EL Rincón de Yanka: SALMO

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domingo, 8 de septiembre de 2024

"SALMO SIN MÚSICA" por EDNA ST. VINCENT MILLAY 🌌

“Salmo sin Música”

No me resigno a que los corazones que aman 
sean sepultados bajo el duro suelo,
Así es, y así será, porque así ha sido desde tiempo inmemorial:
A la oscuridad se van, los sabios los bondadosos.
Coronados con lirios y laureles se van: pero no me resigno.
Amantes y pensadores húndanse en la tierra.
Sean uno con el polvo sin vida e indiscriminado.
Un fragmento de lo que sentiste, de lo que conociste,
Una fórmula o una frase permanece, pero lo mejor se ha perdido.
Las respuestas rápidas y perspicaces, la mirada honesta, la risa, el amor,

Todo se ha ido. Se ha ido a nutrir los rosales. 
Elegante y rizada en su floración.
Fragante es la floración. Lo se. Pero no estoy de acuerdo.
Más preciosa que todas las rosas del mundo era la luz de tus ojos.
Hacia abajo, adentro de la oscuridad de la tumba
Delicadamente se van, los hermosos, los tiernos, los bondadosos;
Suavemente se van, los inteligentes, los ingeniosos, los valientes.
Lo se. Pero no estoy de acuerdo. Y no me resigno.

Trailer "The Hero" 2017

sábado, 6 de mayo de 2023

HOY..., ¡ÉL ME RESTAURA! 🙌


Hoy…, ¡Él me restaura!

“EL SEÑOR RESTAURA MI ALMA: 
ME GUÍA POR SENDEROS DE JUSTICIA 
POR AMOR DE SU NOMBRE” 
Salmo 23,3

Con el alma despedazada por la soledad, el vacío y la pérdida de esperanza caminaba esa noche por una calle oscura. No veía ningún rayo de luz en los pasillos internos de mi alma. Solo sombras que se arremolinaban alrededor de mí, rugiendo sin misericordia.
Llegó un día cuando alguien me habló del gran Restaurador. Me acerqué tímidamente a Dios sin saber lo que me esperaba. Me esperaba la gran restauración de mi alma.

El Salmo 23 declara que Él restaura mi alma; 

Restaura: La Palabra hebrea significa: Traer de regreso, retornar al origen, revivir, revitalizar el alma.
Alma: Viene de la palabra hebrea Nephes: lo cual quiere decir Ser, emociones, sentimientos, aliento de vida.
RESTAURACIÓN es una palabra clave en el proceso divino de nuestra vida. Cuando el hombre dice, “ya no tienes remedio”, Dios dice, “comencemos de nuevo”.

Un Padre genuino siempre intentará restaurar a sus hijos. Dios ama la restauración porque ÉL es el Gran Restaurador.
Esa restauración aún se lleva a cabo en el silencio de la noche mientras duermo y en los brillantes amaneceres de mi alma. Dios no pierde un solo minuto en su obra restauradora y cada pincelada le agrega a mi vida un nuevo color, en el pálido lienzo de mis emociones y pensamientos. El Señor se ha empeñado en restaurarme con su amor, divina gracia y Poder. Cada día es una nueva página que el Restaurador escribe en su obra, aún inconclusa, y cada año un nuevo capítulo que se abre en mi Historia de Salvación.

Padre, gracias por ser mi Restaurador. No importa cuán vencida y resquebrajada esté mi alma. Tú la restaurarás con el poder de tu Espíritu. Hoy, llego en actitud de entrega y abandono en Ti como Único Señor de mi vida.

¡Restáurame!...

¡Amén!


viernes, 3 de diciembre de 2021

LIBRO "ALIMENTO DE LA PALABRA": EL SACRAMENTO DEL LIBRO POÉTICO: SAN ROMANO, EL MELODIOSO O HIMNÓGRAFO

Romano el Meloda, que nació en torno al año 490 en Emesa (hoy Homs), en Siria. Teólogo, poeta y compositor, pertenece al gran grupo de teólogos que transformó la teología en poesía. Pensamos en su compatriota, san Efrén de Siria, que vivió doscientos años antes que él. Y pensamos también en teólogos de Occidente, como san Ambrosio, cuyos himnos todavía hoy forman parte de nuestra liturgia y siguen tocando el corazón; o en un teólogo, un pensador muy profundo, como santo Tomás, que nos ha dejado los himnos de la fiesta del Corpus Christi de mañana; pensamos en san Juan de la Cruz y en otros muchos. La fe es amor y por ello crea poesía y crea música. La fe es alegría y por ello crea belleza.
Romano el Meloda es uno de estos, un poeta y compositor teólogo. Aprendió los primeros elementos de la cultura griega y siríaca en su ciudad natal, se trasladó a Berito (Beirut), perfeccionando allí su formación clásica y sus conocimientos retóricos. Ordenado diácono permanente (en torno al año 515), fue predicador en esa ciudad durante tres años. Después se fue a Constantinopla, hacia fines del reino de Anastasio I (alrededor del año 518), y allí se estableció en el monasterio anexo a la iglesia de la Theotókos, Madre de Dios.

Allí tuvo lugar un episodio clave en su vida: el Sinaxario nos informa sobre la aparición de la Madre de Dios en sueños y sobre el don del carisma poético. En efecto, María le pidió que se tragara una hoja enrollada. Al despertar, a la mañana siguiente -era la fiesta de la Navidad-, Romano se puso a declamar desde el ambón: «Hoy la Virgen da a luz al Trascendente» (Himno sobre la Navidad I, Proemio). De este modo, se convirtió en predicador-cantor hasta su muerte (acontecida después del año 555).
Romano ha pasado a la historia como uno de los más representativos autores de himnos litúrgicos. Para los fieles, la homilía era entonces prácticamente la única oportunidad de enseñanza catequética. Así, Romano se presenta como un testigo eminente del sentimiento religioso de su época y también de un modo vivo y original de catequesis. A través de sus composiciones podemos darnos cuenta de la creatividad de esta forma de catequesis, de la creatividad del pensamiento teológico, de la estética y de la himnografía sagrada de aquella época.

El lugar en el que Romano predicaba era un santuario de las afueras de Constantinopla: subía al ambón, colocado en el centro de la iglesia, y se dirigía a la comunidad recurriendo a una escenografía bastante compleja: montaba representaciones en las paredes o ponía iconos sobre el ambón y también utilizaba el recurso del diálogo. Pronunciaba homilías métricas cantadas, llamadas kontákia. Al parecer, el término kontákion, «pequeña vara», hace referencia al pequeño palo redondo en torno al cual se envolvía el rollo de un manuscrito litúrgico o de otro tipo. Los kontákia que se han conservado con el nombre de Romano son ochenta y nueve, pero la tradición le atribuye mil.
En Romano, cada kontákion se compone de estrofas, por lo general de dieciocho a veinticuatro, con el mismo número de sílabas, estructuradas según el modelo de la primera estrofa (irmo); también los acentos rítmicos de los versos de todas las estrofas siguen el modelo del irmo. Cada estrofa concluye con un estribillo (efimnio), por lo general idéntico, para crear la unidad poética. Además, las iniciales de cada estrofa indican el nombre del autor (acróstico), precedido frecuentemente por el adjetivo «humilde». El himno se concluye con una oración que hace referencia a los hechos celebrados o evocados. Al terminar la lectura bíblica, Romano cantaba el Proemio, casi siempre en forma de oración o súplica. Así anunciaba el tema de la homilía y explicaba el estribillo que se debía repetir en coro al final de cada estrofa, declamada por él rítmicamente en voz alta.

Un ejemplo significativo es el kontákion con motivo del Viernes de Pasión: se trata de un diálogo entre María y su Hijo, que tiene lugar en el camino de la cruz. María dice: 

«¿A dónde vas, hijo? ¿Por qué recorres tan rápidamente el camino de tu vida? / Nunca habría pensado, hijo mío, que te vería en este estado, / y nunca habría podido imaginar que llegarían a este grado de locura los impíos, / poniéndote las manos encima contra toda justicia». Jesús responde: «¿Por qué lloras, Madre mía? (…). ¿No debería padecer? ¿No debería morir? / Entonces, ¿cómo podría salvar a Adán?». El Hijo de María consuela a su Madre, pero le recuerda su papel en la historia de la salvación: «Depón, por tanto, Madre; depón tu dolor: / no está bien que gimas, pues fuiste llamada «llena de gracia»» (María al pie de la cruz, 1-2; 4-5).
Asimismo, en el himno sobre el sacrificio de Abraham, Sara se reserva la decisión sobre la vida de Isaac. Abraham dice: «Cuando Sara escuche, Señor mío, todas tus palabras, / al conocer tu voluntad, me dirá: / «Si quien nos lo ha dado lo vuelve a tomar, ¿por qué nos lo ha dado? / (…) Tú, oh anciano, déjame a mi hijo, / y cuando lo quiera quien te ha llamado, tendrá que decírmelo a mí»» (El sacrificio de Abraham, 7).

Romano no usa el griego bizantino solemne de la corte, sino un griego sencillo, cercano al lenguaje del pueblo. Quiero citar un ejemplo del modo vivo y muy personal como habla del Señor Jesús: lo llama «fuente que no quema y luz contra las tinieblas», y dice: 

«Yo me atrevo a tenerte en mis manos como una lámpara, / pues quien lleva un candil entre los hombres es iluminado sin quemarse. / Ilumíname, por tanto, tú que eres Luz inextinguible» (La Presentación o Fiesta del encuentro, 8). La fuerza de convicción de sus predicaciones se fundaba en la gran coherencia que existía entre sus palabras y su vida. En una oración dice: «Haz clara mi lengua, Salvador mío, abre mi boca / y, después de llenarla, traspasa mi corazón para que mi actuar / sea coherente con mis palabras» (Misión de los Apóstoles, 2).

Examinemos ahora algunos de sus temas principales. Un tema fundamental de su predicación es la unidad de la acción de Dios en la historia, la unidad entre la creación y la historia de la salvación, la unidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Otro tema importante es la pneumatología, es decir, la doctrina sobre el Espíritu Santo. En la fiesta de Pentecostés subraya la continuidad que existe entre Cristo, que ha ascendido al cielo, y los Apóstoles, es decir, la Iglesia, y exalta su acción misionera en el mundo: «Con la fuerza divina han conquistado a todos los hombres; / han tomado la cruz de Cristo como una pluma, / han utilizado las palabras como redes y con ellas han pescado al mundo, / han usado el Verbo como anzuelo agudo; / para ellos ha servido de cebo / la carne del Soberano del universo» (Pentecostés, 2; 18).

A este famoso himnógrafo debemos de los textos que la Iglesia canta en la liturgia bizantina pascual. Sobre todo a él hemos de referimos para recoger algunos acentos bellos y poéticos dedicados a las mujeres miroforas en uno de sus poemas que es casi como un auto sacramental o una dramatización poética en la que las mujeres evangelistas tienen un hermoso protagonismo. Esta pieza poética firmada por el "pequeño Romano" tiene un encanto singular y completa cuanto hemos podido escuchar en los textos litúrgicos.
Estas mujeres, dice Romano, son sabias y valientes, son "theoforas," portadoras de Dios, tienen la memoria abierta al recuerdo de los episodios evangélicos que podían ser preludios de la Resurrección de Cristo. Recuerdan que Jesús resucitó el hijo de la viuda de Naim, la hija de Jairo. Por eso no puede quedar en el sepulcro.

Romano, poeta y teólogo, pone en labios de Jesús esta apología de la mujer, una de las más bellas expresiones de su poema: "Que tu lengua, mujer, proclame públicamente estas cosas y las haga conocer a los hijos del reino que están esperando que me levante yo que soy el viviente. He encontrado en ti la trompeta con un sonido poderoso. Haz escuchar a los oídos de los discípulos miedosos y escondidos un canto de paz. Despiértalos como de un sueño para que puedan salir a mi encuentro con las antorchas encendidas. Diles: El Esposo se ha despertado y ha salido del sepulcro sin dejar nada allí dentro. Despejad, apóstoles, vuestra tristeza mortal, porque se ha despertado el que a los caídos da la resurrección."

La lengua de la mujer es trompeta que anuncia el "kerigma" y lo hace resonar en los oídos y en el corazón de los discípulos. Pero es también pico de la paloma mensajera que tras el diluvio anuncia la paz: "Date prisa Maria — le dice el Señor. — Tómame en tu lengua como un ramo de olivo para anunciar la buena noticia a los descendientes de Noé y hazles saber que ha sido destruida la muerte y que ha resucitado el Señor".
Y las mujeres se hacen solidarias del mensaje de María. Creen a sus palabras y forman un grupo compacto de testigos de Cristo que exclaman: "Ojalá podamos ser muchas las bocas que ratifiquen tu testimonio. Vamos todas al sepulcro para confirmar la aparición que ha acaecido. Sea común a todas, compañera nuestra, la gloria que te ha reservado el Señor".

Juntas cantan la gloria del sepulcro vacío con un himno sencillo y sugestivo a la vez: "Sepulcro santo, pequeño e inmenso a la vez, pobre y rico. Tesoro de la vida, lugar de la paz, estandarte de la alegría, sepulcro de Cristo. Monumento de uno solo y gloria del universo".

A los Apóstoles dan la buena noticia con un anuncio cuajado de ternura, de comprensión, de entusiasmo que contagia: "Con una mezcla de temor y de gozo, como enseña el Evangelio, regresaron del sepulcro adonde estaban los Apóstoles y les dijeron: Por qué tanta tristeza? Por qué os cubrís el rostro? Levantad vuestros corazones: Cristo ha resucitado! Formemos coros para danzar y decid con nosotras: El Señor ha vuelto a la vida". He aquí la luz que brilla antes de la aurora. No os entristezcáis. Reverdeced!
Ha aparecido la primavera. Cubríos de flores, oh ramos. Tenéis que ser portadores de frutos, no de penas. Aplaudamos todos con nuestras manos cantando: "Ha vuelto a la vida el que a los caídos da la resurrección".
Hasta aquí la poesía y el canto de Romano el himnógrafo en honor de las mujeres evangelistas y miroforas. ValSa la pena evocar esta poesía eclesial y estos textos litúrgicos para recuperar un filón de la tradición cristiana que tan distante nos parece de ciertas interpretaciones antifeministas del misterio y de la misión de la mujer en la Iglesia.

"Las mujeres miroforas con la luz del alba
fueron al sepulcro del autor de la vida
y encontraron a un ángel sentado sobre la piedra.
Dirigiéndose a ellas les decía así:
Por qué buscáis al Viviente entre los muertos?
Por qué lloráis al Incorruptible
como si hubiese caído en la corrupción?
Id y anunciad a sus discípulos:
Cristo ha resucitado de entre los muertos.
Mujeres evangelistas, levantáos
dejad la visión e id a anunciar a Sión:
Recibe el anuncio de la alegría:
Cristo ha resucitado.
Alégrate, danza, exulta Jerusalén
y contempla a Cristo tu Rey que sale
del sepulcro como un Esposo".

Naturalmente, otro tema central es la cristología. No entra en el problema de los conceptos difíciles de la teología, tan debatidos en aquel tiempo, y que rasgaron la unidad, no sólo entre los teólogos, sino también entre los cristianos en la Iglesia. Predica una cristología sencilla, pero fundamental: la cristología de los grandes Concilios. Pero sobre todo está cerca de la piedad popular —de hecho, los conceptos de los Concilios han surgido de la piedad popular y del conocimiento del corazón cristiano—; así, Romano subraya que Cristo es verdadero hombre y verdadero Dios, y al ser verdadero hombre-Dios es una sola persona, la síntesis entre creación y Creador: en sus palabras humanas escuchamos la voz del Verbo mismo de Dios. «Cristo era hombre —dice—, pero también Dios; / sin embargo, no estaba dividido en dos: es Uno, hijo de un Padre que es Uno solo» (La Pasión, 19).

Por lo que se refiere a la mariología, agradecido a la Virgen por el don del carisma poético, Romano la recuerda al final de casi todos los himnos y le dedica sus kontákia más hermosos: Natividad, Anunciación, Maternidad divina, Nueva Eva.
Por último, las enseñanzas morales están relacionadas con el juicio final (cf. Las diez vírgenes [II]). Nos lleva hacia ese momento de la verdad de nuestra vida, la comparecencia ante el Juez justo, y por ello exhorta a la conversión haciendo penitencia y ayuno. De modo positivo, el cristiano debe practicar la caridad, la limosna. En dos himnos, Las Bodas de Caná y Las diez vírgenes, pone de relieve el primado de la caridad sobre la continencia. La caridad es la más grande de las virtudes: «Diez vírgenes poseían la virtud de la virginidad intacta, / pero para cinco de ellas el duro ejercicio no dio fruto. / Las otras brillaron con las lámparas del amor a la humanidad, / por eso las invitó el esposo» (Las diez vírgenes, 1).

Los cantos de Romano el Meloda están impregnados de humanidad palpitante, de ardor de fe y de profunda humildad. Este gran poeta y compositor nos recuerda todo el tesoro de la cultura cristiana, nacida de la fe, nacida del corazón que se ha encontrado con Cristo, con el Hijo de Dios. De este contacto del corazón con la Verdad, que es Amor, ha nacido la cultura, toda la gran cultura cristiana. Y si la fe sigue viva, esta herencia cultural no muere, sino que sigue viva y presente. Los iconos siguen hablando hoy al corazón de los creyentes; no son cosas del pasado. Las catedrales no son monumentos medievales, sino casas de vida, donde nos sentimos «en casa»: en ellas encontramos a Dios y nos encontramos los unos con los otros. Tampoco la gran música —el canto gregoriano, o Bach o Mozart— es algo del pasado, sino que vive en la vitalidad de la liturgia y de nuestra fe.

Si la fe es viva, la cultura cristiana no se convierte en algo «pasado», sino que sigue viva y presente. Y si la fe es viva, también hoy podemos responder al imperativo que siempre se repite en los Salmos: «Cantad al Señor un cántico nuevo».
Creatividad, innovación, cántico nuevo, cultura nueva y presencia de toda la herencia cultural en la vitalidad de la fe no se excluyen, sino que son una sola realidad: son presencia de la belleza de Dios y de la alegría de ser hijos suyos.


EL SACRAMENTO DEL LIBRO

Una antigua tradición cuenta la historia de san Romano el Méloda, que vivió en el siglo VI y que recibe ese sobrenombre porque compuso sus homilías en forma de himnos. El relato describe la forma en que el santo recibió su vocación. Romano había nacido en Siria. Destacó desde niño por su piedad y su amor a la casa del Señor. Pronto entró al servicio de la Iglesia: al principio, solamente encendía las lámparas y preparaba el incienso para la adoración. Cuando creció, se trasladó a Beirut para continuar sus estudios. Allí fue ordenado diácono. Era de esa clase de estudiantes que obtienen buenas notas porque sus profesores reconocen sus incansables esfuerzos. Gracias a su celo, logró obtener buenos resultados a pesar de que su capacidad no era muy elevada. Después de tres años en Beirut, se fue a Constantinopla, capital del Imperio, para servir allí a la Iglesia. Era lo bastante humilde para reconocer sus limitaciones y aceptarlas. En efecto, adoptó el adjetivo “humilde” como una especie de título personal. Sin embargo, anhelaba glorificar a Dios como los diáconos que cantaban mejor. 

En aquel tiempo, y especialmente en las iglesias orientales, la música era una parte muy importante de la adoración. Romano se lamentaba de que la calidad musical de los servicios que él dirigía era bastante inferior a la de los servicios dirigidos por sus compañeros. Pidió a Dios la gracia de que carecía por naturaleza y preparación. Una noche, mientras rezaba, se quedó dormido y la Virgen María se le apareció en el sueño. Llevaba un libro, que le entregó diciendo: «coge el libro y cómelo». Él hizo lo que le decía. Comió el libro. Se despertó inmediatamente, sabiendo lo que tenía que hacer. Se vistió y fue corriendo a la iglesia. Subió al púlpito y empezó a cantar un sermón sobre el nacimiento de Cristo. Ese canto es considerado hasta hoy su obra maestra, y la primera del conjunto de más de mil homilías en verso (kontakia) que compondría durante el resto de su vida. Pasado un milenio y medio, la Iglesia los sigue cantando en las grandes fiestas.

***
Consumir la Palabra. Incluso el lector menos experto reconocerá que la aparición a san Romano es un tropo, es decir, una imagen común en la literatura mística. Su prototipo es el encuentro del profeta Ezequiel (Ez 2, 9-3, 4) con un ángel celestial: 
«Yo miré y vi una mano extendida hacia mí, y en ella había un libro enrollado. Lo desplegó delante de mí, y estaba escrito de los dos lados; en él había cantos fúnebres, gemidos y lamentos. Él me dijo: “Hijo de hombre, come lo que tienes delante: come este rollo, y ve a hablar a los israelitas”. Yo abrí mi boca y él me hizo comer ese rollo. Después me dijo: “Hijo de hombre, alimenta tu vientre y llena tus entrañas con este libro que te doy”. Yo lo comí y era en mi boca dulce como la miel. Él me dijo: “Hijo de hombre, dirígete a los israelitas y comunícales mis palabras”». 
La historia se repite en el Nuevo Testamento, en el encuentro de san Juan con un «ángel poderoso que bajaba del cielo, envuelto en una nube y con el arcoiris sobre su cabeza. Su rostro era como el sol y sus pies como columnas de fuego» (Apoc 10, 1ss): 
«En la mano tenía un pequeño libro abierto. [...] Me acerqué al ángel y le dije que me diera el pequeño libro. Él me contestó: “Toma y devóralo; te amargará las entrañas, pero en tu boca será dulce como la miel”. Tomé el pequeño libro de la mano del ángel y lo devoré. En mi boca fue dulce como la miel, pero cuando lo comí se me amargaron las entrañas. Entonces me dijeron: “es necesario que profetices de nuevo contra muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes”». 
La comida de un libro constituye un episodio extraño y fascinante, sobre todo porque se repite en dos pasajes de la Biblia. No es sorprendente que haya llamado la atención de muchos de los primeros comentaristas cristianos del texto sagrado. Cuando Romano tuvo su visión, hacia el 518 d. C., vivía en un monasterio, por lo que habría escuchado muchas veces la lectura en voz alta de las obras de los grandes intérpretes de la Biblia. Por eso, pocas dudas debió tener sobre el significado de su sueño. San Hipólito de Roma, uno de los primeros exégetas, autor de extensos comentarios en el siglo III d. C., interpretó el significado del rollo. La escritura por las dos caras «significa los profetas y los apóstoles. La Antigua Alianza estaba escrita por un lado y el Nuevo Testamento en el otro»[2]. Además, el rollo es símbolo de «una enseñanza secreta y espiritual... Leer el exterior lleva a comprender el interior». Existe un vínculo entre la Antigua y la Nueva Alianza, pero solo puede verlo quien consume el libro. Según san Jerónimo, la visión de Ezequiel tiene un significado especial para los predicadores: «no podemos enseñar a los hijos de Israel si no comemos antes ese libro abierto»[3]

Una generación después de Romano, san Gregorio Magno sintió la misma atracción hacia el texto del profeta, que meditaba continuamente. Además de Papa y reformador de la liturgia, Gregorio era también un gran exégeta. En su Comentario a Ezequiel, escribió de este pasaje: «lo que el Antiguo Testamento ha prometido, el Nuevo Testamento lo ha cumplido; lo que aquel anunciaba de manera oculta, este lo proclama abiertamente como presente. Por eso, el Antiguo Testamento es profecía del Nuevo Testamento; y el mejor comentario al Antiguo Testamento es el Nuevo Testamento»[4]. El significado del texto resultaba patente para los Padres, desde Hipólito y Jerónimo a Romano y Gregorio. La salvación nos llega por medio de una Alianza (también conocida por su sinónimo «testamento», del latín testamentum) y es necesario consumir esa alianza para poder compartirla.

* * *
Para un católico, tanto del siglo I como del XXI, los tropos de la literatura mística remiten a los sacramentos. Es el sentido de los ejemplos que he propuesto hasta el momento. Los textos apocalípticos de Ezequiel y de Juan son ricos en imágenes litúrgicas. La obra de Ezequiel está muy ligada al Templo, Juan contempla a la vez el cielo y la historia en términos de una liturgia sacrificial: hay altares y sacerdotes, cálices e incensarios, trompetas e himnodia; y todo culmina en un banquete sagrado. En los dos pasajes, el rollo es consumido en el contexto de una experiencia de adoración celestial. Tanto en el relato de Juan como en el de la vida de Romano destacan algunos matices eucarísticos. Los dos hombres reciben una invitación a «tomar» y «comer», dos verbos que aparecen en los relatos de la institución de la Eucaristía (cf., por ejemplo, Mt 26, 26) desde el siglo I d. C.[5] Reciben verbalmente la alianza, y toman esa «palabra» para comerla a modo de alimento. En el siglo III d. C., el gran teólogo alejandrino Orígenes establecía una analogía entre la proclamación de la Escritura y la comunión sacramental: 

«Tú, que estás acostumbrado a tomar parte en los divinos misterios, sabes, cuando recibes el Cuerpo del Señor, cómo protegerlo con todo cuidado y veneración, para que ni una pequeña partícula se caiga, para que no se pierda nada del don consagrado. Pues sabes, correctamente, que eres responsable si se cae algo por negligencia. Pero si eres tan cuidadoso para conservar su Cuerpo, y con toda razón, ¿cómo piensas que es menos culpable haber descuidado la Palabra de Dios que haber descuidado su Cuerpo?»[6] 

Para Orígenes, el rollo tiene una cualidad sacramental. Ha de ser entregado y consumido con el mismo decoro e igual atención —incluso con hambre— que el pan eucarístico. Hay una presencia real en el pan y en la palabra. El Reino se hace presente, junto con el mismo rey, en la proclamación y en el sacramento. Como escribía Benedicto XVI: «renovamos en este sentido la conciencia, tan familiar a los Padres de la Iglesia, de que el anuncio de la Palabra tiene como contenido el Reino de Dios (cf. Mc 1,14-15), que es la persona misma de Jesús (la Autobasileia), como recuerda sugestivamente Orígenes»[7]

Esta es la verdad que descubrió Romano, de la que tuvieron experiencia también Jerónimo, Gregorio y Juan, y que había sido predicha por Ezequiel. La salvación nos llega a través de una alianza incorporada a una Palabra, una Palabra que se ha hecho carne, y una Palabra que se consume. Los profetas y videntes nos hablan en imágenes que comunican misterios. En la medida en que somos capaces de comprender esos misterios, hemos de recurrir al uso de palabras para expresarlos. Dios nos hizo de modo que hemos de comunicarnos verbalmente. El Creador de este aspecto de la naturaleza humana también se adapta a él cuando inspira lo que literalmente se llama hai graphai, «las Escrituras». En el caso de Ezequiel y de Juan, Dios deja su palabra escrita en un rollo antes de invitarles a consumirla. 

Dios se revela y se entrega en el rollo. Pero somos capaces de permitir que algo que ha empezado de forma tan poética acabe por convertirse en jerga común. De esta forma, los términos grecolatinos como «alianza», «testamento», «liturgia» y «Eucaristía», que hacían cantar a nuestros antepasados, se han convertido en palabras comunes, incluso han caído, como con un ruido sordo, en el vocabulario técnico. Probablemente, el problema no es específicamente moderno, sino más bien una tentación constante. De todas formas, la recuperación de la novedad de esos términos — Nueva Alianza, Nuevo Testamento— se hace más urgente ahora que la Iglesia se embarca en la tarea de una Nueva Evangelización. 

La evangelización es un proceso dinámico por el que compartimos con los demás el Evangelio, la buena nueva. Y no podemos dar lo que no tenemos. Ezequiel consumió la palabra de su mensaje profético. También Juan la tomó y la comió. Romano la consumió, la digirió, de forma que se hizo una cosa con él, y así pudo compartir lo que había recibido. Todos ellos conocieron en primer lugar la comunión con la Palabra, y solo después de eso pudieron llevar la Palabra por el mundo. 

También nosotros necesitamos gustar aquello que fue objeto de pregustación en Ezequiel, del banquete de Juan y del canto de Romano. Por eso he escrito este libro: para analizar los principales términos del Cristianismo y averiguar el significado que les daban los autores sagrados, los predicadores apostólicos y sus primeros oyentes. Si logramos consumir la Palabra del mismo modo que ellos, seremos transformados igual que los primeros discípulos. Quizá entonces nuestro mundo también se vea reconstruido y renovado, como lo fue el suyo. 

[2] HIPÓLITO DE ROMA, Fragmento 3; recogido en Ancient Christian Commentary on Scripture, Old Testament, volumen XIII, InterVarsity Press, DownersGrove (IL), 2008, p. 19. 
[3] JERÓNIMO, Comentario a Ezequiel, 1.3.1. 
[4] GREGORIO MAGNO, Homilías sobre Ezequiel, 1, 6, 15. Citado por Benedicto XVI, Exhortación Apostólica Postsinodal Verbum Domini, n. 41. 
[5] Sobre el significado de estas dos acciones, cf. Gregory Dix, The Shape of the Liturgy, Seabury, New York 1982, capítulo 4. 
[6] ORÍGENES, Sobre el Éxodo 13, 3. 
[7] BENEDICTO XVI, Exhortación Apostólica Postsinodal Verbum Domini, n. 93.

SCOTT HAHN El alimento d... by framcisco javier ceron


viernes, 30 de abril de 2021

QUE TODA MI VIDA SEA CANCIÓN DE AMOR EMANADO, QUE SEA FRAGANCIA DE DIOS PORQUE LA MÚSICA ERES TÚ, SEÑOR 🎶🎶🎶


Que todo lo que dice mi boca
y el susurro de mi corazón,
sean agradables ante Ti.

Sal 19,15

¡Ojalá… Te agrade mi canción de amor!
Quiero cantar a Dios toda mi vida
y tocar para Él mientras exista.
¡Ojalá que Le agraden mis versos!
Yo encuentro mi alegría sólo en Él.

Sal 103
Gloria a Dios para siempre,
goce el Señor con sus obras;
que le sea agradable mi poema,
y yo me alegraré con el Señor.

Sal 104,34

Que toda mi vida sea canción de Amor,
Que sea fragancia de Dios.
¡Ojalá Te agrade mi letra, mi melodía
porque la Música eres Tú
💕
"Yo Soy como un canal salido de un río, 
como un arroyo que lleva al paraíso.
Dije: 
Voy a regar mi jardín, 
voy a regar mis flores. 
Mi canal se convirtió en río 
y el río en mar.

Haré brillar como la aurora la instrucción, 
llevaré su luz lo más lejos que pueda. 
Derramaré la enseñanza como la profecía 
y la transmitiré a las generaciones futuras.

Miren: 
No he trabajado para mí sólo,
sino para todos los que buscan la Sabiduría".
Eclo 24, 40-47


Músico no es aquel que toca un instrumento. 
Músico es aquel que a través de un instrumento 
toca el alma y el corazón de la gente 
(y eso sólo lo puede hacer El Mismo Dios; 
el músico es otro instrumento).
*
“Somos Música, Melodía, Silencio, 
Inspirados por el Mismo Dios”.
Yanka


¡RECÍBEME EN EL CANTO!

¡Recíbeme en el canto de la aurora
que despierta encendida en mi presencia!
pues si la noche se tiñó de ausencia
soy luz que la cautiva y enamora.

¡Recíbeme en el viento que envuelve!
mensajero del cielo en el que te espero,
es aliento del pecho en que recreo,
el Soplo que la vida te devuelve.

¡Recíbeme en el fuego del ocaso
que, ensangrentado, envuelve el horizonte!
en el canto nupcial que se esconde
la sangre de la tarde con su abrazo.

¡Recíbeme en la noche que, estrellada,
cobijará tu sueño son su manto!
y enjugará las lágrimas del llanto
que el rocío le entregue a la alborada.

¡Recíbeme en el ritmo del silencio
que dejan las cigarras cuando callan!
que Yo llego en las olas cuando estallan
contra los acantilados de mi lienzo.

Fray Alejandro Ferreirós
Del libro "Canto del Corazón"

*
“Si Dios habla al hombre también en el silencio, 
el hombre igualmente descubre en el silencio 
la posibilidad de hablar con Dios y de Dios. 
Necesitamos el silencio 
que se transforma en contemplación, 
que nos hace entrar en el silencio de Dios 
y así nos permite llegar al punto 
donde nace la Palabra, la Palabra redentora” 

 Benedicto XVI

"¡Que pequeñas son mis manos
en relación con todo 

lo que la vida ha querido darme!"
Ramón J. Sénder

(VIRMAT KOL-HAY)

Tras el canto del Hallel. 
Del Rabbí de Berdidshev, se intitula "TÚ"

“BENDITO, ALABADO, CELEBRADO, EXALTADO, 
ADORADO, VENERADO, GLORIFICADO,
SEA EL NOMBRE DEL SANTO DE LOS SANTOS.
BENDITO SEA EL NOMBRE DEL QUE ESTÁ
POR ENCIMA DE TODA BENDICIÓN,
DE TODOS LOS CÁNTICOS,
DE TODAS LAS ALABANZAS
QUE PUEDAN SER EXPRESADAS
EN TODOS LOS MUNDOS,
EN TODOS LOS TIEMPOS...

AUN CUANDO NUESTRA BOCA
ESTUVIERA INUNDADA
POR EL CANTO COMO EL MAR,
NUESTRA LENGUA HENCHIDA
POR LOS HIMNOS COMO
LA MULTITUD DE LAS OLAS,
NUESTROS LABIOS LLENOS
DE ALABANZA COMO
LA INMENSIDAD DEL FIRMAMENTO.

AUN CUANDO NUESTROS OJOS
BRILLARÁN COMO EL SOL Y COMO LA LUNA,
Y NUESTRAS MANOS
ESTUVIERAN EXTENDIDAS
COMO LAS ÁGUILAS EN LOS CIELOS.

AUN CUANDO FUESEN NUESTROS PIES 

LIGEROS COMO LOS CIERVOS,
NO DARÍAMOS ABASTO,
DIOS ETERNO, A DARTE GRACIAS
NI A BENDECIR TU NOMBRE
POR UNO SOLO DE LOS MILLONES
DE BENEFICIOS QUE NOS CONCEDES.
AMÉN”.

MISTERIO HUMANADO

“La experiencia más bella que tenemos 
las personas es El Misterio”   
Albert Einstein


Miro donde todos miramos
Veo lo que no vemos;
Escucho el silencio acompañado
que no escuchamos.
Siento aquello que no sentimos
cuánto vivimos...
Escribo porque Tú me has inspirado,
Poesía Pura que siempre Te hemos plagiado.
Canto lo que me has cantado,
como si fuera la primera vez
que se hubiera cantado.
Amo luego de ser amado,
al nacer de nuevo en mi despertar abrazado.
No me halago por lo que hago,
sino por Tu Ser de amor entregado,
sin pedir nada a cambio,
Te me has dado con ardor derramado,
en Eterno... Regalo...

UN PLAGIARIO

JC
Juan Carlos (Yanka)

PALABRA REDENTORA, palabras redimidas


“Si Dios habla al hombre también en el silencio, 
el hombre igualmente descubre en el silencio 
la posibilidad de hablar con Dios y de Dios.

Necesitamos el silencio que se transforma 
en contemplación, que nos hace entrar en el silencio 
de Dios y así nos permite llegar al punto 
donde nace la Palabra, la Palabra redentora” 

 Benedicto XVI

"¡Que pequeñas son mis manos
en relación con todo

lo que la vida ha querido darme!"

Ramón J. Sénder




"La humanidad entera gime esperando 
a que se revelen los hijos de Dios". 
(Ro. 8,19)


“No interpretamos la Palabra, 
es Ella La que interpreta hondamente nuestra existencia”.

"Que la música callada de las palabras silentes y sinceras, 
nos rediman del estrepitoso grito de dolor de la tierra".
*
Todas las palabras en sí mismas son respuestas,
- sin excepción –
que El Silencio nos pregunta con la misma pregunta de siempre;
desde el principio de los tiempos,
desde nuestra des-gracia desnuda vergüenza,
desde el escondido miedo de nuestra triste huida...
Sin ningún motivo que el ser rebelde de plenitud.

Por la Palabra que nos compromete por la que somos responsables
de nuestros actos y de nuestro destino.
Tú mismo serás la consecuencia de lo que tu palabra
no es, todo lo que podría ser.

Por todo, hijo mío:
No reniegues de tu origen, huyendo cada vez más...

En todo, hijo mío:
“SÉ TU PALABRA...”

Conságrate en respetarla, en recuperarla
(VITAM IMPENDERE VERO VERBUM)
Y comprenderás... Y vendrás a Ella y Ella vendrá. ¡MARANATHA!

Y Brindaremos en Comunión Cósmica:
Levantando los corazones en sinfonía estelar,
deleitando Infinito Éxtasis de Luz.
Celebrando con Júbilo la majestuosidad Real.

Y Brindaremos por El que vino a nosotros.
Y que primero brindó brindándose,
por Amor Divino Derramado,
como Ofrenda Salvadora para ser liberados.
En eterna canción de acción de gracias:
“POR EL SEÑOR DE LA PALABRA,
CON ÉL Y EN ÉL.
A TI DIOS PADRE MATERNO OMNIPOTENTE
EN LA UNIDAD DEL ESPÍRITU DE VERDAD,
TODO HONOR Y TODA GLORIA POR LA GLORIA
DE SU GLORIA,
POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS...
AMÉN”.


Autor

Juan Carlos (Yanka)