ORACIÓN PARA LOS TIEMPOS DE TRIBULACIÓN
¡Oh Señor y Redentor nuestro!,
que prometiste no romper la caña cascada,
sino escuchar a todo pecador arrepentido:
llenos de confusión acudimos a Tí en la presente tribulación.
Hemos pecado, nos hemos olvidado de Tí,
nos hemos apartado de Tus mandamientos;
hemos sido ingratos a tantos beneficios Tuyos.
Reconocemos que nos purificas justamente
y que merecemos mucho más de lo que nos afliges.
Pero hoy, arrepentidos, acudimos a Tí,
invocando tu Santo Nombre y Tu Título de Redentor.
Mira cómo nos dispersa y desgarra a nosotros,
Tu grey, el lobo de la impiedad,
el cual no se detiene ante tus altares:
profana hasta burlar tus planes de amor
sintetizados en tu Augusto Sacramento.
Ten piedad de nosotros, reafirma nuestra fe,
sostén nuestros deseos de serte fieles.
No queremos ser espinas que te hieran.
Pon en nuestra frente tu señal
para estar entre los que Te bendicen.
Te lo pedimos por la Virgen Santísima,
Tu Madre y Nuestra Madre, que por su intercesión,
no desecharás nuestra petición.
Permítenos decir con San Pedro:
«¡Señor, Tú sabes que te amamos!»
P. BENJAMÍN CAMPOS. S.J
2642 La revelación “de lo que ha de suceder pronto” —el Apocalipsis— está sostenida por los cánticos de la liturgia celestial (cf Ap 4, 8-11; 5, 9-14; 7, 10-12) y también por la intercesión de los “testigos” (mártires) (Ap 6, 10). Los profetas y los santos, todos los que fueron degollados en la tierra por dar testimonio de Jesús (cf Ap 18, 24), la muchedumbre inmensa de los que, venidos de la gran tribulación nos han precedido en el Reino, cantan la alabanza de gloria de Aquel que se sienta en el trono y del Cordero (cf Ap 19, 1-8). En comunión con ellos, la Iglesia terrestre canta también estos cánticos, en la fe y la prueba. La fe, en la petición y la intercesión, espera contra toda esperanza y da gracias al “Padre de las luces de quien desciende todo don excelente” (St 1, 17). La fe es así una pura alabanza.
2643 La Eucaristía contiene y expresa todas las formas de oración: es la “ofrenda pura” de todo el Cuerpo de Cristo a la gloria de su Nombre (cf Ml 1, 11); es, según las tradiciones de Oriente y de Occidente, “el sacrificio de alabanza”. CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (CIC)
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