ESTOY INFECTADO...
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“Aprended a llamar blanco a lo blanco y negro a lo negro; mal al mal, y bien al bien. Aprended a llamar pecado al pecado”. Juan Pablo II
"Si no existiera el agua, no tendría sed,
Si no existiera El Pecado no necesitaría Perdón,
Si no Viviera Dios, no necesitaría Amor"
Juan Manuel Navarro
Hoy quiero ser honesto con todos los que escuchan y confesarles algo sé que se ha vuelto tema de primera plana, este virus del que todo el mundo habla tanto, que ni hace falta mencionar su nombre, sin embargo, estos días que estaba más tiempo en casa, no he podido evitar recordar este otro virus del cual yo estoy infectado, y siento que es mi responsabilidad de hablarles de él, es por eso que hago este vídeo; así que por favor, presten atención: estoy infectado de un virus que es mortal en el 100 por ciento de los casos.
Un virus tan antiguo que se ha propagado a millones, de hecho no creo que haya alguien sobre la tierra que no sea portador, así es que llámame loco, pero creo que tú también lo tienes, si no me crees, aquí te van algunos de los síntomas:
Alguna vez has sentido que te molestan los triunfos de otros o has sentido dolor o desdicha por no poseer lo que alguien más posee: eso es envidia, es uno de los síntomas. Si la has sentido, lo tienes.
Alguna vez has sido indiferente con la manera de sentir y pensar de otros, de tal manera que únicamente buscas lo que a ti te satisface sin pensar en los demás: ese es egoísmo y es uno de los síntomas, si lo has experimentado, tienes el virus.
Alguna vez has estado tan enojado que comienzas a decir cosas que ofenden a los demás, cosas de las que después te arrepientes de haberlas dicho porque sabes que no estuvo bien, ese es un arranque de ira, y la ira es uno de los síntomas, así que si la has experimentado, tú también lo tienes.
O qué me dices de esos pensamientos o acciones sexualmente inmorales, esos que podrían ofender a tu madre o a tu hermana o a tu esposa o a tu esposo, eso es lujuria, y también es uno de los síntomas. Y ahora quizás, para este punto, pienses: "me he librado de todos los síntomas, no tengo este virus"; pero, aún hay más, que hay de la mentira, de la apatía, de la indiferencia, del rencor, la falta de perdón, el chisme, la hipocresía, y la venganza... la lista sigue, pero creo que ya quedó muy claro, que todos hemos caído en las garras del pecado, este virus corrompe y mata el alma, de este virus no podemos escondernos en la indignidad de nuestras casas, porque este virus no anda afuera, éste virus vivía dentro todos nosotros, somos pecadores imperfectos.
Alguien dijo que la paga de nuestro pecado es muerte, sin embargo hay un antídoto perfecto y, ese antídoto es un Hombre sin defecto, Él es 100% justicia, 100 % amor, 100% gracia y 100% DIOS. Éste antídoto se da por amor, se recibe inmerecídamente, por gracia, y se consume a través de la fe, y es que Dios amó tanto al mundo que entregó a su único Hijo para que todos los que crean en Él no se pierdan sino, que tengan vida eterna, el que tiene El Hijo tienen la vida, y el que no tiene al Hijo no tiene la vida.
Quizá, hemos dejado de buscar el antídoto correcto, quizá hemos dejado de buscar a JESÚS...
Jesús es el remedio y el antídoto
Él ha sido elevado en la cruz y basta mirarlo con fe para ser curados. Sí, mirarlo, mirarlo quiere decir creer en él, tomar en serio sus enseñanzas, frecuentar su trato en la oración y en los sacramentos… ¿Cómo miramos a Cristo? Él es el Hermano Mayor que quiere salvarnos. El remedio del pasado era mirar. ¡Qué simple parece! No obstante, esto, son muchos los que no quieren mirar, contemplar a Cristo en la Cruz, el causante de todo es el pecado de cada uno. Cuaresma, tiempo para mirar a Cristo con la seguridad que él nos salva.
EL REMEDIO Y EL ANTÍDOTO
Estamos en Cuaresma, tiempo que nos lleva a la celebración de la Pascua. Tiempo de cambio y conversión, tiempo de perdón y reconciliación, tiempo de gracia y vida nueva. Nos viene bien que nosotros los cristianos, tan débiles y volubles como los israelitas, nos espejemos en su historia para decidirnos a una seria y verdadera conversión, cuando nos acercamos más y más a renovar nuestro bautismo, en la noche grande, la noche de Pascua. La noche de la Vigilia Pascual tomaremos la opción de seguir a Cristo, con nuevo entusiasmo. Por ello, si no estamos viviendo la cuaresma, la liturgia cuaresmal sigue insistiendo en la necesidad de la conversión.
La clave del evangelio de hoy está en las primeras palabras. Cristo ha sido “levantado”, en medio de Israel como sacramento de salvación: él significa y comunica la salvación. La comparación con la serpiente, que Moisés levantó en el desierto aclara el mensaje. Se dice en el libro de los Números que los israelitas mordidos por las serpientes venenosas miraban la serpiente de bronce alzada por Moisés y se salvaban.
Juan quiere decir que la presencia de Cristo Salvador entre los hombres es la de un hombre “levantado” que ilumina y salva a cuantos mordidos por el mal, miran hacia él y le crean. En el mensaje del evangelio de Juan, ese estar “levantado” se refiere a la pasión-muerte-resurrección-ascensión del Señor, en ese momento clave, se declara abiertamente el plan amoroso del Padre y se muestra el camino único de salvación que se ofrece a todas las personas.
En el libro de la sabiduría capítulo 16, 5-7, se narra el mismo episodio subrayando el amor de Dios que viene en auxilio de los suyos. El remedio sorprendente consistía en mirar la imagen de una serpiente labrada en bronce y elevada por encima del campamento. Jesús aplica todo esto así mismo. El pecado fue la causa de esta plaga mortal. Pero Jesús es el remedio y el antídoto. Él ha sido elevado en la cruz y basta mirarlo con fe para ser curados. Sí, mirarlo, mirarlo quiere decir creer en él, tomar en serio sus enseñanzas, frecuentar su trato en la oración y en los sacramentos.
La mirada de los israelitas hacia la serpiente de bronce seguramente sería como la de aquellos enfermos que se acercaban a Jesús pidiendo salud y alivio en su demanda de salud y de perdón de sus pecados. Una mirada cargada de esperanza y de perdón. La mirada es una expresión de la situación que cada uno está viviendo. Por los ojos de las personas podemos penetrar en lo profundo de su corazón. Los ojos son el espejo y la ventana del alma. ¿Cómo miramos a Cristo? Él es el Hermano Mayor que quiere salvarnos. El remedio del pasado era mirar. ¡Qué simple parece! No obstante, esto, son muchos los que no quieren mirar, contemplar a Cristo en la Cruz, el causante de todo es el pecado de cada uno. Cuaresma, tiempo para mirar a Cristo con la seguridad que él nos salva.
Fray Jesús Pérez Rodríguez, O.F.M.
Arzobispo emérito de Sucre.
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