Decálogo del intolerante
Según el diccionario, la tolerancia es el respeto a las opiniones de los demás. La palabra proviene del latín tolerantĭa, que significa ‘cualidad de quien puede aguantar, soportar o aceptar’.
La tolerancia implica el respeto hacia las ideas, prácticas o creencias de los demás, independientemente de que choquen o sean diferentes de las nuestras.
El respeto significa veneración, reconocimiento o aceptación. Por lo tanto, se podría resumir que el tolerante acepta como buenas las ideas de los demas. Y es aquí donde radica la falacia (falsedad que se muestra con forma de verdad, diccionario dixit). Haciendo un paralelismo con el mundo de la informática, se podría decir que:
La Tolerancia se dirige hacia el software (parte inmaterial) de las personas: lo que piensan, sus creencias, ideas, escala moral,…
El Respeto se dirige hacia el hardware (parte física corporal) de las personas. Se respeta a los ancianos en virtud de la experiencia que poseen y de la antigüedad de su “hardware”. Se respeta a la persona que ostenta un cargo en reconocimiento de las personas que lo han designado para ello.
Obviamente se respeta a la integridad de la persona en cuanto que es persona y que no puede separarse en sus tres facetas: cuerpo, mente y espíritu. El caso extremo de este respeto sería la sociedad fundamentada en principios judeo-cristianos. Es el caso de las sociedades europeas y en general occidentales. La grandeza que han adquirido estas sociedades estriba en que todos sus miembros se reconocen a sí mismos como hijos de un mismo Dios y hermanos por adopción (de Dios Padre). De ahí el reconocimiento mutuo de la dignidad (excelencia o grandeza) del otro y su correspondiente respeto, al otro; no al producto de su mente (ideas). Así, aparece la igualdad de trato ante las leyes o conceptos como justicia social. Esta justicia social se manifiesta en forma de seguridad social, jubilación como solidaridad intergeneracional, el sistema de becas como solidaridad entre ricos y pobres, y en general, sistemas garantistas que no tratan a todos por igual (igualitarismo) sino que aúna la justicia a la igualdad (equidad) generando más ayudas a los mas desfavorecidos en detrimento de los más poderosos, para que todos tengan, en reconocimiento a su dignidad intrínseca, las mismas oportunidades.
Decía Chesterton que cuando uno no cree en Dios, no es que no crea en nada, es que se lo cree todo. Esta profecía se ha cumplido en nuestros días. Los tiempos modernos han eliminado al Dios judeo-cristiano de la ecuación. Esto ha obligado a fundamentar los principios equitativos en otros soportes antropológicos: comunismo, socialismo, capitalismo, democracia, socialdemocracia,… Todos proclamándose soportes verdaderos.
Ante la impotencia o pereza de decidir cual es el mejor, el pago que nuestra comodidad nos exige es la tolerancia o reconocimiento de la dignidad de las ideas de los otros como perversión del respeto a los otros seres humanos.
La tolerancia es el marcador que demuestra que hemos aceptado que no podemos alcanzar la verdad. De ahí que todas las opiniones sean tomadas como verdades y de que todas las verdades son opinables. Ser tolerante es ser relativista y sumiso a los postulados que nos marcan desde el Nuevo Orden Mundial.
Por eso, reivindico mi naturaleza INTOLERANTE que proclamo en el siguiente decálogo:
- Soy respetuoso con los demás, no con sus ideas. Es decir, reconozco en las personas su grandeza y dignidad sea cual sea su situación: fetos o ancianos, lisiados o atletas, Down o profesores, zurdos o diestros, políticos o albañiles. Pero no me exijan respetar sus ideas. Algunas de ellas es mejor escribirlas en papel higiénico que en el BOE.
- Afirmo que todas las ideas pueden ser debatidas, pero que la verdad existe y puede ser alcanzada. Reconozco que no todas las ideas son igualmente válidas, que hay una superioridad moral y objetiva de unas ideas sobre otras, de unas religiones sobre otras, de unas antropologías sobre otras, de unas civilizaciones sobre otras.
- Tengo derecho a permanecer en mis ideas mientras esté convencido de que las mías son mejores. Del mismo modo, tu tienes derecho a permanecer en las tuyas.
- Respeto tu derecho a estar equivocado, según mi criterio. No me pidas respeto por tus ideas.
- No tengo derecho a permanecer en el error cuando sé que lo es. Puedo no saber qué hacer, pero no puedo seguir haciendo o diciendo lo que hacía si eso era erróneo. Y por ello,
- Tengo la obligación de buscar la verdad y saber lo que tengo que hacer.
- Tengo la obligación de decirte que estás equivocado según mi conocimiento de la verdad para que no sigas permaneciendo en tu error por ignorancia. No tengo el derecho de escamotearte la verdad.
- Tengo el derecho de decidir cómo decírtelo y adaptar la verdad a tu capacidad de conocimiento sin violentarte. A esto se le denomina pedagogía. Especialmente en el caso de personas vulnerables o niños.
- Tienes/tengo el derecho de escuchar que estás/estoy equivocado.
- Tienes la libertad de poder cambiar si descubres tu equivocación o permanecer en el equívoco en caso contrario.
Ramon Mollá es Profesor Titular de Universidad. Doctor en Informática. Trabajo en el área de la simulación de sistemas. Amante de las libertades individuales y del estado de derecho. Felizmente casado desde hace 15 años con la misma mujer y padre de familia numerosa. Raza blanca. Heterosexual.
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