma, más les valdría no haber nacido. Quienes, teniendo que ser ejemplo de castidad y de santidad, se regodean en la fornicación y abusan y se acuestan con niños y jóvenes, más les valdría no haber nacido. Quienes, teniendo la obligación de celebrar la liturgia con santidad, pervierten y degradan el santísimo sacramento del altar y ponen al hombre como centro, privando a Dios de la preeminencia y de la gloria que se le debe rendir, más les valdría no haber nacido.
Termino con un clásico: el Catecismo del P. Astete. Vean qué claro explica lo del Infierno:
P.: ¿Cuándo vendrá a juzgar los vivos y los muertos?
R: Al fin del mundo.
P.:¿Y entonces han de resucitar todos los muertos?
R: Sí, Padre, con los mismos cuerpos y almas que tuvieron.
P.: Y antes del fin del mundo, ¿serán los hombres juzgados?
R: Si, Padre, a todos al fin de su vida juzgará y sentenciará el Señor: a los buenos a gozar eternamente de Dios en la gloria; y a los malos a padecer eternos tormentos en el Infierno.
Judas es un ejemplo de traidor: no de santidad. Déjense de falsas doctrinas, arrepiéntense y conviértanse a Cristo. Y como diría Serrat, “niño, deja ya de joder con la pelota". Que se apliquen el cuento los de L’Osservatore Romano.
En la Divina Comedia, Dante sitúa a Judas en el noveno círculo, en lo más profundo del Infierno, donde están los traidores. Les pongo aquí el gráfico:
Lasciate ogni speranza, voi ch’entrate (Dejad toda esperanza, vosotros que entráis" (Aquellos que entran en este lugar deben abandonar toda esperanza)
***
La visión que tuvo Santa Verónica Giulian en enero de 1899 es tremenda. La narra así:
"En un abrir y cerrar de ojos, me encontré en una región baja, negra y fétida, llena de mugidos de toros, de rugidos de leones, de silbidos de serpientes. (…) Una gran montaña se alzaba delante de mí y estaba toda cubierta de serpientes y basiliscos atados juntos. (…) La montaña viva era un clamor de maldiciones horribles. Ella era el infierno superior, es decir, el infierno benigno. En efecto, la montaña se abrió y en sus flancos abiertos vi una multitud de almas y demonios entrelazados con cadenas de fuego. Los demonios, extremadamente furiosos, golpeaban a las almas, las cuales gritaban desesperadas. A esta montaña le seguían otras montañas más horribles, cuyas vísceras eran teatro de suplicios atroces e indescriptibles. En el fondo del abismo vi un trono monstruoso, hecho de demonios aterrorizantes. En el centro había una silla formada con jefes del abismo. Satanás se sentaba arriba en su indescriptible horror y desde allí observaba a todos los condenados. Los ángeles me explicaron que la visión de Satanás constituye el tormento del infierno, así como la visión de Dios constituye la delicia del Paraíso. Entre tanto, noté que el mudo almohadón de la silla eran Judas Iscariote y otras almas desesperadas como él. Pregunté a los ángeles quiénes eran aquellas almas, y tuve esta terrible respuesta:
Fueron dignatarios de la Iglesia y prelados religiosos. Lucifer tiene en torno a sí a las almas más agraciadas por el Cielo, que nada hicieron por Dios, por su gloria; y tiene bajo sus pies, a modo de almohadón, y las golpea continuamente, a las almas que faltaron a sus votos”.
Y en otra visión: «En el infierno hay varias almas con un libro en la mano. Los demonios los golpean con varas de fuego en la boca, con mazas de hierro en la cabeza y con punzones agudos traspasan sus orejas. Son las almas de los religiosos espurios que adaptaron la regla a su propio uso y beneficio. Otras almas están encerradas en sacos y ensartadas por los diablos en la boca de un horrendo dragón que las devora eternamente. Son las almas de los avaros. Otras burbujean sumergidas en un lago de inmundicias. De tanto en tanto se escapan algunos rayos. Las almas quedan incineradas, pero después recobran su estado anterior. Los pecados que han cometido son los más graves que alguien haya podido imaginar. Todos los caminos del infierno están cubiertos de cuchillas, hachas cortantes. Y monstruos, monstruos por doquier. Y hay una voz que grita: “Será siempre así. Siempre, siempre, siempre”.
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