"Los yihadistas van a ganar.
Ellos tienen cojones"
Es que van a ganar. Los derrotarán en Irak o en Siria pero van a triunfar, porque son jóvenes, tienen hambre, un rencor histórico acumulado y absolutamente comprensible, cuentas que ajustar, desesperación, cojones, fuerza demográfica... Occidente y Europa en cambio son viejos, cobardes, caducos y no se atreven a defenderse. Cuando hay lobos y hay ovejas no hay duda de quién va a ganar. Estamos teniendo el resultado de nuestra pasividad, de nuestro confort, de nuestra demagogia. Ellos no tienen esos obstáculos. Como dijo uno de los imanes, «usaremos vuestra democracia para destruir vuestra democracia». Está perfectamente definido. Europa es vieja e indefensa.
Europa se está suicidando
Europa está en problemas. En muchos países de la Unión Europea hay muchos más inmigracionistas que patriotas lúcidos y valientes, preocupados por defender su identidad y su patrimonio cultural. En nombre de la religión de los derechos humanos, desde hace décadas los pueblos votan contra sus verdaderos intereses y contra el porvenir de sus propios hijos. Una y otra vez vuelven a entregar las riendas del gobierno a aquellos que han arruinado y destruido el continente.
De Bruselas a las asociaciones tercermundistas, pasando por la gran patronal, unas fuerzas inmensas obran, solapada o abiertamente, para abrir las fronteras cada vez más y más. Bruselas prevée que la UE necesitará 50 millones de inmigrantes de aquí a 2050 para contrarrestar el envejecimiento de las poblaciones, pagar nuestras jubilaciones y mantener nuestros sistemas de salud (7 millones para España antes de 2030). Y sin embargo no vemos como esos millones de desheredados sin la menor cualificación podrían financiar nuestras jubilaciones cuando en realidad no hacen más que aumentar el flujo de los asistidos.
Suprimiendo la libertad de expresión frente a la invasión en toda regla
Mientras que todos los que se oponen a esta locura destructora de la civilización occidental son víctimas de la justicia bienpensante, una mecánica totalitaria ha logrado la hazaña, en el continente de la libertad y los derechos humanos, de suprimir la libertad de expresión con leyes elaboradas para acallar a los opositores al pensamiento único. En muchos países de la EU (no en Hungría ni en Polonia, por ejemplo, pero si en España y en Francia, entre otros) un inmigrante, incluso ilegal, tiene más derechos de un nativo. Esto no es un rumor ni una leyenda urbana, sino una realidad que todos conocemos ya.
Pero esta inmigración, que reviste las características de una invasión en toda regla, no sólo nos arruina, sino que también causa una aumento enorme de la inseguridad. Un ejemplo: según un informe de la Policía alemana, en 2015 los extranjeros (inmigrantes y demás “refugiados”) protagonizaron más de 200.000 crímenes. Un aumento del 80% respecto del año anterior. Suecia, uno de los países más abiertos al multiculturalismo, ha experimentado un aumento del 1.500% en las violaciones en los últimos años. Este país, otrora en la vanguardia de la igualdad de sexos y la promoción de la mujer, se ha convertido por obra y gracia de la inmigración en el segundo país del mundo en violaciones, detrás de Lesotho, en África austral. ¡Envidiable récord, si señor!
El tsunami migratorio, que ha cobrado un nuevo impulso gracias a Ángela Merkel, que ha desencadenado esta máquina infernal y no sabe ya cómo pararla, se ha vuelto imposible de manejar, ya que nada se hace para desanimar a los candidatos al Eldorado europeo. Al contrario, todo está organizado para animarlos a llegar como sea a Europa, donde los dirigentes europeos aseguran, ufanos y descarados, que: “¡Nadie será expulsado!”.
La población de África ha pasado de 1960 a día de hoy de 300 millones a 1000 millones de habitantes. En 50 años más tendrá 2000 millones. ¿A dónde creemos que querrá meterse toda esa población? Las decenas de miles, las centenas de miles de africanos que llegan actualmente a nuestras costas no son más que la avanzadilla de los cientos de millones que pretenderán entrar en Europa en las décadas venideras. ¿Vamos a acogerlos a todos? En toda Europa la pobreza está en aumento y cada día nos llegan más pobres desde los cuatro puntos cardinales del planeta. Pero estos recién llegados muchas veces son alojados en hoteles y viviendas con todas las comodidades mientras que miles de europeos duermen literalmente en las calles o en sus coches.
Criminalidad en plena expansión
En toda Europa la criminalidad está en plena explosión. Las cárceles están saturadas, los juzgados desbordados, la Policía no da abasto… En este panorama, los inmigrantes, “refugiados” y expatriados de todo pelo y condición siguen llegando a decenas de miles por semana. Está claro que Europa está saturada y que nos hundimos en el desorden a marchas forzadas. Vivimos en la improvisación, en la imprevisión, en la inoperancia. Los gobiernos europeos actuán sin orden ni concierto, manifiestamente superados por acontecimientos que ellos mismos han puesto en marcha. Y aún así, esos mismos gobiernos se niegan a actuar para frenar ese fenómeno que amenaza por llevarse por delante la paz, la seguridad, la prosperidad y el futuro de nuestras naciones.
La criminalidad está disparada, la pobreza se extiende, la desperanza invade los individuos, las sociedades se tambalean sobre sus maltrechos fundamentos… Pero el problema, nos repite incansablemente la clase gobernante y los medios mainstream, es la intolerancia, el fascismo, el rechazo y el odio del “otro”. Estamos en pleno delirio. Europa se está suicidando.
Mientras se considere que todo inmigrante o “refugiado”, así llegue forzando las puertas y quemando la casa que lo acoge, es bienvenido y bien hallado, al tiempo que se considera que los patriotas que defienden su país son malhechores que merecen la cárcel, podemos decir que Europ
a está condenada.
OCCIDENTE CONTRA SÍ MISMO
"Occidente siente un odio por sí mismo que es extraño y que sólo puede considerarse como algo patólico. Sólo ve de su propia historia lo que es sensurable y destructivo, al tiempo que no es capaz de percibir lo que es grande y puro". Joseph Ratzinger
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