EL Rincón de Yanka: EL CARDENAL GEORGE PELL, CALUMNIADO, DENIGRADO, ACUSADO Y ENCARCELADO POR LA MAFIA DE LA CURIA VATICANA 👿👥👿

inicio














martes, 21 de septiembre de 2021

EL CARDENAL GEORGE PELL, CALUMNIADO, DENIGRADO, ACUSADO Y ENCARCELADO POR LA MAFIA DE LA CURIA VATICANA 👿👥👿

El cardenal recurre la sentencia 
Card. George Pell

"Cuando los insípidos guían a los insípidos, surge un catolicismo contraceptivo, sano en apariencia pero incapaz de producir nueva vida”.
George Pell es Cardenal. Arzobispo emérito de Sydney. Miembro de la comisión para la reforma de la Curia. Prefecto de la Secretaría de Economía de la Santa Sede.

Exprefecto de la Secretaría de Economía de la Santa Sede
Fecha de nombramiento: 24-02-2014

¡Inocente! El veredicto final se produjo después de que el cardenal George Pell soportara ocho años agotadores de acusaciones, investigaciones, juicios, humillaciones públicas y más de un año de prisión después de ser condenado por un tribunal australiano por un crimen que no cometió.
Llevado a la cárcel esposado, tras su sentencia del 13 de marzo de 2019, el prelado australiano de 78 años comenzó lo que se suponía que serían seis años de cárcel por "delitos históricos de agresión sexual". El cardenal Pell soportó más de trece meses en confinamiento solitario, antes de que el Tribunal Supremo de Australia votara por 7 a 0 para revocar su sentencia. Su victoria sobre la injusticia no fue solo personal, sino para toda la Iglesia Católica.
Sin rencor hacia sus acusadores, jueces, trabajadores penitenciarios, periodistas y aquellos que lo persiguieron, el cardenal utilizó su tiempo en prisión como un "retiro prolongado". Llenó elocuentemente las páginas del cuaderno con sus conocimientos espirituales, experiencias en la prisión y reflexiones personales sobre los acontecimientos actuales tanto dentro como fuera de la Iglesia, así como con conmovedoras oraciones.

Cardenal George Pell, ex arzobispo de Sídney (2001-2014) y de Melbourne (1996-2001), Australia, sirvió en el Consejo de Cardenales del Papa Francisco, creado por este para reformar la Curia romana. Fue designado en 2014 como Prefecto de la Secretaría para la Economía del Vaticano, hasta que a sus 77 años, entró en prisión tras ser declarado culpable en un juicio por delito sexual en los años 90. En abril de 2020, y después de que el cardenal apelara su condena, el Tribunal Supremo australiano le absolvió por unanimidad.
Autodefinido como un Groupie de JFK, el Cardenal George Pell nació en Ballarat, en el estado de Victoria, al sur de Australia, el 8 de junio de 1941. Estudió en esta ciudad en el Convento de Loreto y posteriormente en la Universidad San Patrick. Hizo los estudios para el sacerdocio en el Corpus Christi College, Werribee, y en la Universidad de Propaganda Fide de Roma siendo ordenado sacerdote en la capital italiana en 1966.

La formación de George Pell

Tiene una licenciatura en Teología en la Universidad Urbaniana de Roma desde 1967, un Master en Educación en la “Monash University” de Melbourne desde 1982 y un Doctorado en “Filosofía en la Historia de la Iglesia” en la Universidad de Oxford desde 1971. Fue profesor universitario y ha trabajado como asistente y pastor de Menton, hasta su nombramiento como obispo de la Región Sur de Melbourne (1987-1996).
El 21 de mayo de 1987 fue ordenado obispo auxiliar de la archidiócesis de Melbourne y el 16 de julio 1996 el Papa Juan Pablo II anunció el nombramiento del cardenal Pell como arzobispo metropolitano de Melbourne.
El 26 de marzo de 2001, el Santo Padre nombró al cardenal Pell el octavo arzobispo metropolitano de Sydney, recibiendo el palio del papa por segunda vez en San Pedro, en Roma, en la fiesta de los santos Pedro y Pablo. Juan Pablo II anunció su nombramiento como cardenal el 28 de septiembre de 2003 y lo creó cardenal presbítero de la Iglesia de Santa María Dominica Mazzarello.
En febrero de 2007 fue nombrado miembro del Consejo de Cardenales para los problemas organizativos y económicos de la Santa Sede por Benedicto XVI y en 2008, miembro del Comité de Administración de la Comisión Católica Internacional de Migración, que supervisa la labor de socorro en favor de los imigrantes, refugiados y desplazados, en nombre de la Santa Sede.

Apoyó la guerra de Afganistán

En materia política ha salido a la palestra en numerosas ocasiones; de la misma manera que apoyó la guerra de Afganistán, afirmó tajantemente que la invasión a Iraq no estaba justificada. Además ha condenado las intervenciones occidentales en el conflicto Sirio, afirmando que Bachar Al Assad ofrece protección legal y garantías a los cristianos sirios, no así los rebeldes.
Antes del cónclave de 2013 se le pregunto sobre las características que había que buscar en el próximo Papa, a lo que contestó “Yo no buscaría a un candidato de una región particular. Creo que el origen del próximo Papa es bastante secundario ante sus capacidades personales para dirigir a la Iglesia. Algunos factores son rudimentarios: un hombre de fe y oración, con una carrera excepcional, que sepa varias lenguas. No creo que vayamos a tener un maestro de la talla de Benedicto XVI o de Juan Pablo II. Deberíamos, pero sería una sorpresa. Creo que necesitamos a alguien que sea un estratega, que tome decisiones, un organizador, alguien que haya demostrado tener capacidades pastorales fuertes y que pueda tomar las riendas de la situación para sacar adelante a toda la Iglesia”.
Cuando le preguntaron la nacionalidad del futuro Papa, el cardenal australiano declaró “no excluiría que fuera elegido alguien de fuera; y me sorprendería mucho si en los próximos 50 o 100 años no tuviéramos un buen número de Papas sudamericanos”. En efecto, unos días después de esa entrevista, los cardenales eligieron a Jorge Mario Bergoglio como el primer Papa sudamericano de la historia.

Miembro de una comisión para reformar la Curia

En abril de 2013 el Papa Francisco nombró una comisión de 8 cardenales para reformar la Curia. Uno de los elegidos era el hombre del que estamos hablando, George Pell. Junto a él fueron nombrados miembros de la comisión Sean Patrick O’Malley, Laurent Monsengwo Pasinya, Giuseppe Bertello, Oswald Gracias, Reinhard Marx, Francisco Javier Errázuriz Ossa y Andrés Rodríguez Maradiaga.
En mayo de 2013 el cardenal Pell admitió, ante el Parlamento del Estado Victoria, que la Iglesia había ocultado durante décadas los abusos sexuales a menores de edad cometidos por miembros de la congregación eclesiástica. Declaró que la institución australiana encubrió a varios sacerdotes pedófilos, aunque negó su participación en dichas ocultaciones. La mayoría de los abusos fueron consumados entre la década de 1960 y la de 1980, mientras que solo 13 de los abusos se registraron después de 1990, según un informe eclesial.

Pell, pidió disculpas a las víctimas al inicio de su intervención y mostró el arrepentimiento por parte de la comunidad católica australiana por no haber actuado de manera más rápida contra los pedófilos. “Estoy de acuerdo en que hemos sido lentos al actuar frente a la angustia de las víctimas y que tratamos con ello de manera imperfecta” señalo el cardenal “No creo que muchos de los líderes de la iglesia católica conocieran el horrendo y amplio problema”, en el que estaban inmersos, apuntó Pell.
El cardenal admitió que los traslados de los sacerdotes pedófilos a otras parroquias para tapar sus delitos habían tenido consecuencias desastrosas. “No hay duda de que muchas vidas han sido arruinadas”, incidió el arzobispo al señalar, que muchos de estos crímenes habían contribuido al “suicidio” de víctimas.
En Junio de 2013 se publicó una entrevista al Cardenal (que puede leer aquí) en la que habló del Papa Francisco, de la reforma de la curia “Para mí es un “kitchen cabinet”, un grupo interno de consejeros que apoya al Papa en el gobierno” y del pontificado de Benedicto XVI.

Acosado por tratar de limpiar las finanzas vaticanas

El secretariado de Economía de la Santa Sede, dirigido por el cardenal George Pell gastó más de medio millón de euros durante sus primeros seis meses de existencia, según adelanta el semanario italiano L’Expresso en su edición de este viernes.
El rotativo subraya cómo entre los gastos aparecen algunos justificados, como la inversión en ordenadores o impresoras, pero destaca también una factura del afamado sastre Gamarelli, que le hace trabajos al clero.
Los gastos llaman la atención, ya que Pell ha instituido una revisión de los gastos en el Vaticano para asegurarse de que cualquier dinero que sobre se destine a los pobres, señaló la publicación.
La resistencia de la burocracia vaticana, formada en buena medida por italianos, contra el australiano Pell ha estado aumentando constantemente, pero en diciembre se incrementó aún más cuando presumió que había “descubierto” cientos de millones de euros que habían sido “ocultados” en diversas cuentas de los estados financieros de la Santa Sede.
De hecho, se sabía de la existencia del dinero y se le mantenía fuera de los libros contables, porque “buena parte de él se utilizaba como reserva en caso de que hubiera carencia de recursos“, argumentan los curiales.
La filtración de las facturas de Pell a L’Espresso, así como la divulgación de documentos en los que cardenales se quejan de su trabajo, tiene el claro fin de desacreditarlo y hace recordar el tema de los Vatileaks que empañó gravemente el último año del pontífice anterior, Benedicto XVI.

Prometió ‘trabajar’ con las víctimas en la lucha contra los abusos

El cardenal australiano George Pell se comprometió hoy en Roma a trabajar con grupos de ayuda a las víctimas de pederastia tras reunirse con algunas de ellas en un encuentro que el prefecto de Economía calificó de “duro”.
La reunión de Pell con las víctimas se celebró en el mismo hotel de la capital italiana en el que la madrugada pasada terminó la cuarta jornada de comparecencias por videoconferencia ante la Justicia australiana, que ha despertado gran expectación.
“Me propongo continuar ayudando al grupo (de víctimas) junto con los comités y agencias que tenemos en Roma y especialmente con la comisión pontificia de protección de menores”, afirmó Pell a la prensa después de reunirse durante hora y media con víctimas y sus familiares.


A sus 77 años, fue declarado culpable en un juicio en diciembre de haber abusado sexualmente de dos monaguillos en la sacristía de la Catedral de San Patricio de Melbourne en los años 1990.
En abril de 2020, y después de que el cardenal apelara su condena, fue declarado inocente.


El vaticanista italiano Sandro Magister publicó en su blog Settimo Cielo algunos avances del primer volumen del “Diario de la prisión” del Cardenal George Pell, injustamente encarcelado durante poco más de un año en Australia, tras ser acusado de abusos sexuales a menores que nunca cometió.
Entre otros temas, el Purpurado reflexiona en este adelanto sobre los católicos en China, el papel del Papa Emérito, la exhortación apostólica sobre el amor en la familia Amoris laetitia; y la libertad religiosa. Sus reflexiones han sido publicadas por la editorial Ignatius Press.
En 2019 el Cardenal Pell fue condenado a prisión acusado de abusar de dos menores. Sin embargo, el 7 de abril de este año fue puesto en libertad, luego de que la Corte Suprema de Australia concluyera que el jurado en el juicio del Purpurado no actuó razonablemente al no encontrar posibilidad de duda en las acusaciones que enfrentaba. Fue absuelto de todos los cargos.

Los informes de que el Cardenal Angelo Becciu habría transferido dinero a Australia para poner una trampa al Cardenal Pell atrajeron atención internacional.
El Papa Francisco depuso al Cardenal Becciu de su cargo de Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos y le retiró sus derechos del cardenalato, lo que incluye la imposibilidad de participar en el próximo cónclave
Hasta 2017, el Cardenal Pell encabezó un esfuerzo alentado por el Santo Padre para ordenar y esclarecer las finanzas del Vaticano, que por mucho tiempo carecieron de procedimientos, controles o supervisión centralizados. El Purpurado chocó en ese trabajo con el Cardenal Becciu, que servía en el Vaticano como Sustituto de la Secretaría de Estado.
Entre otras cosas, el Cardenal Becciu actuó para cancelar un contrato que el Cardenal Pell había hecho para una auditoría externa de las finanzas del Vaticano.

Este primer volumen de las memorias y reflexiones del Cardenal Pell en la cárcel tiene 350 páginas y se refiere a los primeros 5 meses de su encarcelamiento en Melbourne.
El Cardenal escribía cada día dos o tres páginas que “casi siempre comenzaban con sus reflexiones sobre las dos lecturas matutinas del Breviario, una extraída de la Biblia y otra de los Padres de la Iglesia, y terminaban con una oración”, explica Magister.
Su celda era pequeña y se le permitía salir durante media hora a un patio, solo. Recibía visitas dos veces a la semana. No se le permitía celebrar Misa y la del domingo la veía por televisión. En la zona de la prisión donde estaba había asesinos y terroristas. Era sometido, como los demás, a frecuentes controles antidroga e inspecciones corporales.
Sin embargo, dice el vaticanista, “sus diarios no tienen nada triste. Más bien son calmos y tranquilizadores, aquí y allá con un hilo de ironía. Los partidos de fútbol australiano y de rugby encuentran en él un comentarista partícipe. La escritura es simple y profunda a la vez. El lamento está ausente”.

Los católicos de China

“Mi tiempo en prisión no es un picnic, pero se convierte en un periodo de vacaciones si se lo compara con otras experiencias de prisiones. Mi buen amigo Jude Chen, originario de Shanghai y ahora residente en Canadá, me ha escrito sobre la prisión que padeció su familia bajo el régimen de los comunistas chinos”, escribe el Cardenal Pell en su diario.
“En 1958 el hermano de Jude, Paul, un seminarista, y la hermana Sophie, estudiante de secundaria, fueron encarcelados por ser católicos y pasaron treinta años en dos prisiones diferentes, para Sophie en el frío de China septentrional. A la familia se le concedió una visita al mes de quince minutos, cuando estaban en una prisión de Shangahi, y una carta de cien palabras al mes en el lapso de tres décadas. Al abuelo de Giuda, Simon, que era rico y había construido una iglesia parroquial dedicada a la Santísima Trinidad, le confiscaron todos sus bienes. Jude lo amaba y ambos vivieron en la misma casa durante nueve años hasta la muerte del anciano. Jude cuenta que cuando le preguntaban sobre su propiedad confiscada, él respondía: ‘Todo vino de Dios y será restituido a Dios’”.

“Después del comienzo de la Revolución Cultural en la primavera de 1966, los Guardias Rojos irrumpieron en su casa y se decepcionaron al descubrir que el abuelo Simon había muerto. En consecuencia, destruyeron su tumba, saquearon la casa y obligaron a la madre de Jude a quemar todos sus objetos religiosos. El padre de Jude fue despedido como docente y rebajado a portero”.
“A los once años y en la escuela primaria, Jude fue obligado a confesar a sus cuarenta compañeros de clase que era un criminal de una familia criminal. Recuerda también a su maestro que decía a sus compañeros se mantuvieran lejos de él”.
“A los diecisiete años, el mismo Jude fue enviado durante ochos años a un campo de trabajo en un suburbio de Shanghai. Mientras estaba por partir, sus padres le dieron esta instrucción: ‘Jude, no conserves odio en tu corazón, sino solamente amor’. Este es el combustible sagrado que da fuerza a la Iglesia”.

Amoris laetitia

“La fidelidad a Cristo y a su enseñanza permanece indispensable para algún catolicismo fructífero, para algún despertar religioso. Este es el motivo por el que las ‘aprobadas’ interpretaciones argentina y maltesa de Amoris laetitia son tan peligrosas: van contra la enseñanza del Señor sobre el adulterio y la enseñanza de San Pablo sobre las disposiciones necesarias para recibir adecuadamente la Santa Comunión”, escribe el Cardenal.
“En los dos Sínodos sobre la Familia, algunos voces proclamaron en voz alta que la Iglesia era un hospital de campaña o un puerto de refugio. Pero esta es solamente una imagen de la Iglesia y está muy lejos de ser la más adecuada o relevante, porque ante todo la Iglesia debe mostrar cómo no enfermarse y como escapar a los naufragios, y aquí los mandamientos son esenciales. Jesús mismo enseñó: ‘Si ustedes cumplen mis mandamientos permanecerán en mi amor’ (Jn 15, 10)”.

El papel del Papa Emérito

“Soy favorable a la tradición milenaria que los Papas no renuncian, que continúan hasta la muerte, porque esto ayuda a mantener la unidad de la Iglesia. Los progresos en la medicina moderna han complicado la situación, al permitir que los Papas de hoy y de mañana puedan vivir probablemente mucho más que sus predecesores, aun cuando su salud se debilite mucho”, escribe el Cardenal Pell.
“Pero es necesario que se clarifiquen los protocolos sobre el rol de un Papa que haya renunciado, para reforzar las fuerzas de la unidad. Si bien el Papa jubilado puede mantener el título de ‘Papa emérito’, se debería reinsertar en el colegio cardenalicio y pasar a ser conocido como ‘cardenal X, Papa emérito’, no debería vestir la sotana papal blanca y no debería enseñar públicamente”.
“A causa de la reverencia y del amor por el Papa, muchos se sentirían reacios a imponer tales restricciones a alguien que en un tiempo se sentaba en la cátedra de Pedro. Probablemente esas medidas serían introducidas mejor por un Papa que no tenga ningún predecesor todavía viviendo”.

Theodore McCarrick

En una de las páginas de su diario, el Cardenal Pell cuenta que recibió una tarjeta del excardenal Thedore McCarrick, expulsado del estado clerical por los abusos sexuales que cometió durante décadas.
“Tiene ochenta y nueve años y firmó ‘Ted McCarrick, Catholicus, olim cardinalis’, que en latín significa ‘Católico, alguna vez cardenal’. Siempre fue cortés conmigo y fue un hábil ‘recaudador de fondos’ y tejedor de contactos, bien conectado en todos los niveles y especialmente con los Demócratas [estadounidenses]. Desafortunadamente, causó mucho daño en más de un sentido”.
“Aunque rezo explícitamente todos los días por las víctimas, nunca he mantenido una categoría en mi lista de oración por los sacerdotes abusadores y por los obispos delincuentes. Debería remediar esto y recé por Ted McCarrick, ‘olim cardinalis’".

Israel Folau y la libertad religiosa

“Israel Folau es un brillante jugador de rugby, originario de Tonga y hombre piadoso, de fe cristiana simple, un protestante de vieja estampa, que no tiene tiempo para las fiestas católicas de Navidad y de Pascua, mucho menos para la devoción a la Virgen”, escribe en su diario el Cardenal Pell.
“Ha parafraseado y modificado la lista de san Pablo de los que no ‘heredarán el Reino de Dios’, publicando su advertencia en Instagram: ‘Borrachos, homosexuales, adúlteros, mentirosos, fornicadores, ladrones, ateos, idólatras. El infierno les espera. Arrepiéntanse”. Ahora bien, los funcionarios del sindicato de rugby lo despidieron por incitación al odio”.
“Este caso creará precedentes importantes en la lucha por la libertad religiosa, y el Lobby Cristiano Australiano mostró sentido común al apoyar a Folau. Aun cuando no estoy a favor de condenar a las personas al infierno, porque esto es asunto de Dios, Folau está reafirmando simplemente las enseñanzas del Nuevo Testamento, cuando detalla las actividades no compatibles con la pertenencia al Reino de los Cielos”.

“Lo que es extraño es que no hayan surgido quejas por parte de idólatras, adúlteros, mentirosos, ladrones, fornicadores, etc., pidiendo su expulsión y despido. Me pregunto cuántos de los que han sido hostiles con Folau son cristianos y cómo pueden creer en el paraíso y en el infierno. Quien está seguro de sus propias convicciones no se preocupa demasiado por la expresión de puntos de vista diferentes y opuestos, especialmente si los considera desprovistas de sentido”.
“Por el contrario, las fuerzas cada vez más groseras de lo políticamente correcto no aceptan que todas las personas sean tratadas con respeto y amor, sino que exigen, en nombre de la tolerancia, no solo que la actividad homosexual sea legal tal como los matrimonios del mismo sexo, sino que todos deben aprobar esas actividades, al menos públicamente; y que se le impida a todos predicar enseñanzas cristianas sobre el matrimonio y sobre la sexualidad en cualquier espacio público. Esto sería precisamente el final de la libertad religiosa”.
“Cuando se pierde de vista a Dios en medio de la niebla, sea ésta la niebla de la lujuria, de la posesión o del poder, se violan las defensas de la razón y de la verdad”.

Mi fe católica me sostuvo, especialmente el comprender que mi sufrimiento no era inútil sino que lo podía unir al de Cristo Nuestro Señor. Nunca me sentí abandonado, sabiendo que el Señor estaba conmigo, incluso cuando no entendía lo que Él estaba haciendo durante la mayor parte de esos trece meses.
Hay mucha bondad en las cárceles. A veces, estoy seguro, éstas pueden ser el infierno en la tierra. Yo tuve la suerte de ser mantenido a salvo y de ser bien tratado. Me impresionó la profesionalidad de los agentes penitenciarios, la fe de los reclusos, y la existencia de un sentido de la moral incluso en los lugares más sombríos.

Estuve en régimen de aislamiento durante trece meses, diez en Melbourne, y tres en la prisión de Barwon. En Melbourne, el color del uniforme de la prisión era verde, pero en Barwon se me asignó el color rojo brillante de los cardenales. Fui condenado en diciembre de 2018 por abusos sexuales a menores, a pesar de mi inocencia, y a pesar de la incoherencia del caso del Fiscal de la Corona contra mi. Finalmente (en abril de este año), la Corte Suprema Australiana anuló mi condena por unanimidad. Mientras tanto, había empezado a cumplir mi sentencia de seis años.

En Melbourne viví en la Célula 11, Unidad 8 de la quinta planta. Mi celda tenía unos 7 metros de largo y unos dos de ancho, lo suficiente para mi cama, que tenía una base dura, un colchón no demasiado grueso, y dos mantas. A la izquierda de la entrada había unos estantes bajos con un hervidor de agua, una televisión, y espacio para comer. Enfrente del pasillo estrecho había un lavabo con agua caliente y fría y una ducha con agua caliente. A diferencia de muchos hoteles lujosos, tenía una buena lámpara de lectura sobre mi cama. Ya que un par de meses antes de entrar en prisión me habían puesto prótesis en ambas rodillas, usaba un bastón y me proporcionaron una silla de hospital más alta, que fue una bendición. Las regulaciones sanitarias requieren que cada recluso pase una hora fuera al aire libre cada día, así que me permitieron pasar dos horas y media en Melbourne. En ningún lugar de la Unidad 8 había cristales transparentes, así que sólo podía saber si era de día o de noche, pero no mucho más desde mi celda. Nunca vi a los otros once reclusos.

Ciertamente los oía. La Unidad 8 tenía doce pequeñas celdas a lo largo de una pared exterior, con los reclusos «ruidosos» en un extremo. Mi celda estaba en el extremo «Toorak», llamado así por el barrio rico de Melbourne, exactamente igual al extremo «ruidoso» pero generalmente sin los golpes ni los gritos, sin los angustiados y enfadados, que eran con frecuencia drogadictos, especialmente adictos a la metanfetamina. Solía sorprenderme la cantidad de tiempo que aguantaban golpeando con sus puños, pero un agente me explicó que daban patadas en el suelo como caballos. Algunos inundaban sus celdas o las ensuciaban. De vez en cuando llamaban a los perros policía o tenían que usar gases contra ellos. Durante mi primera noche creí oir a una mujer llorar; otro prisionero llamaba a su madre.

Estuve en aislamiento por mi propia seguridad, ya que los convictos por abusos sexuales a menores, especialmente los clérigos, pueden ser objeto de ataques físicos o maltrato en prisión. Sólo una vez fui amenazado de esta forma, cuando estaba en una de las dos áreas adyacentes para ejercicios, separadas por una pared alta, con una abertura a la altura de la cabeza. Mientra paseaba por el perímetro, alguien me escupió a través del alambre de la abertura y empezó a insultarme. Fue algo inesperado, así que volví furioso a la ventana a enfrentarme con el que me insultaba y le reprendí. Se quitó de mi vista pero continuó ofendiéndome, llamándome «araña negra» y otros términos poco agradables. Tras mi reprimenda inicial, permanecí en silencio, aunque dije después que no saldría a ejercitarme si ese individuo iba a estar en el área contigua. Un día o dos más tarde, el supervisor de la unidad me dijo que el joven que me había ofendido había sido cambiado de sitio, porque había hecho «algo peor» a otro recluso.

En unas cuantas ocasiones durante el largo confinamiento entre las 4:30 de la tarde hasta las 7:15 de la mañana, fui acusado e insultado por otros reclusos de la Unidad 8. Una tarde oí una acalorada discusión sobre mi culpabilidad. El que me defendía dijo que estaba preparado para apoyar a un hombre que había sido públicamente apoyado por dos Primeros Ministros. La opinión sobre mi culpabilidad o inocencia estaba dividida entre los reclusos, como en la mayoría de los sectores de la sociedad australiana, aunque los medios de comunicación, salvo honrosas excepciones, eran claramente hostiles. Un periodista que había pasado décadas en prisión escribió que yo era el primer sacerdote condenado del que había oído que tenía algún apoyo entre los prisioneros. Y recibí sólo amabilidad y amistad de mis tres compañeros reclusos en la Unidad 3 de Barwon. La mayoría de los agentes en ambas prisiones reconocieron que yo era inocente.

Entre los reclusos el rechazo hacia los perpetradores de abuso sexual juvenil es común en todo el mundo angloparlante, un interesante ejemplo de la ley natural que emerge a través de la oscuridad. Todos nosotros estamos tentados de despreciar a aquéllos que pensamos que son peores que nosotros. Incluso los asesinos comparten el desprecio hacia aquéllos que han violado a un joven. Sin embargo, irónicamente, este desprecio no es malo del todo, ya que expresa una creencia en lo correcto y lo erróneo, en el bien y el mal, que a menudo surge en las cárceles de formas sorprendentes.
Muchas mañanas en la Unidad 8 podía oir los cánticos de los musulmanes. Otras veces se relajaban un poco y no cantaban, aunque quizás rezaban en silencio. El lenguaje en la cárcel es áspero y repetitivo, pero rara vez oí maldiciones o blasfemias. El recluso al que le consulté pensaba que este hecho era un signo de fe, más que una prueba de la ausencia de Dios. Sospecho que los prisioneros musulmanes, por su parte, no toleran la blasfemia.

Me escribían reclusos de muchas cárceles, algunos regularmente. Uno de ellos era un hombre que había montado el altar cuando celebré la última misa de Navidad en la prisión Pentridge en 1996, antes de que la cerraran. Otro simplemente dijo que estaba perdido y en la oscuridad. ¿Podría sugerirle algún libro?. Le recomendé que leyese el evangelio de San Lucas y empezara con la Primera Carta de San Juan. Otro era un hombre de fe profunda y devoto del Padre Pío de Pietrelcina. Soñó que yo iba a ser liberado. Probó ser prematuro. Otro me dijo que entre los delincuentes profesionales, la opinión generalizada era que yo era inocente y todo había sido «amañado», añadiendo que era raro que los delincuentes reconocieran la verdad, pero no los jueces.

Como el de muchos sacerdotes, mi trabajo me había puesto en contacto con una amplia variedad de personas, así que no me sorprendieron los reclusos. Los agentes fueron en cambio una agradable sorpresa. Algunos eran amables, uno o dos casi hostiles, pero todos se comportaban de forma profesional. Si hubiesen permanecido en silencio durante meses, como los que vigilaron al cardenal Van Thuan cuando estuvo en aislamiento en Vietnam, la vida habría sido mucho más dura. La hermana Mary O´Shannassy, la principal encargada de la pastoral católica penitenciaria en Melbourne con 25 años de experiencia, que hace un gran trabajo -¡un hombre condenado por asesinato me dijo que le daba un poco de miedo!- reconoció que la Unidad 8 tenía un buen personal y estaba bien dirigida. Después de que mi apelación a la Corte Suprema de Victoria fue rechazada, consideré no apelar a la Corte Suprema de Australia, dando como razón el hecho de que si los jueces iban simplemente a cerrar filas, no necesitaba cooperar en una farsa tan cara. El jefe de la prisión de Melbourne, un hombre más grande que yo y bastante directo, me animó a perseverar. Me animé y le estoy agradecido.

En la mañana del 7 de abril, la televisión nacional retransmitió el anuncio del veredicto de la Corte Suprema. Vi desde mi celda, en el canal 7, cómo un sorprendido joven reportero informaba a Australia de mi absolución y se mostró aún más perplejo ante el hecho de que hubiese sido por unanimidad de los siete jueces. Los otros tres reclusos de mi unidad me felicitaron, y pronto fui liberado en un mundo confinado por el coronavirus. Mi viaje fue extraño. Dos helicópteros de la prensa me siguieron desde Barwon hasta el convento de carmelitas de Melbourne, y al día siguiente, dos coches de la prensa me acompañaron los 880 km hasta Sydney.
Para muchos, el tiempo en prisión es una oportunidad de ponderar y hacer frente a las verdades elementales. La vida en prisión eliminó cualquier excusa de que estaba demasiado ocupado para rezar, y mi horario regular de oración me sostenía. Desde la primera noche, siempre tenía un breviario (incluso de otro tiempo litúrgico), y recibía la sagrada comunión cada semana. En cinco ocasiones asistí a misa, aunque no pude celebrarla, un hecho que lamenté especialmente en Navidad y en Pascua de Resurrección.

Mi fe católica me sostuvo, especialmente el comprender que mi sufrimiento no era inútil sino que lo podía unir al de Cristo Nuestro Señor. Nunca me sentí abandonado, sabiendo que el Señor estaba conmigo, incluso cuando no entendía lo que Él estaba haciendo durante la mayor parte de esos trece meses. Durante muchos años, yo les había dicho a los que sufrían y a los que estaban agobiados que el Hijo de Dios, también pasó por pruebas en esta tierra, y ahora yo mismo era consolado por este hecho. Así que recé por mis amigos y enemigos, por los que me apoyaban y por mi familia, por las víctimas de abuso sexual, y por mis compañeros de prisión y agentes penitenciarios.
Georger Cardinal Pell

Traducido para InfoCatólica por Ana María Rodríguez y Manuel Pérez Peña

Publicado originalmente en First Things

VER+: