EL Rincón de Yanka: DECÁLOGO DEL SACERDOTE DEL SIGLO XXI

inicio














domingo, 16 de octubre de 2011

DECÁLOGO DEL SACERDOTE DEL SIGLO XXI

Decálogo del sacerdote del siglo XXI

Angel Rubio Castro
Obispo de Segovia


He aquí, todavía en el corazón del Año Sacerdotal, un decálogo para el sacerdote de ayer, hoy y siempre.




Identificado con Cristo buen Pastor y buen Pescador: Los presbíteros son en la Iglesia y para la Iglesia una presentación sacramental de Cristo Cabeza y Pastor y Pescador. El sacerdote es una persona llamada por Dios para ser consagrado a Cristo y prolongar así su misión de salvación entre los hombres y sus hermanos. Es alguien que ama a los hombres como Jesús. Los hombres han de ver en él a Cristo porque de lo contrario no lo verán. Han de pensar, sentir y vivir como Jesucristo.

Mensajero y heraldo de la Palabra: El sacerdote en nombre de Cristo Pastor hace presente en el mundo de hoy la Buena Noticia del Reino y la ofrece a todos los hombres como la ansiada respuesta a todas las preguntas y desafíos del corazón humano; es un hombre que asume, vive y se compromete gozosamente con el evangelio y sólo hay evangelización donde hay evangelio vivido. El sacerdote ha de ser capaz de leer e interpretar y discernir la realidad en la que se encuentra inmerso.

Ministro de los Sacramentos: El sacerdote ofrece al pueblo de Dios la gracia que santifica a los hombres. La celebración de cada sacramento es un momento de gracia, un acontecimiento de salvación, una experiencia del amor de Dios. Los siete sacramentos acompañan a la vida humana desde el inicio hasta el final. En este camino la Eucaristía es fuente de toda la vida cristiana y de toda la vida de la Iglesia, por eso el sacertdote la celebra diariamente aun cuando no hubiera participación de fieles.

Instrumento de la Reconciliación: En un mundo que cada vez más genera violencia y engendra rupturas y desencuentros, el sacerdote se ofrece como servidor del perdón y la reconciliación. El sacramento de la penitencia nos ofrece la alegría del encuentro con el Señor. El sacerdote tiene que estar gozosamente disponible para este ministerio, no puede resignarse con ver los confesionarios vacíos. Hay que mostrar la penitencia sacramental como una exigencia de la presencia eucarística.

Servidor de la “Caridad en la verdad”: El sacerdote ha de actualizar en su vida la entrega de Cristo, con una ejemplar disposición al sacrificio, a la entrega de su tiempo y salud y hasta su propia vida. La caridad exige la presencia, la supera y la completa siguiendo la lógica de la entrega y del perdón: El buen párroco esta siempre dispuesto a servir. Es un hombre “comido”. Nunca puede decir hasta aquí hemos llegado. El amor no tiene límites. Su medida es la infinita entrega de Cristo a favor de todos.

Agente de la espiritualidad de comunión: La misión del sacerdote es hacer la unidad en la comunidad. La razón de ser del sacerdocio es servir a la comunión eclesial. El sacerdote ha de vivir en estrecha comunión con la Iglesia particular y en íntima conexión con el presbiterio de su diócesis y con el Obispo que lo preside. La parroquia que él preside se ofrece como lugar de encuentro, de acogida y de superación de barreras culturales o raciales y religiosas, buscando siempre la unidad con el vínculo del amor.

Testigo del Dios vivo: El sacerdote ha de ser hombre de plegaria sincera y confiada. La oración es la clave de su vida y ministerio. Con experiencia de Dios, aceptándolo como el único absoluto de su vida. Antes de hablar a los hombres de Dios ha de hablar a Dios de los hombres. Es discípulo del Señor antes que apóstol, es oveja del rebaño de Cristo antes que pastor. Testifica lo que ha visto y oído y encarna en su vida la santidad de Dios.

Impulsor del desarrollo humano: Todo sacerdote debe ser “experto en humanismo”, solidaridad con el hombre que es el centro de la creación que debe ser salvado y redimido; solidaridad que no se identifica con compartir sus ideologías muchas veces desvariadas ni sus compartimientos no evangélicos, significa buscarle a él; su persona. Ha de llevar el mensaje salvador al corazón de ese mundo complejo en que vive.

Hombre fiel a sí mismo y a los demás: Todo sacerdote debe ser un hombre verdaderamente libre, con personalidad humana, con perfecto dominio de sí mismo, con madurez afectiva para vivir con elegancia y sencillez el compromiso de su vida celibataria. Con una competencia y buena formación cultural. Bien formado en teología. Está llamado a “discernirlo todo y quedarse con lo bueno” (1Tes 5,21). Ha de promover el apostolado de los laicos para realizar la misión total de la Iglesia.

Evangelizador con nuevas expresiones y nuevos métodos: El sacerdote debe estar convencido de que muchas personas están reclamando un nuevo estilo de parroquia mucho más misionera y dinámica. Con la colaboración de los laicos ha de salir a buscar a los que no vienen, a los que nunca han creído o a los que fueron alguna vez pero se han alejado. Hay que saber distinguir entre lo esencial y lo accesorio para no vivir confundidos. Hay que mostrar atención especial hacia los jóvenes para acoger, dialogar y acompañar su itinerario de fe.



VER+: