Álvaro Cunqueiro Mora nació en Galicia el 22 de diciembre de 1911 se destacó por ser un gran escritor y cronista de habla gallega. Es autor de preciosas obras poéticas en su idioma natal y además colaboró con diarios y revistas de su época tales como Céltiga y El Compostelano.
Con el comienzo de la Guerra Civil, y siendo que el escritor se hallaba vinculado al nacionalismo conservador*, tuvo que esconderse, lo hizo refugiándose en Ortigueira. En esa época comenzó a trabajar como periodista en publicaciones en español tales como La voz de España de San Sebastián y el ABC de Madrid.
Como poeta publicó numerosas obras, algunas en gallego y otras en español, algunas de ellas son: "Mar ao norde", "Poemas do si e do non", "Elegías y canciones" y "La balada de las damas del tiempo pasado". Como podrás apreciarlo, en esta página podrás disfrutar de algunas de sus poesías, te recomendamos "Al otro lado de las montañas y Al otro lado", unas bellas obras que hacen referencia a la capacidad humana de volar y soñar, más allá de las paredes de nuestra realidad: mágica y panteísta.
Al otro lado de las montañas
"Alguien dijo que había ciudades para soñar
al otro lado de las montañas.
No dijo si estaban suspendidas en el aire,
sumergidas en las lagunas,
o perdidas en el corazón del bosque.
Los que allá fueron nada encontraron,
ni altas torres ni jardines
ni mujeres hilando en el atrio,
ni un muchacho aprendiendo a tocar la gaita.
Solo yo traje algo para seguir soñando
algo visto y no visto en la niebla de la mañana,
algo que era una flor o un mirlo de oro
o un pie descalzo de mujer,
un sueño de otro que se ponía a dormir en mi,
echado en mis ojos,
pidiéndome que lo soñase mas allá de las montañas,
donde no hay ciudades para soñar.
Y ahora mi oficio es soñar, y no se
si soy yo quien sueño, o es que por mi sueñan
campos, miradas azules, palomas que juegan con un niño,
o una mano pequeña y fría que me acaricia el corazón".
AL OTRO LADO
Al otro lado me dijeron
los viejos se van convirtiendo en árboles
viejos también sin hojas en el lado del sol
aguardando sin saber qué, mudos.
Pero súbitamente un árbol cualquiera
siente subir dentro de él la savia de un sueño
al borde de la muerte ya, pero todavía
tibio como la leche de la madre.
El sueño va subiendo por las venas del árbol
una vida entera que pasa
hasta hacerse pájaro en una rama
un pájaro que recuerda, canta y se marcha
poco antes de que todos los árboles mueran.
Si yo me hago árbol viejo al otro lado del río
y me toca ser el árbol que recuerda y sueña
puedes estar bien segura que soñaré contigo
con tus ojos grises como el alba
y con tu sonrisa
con la cual se vistieron los labios de los rosales
en los días mas felices.
Álvaro Cunqueiro Mora falleció en Vigo el 28 de febrero de 1981; después de haber sido galardonado con importantes premios. En la actualidad es recordado como una de las voces de Galicia más imprescindibles de todos los tiempos. En el año 1991 el día de las letras gallegas fue dedicado exclusivamente a su persona y su obra.
Cando se fina un home
Cando se fina un home, morre unha cidade.
Vaise il, pro non soio.
Leva soños, verbas, desexos que foron, bicos,
tristuras, amistades, grandes risadas. Todo isto
no fardelo que lle foi dado.
Pro tamén leva dos outros:
o aroma de aquel recuncho, aquela hora
de sol de inverno na praza, a fonte
sob os plátanos, o cheiro de mel da confiteiría, uns
¡bos días, señora Pepa!, i-ela sorrindo, gorda;
a discusión no Comité: ¡eu estou pola
mellora do gado mouro! Non sabía por que.
Il amaba unha certa paisaxe, unha certa
forma das estrelas, i-as herbas, i-o canto do galo,
unha certa voz nos homes, i-unha color nas vacas.
I-a cidade —o mundo— decía: Mijail estame vendo tamén.
E seguía, seguían as horas, as estaciós, os séculos.
O mundo, porque alguén o miraba, seguía indo.
Pro un día calisquer cen Mijail morren
i-o mundo acaba, perdido, soio, sin que ninguén o olle
amorosamente, como é debido.
Cuando fallece un hombre
Cuando fallece un hombre, muere una ciudad.
Se va él, pero no solo.
Se lleva sueños, palabras, deseos que fueron, besos,
tristezas, amistades, grandes carcajadas. Todo esto
en el hatillo que le fue dado.
Pero también se lleva de los otros:
el aroma de aquel rincón, aquella hora
de sol de invierno en la plaza, la fuente
bajo los plátanos, el olor de miel de la confitería, unos
¡buenos días, señora Pepa!, y ella sonriendo, gorda;
la discusión en el Comité: ¡yo estoy por la
mejora del ganado negro! No sabía por qué.
Él amaba un cierto paisaje, una cierta
forma de las estrellas, y la hierba, y el canto del gallo,
una cierta voz en los hombres, y un color en las vacas.
Y la ciudad —el mundo— decía: Mijail me está viendo también.
Y seguía, seguían las horas, las estaciones, los siglos.
El mundo, porque alguien lo miraba, seguía yendo.
Pero un día cualquiera cien Mijail mueren
y el mundo se acaba, perdido, solo, sin que nadie lo mire
amorosamente, como es debido.
Cando se fina un home
Cando se fina un home, morre unha cidade.
Vaise il, pro non soio.
Leva soños, verbas, desexos que foron, bicos,
tristuras, amistades, grandes risadas. Todo isto
no fardelo que lle foi dado.
Pro tamén leva dos outros:
o aroma de aquel recuncho, aquela hora
de sol de inverno na praza, a fonte
sob os plátanos, o cheiro de mel da confiteiría, uns
¡bos días, señora Pepa!, i-ela sorrindo, gorda;
a discusión no Comité: ¡eu estou pola
mellora do gado mouro! Non sabía por que.
Il amaba unha certa paisaxe, unha certa
forma das estrelas, i-as herbas, i-o canto do galo,
unha certa voz nos homes, i-unha color nas vacas.
I-a cidade —o mundo— decía: Mijail estame vendo tamén.
E seguía, seguían as horas, as estaciós, os séculos.
O mundo, porque alguén o miraba, seguía indo.
Pro un día calisquer cen Mijail morren
i-o mundo acaba, perdido, soio, sin que ninguén o olle
amorosamente, como é debido.
Cuando fallece un hombre
Cuando fallece un hombre, muere una ciudad.
Se va él, pero no solo.
Se lleva sueños, palabras, deseos que fueron, besos,
tristezas, amistades, grandes carcajadas. Todo esto
en el hatillo que le fue dado.
Pero también se lleva de los otros:
el aroma de aquel rincón, aquella hora
de sol de invierno en la plaza, la fuente
bajo los plátanos, el olor de miel de la confitería, unos
¡buenos días, señora Pepa!, y ella sonriendo, gorda;
la discusión en el Comité: ¡yo estoy por la
mejora del ganado negro! No sabía por qué.
Él amaba un cierto paisaje, una cierta
forma de las estrellas, y la hierba, y el canto del gallo,
una cierta voz en los hombres, y un color en las vacas.
Y la ciudad —el mundo— decía: Mijail me está viendo también.
Y seguía, seguían las horas, las estaciones, los siglos.
El mundo, porque alguien lo miraba, seguía yendo.
Pero un día cualquiera cien Mijail mueren
y el mundo se acaba, perdido, solo, sin que nadie lo mire
amorosamente, como es debido.
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"Somos propensos a ajustar cuentas,
que es venganza, pero no a dar cuentas
y razón de nuestras opiniones
o nuestros sentimientos".
Álvaro Pombo
Imprescindibles - Álvaro Cunqueiro
El documental desbroza la obra de uno de los mejores prosistas del siglo XX, Alvaro Cunqueiro, y nos muestra el proceso de construcción de un universo profundamente vitalista en su concepción, plagado de poesía, divagación y melancolía.
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