"El nuevo libro de Pío Moa trata por encima los acontecimientos de 1936, pero ofrece un análisis claro y conciso de la revolución de 1934 y su importancia en la historia de España. Esta obra recuerda al lector que, tal y como Ortega y Gasset incluyó en las últimas ediciones de La rebelión de las masas, si hay algo que debe comprenderse sobre la Guerra Civil son sus orígenes". STANLEY G. PAYNE
La democracia había sido arrumbada por los dos bandos, pero quienes habían causado todo el estropicio habían sido los "rojos" que, con desvergonzado oportunismo, se titulaban también "republicanos".
Con motivo del décimo aniversario de la publicación de Los orígenes de la guerra civil (cómo pasa el tiempo), va a salir, para la Feria del Libro, una nueva edición del libro, con prólogo de Stanley Payne y un "Epílogo para universitarios" de un servidor. Quiero hacer un par de consideraciones al respecto. A menudo he oído comentar que lo que dicen mis libros "ya lo han dicho otros". Eso en parte es cierto, claro: un historiador no es un novelista y no puede inventarse las historias por puro afán de originalidad, y en este libro y tantos más no sólo hay cientos de notas referidas a fuentes primarias, sino muchas otras referencias a libros de diversos historiadores, unas veces para rebatirlos otras para abundar en ellos.
Pero, en conjunto, mi enfoque se diferencia básicamente de lo escrito antes desde un punto de vista izquierdista o derechista. Mencionaré aquí un solo y crucial aspecto: no solamente he demostrado de manera documental y criticado con argumentación nueva la falsedad radical de la historiografía "progresista", sino también el desenfoque de la de derechas, para la cual no existe el problema de la democracia en relación con la República y la guerra. Para las derechas, en general –dejo aparte al PP, cuyo afán es borrar el pasado, creyendo quizá, como los niños, que tapándose ellos los ojos los demás ya no les ven–, la República es democrática, y por tanto mala, y además ilegítima, y la guerra enfrentó a republicanos y a nacionales.
Mi enfoque, ya lo he dicho, es muy distinto, y lo resumiré en tres puntos. En primer lugar, la República fue perfectamente legítima, porque quien la trajo fue la legitimidad monárquica anterior, que renunció a sí misma y, con mínimas presiones, entregó el poder a los republicanos. Así lo vio muy claro el mismo Franco.
En segundo lugar, la República fue parcialmente democrática, es decir, parcialmente buena, porque trajo numerosas libertades políticas, la limitación, en principio, del poder, y la posibilidad de alternancia en él. Sus defectos fueron el ataque a la Iglesia, a la cultura y tradición españolas, la insuficiente garantía de la separación de poderes y leyes como la de Defensa de la República, que limitaban considerablemente la práctica de esa democracia.
En tercer lugar, quienes arruinaron la democracia y la legalidad republicana en su conjunto no fueron las derechas, sino las izquierdas. Las derechas –excepto los monárquicos y los falangistas– aceptaban dicha legalidad, sin entusiasmo pero la aceptaban, empezando de nuevo por Franco, que mantuvo ese respeto hasta el mismo extremo (a mucha gente de derechas le vendría bien leer con cuidado Franco para antifranquistas).
Así, la insurrección de octubre del 34, planteada por la izquierda textualmente como guerra civil, dejó malherida a la República, aunque ésta pudo haberse recuperado porque la derecha no aprovechó para dar un contragolpe, pero era preciso que las izquierdas guerracivilistas hubieran aprendido la lección de octubre y rectificado. Por el contrario, en febrero de 1936 desvirtuaron las elecciones e inauguraron un proceso revolucionario amparado por sucesivas y gravísimas irregularidades desde el gobierno, que acabaron de liquidar la República y su legalidad. Cuando la guerra civil se reanudó, en julio del 36, no luchaba ningún republicano, o por lo menos republicano-democrático, sino por una parte quienes destruyeron aquella legalidad, y que se solían llamar a sí mismos, orgullosamente, "rojos", y por la parte contraria unas derechas que habían dejado de creer en la República y la democracia, lo poco que habían creído hasta entonces.
De un lado fue una guerra revolucionaria –con varias tendencias de ese tipo, más secundariamente otras separatistas y las de quienes soñaban con un régimen al estilo del PRI mejicano–; y del otro se luchaba por "Dios y por España", es decir, por la religión y por la integridad nacional. La democracia había sido arrumbada por los dos bandos, pero quienes habían causado todo el estropicio habían sido los "rojos" que, con desvergonzado oportunismo, se titulaban también "republicanos", un título absolutamente impropio que les sigue reconociendo una historiografía poco rigurosa. No sé de nadie que haya expuesto antes este enfoque, al menos de forma sistemática. Y a partir de él he elaborado bastantes otros planteamientos también nuevos o ya conocidos pero matizados que mucha gente, sumida en versiones tópicas, no acaba de entender.
Presentación de Pío Moa
En el libro Los orígenes de la guerra civil española creo haber probado documentalmente algunos hechos clave para entender la dinámica de la historia de España en los años 30, y que en resumen
serían éstos:
1.- La insurrección socialista y nacionalista catalana de izquierdas, en octubre de 1934, constituyó un intento de guerra civil en toda
regla, implícito en el caso de la Esquerra catalana, y explícito en el del
PSOE. Por entonces las invocaciones a la guerra civil eran frecuentes
en la propaganda socialista, y las instrucciones secretas para la insurrección, publicadas en el libro, insistían que el movimiento debía ser
entendido como una guerra civil.
2.- Es falsa la versión circulada durante muchos años, según la
cual la sublevación de octubre trataba de impedir o responder a un
«golpe fascista», manifiesto en la entrada de tres ministros de la CEDA
principal partido de la derecha, en el gobierno centrista de Lerroux.
Dicho partido había sido el más votado en las elecciones de un año
antes, y tenía obvio derecho a gobernar. La propaganda ha pintado a la
CEDA como un partido fascista o semifascista, pero los hechos revelan que su actitud fue esencialmente legalista y moderada. En realidad, la Esquerra ya tomó una actitud de rebeldía al perder las elecciones de noviembre de 1933, en las que los votos dieron el triunfo al
centro derecha. Con igual motivo, Azaña y otros políticos de izquierda
propiciaron un golpe de estado que burlase la decisión de las urnas,
intento en el que reincidirían en julio de 1934. En cuanto a los socialistas, su rebeldía contra la legalidad democrática provenía de antes de
las elecciones citadas. Declaraciones y decisiones tomadas entonces prueban sin lugar a dudas que no sólo no creía el PSOE en la
existencia de un peligro fascista -aunque propagandísticamente sostuviera lo contrario, a fin de exaltar a las masas-, sino que confiaba en
que, aun si fallara su insurrección, la legalidad vigente seguiría en pie,
y a ella podría acogerse el partido para esquivar la represión.
3.- La documentación es concluyente a la hora de establecer que
el PSOE desató su asalto al poder con fines netamente revolucionarios, es decir, para implantar lo que llamaba la dictadura del proletariado, siguiendo el ejemplo soviético. Lo hizo porque consideraba que la
situación histórica y la debilidad general que creía percibir en la derecha y en el aparato del estado, debilidad por otra parte bastante real,
abrían el camino al objetivo definidor del partido: implantar en España un régimen socialista. La decisión ocasionó fuertes y dramáticas tensiones en el interior del PSOE, pues el sector de Besteiro no aceptaba en modo alguno la destrucción de la legalidad republicana. Pero
Besteiro fue desplazado por Largo Caballero, llamado “el Lenin español”, y por Prieto, con lo que quedó abierta la vía de la guerra.
4.- Y la Esquerra, en los meses previos al golpe de octubre, provocó deliberadamente al gobierno, impidiendo la solución negociada de
diversos problemas, con el fin de crear en Cataluña un ambiente
insurreccional, en lo que contó con el apoyo de las demás izquierdas
republicanas, así como del PSOE y del PNV. Con ello atacaban directamente la legalidad que esos mismos partidos habían establecido en
1931, pero que no admitían pudiera dar el triunfo electoral a las derechas.
5.- El plan de guerra civil, que era complejo y no mal diseñado
técnicamente, fracasó ante todo porque las masas no siguieron los
llamamientos de los líderes socialistas y nacionalistas catalanes. Aún
no existía, por tanto, el clima social propicio para la contienda. La
excepción fue la cuenca minera asturiana, donde sí hubo un seguimiento masivo, que sumió al estado en una crisis extrema. En conjunto, el golpe de octubre del 34 fue el intento revolucionario más grave y
sangriento ocurrido en Europa desde la Revolución Rusa de 1917, y
fue comparado a la Comuna de París.
6.- Fracasada la insurrección, se abría un gran interrogante: ¿serviría la experiencia para pacificar los espíritus, u ocurriría lo contrario,
haciendo inevitable la prosecución de la lucha? Sabemos que la guerra se reanudó en julio de 1936. Este nuevo libro intenta mostrar, precisamente, los procesos desatados después de octubre del 34, que
envenenarían el ambiente social de tal manera que en el 36 sí existía
un clima social de guerra civil que arrastraba a grandes masas, y que
dio lugar a una contienda de casi tres años, una de las mayores catástrofes de la historia de España.
Una breve nota sobre el título. Se me ha hecho observar que académicamente resulta más correcto «derrumbamiento» que «derrumbe», pues esta última palabra se refiere más bien a un despeñadero o
corte brusco del terreno. Sin embargo en el lenguaje corriente, derrumbe ha llegado a ser sinónimo de derrumbamiento, y pocas veces
se utiliza en otro sentido. Tiene, además, la ventaja de ahorrar un par
de sílabas, y en mi opinión deben preferirse las palabras cortas.
VER+:
Pío Moa - La Guerra Civil sigue siendo la gran asignatura histórico-política
HISTORIA E HISTORIAS (35) Pío Moa sobre La Guerra Civil
y los problemas de la democracia en España
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