EL Rincón de Yanka

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jueves, 27 de septiembre de 2018

📒📘📕 LA LITERATURA: ESE JARDÍN DE LIBERTAD 🌲🌳🌷🌸🌹🌺🌻🌼



La literatura: ese jardín de libertad 
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Si la cultura es el principio de la libertad, quizá el anhelo de libertad es un camino para llegar a la cultura. 
Pocas semanas antes de su último viaje a Granada, Federico García Lorca escribió las palabras que bien pueden ser, son, su legado de poesía y de humanidad: «Ni el poeta ni nadie tiene la clave del secreto del mundo y de la libertad. Yo quiero ser bueno. Sé que la poesía eleva y, siendo bueno, con el asno y con el filósofo, creo firmemente que tendré la agradable sorpresa de encontrarme con la libertad y trasladar mi casa a esas estrellas».
Federico, poeta de íntima e inagotable inspiración, hombre dionisíaco y contemplativo, autor de ayer y de hoy, bordó en la bandera de la libertad el amor más grande su vida. Cayó como soldado de las letras luchando por esa causa. No sé si la encontró, pero a mí me enseñó que la libertad está hecha de pequeñas cosas y no de grandes palabras, que se aprende y se conquista, aunque llegue a nosotros como una revelación inesperada y una flor del tiempo. Recuerdo el descubrimiento de los versos de Federico García Lorca con la fuerza de una sensación física. Sus palabras me llamaban a una realidad distinta en la que aprendí a sentirme libre y a volar como los pájaros, sin alas de repuesto.

Conviene escuchar y pensar para convertir los rumores de la vida en actos y en palabras. Decía Antonio Machado que la verdadera libertad no consiste en poder decir lo que se piensa, sino en poder pensar lo que se dice. El mundo, al menos el mío, se hace libre en las palabras que digo. Cabe en todas las letras que se asoman en un cuaderno con borrones y esquinas rotas. La riqueza de la libertad es comprender que el mundo es redondo como una letra O bien hecha y paciente, igual que el pulso de un niño que quiere ordenar las cosas en su caligrafía y escribe árbol con una A que tiene sabor a manzana, y encierra el viento en una V, y al mar que nunca ha visto en una M, y al sol en una S con rayos. Necesitamos repetir, como el niño que aprende a escribir, que la cultura es el principio de la libertad, que la cultura es el principio de la libertad, que la cultura es el principio de la libertad... En el origen de la civilización moderna, como raíz última de cualquier invención y de las esperanzas más nobles, está el pulso esmerado del niño que encierra el sol en una S, y la voz del maestro que le enseña a leer, a sumar o a dividir, para hacerle dueño de su propio destino y responsable de la luz del mundo.

Si la cultura es el principio de la libertad, quizá el anhelo de libertad es un camino para llegar a la cultura. Cervantes, por ejemplo, escribió una parte del Quijote en la cárcel, despojado de libertad y con una visión en sintonía con las ironías de sus circunstancias. También el deseo de libertad es una musa. A Cervantes la tensión entre la libertad y el cautiverio le llevó a traspasar las convenciones literarias de su tiempo y a poner en marcha todas las técnicas y recursos imaginativos que han utilizado escritores posteriores.

Fiódor Dostoievski trató de explorar la condición humana en sus obras. Sus novelas no sólo contienen elementos autobiográficos, también se ocupan de cuestiones morales y filosóficas. Sus personajes presentan puntos de vista conflictivos o ideas acerca de la libertad, la elección, el bien, el mal y la felicidad. «La libertad no es contenerse a sí mismo, sino saber controlarse», dijo. Este autor dio crédito a Don Quijote como precursor de su retrato de un hombre positivamente bueno, el príncipe epiléptico Mishkin de "El idiota". «De los buenos personajes de la literatura cristiana, el más completo es el de Don Quijote», señaló en 1868, mientras trabajaba en la novela. «Pero él es bueno porque al mismo tiempo es ridículo. Ése es el principio de su libertad», añadió. Dostoievski también experimentó un cambio profundo en su experiencia carcelaria. Ya había publicado su primera novela, Pobres gentes, cuando fue detenido en 1849 por su participación en un grupo de intelectuales de izquierda de San Petersburgo. Después de varios meses de encierro, fue condenado a muerte, llevado con otras personas de su grupo a la plaza Semyonovsky y puesto frente al pelotón de fusilamiento. A última hora, el azar detuvo su ejecución, pero Dostoievski pasó cuatro años de trabajos forzados en el gulag de Siberia, donde su condición de persona educada enardecía a otros reclusos. «Se irritan y son demasiado toscos y amargados», le escribió a su hermano. La experiencia carcelaria de Dostoievski dio paso a una conciencia de lo irracional y de un sentido de sufrimiento colectivo. Sus mejores novelas, como Crimen y castigo y Los hermanos Karamazov, son joyas de la perspicacia psicológica. En ellas y en otras de sus obras dejó escritas lecciones como ésta: 
«Todo el que quiera la libertad suprema debe tener el atrevimiento de matarse. Quien se atreva a matarse ha descubierto el secreto del engaño. Más allá de eso, no hay libertad; ahí está todo; más allá no hay nada. Quien se atreva a matarse es un dios… Pero nadie lo ha hecho hasta ahora».
Mikhail Bakhtin, en su novela Los presidios de Siberia, escrita como ficción desde el punto de vista de un hombre que ha asesinado a su mujer, documenta su propia experiencia carcelaria. El dinero es libertad acuñada y, por lo tanto, es diez veces más valioso para un hombre privado de la libertad. Explica el comercio de vodka y tabaco en la cárcel y la compulsión a robar. Su recluso ficticio sueña sin descanso con la libertad, como su autor.

Este anhelo de libertad, mientras se soporta la dureza de la cárcel, es un hilo de la vida literaria de Aleksandr Solzhenitsyn, detenido en 1945 por hacer comentarios despectivos sobre Stalin en una carta. Después de terminar su condena en 1955, se exilió en el sur de Kazajstán. En la soledad, asediado por los recuerdos angustiosos, escribió su primera novela "Un día en la vida de Iván Denísovich" y dejó escrito: «Ay de la nación cuya literatura es interrumpida por la intrusión de la fuerza. Esto no sólo vulnera la libertad de prensa: significa el sellado por el corazón de una nación, la escisión de su memoria». La esencia de su pensamiento quedó plasmada en el discurso que pronunció al recibir el Premio Nobel de Literatura de 1970: 
«Cada persona se convierte en el personaje principal cada vez que la acción le concierne. No se trata sólo de una técnica, es un credo. La narración se centra en el único elemento humano en existencia, el individuo humano, con igualdad de condiciones entre iguales, un destino entre millones y un millón de destinos en uno. Esta es la totalidad del humanismo, en resumidas cuentas, pues el núcleo es la libertad y el amor del género humano».
El análisis de la relación del individuo con la libertad también fue un tema recurrente para el filósofo y economista escocés John Stuart Mill. En el libro Sobre la libertad expresó su tesis fundamental defendiendo que nuestra libertad individual debe ser protegida como algo sagrado frente a las intromisiones de los Gobiernos o del conjunto social: «La naturaleza humana no es una máquina que se construye según un modelo y dispuesta a hacer exactamente el trabajo que se prescrito, sino un árbol que necesita crecer y desarrollarse por todos lados, según las tendencias de sus fuerzas interiores, que hacen de él una cosa viva».

Curiosa es también la interpretación que Jean-Paul Sartre hace en su primera obra filosófica, "El ser y la nada". Concibe a los humanos como seres que crean su propio mundo al rebelarse contra la autoridad y aceptar la responsabilidad personal de sus acciones, sin el respaldo ni el auxilio de la sociedad, la moral tradicional o la fe religiosa. El hombre es libre de elegir lo que es, como condición necesaria de la auténtica existencia humana. La libertad produce angustia porque el hombre debe tomar todo tipo de decisiones, constantemente debe elegir y son esas elecciones la que producen la angustia. Para Sartre «el hombre es esclavo de su libertad» y la libertad tiene como fundamento la nada, como posibilidad para ser sin contar con nada más que uno mismo.

Como estos escritores muchos otros han demostrado que, aunque la reclusión es onerosa, la imaginación humana y el sueño de libertad puede servir de inspiración para crear obras maestras. En España, la unión entre el amor y la libertad tiene nombre propio: Miguel Hernández. Pensar en la libertad es pensar en él. Mitad hortelano, mitad desbordante, fue un poeta que se acechaba a sí mismo. Tenía el ánimo popular y el verso hecho de rastros de Góngora. Miguel Hernández es el poeta del pueblo que ríe y llora, y ama, y gime, y muere en el penal de muerte abandonada, de humillaciones. Miguel Hernández escribía con las herramientas del sudor y el esfuerzo del hombre que empieza a sentir y siente la vida como una guerra. Fue el prisionero que redactó cartas y poesías en trozos de cartón, en el reverso de hojas usadas incluso y muchas veces en papel higiénico mientras la vida se le iba de prisión en prisión. Miguel Hernández era un poeta bien rematado, pero un poeta sin demonio: 
«La libertad es algo que sólo en tus entrañas bate como el relámpago». Hay poetas, pocos, que lanzan las palabras más lejos que la vida. Éste es uno de ellos. Si alguien abre cualquier día una antología de sus poemas y descubrirá, como un milagro, a un ser libre en metáforas: «Tu risa me hace libre, me pone alas. Soledades me quita, cárcel me arranca. Boca que vuela, corazón que en tus labios relampaguea». 
Antoine de Saint-Exupéry decía que la única libertad es la de la mente. Y Hemingway amó la libertad sin interrogarse sobre los riesgos que implicaba buscarla. Antes de conocer a Federico García Lorca, Espronceda me abrió las puertas de la literatura con la fascinación propia de un pirata capaz de perder la vida por mantener la libertad.
Cultura y libertad. Nada rejuvenece más que la sensación de sentirse libre, de echarse al camino, como escribió Baroja en sus memorias, silbando y con la chaqueta al hombro.
La libertad, la mía, es una librería y la primera página de un libro. Una canción prohibida. Cantar al alba, hacer el amor en los parques. Una forma de amor, la libertad.

miércoles, 26 de septiembre de 2018

😠⛔ PELIGRO, ALTO VOLTAJE: PERSONAS TÓXICAS

8 rasgos que te permitirán 
detectar a las personas tóxicas

😠⛔

Las personas somos seres sociales por naturaleza. Esta necesidad de intercambio no solo se alza como una fuente maravillosa de bienestar, sino que también nos proporcionará valiosos aprendizajes, como detectar a las personas tóxicas. Por ello, es importante que estemos muy atentos a nuestras interacciones. De lo contrario, podemos quedar atrapados en las trampas que estos perfiles elaboran a través de las más sofisticadas estrategias.

Asimismo, no podemos dejar de lado un aspecto importante. Este tipo de dinámicas apagan nuestra vitalidad, generan estrés y malestar psíquico. Nadie es inmune a su comportamiento. Por ello, además de reconocer cuándo nos encontramos verdaderamente ante un perfil de estas características, también es necesario saber cómo manejarlos, cómo tratarlos. Veamos más datos a continuación.
“Muchas veces permitimos entrar en nuestro círculo más íntimo a los chismosos, a los envidiosos, a gente autoritaria, a los psicópatas, a los orgullosos, a los mediocres, en fin, a gente tóxica, a personas equivocadas que permanentemente evalúan lo que decimos y lo que hacemos, o lo que no decimos y no hacemos”.

Personas tóxicas, 
personas con comportamientos abusivos

Tal y como nos explican en un artículo publicado en el espacio Psychology Today, el comportamiento tóxico se extiende en casi cualquier escenario de nuestra sociedad.Incidimos en el término “comportamiento tóxico” por una razón que es necesario aclarar en un primer lugar. El ser humano no presenta toxicidad alguna, esta designación debe centrarse ante todo en las conductas manifiestas de cada individuo, esas que por su efecto negativo impactan de forma directa en los demás.
Este tipo de personas afectan al clima de las empresas e incluso a la productividad. Crean relaciones de pareja muy desgastantes. Edifican vínculos con su entorno donde muchas familias pueden quedar distanciadas, donde grupos de amigos acaban rompiendo sus lazos por ese elemento disruptivo, ese perfil tóxico que todo lo envenena con su comportamiento.

Dada la popularidad del término “persona tóxica”, cabe decir que en ocasiones hacemos un pequeño abuso del mismo. Debemos ser objetivos y ante todo, ser conscientes del efecto que tienen sobre nosotros. No basta con que ese compañero de trabajo esté siempre de mal humor, no basta con que alguien nos dé una negativa en un momento dado o nos lancen una crítica puntual.
Detectar a las personas tóxicas exige tener en cuenta una serie de características muy concretas que se mantienen estables en el tiempo y que además, se ejecutan con una clara intencionalidad. 

La negatividad se contagia
Esto ocurre por la ley del “contagio emocional”.
Seguro que te has encontrado en muchas ocasiones en las que la actitud positiva de una persona te ha contagiado y has sentido la misma actitud.
Con las personas negativas ocurre lo mismo. Te contagiarán con su actitud y sentirás sus mismas emociones, las cuales son negativas.
Por tanto, intenta estar siempre rodeado/a de gente que vea la vida de manera positiva y con entusiasmo, lejos del negativismo y el pesimismo que tanto caracteriza a estas personas.
Te van a guiar por el mal camino
Las personas tóxicas no actúan, solo hablan de forma pesimista sobre la vida y se quejan continuamente sin hacer nada por evitar ese estado de ánimo, más bien parece que les gusta ser así. No suele tener otro tema de conversación que no sea el suyo propio.
Y como todos sabemos, si no se pasa a la acción, es imposible conseguir nada en la vida, ya sea conseguir un buen trabajo, estudiar una carrera universitaria, llevar una dieta saludable, etc.
Por definición, estas personas no consiguen logros difíciles porque ni siquiera lo intentan.
Y probablemente, te influirán negativamente o incluso argumentarán porqué no deberías intentar algo. Veámoslas.

1. Son egocéntricas y arrogantes
El primero de los rasgos para detectar a las personas tóxicas es que hablan continuamente y en exceso de sí mismas. Son el centro de toda atención, son ese agujero negro donde todo se dirige, ese epicentro que insiste en ser alimentado, atendido, tenido en cuenta y hasta venerado. 
Son arrogantes: no confiadas, sino arrogantes, es decir, creen que lo saben todo y se sienten superiores a los demás. Probablemente algo explicado por el efecto Dunning-Kruger.

2. Tienen una visión pesimista de las cosas
El discurso de la persona tóxica está construido a través de quejas, críticas y pesimismos. Son los típicos que sacan el lado oscuro a todo lo que les propongas o les cuentes a través de sus críticas y quejas continuas. Asimismo, nada puede ser tan complicado como alcanzar un objetivo o realizar cualquier tarea junto a este tipo de perfil.
Son expertos en encontrar problemas a toda solución. A su lado la motivación se extingue y no dudan en poner una zancadilla tras otra hasta hacer de un simple ovillo, una montaña de dificultades.

3. Ocupan el rol de víctimas
Si tienes alguna persona en tu entorno que siempre asume el rol de víctima para ser el centro de atención, hay muchas posibilidades de tengas ante ti a una persona tóxica. Esta estrategia les permite ser validadas y disponer a su antojo de todos nuestros recursos, de todas nuestras energías.

4. Falta de empatía
Lo decíamos al inicio, para detectar a las personas tóxicas calibra tu estado emocional. Si decimos esto es por un hecho más que evidente: los perfiles con dicho comportamiento sabotean autoestimas. Carecen de esa empatía primordial con la que ser conscientes del efecto que sus dinámicas tienen sobre los demás.
No solo no son capaces de calzarse en los zapatos ajenos, sino que además, no tienen intención alguna de hacerlo. Ellos son ese punto de referencia único y absoluto por donde debe orbitar todo el universo.
“En una relación tóxica siempre existe un tono constante de crítica y tensión. Este comportamiento se origina ya en el seno familiar: si una persona ha sido educada por padres excesivamente críticos y han sido testigos de esta actitud en repetidas ocasiones, ya están acostumbrados a las críticas. Además, estas personas están predispuestas a provocar el mismo tipo de toxicidad en generaciones venideras”.

5. Son envidiosas
Si quieres detectar a las personas tóxicas atiende ese sentimiento que les destruye y carcome por dentro: la envidia. Desear lo que no se tiene y odiar a quien tiene aquello que se anhela, es una fuente de sufrimiento y de inmadurez absoluta. Es además el motivante de muchas conductas agresivas. Aparecen los desprecios y esos odios donde se halla camuflado esa sensación, la de la envidia que lo devora.

6. Son infelices
No nos equivoquemos. Las personas con comportamientos tóxicos no son felices.Quienes viven este tipo de actitudes y comportamientos no entienden de inteligencia emocional. No se responsabilizan de sus actos ni de los efectos de los mismos. Se frustran con facilidad, no manejan la envidia, no saben canalizar su ira, no entienden sus tristezas… Carecen de esa solvencia emocional con la que poder invertir en bienestar y felicidad.

7. No se alegran por los logros de los demás
La persona con comportamientos tóxicos no compartirá tus alegrías ni te dará aliento en épocas complicadas. Será esa mirada que se incomodará con tus éxitos y que vendrá raudo y veloz cuando fracases para intensificar aún más la herida. Así, y por curioso que nos resulte, no siempre vemos a la primera este tipo de conductas. A veces las dejamos pasar. Otras incluso los justificamos: está ocupado, tiene muchas cosas en la cabeza y por eso no me ha felicitado o no ha venido a darme aliento y ánimos…

8. Provocan estrés
Hay numerosos estudios científicos que han demostrado que el estrés tiene un impacto negativo y duradero en el cerebro. 
La exposición al mismo durante pocos días puede afectar al funcionamiento del hipocampo, un área cerebral responsable de la memoria y razonamiento.
Algunas semanas de estrés puede provocar la destrucción de neuronas. Es decir, el estrés siempre tiene consecuencias a corto y largo plazo.
Una investigación reciente de la Universidad Friedrich Schiller de Alemania, demostró que la exposición a estímulos que provocan emociones negativas (las que provocan la gente tóxica), provoca un estrés pronunciado en el cerebro. 

No nos equivoquemos. Ahí donde habite una perfil de este tipo, no crece nada. Ahí donde se ejerzan este tipo de artimañas, nadie se sentirá feliz, nadie se sentirá bien ni podrá alcanzar meta alguna. El coste de este tipo de perfil puede ser inmenso en caso de que sea un familiar cercano o nuestra pareja. Por tanto aprendamos a detectar a las personas tóxicas, permitámonos respirar en equilibrio sabiendo de quién defendernos y con quien establecer saludables distancias.

CÓMO ALEJARSE DE PERSONALIDADES DE ESE TIPO

Este apartado también respondería a una pregunta más sencilla: cómo tratar con personas tóxicas. Posiblemente, alejarse es mucho más radical y dependiendo de tus circunstancias, un paso previo es la mejor opción.
Tenemos que aprender que en la vida recibimos aquello que toleramos, y hay comportamientos que no son tolerables y de los que debemos alejarnos. Tenemos que aprender a utilizar la asertividad para aprender a frenar y poner límites, y cuanto antes mejor.
Tenemos que hacernos respetar para que ese comportamiento intolerable no vaya a más y si es necesario, alejarnos de esa persona aunque al principio nos pueda doler, pero sino será peor.

Reglas básicas

Hacerte respetar
Saber decir que no
Mostrar confianza
Marcar límites

Todas ellas son reglas fundamentales para frenar a una persona tóxica. Generalmente un comportamiento negativo se mantiene porque obtiene algún tipo de beneficio, pero cuando se corta ese beneficio, manipulación o control ya no obtiene lo que pretendía. Por ello, en muchos casos ese comportamiento cesa.
En ciertos casos de conflictos, puedes probar a decir con firmeza y convicción lo siguiente: “hasta que no me hables de forma correcta, con educación y con respeto no me dirijas la palabra”. En muchas ocasiones es más efectivo de lo que podamos imaginar a la hora de alejarse de personas y relaciones tóxicas (¿Un ejemplo de este tipo de personas? Las narcisistas).

Algunas señales evidentes de una pareja tóxica

a) Te controla (según su manera de pensar) "por tu propio bien”. Controla lo que haces, dónde estás, con quién estás, tus horarios, con quién hablas, vigila tus redes, tu móvil, hasta en qué te gastas el dinero.
b) Te infravalora, te falta al respeto, intenta sentirse superior, dando la sensación que a dónde vas a ir en la vida sin él/ella. Se mete con tu manera de vestir, te intenta influir para que seas como quiere o supone que deberías ser.
c) Es un/una chantajista emocional. Si no se hace lo que quieres, se enfada y te reprocha cosas. Toma decisiones por ti sin pedir tu opinión.
d) No puedes tener conversaciones profundas sobre lo que realmente te importa, porque esas conversaciones se convierten en constantes discusiones.
e) Te hace sentir culpable por todo, no es responsable de nada, nunca hace nada mal, va de víctima y siempre la culpa es tuya o de los demás.
f) No reconoce tus méritos; es más hace lo contrario, les resta importancia porque le hace sentirse más pequeño y así procura sentirse superior, haciendo sentir a su pareja inferior, como que no da la talla.
g) No puedes ser tú. Vas restringiendo tu personalidad y tu espontaneidad por miedo a sus reacciones.

La lista es aún más amplia, pero estos son algunos de los rasgos fundamentales, aunque si nos encontramos justificando lo injustificable, soportando lo insoportable, es que estamos ante una persona/relación tóxica y es hora ponerle freno o salir de ahí.
Las actitudes que causan infelicidad y “mala vida” se pueden corregir, romper y deshacer. Se pueden superar con fuerza de voluntad y lo más importante, el deseo de ser feliz y conquistar tu felicidad, compartiéndola con el mundo.


ALFABETO EMOCIONAL



Pilar Sordo, con su excelente sentido del humor, 
nos explica acerca de las personas negativas


💖 PINOCHO (Pinocchio), UN NUEVO MITO: EL HIJO QUE SALVA A SU PADRE y LA IMPORTANCIA DE LA EDUCACIÓN Y EL ALEGATO A LA DESOBEDIENCIA CIVIL


Pinocho: Un mito moderno


"Las aventuras de Pinocho" nos proporcionan un mito actual y, al mismo tiempo, perpetuo. Es decir, el mito que encierra el destino eterno e inmutable del hombre en la expresión simbólica de la realidad, el mito que exprime la realidad espiritual y existencial del hombre en el cosmo.

"Te envío esta chiquillada; haz lo que tú quieras". Así escribía Carlos Lorenzini, inventor de Pinocho, al enviar el primer capítulo de la "Historia de un muñeco" al director-gerente del Diario de los Niños que se imprimía en Roma en el año 1881.

Sin embargo, Carlos Lorenzini -quien desde 1860 ya escribía bajo el seudónimo de Carlos Collodi, por ser Collodi el pueblecito de Toscana donde había nacido su madre- en aquel entonces no imaginaba de componer una obra maestra. Pero el libro, nacido por necesidades económicas de su autor y, casi por broma, se convertiría, a lo largo del tiempo, en el libro más traducido después de la Biblia hasta alcanzar fama universal.

La universalidad de la fama de Pinocho deriva del hecho que esta historia de un muñeco gusta tanto a los adultos como a los niños; tanto es así que justamente se ha observado que esta obra maestra de literatura para niños, más que ser leída por los niños, es leída a los niños por los adultos.

Otros han destacado que Pinocho es un libro dirigido a los adultos, sólo con la excusa de que está escrito para niños.

Opinamos que es inútil discutir si Pinocho sea un libro para adultos o para niños. Más bien se puede decir que este libro toma la realidad de la vida disolviéndola en lo fabuloso y en lo mágico; y por lo tanto encierra costumbres, modalidades y símbolos de todo un pueblo; símbolos aflorados desde un Inconsciente Colectivo que 
-de acuerdo con el psicólogo Jung- envuelve cada ser humano, sin distinción de edad.

Desde esta perspectiva es posible y plenamente legítima una lee tura analógica y metafórica -y no sólo lógica y racional- de las aventuras de Pinocho bajo distintos puntos de vista.

El simbolismo del muñeco Pinocho

El primer significado simbólico nos lo proporciona el protagonista de la historia: el mismo muñeco Pinocho. En efecto, Pinocho está hecho de madera, y la palabra madera tiene su origen en la palabra latina materia, a través de la cual los latinos se referían, precisamente, a la madera para la construcción. Pero la misma palabra madera comparte su raíz con la palabra latina mater, es decir: la madre que es la matriz de la vida. Pinocho entonces no tiene sólo un padre, como todos opinan y que es Geppetto, maestro de madera; él tiene también una madre: la madera que es su matriz y desde la cual sale el muñeco, así como el niño sale desde el útero de su madre natural.

El trozo de madera, además, nos lleva al simbolismo de la redención porque la madera indica -en el plan físico- la materia que necesita ser transformada en el plan metafísico. ¿Y dónde está la madera? En el bosque, en la foresta, en la selva; otros elementos simbólicos, porque el bosque, la foresta, la selva indican el mundo inferior de las tinieblas desde el cual es necesario salir. Pensamos en la selva agreste y fuerte de Dante (en el primer canto del Infierno) y en el aventuroso y místico camino hacia la expiación -la catarsis de los griegos- y la redención.

Geppetto ha olvidado de hacer a su muñeco las orejas. Ahora bien, las orejas en el simbolismo tradicional indican el medio a través del cual se escucha la verdad (pensamos en las grandes orejas del Buddha). Por e so Pinocho no puede entender y enterarse de los buenos consejos que recibe de Geppetto, del Hada de cabellos azules y del Grillo hablante.

Por el contrario, Pinocho tiene una buena nariz; es decir, pose e destacada intuición y notable fantasía, pero la falta de oído hace que su intuición y fantasía se desarrollen en las mentiras. Consecuentemente, Pinocho actúa estimulado sólo por el corazón que no oye la verdad y que, por lo tanto, se equivoca o se porta tontamente siguiendo malos ejemplos; como es el caso del encuentro con el Zorro y el Gato y, después, con Lucignolo.

En el cuento de Collodi, el simbolismo que envuelve las figuras del Zorro y del Gato está pintado con sabrosa ironía. El Gato simula de estar ciego, dejándose guiar por el Zorro que -a su vez- simula de ser cojo, y por lo tanto se apoya al Gato; es decir: la malicia que el Zorro representa se hace conducir por parte del Gato que, aquí, representa la mentira disfraza da como una verdad sólo aparentemente auténtica. El Gato, además, repite como Loro todo lo que el Zorro propone.

Sentido de las alegorías simbólicas

Los símbolos que los dos animales representan, aquí se integran en perfecto equilibrio.

El niño Lucignolo representa también una interesante alegoría simbólica, pero en un sentido casi contrario a lo que nos proporciona el muñeco Pinocho.

Si Pinocho -en cuanto muñeco de madera- representa el hombre mecánico producido por el maquinismo técnico, Lucignolo por ser un niño de carne y hueso, nos indica la dignidad humana del hombre.

Si Pinocho no posee orejas, por el contrario Lucignolo las tiene y bien puestas; pero a él de nada le sirven. Entonces, por no haber sabido disfrutar positivamente su dignidad humana, por no haber escuchado la voz de la verdad con sus orejas de niño normal y bien nacido, Lucignolo es condenado a transformarse -y para siempre- en un burro con dos largas orejas peludas.

También Pinocho es transformado en burro, por haber seguido tontamente los consejos de Lucignolo, que los llevaron a ambos a la "Ciudad de los juguetes".

Pero Pinocho, al tener las largas orejas de burro, aprende el valor de los consejos sabios que antes había eludido; aprende además a reflexionar sobre lo bueno que la vida proporciona a quien sigue el camino recto. Por eso Pinocho puede redimirse, puede abandonar su condición de burro dejando, en fin, de ser el muñeco de antes y transformarse en el niño de carne y hueso que él había anteriormente imitado.

La figura alegórica del burro tiene un clásico antecedente simbólico en El burro de oro de Apuleio; del cual aprendemos que el "transformarse" -según el mito de la metamorfosis al cual Apuleio se refiere- indicaba una experiencia catártica, redentora, necesaria para lograr el verdadero conocimiento metafísico.

Collodi –claro- nos proporciona el mito del burro en un sentido menos esotérico y más simple; porque nos indica que la condición de animal -después de todo- resulta ser una manera por salir de la mecanicidad del muñeco a la vitalidad -por animal que ésta sea- de un ser viviente; y además resulta una manera de acercarse a la dignidad superior del ser humano.

El itinerario catártico de un Ulises infantil

Por medio de una alegoría sagaz, Carlos Collodi nos da aquí una lección transparente de moral práctica: por ser muñeco Pinocho es mucho menos responsable que Lucignolo, niño de verdad. Por eso Pinocho merece más comprensión; mientras que el castigo de Lucignolo no tiene remedio y debe ser irrevocable porque -como nos enseña la ley del contrapeso dantesco- la pena tiene que ser proporcional al delito; y el delito de Lucignolo reside en el hecho de no haberse portado según la dignidad de una criatura humana, haciéndose el burro.

El itinerario "catártico" de Pinocho resulta muy interesante. Una vez transformado en burro, Pinocho es comprado por el director de un circo ecuestre y tiene que aprender a bailar y saltar en los círculos, hasta que un día cae de mal modo y queda cojo. Por este motivo, el director del circo vende el burrito Pinocho a un viejito que quiere la piel del burro para hacer un tambor para la banda municipal.

El viejo lleva el burro a las orillas del mar, le pone una gruesa piedra al cuello y lo hecha a las aguas para ahogarlo. Los peces, por orden del Hada de cabellos azules, comen la piel asnina dejando al muñeco nuevamente su cuerpo de madera que flota en el mar. Pero, después, el pobre muñeco es tragado entero por un enorme tiburón.

En el vientre del tiburón, Pinocho encuentra un atún y, luego, atraído por la luz de una velita que brilla de lejos, descubre a su padre Geppetto, quien vive desde hace dos años en el vientre del tiburón. Con el auxilio del atún, Pinocho y Geppetto logran salir del tiburón, el cual duerme con la boca abierta porque sufre de asma.

Una vez recuperada la libertad, Pinocho se pone a trabajar duro para ganar el dinero que Geppetto enfermo necesita para comprar remedios y comida. De día Pinocho confecciona canastos de mimbre y de noche escribe y lee. Cuando aprende que su Hada de cabellos azules se ha enfermado y no tiene plata, Pinocho le proporciona todos sus ahorros y, además, hace trabajos extraordinarios para ayudarla; en una sola noche confecciona ocho canastos en lugar de cuatro. La mañana siguiente, cuando se mira en el espejo, Pinocho no ve la figura de un muñeco de madera, más bien ve, en cambio, la figura de un niño alegre e inteligente.

Hasta Geppetto está sano y alegre, como hace tiempo y explica a Pinocho que los niños, al transformarse de malos en buenos, tienen facultad de proporcionar una vida serena y tranquila también a sus familiares.

La conclusión del itinerario catártico de Pinocho involucra una moral; no se trata de una moral sublime, pero más bien de una moral práctica: existe una justicia superior que recompensa el bien y castiga el mal. Por lo tanto hacer el bien tiene sus ventajas, mientras que -a la postre- no conviene portarse mal.

Carlos Collodi presenta esta moral de una forma alegre que facilita a los niños la captación espontánea de la filosofía pedagógica involucrada en el cuento; es decir, que a través de la experiencia el niño adquiere paulatinamente su autonomía alcanzando la plenitud de su ego en la dignidad y libertad del ser humano integral.

Pinocho enfrenta sus aventuras y recorre el camino de la experiencia mágica, expiando sus culpas para poder dejar finalmente su condición de muñeco de madera y renacer como niño de verdad; y por eso, alguien comparó Pinocho a un Ulises infantil sus aventuras a una "Odisea de niños".

Y por arriesgada que sea esta comparación, las aventuras de Pinocho resultan muy adecuadas a la psicología edénica del niño, quien concibe el dolor y la muerte sólo como una suspensión de la felicidad, una pausa que ampara la niñez del peligro del dolor y del mal absoluto, porque la niñez no concibe ni el dolor ni la muerte como algo permanente y definitivo.

En esta perspectiva, el tiburón, el atún y el mar, que Pinocho encuentra mientras se aproxima el fin de sus aventuras de muñeco travieso, resultan ser los símbolos de la vida futura que la "renovación", proporcionada por las aguas de la vida nueva, va a permitir.

El tiburón creado por la fantasía de Collodi, es muy parecido a la ballena que se tragó Jonás; y como Jonás también Pinocho sale del vientre del enorme monstruo marino, listo para ser rescatado a una nueva vida.

La fábula de Collodi tiene un desenlace feliz que la distingue de las fábulas anglosajonas, en las cuales los niños protagonistas (como Peter Pan, por ejemplo) parecen vivir la nostalgia de un paraíso perdido, cultivando el deseo de ampararse para siempre en el jardín de la niñez.

Pinocho, por el contrario, manifiesta el modo típicamente latino de entender la niñez, porque en los países de cultura latina, en efecto, los niños son considerados pequeños aspirantes al oficio de los adultos.

El muñeco de Carlos Collodi simboliza el deseo que cada niño tiene de crecer y hacerse adulto; este deseo está amparado por el Hada de cabellos azules. Pero el Hada expresa la forma femenina del fatum latino; es decir: la personificación del destino que vigila la sucesión de los acontecimientos humanos. El Hada de Pinocho lleva en sus cabellos azules, además, la serenidad del cielo limpio y claro que anticipa la conclusión positiva y alegre de las aventuras del muñeco de madera, destinado a rescatarse como hombre de verdad.

El libro de Collodi tiene todos los ingredientes clásicos de los cuentos mágicos para niños: lo aventuroso, lo milagroso, lo bestial y monstruoso, lo fantástico; pero todos esos ingredientes están balanceados para una adecuada medida de jovialidad y de buen sentido. De este equilibrio entre lo fantástico y lo cómico, constituyen un ejemplo los personajes de Manducafuego ("Mangiafuoco") y del Pescador Verde.

Manducafuego parece un hombre espantoso, pero en el fondo no es un hombre malo; y cuando Pinocho pide ser quemado, en sustitución de su amigo el muñeco Arlequín para cocinar el almuerzo, Manducafuego se conmueve: deja libre a Pinocho y le regala incluso cinco monedas de oro.

La cólera del Pescador Verde, al ver que el pescado que el quería comer, es robado por un perro, de pronto se acaba con golpe de tos; lo que transforma una escena turbulenta en una escena cómica.

Considerando el humorismo típico que caracteriza las aventuras de Pinocho, el crítico italiano Piero Citati ha observado justamente que sólo Collodi podía oler los aromas de una hostería toscana en el vientre de un tiburón.

A pesar de todos sus ingredientes humorísticos, el libro de Collodi pertenece a la literatura del mito que, por medio de una interpretación fantástica de la realidad, proporciona al hombre adulto las distintas exigencias de su espíritu, buscando en la simbología del mito una "terapia del alma" capaz de satisfacer sus inquietudes. En este sentido los elementos característicos del libro de Collodi se conforman con las aspiraciones arquetípicas de la psiquis humana y, al mismo tiempo, con el código alegórico de las más profundas intuiciones metafísicas y metapolíticas del hombre.

Por lo tanto, el elemento aventuroso no es el ingrediente de un juego, sino un camino por el cual alcanzar el conocimiento esencial; el elemento monstruoso es el símbolo del Mal que tiene que ser vencido y el elemento bestial saca del mundo de los animales los modelos de las distintas virtudes e inclinaciones del hombre y nos las proporciona con eficacia didáctica.

En esta perspectiva, los símbolos del cuento encierran hasta un sentido teológico por el cual el Tiburón se manifiesta como el símbolo de un "purgatorio" para los hombres; la Velita de Geppetto que brilla en el vientre del Tiburón, aparece como una antorcha de la fe que nunca se apaga. El propio muñeco de madera se muestra como el símbolo del existencialismo moderno: el ser ignaro que huye de sí mismo, hasta que -buscando en el gran libro de la vida- después de un largo viaje por caminos equivocados, logra los conocimientos que necesita el hombre consciente de sus valores inmanentes y de su destino trascendente.

Podemos, entonces, concluir que las aventuras de Pinocho nos proporcionan un mito actual y, al mismo tiempo, perpetuo. Es decir, el mito que encierra el destino eterno e inmutable del hombre en la expresión simbólica de la realidad, el mito que exprime la realidad espiritual y existencial del hombre en el cosmo.

Claro está que Carlos Collodi estuvo bien lejos de atribuir a su libro todos estos significados; pero -a pesar de eso- su mano, su mente, su imaginación se hicieron instrumentos creadores de un mensaje providencial, sin que él supiera de actuar según el plan de la misteriosa providencia de Dios; la cual -como hemos aprendido del metapolítico Juan Bautista Vico- guía el destino de los hombres y de las naciones, a lo largo de los siglos.





PINOCHO DE GEPPETTO 

El tema principal del Pinocho 
escrito en 1881 nunca fue la mentira.

Su autor Carlo Collodi era, además de escritor, un periodista y satírico muy prolífico, colaborador de publicaciones políticas y culturales y crítico incansable de los líderes de su país. Impregnado de todo aquello, su Pinocho pretendía ser un símbolo de la importancia de la educación y un alegato a la desobediencia (civil).

El personaje de Pinocho iba de desgracia en desgracia porque renunciaba a ir a la escuela. Malcriado por Gepetto, este joven de pino pasaba de todo. Llegó a patear a su creador, le robó hasta su peluca -Gepetto era calvo, al parecer- y fue metido en la cárcel, acusado de abuso y maltrato.

Contrario al encantador muñeco que muchos conocemos, el Pinocho primigenio era un personaje mal agradecido y vago, que a pesar de todo lo que hizo recibió cariño por parte de Gepetto. Sí es verdad, que la historia termina con un final parecido, aunque cambiando ballena por tiburón (se desconoce el tamaño, pero dentro había cabida para un Gepetto entero). Pinocho aprende la lección, pero la moraleja, entonces, no es que los niños siempre deban decir la verdad, sino que la educación es esencial. Una educación capaz de liberarle de ser una marioneta de verdad (de la sociedad y los políticos) y de un trabajo brutal, ese que, de otra forma, y como sucede en la fábula podría terminar convirtiéndole en un burro de carga. La educación para no ser un títere de los demás.

¿Por qué Pinocho se llama así?

En el cuento original, el joven al que da forma Gepetto está construido a base de madera de pino. En la creación de su denominación, el autor combinó las palabras “pino”, como el árbol del cual se sacó la madera, y “occhio” (palabra italiana que quiere decir ojo). Es decir, el significado literal de Pinocho es “Ojo de pino”, una combinación de dos palabras que pierde su semántica al reformularse el nombre en español.
(rtve televisión)
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