EL Rincón de Yanka: LIBRO "LOS ENGAÑOS DE LA MENTE": CÓMO LOS TRUCOS DE MAGIA DESVELAN EL FUNCIONAMIENTO DEL CEREBRO

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miércoles, 5 de enero de 2022

LIBRO "LOS ENGAÑOS DE LA MENTE": CÓMO LOS TRUCOS DE MAGIA DESVELAN EL FUNCIONAMIENTO DEL CEREBRO


Cómo los trucos de magia desvelan el funcionamiento del cerebro

Un libro tan hipnótico, brillante y entretenido como el mejor Colombo. La magia para engañarnos es la misma desde hace milenios, solo han refinado la técnica ayudados por la neurociencia y la tecnología.

Una obra que explora la interacción entre la magia, 
el cerebro y la vida cotidiana.

Cucharas que se doblan sin tocarlas, sillas que desaparecen ante nuestros ojos, mujeres serradas por la mitad que siguen moviendo las piernas, monedas que se multiplican en una mano vacía, cartas que se mueven por sí solas dentro de la baraja… Está claro, los espectáculos de magia juegan con nuestra mente. Pero ¿cómo? Stephen Macknik y Susana Martínez-Conde, que dirigen sendos laboratorios neurocientíficos en Phoenix, han convencido a un selecto grupo de magos de todo el mundo para que les permitan estudiar algunas de sus técnicas, revelar sus secretos e investigar las implicaciones de sus descubrimientos en el campo de la neurociencia. Un libro tan hipnótico, brillante y entretenido como el mejor truco.

«Durante mucho tiempo he deseado que existiera un libro que explicara el arte de la magia desde el punto de vista de la neurociencia cognitiva. La magia es una mina de oro de información sobre el cerebro. Éste es el libro que hemos estado esperando todos» Steven Pinker
«Un libro sobre la magia del cerebro que nos ayuda a entender el teatro de la vida» Eduardo Punset
«Susana y Steve nos demuestran que el cerebro es mucho más limitado de lo que sospechábamos. Un fascinante viaje a la mente de los magos para descubrir, con asombro, que nos engañan con argucias insospechadamente sencillas» Guillermo Fesser (Gomaespuma)
«Stephen Macknik y Susana Martínez-Conde demuestran que el funcionamiento interno de nuestros cerebros es quizás el truco más milagroso y fascinante» The Times
«Una mirada revolucionaria a la ciencia que hay tras la magia, a lo que lleva a la mente a creer que los trucos son reales y a cómo los magos utilizan la propia lógica del cerebro para conseguirlo» Science Book News

INTRODUCCIÓN

TERCERA LEY DE CLARKE: «Cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia».
LEY DE NIVEN: «Cualquier magia lo suficientemente avanzada es indistinguible de la tecnología».
PARÁFRASIS DE AGATHA HETERODYNE («GIRL GENIUS») SOBRE LA LEY DE NIVEN: «¡Cualquier magia lo suficientemente analizada es indistinguible de la ciencia!». 

¿Se ha preguntado alguna vez cómo funcionan los trucos de magia? Las monedas que se materializan en el aire, las cartas que asoman de una baraja como impulsadas por una fuerza invisible, esas mujeres hermosas a las que se corta por la mitad, las cucharas que se doblan; incluso los peces, elefantes y la mismísima estatua de la Libertad que ve usted desaparecer ante sus ojos. ¿Cómo puede un mentalista leer sus pensamientos? ¿Por qué no ve usted el gorila que hay en la habitación? Realmente, ¿cómo es posible que alguien sea capaz de atrapar una bala entre los dientes? ¿Cómo lo hacen? 

No se moleste en preguntárselo a un ilusionista. Al incorporarse a una organización de magos profesionales, el iniciado debe prestar el siguiente juramento: «Como mago, prometo no revelar jamás el secreto de ningún truco a alguien que no sea mago, a menos que esa persona también se comprometa a respetar el juramento de los magos. Prometo asimismo no realizar en público ningún truco sin haberlo practicado lo suficiente para llevarlo a cabo lo bastante bien como para mantener la ilusión de la magia». Es un código, una hermandad. El mago que rompa esta norma se arriesga a que sus colegas lo proscriban. 

¿Qué hace entonces este par de simples "muggles" (En las novelas de Harry Potter, término para referirse a las personas que carecen de poderes mágicos).  escribiendo un libro sobre magia? Lo cierto es que, a pesar del secretismo, casi todo lo referente a la magia es de dominio público. Escriba usted la palabra «magia» en el buscador de libros de Amazon y obtendrá unos 75.000 resultados. O bien entre en YouTube y podrá ver prácticamente todos los trucos de magia inventados hasta el momento, a menudo realizados por criaturas de siete años en su dormitorio y con mamá o papá al mando de la cámara de vídeo. No tiene más que visitar una web de anuncios clasificados para poder escoger entre infinidad de magos aficionados que se anuncian en su localidad. Entonces, ¿qué queda por decir que no se haya dicho ya? 

La verdad es que mucho. He aquí el primer libro que se ha escrito sobre la neurociencia de la magia o, si se prefiere, sobre neuromagia, [Véase S. Martínez-Conde y S. L. Macknik (2008), «Magic and the brain», Scientific American, 299, pp.72-79.] un término que acuñamos al iniciar nuestro viaje por el mundo de la magia. (Devin Powell, colaborador de la popular revista científica New Scientist, escribió en 2008 un artículo sobre nuestros primeros estudios introduciendo el término «magicología» (el estudio científico de la magia). Aunque el término «neuromagia» es algo más restringido que el de «magicología», ambos pueden considerarse equivalentes y a menudo intercambiables).
Mucho se ha dicho ya sobre la historia de la magia, sobre los secretos del oficio, sus últimas novedades y las respuestas psicológicas que se dan ante el ilusionismo. Pero la neurociencia va más lejos. Queremos saber qué ocurre en nuestro cerebro cuando nos quedamos embobados ante un truco de prestidigitación. Queremos explicar a un nivel básico por qué somos tan vulnerables a los engaños de la mente. Queremos mostrar al lector que el engaño es inherente al ser humano, que nos engañamos los unos a los otros constantemente, y que, al hacerlo, sobrevivimos mejor y empleamos menos recursos cerebrales debido al modo en que el cerebro centra la atención en algo. 

Como muchas de las cosas que suceden en la ciencia, dimos con la magia por puro accidente. Los dos somos neurocientíficos en el Instituto Neurológico Barrow (BNI, según sus siglas en inglés), de Phoenix, Arizona. El BNI es el instituto neurológico más antiguo de Estados Unidos y en la actualidad presta el mayor servicio en neurocirugía de toda América del Norte, con más de 6.000 craneotomías al año. Cada uno de nosotros dirige un laboratorio de investigación en el instituto. Stephen es el director del laboratorio de Neurofisiología del Comportamiento y Susana, del laboratorio de Neurociencia Visual. Además, da la casualidad de que estamos casados. Lo que más nos interesa a ambos es saber de qué modo el cerebro, como mecanismo compuesto de células individuales llamadas neuronas, crea la consciencia, es decir, la sensación de nuestra experiencia en primera persona. De alguna manera, las neuronas se conectan unas con otras mediante unos circuitos muy concretos y producen la consciencia. He aquí el máximo interrogante científico que queda por resolver, aunque la neurociencia está a punto de conseguirlo. 

Nuestros primeros pasos en el mundo de la ilusión empezaron hace ya diez años, cuando éramos jóvenes e intentábamos labrarnos un nombre como científicos, y se nos ocurrió hacer algo que despertara el interés de la gente hacia nuestra especialidad en neurociencia visual. En 2005, nada más incorporarnos al cuerpo docente del BNI, organizamos el Congreso Europeo sobre Percepción Visual que iba a celebrarse en la ciudad natal de Susana, A Coruña. Nuestra intención era mostrar la ciencia visual de un modo tan novedoso que intrigara tanto al público como a los medios de comunicación. Los dos estábamos fascinados por el modo en que la ciencia puede explicar cuestiones relacionadas con las artes visuales, como, por ejemplo, el estudio realizado por Margaret Livingstone, [M. S. Livingstone (2000), «Is it warm? Is it real? Or just low spatial frequency?», Science, 290, p. 1.299.] en el que demuestra por qué la sonrisa de la Mona Lisa es tan inefable y enigmática. Asimismo, sabíamos que las ilusiones visuales son fundamentales si queremos comprender cómo recibe el cerebro la información visual y la convierte en percepción. 

Y se nos ocurrió una idea muy sencilla: convocar un concurso para premiar la mejor ilusión del año. Pedimos a científicos y artistas que nos ayudaran aportando nuevas ilusiones visuales, y recibimos más de setenta propuestas. La audiencia (compuesta por científicos, artistas y público en general) vio las diez mejores ilusiones y tuvo que escoger tres de ellas. El concurso, ahora en su séptimo año, ha cosechado un gran éxito. Lo cierto es que las visitas de nuestra página de Internet se doblan anualmente, y este año han alcanzado la cifra de cinco millones. Debido al éxito obtenido con el concurso, la Asociación para el Estudio Científico de la Consciencia (ASSC) nos pidió en 2007 que presidiéramos su congreso anual. La ASSC se compone de neurocientíficos, psicólogos y filósofos que tratan de comprender cómo se produce la experiencia consciente a partir de la interacción de células cerebrales individualmente no conscientes. 

A medida que se acercaba la fecha de la inauguración del congreso, solicitamos que éste se celebrara en Phoenix, la ciudad donde vivimos, pero la junta directiva de la asociación enseguida vetó la propuesta alegando el calor infernal que allí hace en esa época del año. En su lugar, propusieron Las Vegas. «Vaya, hombre», pensamos, porque en junio Las Vegas resulta casi tan abrasadora como Phoenix. Además, si se le añade el lap dancing, los casinos y las salas de striptease, lo más probable era que la sensación de calor aumentara varios grados por una simple cuestión de rozamiento. Parecía evidente que nuestros colegas especializados en el estudio de la consciencia no estaban dispuestos a renunciar a las emociones fuertes con las que luego enriquecer sus teorías. 

Y se decidió Las Vegas. En octubre de 2005 volamos a esta ciudad para explorar el terreno. Durante el viaje no dejábamos de preguntarnos cómo podíamos persuadir al público de la importancia de la investigación de la consciencia, pues no queríamos organizar otro concurso. La respuesta empezó a germinar en el momento en que las alas del avión se inclinaron en su maniobra de aproximación al aeropuerto de Las Vegas. Desde la ventanilla vimos al mismo tiempo la estatua de la Libertad, la torre Eiffel, un volcán en erupción, la Space Needle de Washington, la Esfinge, Camelot y la Gran Pirámide de Egipto. Enseguida nos encontramos recorriendo la avenida Strip en busca del hotel adecuado para celebrar el congreso, mientras pasábamos junto al castillo de Aladino, el Gran Canal de Venecia y la Isla del Tesoro. Todo demasiado extraño para ser real. Y de repente, bingo: se nos apareció el tema de nuestra conferencia. Vallas publicitarias, taxis y autobuses lucían enormes imágenes de diversos magos: Penn & Teller, Criss Angel, Mac King, Lance Burton y David Copperfield, que nos miraban con ojos traviesos y sonrisas seductoras. Entonces se nos ocurrió que estos embaucadores eran como científicos salidos del Mundo Bizarro, (Bizarro World, también llamado Htrae (Earth al revés), es el planeta ficticio inventado en la década de 1960 por DC Comics donde habita Bizarro, la réplica deforme de Superman, y donde todo funciona al revés que en la Tierra),  unos doppelgängers —dobles fantasmagóricos— que hubiesen superado a nuestros científicos de verdad en la comprensión de cuestiones como la atención y la consciencia, atreviéndose a llevar este conocimiento al arte del espectáculo, el carterismo, el mentalismo y el engatusamiento (así como a unos raros e inquietantes patrones de vello facial). 

En tanto que científicos especializados en la visión, sabíamos que los artistas han realizado importantes descubrimientos sobre el sistema visual desde hace cientos de años, y que la neurociencia visual ha aprendido mucho sobre el cerebro estudiando sus técnicas e ideas sobre la percepción. Fueron los pintores quienes desarrollaron, bastante antes que los científicos, los fundamentos de la perspectiva y la interposición para que los pigmentos aplicados sobre un lienzo plano adquirieran la forma de un hermoso paisaje con mucha profundidad. Asimismo, sabíamos que los magos no constituyen sino otra clase de artistas: en lugar de la forma y el color, manipulan la atención y la cognición. 

En esencia, lo que los magos realizan durante toda la noche ante su audiencia no son más que experimentos de ciencia cognitiva, y pueden llegar a ser mucho más eficientes que nosotros, los científicos, en nuestros laboratorios. Y ahora, permítannos explicarnos antes de que nuestra bandeja de entrada empiece a echar humo con los airados comentarios de nuestros colegas. Los experimentos de neurociencia cognitiva dependen en gran medida del estado del observador. Tanto si el sujeto del experimento conoce de antemano en qué consiste, como si es capaz de adivinarlo o incluso si cree saberlo aunque esté equivocado, los datos obtenidos a menudo resultan viciados o imposibles de analizar. Tales experimentos son, pues, frágiles y algo torpes, de ahí que haya que aplicar unas medidas de control mínimas para mantener la pureza de los datos. 

Comparemos ahora lo que acabamos de decir con los espectáculos de magia. Los trucos de magia ponen a prueba muchos de los procesos cognitivos que nosotros estudiamos, con la diferencia de que los primeros muestran una solidez increíble. No importa que el público sepa que se le está engañando; noche tras noche y generación tras generación, cae siempre en la trampa cada vez que se le hace el truco. «¡Ojalá lográramos nosotros semejante destreza y habilidad en el laboratorio! —se nos ocurrió de pronto—. ¡Qué gran avance supondría poder manipular la atención y la consciencia con apenas la mitad de la capacidad que tienen los magos!». 

Y la idea empezó a tomar forma rápidamente: había que reunir a científicos y magos, de forma que los primeros pudieran aprender las técnicas de los segundos y aprovechar sus poderes. Pero teníamos un pequeño problema: no sabíamos nada de magia, ni siquiera conocíamos a un mago. Es más, ninguno de los dos había asistido jamás a un espectáculo de magia. Afortunadamente, nuestro colega Daniel Dennett nos ayudó a encontrar la solución. Dennett es un compañero científico y filósofo que, además, resulta ser buen amigo de James Randi, el Asombroso Randi, un célebre mago y escéptico que ha dedicado las últimas décadas a desacreditar cualquier suceso de supuesta naturaleza paranormal. Randi apoyó con entusiasmo nuestra idea y nos dijo que conocía a otros tres magos que eran perfectos para nuestro propósito: Teller (de la pareja de magos Penn & Teller), Mac King y Johnny Thompson. Los tres vivían en Las Vegas y compartían un gran interés por la ciencia cognitiva. Apollo Robbins, amigo de Teller, se unió al grupo unos meses más tarde. Gran parte del contenido de este libro se debe a nuestra interacción con estos talentosos magos. 

Y así empezó nuestro viaje de descubrimiento hacia los fundamentos neuronales de la magia. Hemos dedicado estos últimos años a recorrer el mundo, conociendo a magos, aprendiendo sus trucos e inventando la ciencia de la neuromagia. Incluso hemos representado nuestra propia función de magia en uno de los clubes más prestigiosos del mundo, el Magic Castle de Hollywood, en California, como si fuéramos auténticos magos (véase el capítulo 11). 

Los trucos de magia funcionan porque el proceso de atención y consciencia del ser humano tiene, por así decirlo, un cableado fácil de piratear. Entender cómo los magos logran hackear nuestro cerebro nos ayudará a comprender mejor cómo funcionan los trucos cognitivos en las estrategias publicitarias, en las negociaciones de las empresas y en cualquier tipo de relación interpersonal. Cuando comprendamos cómo funciona la magia en la mente del espectador, habremos desvelado las bases neuronales de la consciencia misma. (En el apartado de notas al final del libro, el lector encontrará las referencias pertinentes a las fuentes y las investigaciones que tratamos a lo largo del libro). 

Póngase cómodo, querido lector, porque Los engaños de la mente es la historia del mayor espectáculo de magia que jamás ha existido en la Tierra: el que precisamente ahora está teniendo lugar en su cerebro.

Macknik Stephen L - Los Eng... by Akela Kipling