La libertad constituyente (no fuerza constituyente) es el punto último de un proceso constituyente, que de un sistema oligárquico pasa a ser luego una constitución democrática; representa algo así como el compendio o denominador común de todo el sistema de libertades. O si se prefiere, constituye la esencia o fuerza íntima de la libertad, antes -o por debajo- de sus variadas manifestaciones. Es libertad trascendental, fundante y propulsora. Conecta la vida biológica y animal -surgida en el seno de la materia inorgánica- con la vida humana, individual y colectiva; el individuo con la sociedad y la sociedad con el Estado; en suma, la materia con el espíritu. Une la objetividad del mundo material sin organizar, y de la naturaleza viviente, con la subjetividad -individuada e individualizada- de la especie humana.
Constituye el fruto más sazonado, la condición más delicada de la naturaleza, prefigurada evolutivamente a lo largo de toda la serie de manifestaciones de la vida biológica. Por ello, podemos afirmar que la libertad constituyente es el núcleo del «misterio de la libertad» y, a la vez, del «milagro de la libertad», pues su virtud es material y espiritual al mismo tiempo. Contiene variadas semillas de vitalidad -sensación, percepción, inteligencia, voluntad y sentimiento-, que hacen trascendente al ser humano situándolo en el mundo. Procedente del «más acá» material, del «antes» evolutivo, camina hacia el «más allá» histórico, social y político. Es por tanto, como el propio hombre, al que vivifica, una esencia religiosa, ligada o «religada» a la totalidad del mundo, emanando del «todo» de lo real.
En su libro Teoría pura de la República, Antonio García-Trevijano ha tratado la libertad constituyente de un modo pragmático, subrayando su vertiente de acción política. La libertad constituyente -para él- es «libertad realizable y voluntad determinada a realizarla». Es libertad política en potencia y verdad constitutiva de la realidad social, producto de la inteligencia y de un nuevo saber político, que se resume en la ecuación verdad=libertad. Son frutos suyos, la elevación cultural y la sensibilidad moral. La libertad constituyente es una «idea-fuerza» que reside preferentemente en un colectivo de personas valientes y leales, decentes y animosas -el «tercio laocrático»-, en la parte más sensible de la sociedad a la carencia de libertad. Siendo su esencia social, desemboca en la libertad política como medio de acción y en la República Constitucional como modo práctico y concreto de organización.
El hombre -dice Trevijano- sólo se conoce y descubre a sí mismo en la acción». La acción constituyente de la libertad colectiva es, a la vez, conciencia de la libertad incardinada en la especie humana como filum social y político. «No hay filosofía de la acción -añade el maestro- si esta no es creadora, fundadora, fundante y constituyente».
Sólo puedo ser libre con la libertad de los demás.
La libertad política, la colectiva, es la que constituye el poder político. Libertad fundadora, fundante y fundamental. Creadora y mantenedora de un sistema de libertades públicas. Su carencia causa el abismo europeo entre Estado y Sociedad.
No es posible indignarse contra lo que se ignora. Los indignados en el ágora no se indignan contra los delitos comunes porque los consideran inherentes a la naturaleza humana. Pero se indignan por los delitos políticos porque ignoran que también ellos son inherentes a la naturaleza política del Régimen de poder donde prosperan y proliferan. En suma, se indignan por los efectos y no por las evidentes causas que los producen.
La indignación no conduce a la desobediencia política o civil. El éxito del panfleto de Hessel demuestra que la partidocracia europea, en suversión socialdemócrata, necesitaba este grito de la inoperancia para calmar las conciencias insatisfechas de todo y por todo, salvo de la carencia de libertad política colectiva. Era natural que la invocación socialdemócrata a la indignación de los jóvenes, contra "los mercados",diera sus primeros frutos en España, tanto por la enormidad de la cifra de parados, como por el hábito de la izquierda social (no existe izquierda política) de sustituir la realidad por la ficción demagógica del "como si".
La Spanish revolution consiste en que los indignados pidan a los indignantes que dejen de ser indignos. Ni una sola palabra o acción contra los partidos y sindicatos estatales, verdaderos responsables del malestar político europeo y de la quiebra de las cuentas públicas. Reclamaciones económicas y sociales sin fin, y ni una sola voz referente a la ausencia de libertad política y de democracia formal. Horror ante la abstención electoral y petición del voto para partidos estatales pequeños. La ignorancia superaba, en las plazas públicas ocupadas por indignados, la demagogia infantil de las consignas aprobadas.
La indignación es una pasión individual que no conduce a la insurrección política colectiva, pues se trata de una pasión que opera en el interior del alma como motor de la cólera y la ira. Bien examinado, lo que indigna -lo indignante- no suele estar fuera de lo del indignado. En la indignación estalla un sentimiento inconsciente de culpabilidad y fracaso. La exaltada vehemencia con que se manifiesta el estado de indignación contra alguien o contra algo delata que el hecho o acto indignante, y lo que merece desprecio, está dentro del sujeto indignado, bien sea por ignorancia de las causas objetivas que producen indignación o bien por cobardía para enfrentrarse a ellas y suprimirlas.
La resistencia francesa contra el Régimen de Vichy no estuvo motivada por la indignación. Las publicaciones del Club Jean Moulin desmienten lo que dice el antiguo resistente y acual socialdemócrata, Hessel. El combate por la libertad política nunca y en ningún país ha tenido una causa tan poco noble como la indignación. El símbolo de la resistencia francesa, el general De Gaulle, jamás mostró indignación por lo que que era normal que sucediera bajo el fascismo. Las pocas veces que se mostró indignado no fue por lo que hacían los nazis, sino por lo que no hacía los “patriotas” franceses.
[…]
Sería síntoma de locura indignarse por las injusticias que causan los terremotos en el reparto de los daños a los bienes humanos. Como también lo sería la indignación contra las plantas carnívoras que engullen a incautos insectos o contra los felinos depredadores de adorables cervatillos. No tiene cabida en mente sana indignarse contra lo normal y lo esperado. En la indignación tiene que haber algo sorprendente, no previsto ni previsible. La indignación contra lo normal, en un régimen sin libertad política colectiva, es una pasión de consumo para siervos dirigidos por malvados.
Cuando no es motor anímico de venganzas, como en la violencia de género, la pasión de indignación suele ir acompañada de un sentimiento de tristeza o frustración incompatibles con el de alegría y esperanza, inherentes a las revoluciones de la libertad. Por eso el colmo de la soberbia es el colmo de la ignorancia que se manifiesta en la indignación.
La propia dignidad comienza con la no participación en el indigno sistema electoral,fundador y constituyente de la partidocracia, basado en listas cerradas o abiertas de candidatos designados por los aparatos dirigentes de cada partido estatal. Este sistema dio la mayoría absoluta de los escaños a Mussolini, con menos de una cuarta parte del censo. Llevó a Hitler al poder absoluto en un paseo triunfal. Y después de la guerra mundial, sirvió de trampolín para que los antiguos partidos, vencidos por las dictaduras, se instalaran en el Estado, como órganos del mismo,ayudados por el ejército estadounidense de ocupación, para ser interlocutores perpetuos en los planes de dominación de EEUU. Ese fue el origen de la partidocracia.
La conquista pacífica de la democracia política, la derrota de la partidocracia, ha de comenzar con un gran acto de dignidad nacional. Y en este terreno,ningún otro acontecimiento distinto de la abstención electoral masiva puede tener tanta fuerza deslegitimadora del Régimen de poder oligárquico encarnado en la Monarquía de Partidos.
Una abstención cercana a dos tercios del electorado, deslegitimaría al Estado de Partidos.
Los partidos estatales seguirían siendo legales, incluso tendrían el cinismo de continuar en las instituciones del Régimen con tan solo un tercio del censo electoral. Pero ya no serían legítimos,habrían perdido tanto el apoyo que la legitimidad presta a las instituciones estatales, como la dimensión ética que la realidad concede a lo existente por el solo hecho de existir. Se verían desprovistos de toda autoridad moral.
En ese momento de extrema debilidad de los partidos estatales, se haría patente la necesidad de abrir un camino pacífico y expeditivo a la libertad constituyente de la forma de Estado y de Gobierno.Una libertad política diferente de las libertades individuales no sólo por su carácter colectivo,sino sobre todo por su condición original de ser fundante de todas las demás libertades personales,que son por definición libertades constituidas, es decir, derechos individuales de carácter cívico.
España no ha conocido nunca un periodo de libertad constituyente. La II República no vino como fruto de la libertad colectiva. Advino por azar, en unas elecciones municipales que precipitaron la abdicación y huida del Rey. Hoy no será lo mismo. Los españoles no dejarán en manos de la partidocracia la decisión fundamental sobre su futuro. Tras un período de libertad constituyente, donde se expresen sin temor las varias opciones constitucionales que siempre existen en toda sociedad plural, los electores decidirán, por mayoría absoluta, en un Referendum electivo (no en un plebiscito de sí o no) la forma de Estado y de Gobierno que prefieran.
Frente a las dos fórmulas queridas por la partidocracia (la reaccionaria de regreso a la II República y la conservadora de la Monarquía de Partidos), la libertad política de la inmensa mayoría de los gobernados elegirá la fórmula innovadora y creadora, o sea, la República Constitucional. Tan seguros estamos de la superioridad institucional de la RC, sobre todos los sistemas políticos europeos, que pedimos para los federalistas republicanos y los partidócratas el mismo tiempo y los mismos medios de información, que los que se pongan a disposición de los repúblicos durante el período de libertad constituyente. La República Constitucional no tiene rival.
El MCRC promueve:
1. La abstención general ante las urnas de la partidocracia, para deslegitimar a la clase politica del corrompido régimen monárquico.
2. La apertura de un período de libertad constituyente.
3. La elección de la RC en un referendum sobre la forma de Estado (República) y de Gobierno (democracia representativa).
4. El cambio del sistema proporcional de listas de partido, que no es representativo, por el sistema de candidaturas uninominales con mayoría absoluta en distritos pequeños.
Antonio García-Trevijano Forte
Libertad Constituyente, 2011
Libertad Constituyente, 2011
PRIMERO. En España no hay ni hubo nunca Democracia, siendo el régimen actual una oligarquía política de unos pocos partidos, que tienen secuestrada la Libertad Política colectiva al depender exclusivamente de los Jefes de Partido la conformación y el control de los Tres Poderes del Estado: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial.Exigimos la completa separación de los tres poderes del Estado.
SEGUNDO. Que los españoles tienen derecho a su Libertad Política Colectiva, consistente la elección de sus representantes en cámara Legislativa, la deposición de los mismos a través del Mandato imperativo en cualquier momento; La elección por sufragio universal a doble vuelta del Jefe de Gobierno y la más completa libertad de sufragio pasivo, se esté o no en un partido para presentarse a convocatorias electorales. Para ello, deberá desaparecer tanto el actual sistema electoral como las actuales circunscripciones que deberán ser sustituidas por Distritos electorales.
TERCERO. Que la actual Constitución es una imposición a los Españoles en un plebiscito disfrazado de referendum, sin dar más opción que el proyecto consensuado por el heredero de Franco y los Jefes de Partido Estatales usurpando a la Sociedad Civil su derecho a la opinión y decisión.
Exigimos la apertura de un periodo de Libertad Constituyente para que los Españoles conozcan y decidan en libertad que modelo de Estado(Monarquía,República Constitucional… ) quieren tener así como la Carta Magna debatida publicamente y votada en legal y regular referendum.
CUARTO. Que las organizaciones abajo firmantes rechazan la Monarquía Juancarlista como forma de Estado.
QUINTO. Que los partidos polííticos y sindicatos deben abandonar el Estado, dejando de estar sufragados por el mismo, y garantizando la más completa igualdad de oportunidades entre las diversas opciones.
Que el acceso a una convocatoria electoral no puede estar limitado por ningún poder del Estado, limitándose éste a asegurar la igualdad de oportunidades.
SEXTO. Que los sindicatos estatales actuales deben ser sacados del Estado y devueltos al control de los trabajadores como herramienta de defensa de sus intereses, eliminando de raiz la cooperación necesaria entre la casta política y sindical: Todos miembros de la oligarquía partidocrática.
SEPTIMO. Que las organizaciones firmantes se comprometen a reinvindicar la abstención electoral en las elecciones que la partidocracia organice hasta que en España haya un periodo real de Libertad Constituyente y Democracia y a trabajar por ésto último.
by José Antonio Sánchez on Scribd
LIBERTAD CONSTITUYENTE
by Yanka on Scribd
REPÚBLICA CONSTITUCIONAL
VER+:
0 comments :
Publicar un comentario