EL Rincón de Yanka: EL ICONO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD DE ANDREW RUBELV

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domingo, 9 de octubre de 2011

EL ICONO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD DE ANDREW RUBELV


Icono de la Santisima Trinidad, Temple sobre madera, 2.50 x 2 mt. pintada para la capilla de San Jose , Casa Jesus Redentor, Fundacion Victorine Le Diu, Bogota Colombia.
Este Icono es copia de la famosa obra de Adres Rublev "Santisima Trinidadad"
1422-1427 tabla 142 x 114 cm. Galeria Tetriakov de Moscú.



El Icono de la Santísima Trinidad de Andrew Rubelv


El principio trinitario es el fundamento increbantable que une lo personal y lo comunitario y da un sentido último a todo. La imagen de Dios Uno y Trino a la vez se erige en única norma de toda existencia.
La Trinidad es imagen conductora de los hombres, comunidad de amor mutuo, unidad en lo múltiple, unidad de todas las personas en una sola naturaleza recapitulada en Cristo.
El dogma enuncia: Tres personas (hypostases) y una sola naturaleza o esencia (ousia). Tres personas consustanciales representan la unidad absoluta y la diversidad absoluta. Están unidas no para confundirse sino para contenerse mutuamente. Cada Persona es una forma única de contener la esencia idéntica, de recibirla de las Otras, de darla a las Otras, y así de presentar a las Otras.
“Un solo Dios porque hay un solo Padre”, según este axioma patrístico en un eterno movimiento de amor, el Padre-Fuente presenta las personas del Hijo y del Espíritu y les da lo que El es.
Las relaciones de origen son también relaciones de diversidad que esconden y designan a la vez el misterio indecible de las Personas.
Uno es soledad, dos es el número que separa, tres es el número que traspasa la separación; lo uno y lo múltiple se encuentran reunidos y circunscritos en la trinidad.
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San Sergio de Radonega ( 1313-1392) no ha dejado ningún tratado teológico, pero su vida entera estuvo consagrada a la Santa Trinidad. Objeto de su contemplación incesante, este misterio divino derrama en él y hace de él esa paz encarnada con que resplandecía visiblemente ante todos. Dedicó su iglesia a la Trinidad y se esforzó en reproducir una unidad a su imagen en su entorno inmediato y hasta en la vida política de su tiempo .Se podría decir que reunió a toda la Rusia de su época alrededor de su iglesia, alrededor del Nombre de Dios, para que los hombres “por la contemplación de la Santa Trinidad venzan el odio desgarrador del mundo”. Siete años después de su muerte, su discípulo san Nicono encargó al célebre iconógrafo Andrés Rublev que pintara un ícono de la Santa Trinidad en memoria de San Sergio. También hizo decorar el iconostasio de la abadía de la Santa Trinidad por Rublev y su fiel compañero Daniel. Los días de fiesta, cuando Andrés y Daniel no trabajaban, “se sentaban ante los venerables y divinos iconos y mirándolos sin distracción... elevaban constantemente su espíritu y su pensamiento a la luz inmaterial y divina...”. Esta es la luz que Andrés Rublev supo transmitir en su icono hecho célebre. Recrea el ritmo mismo de la vida trinitaria, su diversidad única y el movimiento de amor que identifica las Personas sin confundirlas. Parece que Rublev respira el aires de la eternidad, que vive en los espacios del corazón divino y se erige así en sorprendente poeta del Amor. El icono de la Trinidad se remonta a la oración sacerdotal de Cristo: “ para que todos sean uno...para que el amor con el que me has amado esté en ellos y yo mismo esté en ellos...”( Jn 17,21-23)
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Interpretación del ícono de Rublev
En 1515, la catedral de la asunción de Moscú se acababa de decorar con espléndidos íconos hechos por los alumnos del gran maestro Rublev. Cuando todos entraron exclamaron: “en verdad los cielos se abren y se muestran los esplendores de Dios”.
Este sentimiento se comprende ante el icono de los íconos, el icono de la Santa Trinidad hecho por el monje André Rublëv en 1425. Unos ciento cincuenta años después, el Concilio de los Cien capítulos lo erige como modelo de la iconografía y de todas las representaciones de la Trinidad.
Podemos decir que no existe en ninguna parte nada parecido, en cuanto al poder de síntesis teológica, a la riqueza del simbolismo y a la belleza artística.
Los iconos son una ventana abierta al infinito, a Dios.

Reflejan una luz que pacifica nuestros sentidos y abre nuestro corazón a la plegaria.

Son una excelente guía para la comprensión más profunda del misterio cristiano y para la oración.

Nos invitan a que nuestra contemplación de lo bello se convierta en oración, en comunión con Dios y con todos los hombres y mujeres.

Por la meditación y la oración podemos hacer que la luz se prolongue a los gozos, penas y esperanzas de cada día. "Hay heridas que solo la belleza puede curar".

Tenemos que tener en cuenta tres coordenadas del icono sagrado: "la PALABRA que lo inspira y lo evangeliza, la IMAGEN que visibiliza la palabra bíblica y lleva a los ojos lo que la palabra transmite al oído, la ORACIÓN, plegaria litúrgica en la que resuena la voz de la Iglesia y se consuma la comunidad de los Santos en un mismo Espíritu
Jesús Castellano Cervera, Carmelita




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