Sinopsis de LA HOGUERA DE LAS VANIDADES
(en inglés, "The Bonfire of the Vanities")
Tom Wolfe debutó triunfalmente como novelista con La hoguera de las vanidades, que fue calificada como la novela de Nueva York.
El protagonista es un yuppie (en un tiempo que no hace mucho que los yuppies eran muy reconocidos y alabados por la sociedad), un asesor financiero que se ha convertido en la estrella de una firma de brokers, pero que se ve inmerso en rocambolescas dificultades jurídicas, matrimoniales e incluso económicas a partir de la noche en que se pierde por las calles del Bronx cuando llevaba a su amante del aeropuerto Kennedy a su nido de amor.
A partir de esta peripecia, Tom Wolfe va hilando una compleja trama que le permite presentar el mundo de las altas finanzas, los restaurantes de moda y las exclusivas parties de Park Avenue, así como el submundo picaresco de la policía y los tribunales del Bronx, y también el mafioso universo de Harlem y las nuevas sectas religiosas. Un hilarante e irrepetible fresco, diseccionado con desenvuelta crueldad y acerada ironía por un Tom Wolfe en plenitud de facultades.
El personaje central resulta ser finalmente la gran capital del mundo en este final de siglo: Nueva York, con todos sus esplendores y todas sus miserias, retratada en la prosa de tecnicolor, vistavisión y sensorround que es la marca de fábrica de ese maestro de periodistas y, como demuestra aquí, personalísimo y magistral novelista que es Tom Wolfe.
Políticos corruptos, funcionarios que no funcionan, niñatos mentirosos y asesinos, jueces partidistas y partidarios, servidores de la ley que se sirven de la ley para servirse a sí mismos, periodistas untados, gobernantes que se ponen de perfil, ejecutivos de tres al cuarto con bonos millonarios, oportunistas de la desgracia ajena, navajeros de despacho y sede social, chulos de nuevo cuño pagando con billetes de 500 y en general, y a excepción de la página de deportes, todo una mierda pinchada en un palo.
A toda esta caterva de energúmenos, de malvados, los llamo yo los desmemoriados. Y les llamo así porque, suponiendo que alguna vez lo supieran, se les ha olvidado lo que es la vergüenza.
¿Que de qué estoy hablando?
Morgan Freeman en su papel del Juez Leonard White en "La hoguera de las vanidades" lo dice mucho mejor que yo:
"¿Racista?, ¿se atreven a llamarme racista?, les voy a decir una cosa, ¿qué importa el color de la piel de un hombre si los testigos son perjuros, si el abogado se encuentra entre los perjuros, si el fiscal del distrito es capaz de dejar a un hombre a merced de la turba con tal de ganar crédito político y hombres formados, hombres de Dios se aprovechan de ello?. ¿Es eso justicia?, Déjenme que les diga lo que es la justicia. La justicia es la ley, y la ley es el débil esfuerzo del hombre por tratar de asentar los principios de la decencia. ¡Decencia!, ¡y la decencia no es un acuerdo, no es un punto de vista o un contrato o un chanchullo!. La decencia es lo que sus abuelas les enseñaron. Está en sus huesos. Ahora váyanse a casa. Váyanse a casa y sean gente decente. Sean decentes."
Racist? You dare call me racist?
Well I say unto you, what does it matter the color of a man's skin when witnesses purjure themselves and prosecutors enlist the perjury; when a district attorney throws a man to the mob for political gain and men of the cloth, men of God, take the prime cut? Is that justice?
Let me tell you what justice is. Justice is the law. And the law is man's feeble attempt to lay down the principles of decency.
Decency! And decency isn't a deal, it's not a contract or a hustle or an angle!
Decency... decency is what your grandmother taught you. It's in your bones! You go home now. Go home and be decent people. Be decent!
0 comments :
Publicar un comentario