EL Rincón de Yanka: HAY QUE RECUPERAR EL RITO DE LA COMIDA FAMILIAR (COMENSALIDAD FAMILIAR)

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jueves, 22 de septiembre de 2011

HAY QUE RECUPERAR EL RITO DE LA COMIDA FAMILIAR (COMENSALIDAD FAMILIAR)

Comidas en familia en vía de extinción

La televisión sigue ganando espacio como
'miembro de familia'.
.
Por la falta de tiempo y las largas jornadas de trabajo
se impone la tendencia de comer menos con los seres queridos, aumenta el aislamiento y la soledad.

Familia que come unida permanece unida



La cultura contemporánea ha modificado de tal forma la lógica del tiempo cotidiano en función del trabajo y de la productividad que ha debilitado la referencia simbólica de la mesa. Ésta ha quedado reservada para los domingos o para los momentos especiales, de fiesta o de aniversario, cuando los familiares y amigos se encuentran. Pero, por regla general, ha dejado de ser el punto de convergencia permanente de la familia.

“La mesa familiar ha sido sustituida lamentablemente por el fast food, comida rápida que sólo hace posible la nutrición, pero no la comensalidad. Yo solía dar charlas sobre trastornos alimentarios y comencé a estudiar la historia de la anorexia y de la bulimia, y a partir de allí, eso me llevó a estudiar la historia de la comensalidad. Comensalidad significa comer y beber juntos alrededor de la misma mesa. Ésta es una de las referencias más ancestrales de la familiaridad humana, pues en ella se hacen y se rehacen continuamente las relaciones que sostienen la familia. La mesa es el lugar privilegiado de la familia, de la comunión y de la hermandad. En ella se comparte el alimento y con él se comunica la alegría de encontrarse, el bienestar. Aparece como un espacio para dialogar, como una oportunidad de los padres de transmitir valores, costumbres y normas a sus hijos. Un estudio que realizamos, reveló que el lugar más frecuente en el que se encuentran y dialogan los hijos y sus padres es en la cena. Refieren tanto adultos como adolescentes que los temas más frecuentes son sobre los aspectos cotidianos, la escuela y el trabajo. Algunos además hablan de lo que piensan y de lo que sienten, pero no todos. Y también hay comentarios sobre los amigos, las salidas y los proyectos de futuro”, refiere la Dra. Pasqualini, directora de dos programas de actualización sobre abordaje integral del adolescente, uno dictado desde la Facultad de Medicina Virtual, UBA, el otro presencial en el Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez.


Diálogo alrededor de la mesa


Pero en la mesa no sólo surgen coincidencias, muchas veces puede ser lugar de diferencias generacionales, discusiones familiares o de pareja. Esto debe ser tomado también como algo positivo. Explica la especialista: “La mesa no tiene por qué ser siempre un espacio de placer, las discusiones forman parte de la vida cotidiana y eso también es una forma de enseñar a los hijos. Las discusiones con respeto y sin violencia, pueden sumar. También se sabe que cuando la familia tiene diálogo, este es un buen sostén y la salud del niño o adolescente se conserva mejor, por eso se cree que compartir estos momentos funciona un poco como prevención de adicciones, de trastornos alimentarios. El diálogo es fundamental. A veces el dialogo es difícil por la confrontación propia de este momento de la vida en que los chicos ya no sienten que sus padres son las personas idealizadas de la infancia, prefieren estar solos o con sus amigos y buscan nuevos referentes entre los adultos. Es frecuente que traten de imitar a un deportista o a un cantante u a otra figura con la que se identifican Y también que un día piensen una cosa y otro día otra. No les suele gustar oír consejos ni que constantemente le pregunten que hace, que piensa, que siente. Necesitan de momentos de intimidad”.

Comensalidad significa comer y beber juntos alrededor de la misma mesa. Ésta es una de las referencias más ancestrales de la familiaridad humana, pues en ella se hacen y se rehacen continuamente las relaciones que sostienen la familia.


La mesa, antes que a un mueble, remite a una experiencia existencial y a un rito.
Es el lugar privilegiado de la familia, de la comunión y de la hermandad.
En ella se comparte el alimento y con él se comunica la alegría de encontrarse, el bienestar sin disimulos, la comunión directa que se traduce en los comentarios sin ceremonia de los hechos cotidianos, en las opiniones sin censura de los acontecimientos de la crónica local, nacional e internacional.
Los alimentos son algo más que cosas materiales. Son sacramentos de encuentro y de comunión.
El alimento es apreciado y es objeto de comentarios.
La mayor alegría de la madre o de quien cocina es notar la satisfacción de los comensales.


Según el Centro Nacional de Adicciones y Abuso de Sustancias de la Universidad de Columbia (CASA), un tercio de los adolescentes beben alcohol, fuman marihuana o toman cocaína cuando van a las fiestas de sus amigos. Si quieres que tu hijo no forme parte de esta estadística, usa la mejor arma de prevención: cenar en familia y dialogar mucho. Un estudio de CASA dice que estas comidas evitan que nuestros hijos caigan en las adicciones.


¿El vertiginoso estilo de vida te supera y cada miembro de su familia hace la suya? ¿La mesa del comedor está de adorno porque ya nadie tiene tiempo de usarla? ¿Las comidas multitudinarias han quedado en el recuerdo como algo del siglo pasado? Pues detente un instante y piensa cómo juntar a tus familiares y recuperar el ritual de la mesa, porque las comidas en familia, además de ser divertidas, previenen adicciones.


La mesa es un lugar sagrado, que nos permite a los Padres, poder conectarnos con nuestros hijos después de un día largo de trabajo.
¿Cómo lograrlo? Pues no tienes excusas. Si la cena no ha dejado de ser una costumbre, empieza por recuperarla: recuerda que para los hispanos es muy importante sentarse juntos y compartir. No dejes que la vida ajetreada te obligue a perder ésta tradición.


Para empezar, sigue estos pasos simples:

Haz una lista de compras para toda la semana pensando en el menú de cada día. Pueden ser comidas simples, pero cuida que incluyan estos grupos de alimentos: hidratos de carbono (pastas), legumbres (guisantes y lentejas), verduras, frutas, carnes y pescado.

Deja precocinados los pescados y las carnes y consérvalos en el freezer. Guarda las verduras en un sitio fresco. Así, cuando llegues del trabajo, podrás calentar lo que dejaste hecho y asegurarte una buena cena.

Invita a tus hijos a participar. Puedes pedirles que se encarguen de la ensalada o que te ayuden a lavar las frutas. Incluirlos en estos rituales los ayuda a comunicarse contigo
No permitas que coman solos en sus habitaciones, mirando televisión y a cualquier hora. Tienes que inculcarles la importancia de compartir opiniones, comentarios y experiencias al menos una vez al día.

A la hora de terminar la cena, cada quien deberia tener una tarea tal como, recojer los platos de la mesa, lavar los platos, botar la basura, etc.
"Empíricamente, y sin conocer cifras, podríamos afirmar que el valor que le damos aquí a la comida en familia, con amigos o al asado de los domingos, es muy alto. Esta encuesta muestra que la valorización, la frecuencia y la duración de nuestras comidas semanales en familia son mayores que en otros países del mundo", opinó la doctora María del Carmen Hiebra, jefa del Servicio de Adolescencia del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez en Argentina.


Una encuesta mundial presentada ayer asegura que siete de cada diez argentinos preparan comida casera más de seis veces por semana, lo que deja atrás a Europa, los Estados Unidos y el resto de América latina. Lo mismo ocurre con la frecuencia con la que padres e hijos comparten la mesa: el 95% de las comidas del día se disfrutan alrededor de la mesa hogareña.


Sigue esta actividad y veras los siguientes beneficios en nuestros hijos:

Menos riesgo de obesidad
Menos abuso de las drogas
Menos fumar
Menos desordenes de comer
Mejor posibilidad de graduarse de la escuela secundaria
Mejor vocabulario
Mejor destreza en leer
Mejor nutrición (de proteínas y calcio)
Comer más frutas y verduras
Comer menos alimentos fritos.
Beber menos gaseosas
Mejor autoestima
Mejor automotivación
Menos actividades de alto riesgo.


Las comidas en familia hacen resurgir la tradición oral, la conversación. Los expertos en desarrollo infantil dicen que los niños —especialmente los adolescentes— se comunican mejor con sus padres cuando tienen una actividad secundaria que elimine parte de la presión. Untar con mantequilla una rebanada de pan, volver a llenar el vaso de jugo, y servirse un poco de ensalada en el plato, proporciona la distracción perfecta para que ustedes les pregunten cómo les fué en el día, compartir sus creencias y escucharlos, haciendo que sus hijos se sientan lo suficientemente cómodos para abrirse y compartir también sus intereses y preocupaciones.


Una vez que la comunicación se vuelve fluida, tenemos la oportunidad de analizar con nuestros hijos las experiencias que tuvieron en el día, para ayudarles a tener la perspectiva de Dios y considerar las cosas en un contexto bíblico. No se trata de darles un sermón, ni de tener un devocional familiar, sinó de un tiempo para conectarse, animar, exhortar y hacer preguntas sobre todo lo que el mundo les hizo experimentar ese día.


El Dr. Donald W. Welch, profesor de Educación Cristiana y Estudios de la Familia en MidAmerica Nazarene University, compara a momentos como éstos, con hacer depósitos en la cuenta bancaria emocional de un niño. Cuando las cosas se vuelvan problemáticas entre usted y su hijo, o cuando llegue a una edad en que comenzará a alejarse de la familia, el recuerdo de las veces que se sentaron a comer juntos será de inmenso valor. Usted descubrirá que esa experiencia le ayudó a acumular un jugoso "saldo" que puede utilizar.
¡Sino ha empezado, empiece ahora mismo! ¡Nunca es tarde!




Comer juntos en familia 
es más importante que nunca


Blumenfeld desarrolla, junto a su equipo, programas de alimentación saludable para niños y familias en los que reivindica la importancia de comer variado, el ejercicio físico y el descanso para el desarrollo del cerebro y el aprendizaje. Defensor de la dieta mediterránea nos invita a “recuperar el disfrute de sentarnos a comer en familia” asegurando que es el mejor hábito que podemos mantener en la alimentación de los niños. Por eso, Blumenfeld describe las comidas y cenas familiares como “la última trinchera” para no estar completamente mecanizados: el último espacio que nos queda para conversar y no perder nuestra humanización.


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