“Ser de izquierdas es, como ser de derechas, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejia moral. José Ortega y Gasset
“Conservador y progresista son más bien categorías “ideologistas”.
Conservador en lo que hay que conservar y progresar en lo que hay que progresar”. Yanka
He escuchado a muchos teólogos y me han parecido muy soberbios y muy racionalistas. Además van de intelectuales. Son muy teóricos y muy egoístas. Hablan de cosas que no han experimentado ni vivenciado. Creen pensando y no sentipensando a Dios.
Son los nuevos escribas. Jesús no escogió a ningún escriba o teólogo como discípulo.
No viven la GRATUIDAD. Que El Señor les quebrante (es una bendición)...
“…Por mi parte, no me considero ni conservador ni progresista extremado. Me gustaría pensar que soy lo que fue el Papa Juan, un progresista con profundo respeto y afecto a la tradición; dicho de otro modo, un progresista que quiere conservar una continuidad muy clara y señalada con el pasado, y sin hacer compromisos tontos e idealistas con el presente, pero estar completamente abierto al mundo moderno a la vez que conservar la posición claramente definida como tradicionalmente católica”.
“Conjeturas de un espectador culpable”, 289.
“…Los progresistas extremados me parecen, en lo que puedo juzgar dentro de la extremada pobreza en mi información, apresurados, irresponsables, y, en muchos sentidos, frívolos en sus entusiasmos exagerados y confusos. También me parecen a veces fanáticamente incoherentes, pero no percibo en ellos la heladora malicia y la bajeza que se nota en algunas expresiones de los conservadores extremos.
Lo que más me inquieta es el hecho de que los progresistas, aunque quizá mayoría, no parecen tener la dureza terca y concertada de los conservadores.
“Conjeturas de un espectador culpable”, 289-290.
“La negativa de los progresistas extremados a prestar atención a ninguna enseñanza tradicional que les diera una base común para la discusión racional con los conservadores es también escandalosa, sin duda: sobre todo cuando va unido a un arrogante triunfalismo propio y cuando no hace más que ridiculizar a toda oposición. Eso no sólo es necio, sino que parece mostrar una seria falta de ese amor a que frecuentemente apelan para justificar su actuación. Aunque gritan continuamente sobre “apertura”, uno les encuentra herméticamente cerrados a sus compañeros de catolicismo y al propio pasado de la Iglesia, y tiene alguna validez la acusación conservadora de que esos progresistas extremados a menudo están más abiertos al marxismo, al positivismo o al existencialismo que a lo que se reconoce generalmente como verdad católica.
Se ha observado con acierto que conservadores y progresistas de la Iglesia están tan preocupados con la victoria total, los unos sobre los otros, que cada vez se cierran más unos a otros. Si así es, uno se pregunta sobre el valor y la significación de la trompeteada “apertura” a los no católicos. Un ecumenismo que no empiece con la caridad dentro de la propia Iglesia sigue siendo discutible”.
“Conjeturas de un espectador culpable”, 290-291
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