EL Rincón de Yanka: LA RESPONSABILIDAD DEL PODER: ARRENDATARIOS QUE NO SON PROPIETARIOS: DEJAR A DIOS SER DIOS...

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domingo, 2 de octubre de 2011

LA RESPONSABILIDAD DEL PODER: ARRENDATARIOS QUE NO SON PROPIETARIOS: DEJAR A DIOS SER DIOS...


 "Se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos"



El mismo concepto de CLERO, que en griego significa “suerte” o porción de herencia, designaba y correspondía a la totalidad de la Iglesia (del Pueblo de Dios), del Pueblo afortunado, el Pueblo cuya suerte es Dios; por eso mismo, son “pueblo sacerdotal” (Apoc. 1,6; 1Pe 2,5)

LAICO no significa “profano” en oposición a una “jerarquía sagrada”, sino simplemente miembro del Pueblo de Dios.

Recordemos que la palabra "fanático", viene del latín "fanum", que significa "templo" o "faro" e incluye a los que están en el templo, a los iluminados que estrujan en sus manos la verdad única y no abrigan ni permiten dudas. Para ellos, todos los que actúan fuera del templo, o de la luz, son "pro fanum", de donde viene "profanos": gente que no respeta lo sagrado. Ellos, en cambio, siempre tratan de fanatizar a los que los apoyan.




Los destinatarios de la parábola son los jefes o dirigentes  religiosos. No se pone en duda que la viña de frutos. Se trata de criticar a los que se aprovechan indebidamente de los frutos que corresponden al Dueño.

Claro que podemos y debemos hacer una crítica de nuestra religión. A Jesús le mataron por criticar su propia religión. Atacó radicalmente los dos pilares sobre los que se sustentaba: el culto del templo y la Ley.

Tenemos que recordar a nuestros dirigentes, que no son dueños, sino administradores de la viña. La tentación de aprovechar la viña en beneficio propio es hoy la misma que en tiempo de Jesús, y no tenemos que escandalizarnos de que en ocasiones, nuestros jerarcas o dirigentes espirituales no respondan a lo que el evangelio exige. Por lo menos, los sumos sacerdotes y los fariseos se dieron cuenta de que iba por ellos. No estoy tan seguro de que hoy los dirigentes sean capaces de aplicarnos el cuento.

La historia demuestra que es muy fácil caer en la trampa de identificar los intereses propios o de grupo, con la voluntad de Dios. Esta tentación es mayor, cuanto más religiosa sea la comunidad. Esa posibilidad no ha disminuido un ápice en nuestro tiempo. El primer paso para llegar a esta actitud es separar el interés de Dios del interés del hombre. El segundo es oponerlos. Dado este segundo paso ya tenemos todo preparado para machacar al hombre en nombre de Dios. Que es lo que hacían aquellos jefes religiosos.

¿Qué espera Dios de mí hoy? Naturalmente, es un modo de hablar, porque Dios no puede esperar nada de nosotros porque nada podemos darle. Él es el que se nos da totalmente y no podemos devolverle nada. Lo que Dios espera de nosotros no es para Él, sino para nosotros mismos. Lo que Dios quiere es que todas y cada una de sus criaturas alcance el máximo de sus posibilidades de ser. Como seres humanos que somos, tenemos que alcanzar nuestra plenitud precisamente por aquello que tenemos de específico, nuestra humanidad.

Dios espera que seamos plenamente humanos. ¿Pero no somos ya seres humanos? No. Somos un proyecto, una posibilidad. Desde que nacemos tenemos que estar en constante evolución. Jesús, como ser humano, alcanzó esa plenitud y nos marcó el camino para que todos podamos llegar a ella. Según él, ser más humano es ser capaz de amar más. La preocupación por el otro (derecho, justicia) es el camino para alcanzar la meta.

Si se adjudica la viña a otro pueblo, es para que produzca sus frutos. Es la conclusión general que podríamos sacar de todo el relato. Ahora bien, ¿de qué frutos nos habla el evangelio?

Los fariseos eran los cumplidores estrictos de la Ley. El relato de Isaías nos dice: “esperó de ellos derecho y ahí tenéis asesinatos; esperó justicia y ahí tenéis lamentos.” En cualquier texto de la Torá hubiera dicho: esperó sacrificios, esperó un culto digno, esperó oración, esperó ayuno, esperó el cumplimiento de la Ley. Pedir derecho y justicia es la prueba de que el bien del hombre es lo más importante.

Jesús da un paso más. No habla ya de “derecho y justicia”, que ya era mucho, sino de amor, que es la norma suprema.

La denuncia nos afecta a todos en la medida que todos tenemos algún grado de autoridad religiosa, y todos la utilizamos buscando muestro propio beneficio en lugar de buscar el bien de los demás. No solo el superior autoritario que abusa de sus súbditos como esclavos a su servicio, sino también la abuela que dice al niño: si no haces esto, o dejas de hacer aquello, Jesús no te quiere.

Siempre que creamos tener algo de lo que los demás carecen, Dios espera que lo pongamos al servicio de todos. Siempre que utilizamos nuestra superioridad para aprovecharnos de los demás, estamos apropiándonos de los frutos que no son nuestros.

El evangelio nos da la única alternativa posible al desastre de la historia: hacer del amor la piedra angular. Edificar sobre Cristo (amor) es la única salida para una humanidad que avanza a trancas y barrancas hacia su plenitud.


Fray Marcos


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