Nos hemos acostumbrado a ser amigos de la envidia y no a disfrutar de la amistad. No tenemos amigos porque no somos amigos.
Tenemos "amigos" para competir, para criticarlos, para mal-decirlos, para chismorrear a otros que también les habíamos chimorreado. El guardar el secreto al amigo no existe. Es falso. Se lo revelamos propalando a todos con la coletilla convertida en cliché de que "no se lo diga a nadie..."
Lc 6,
27 «Pero yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien,
28 bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen.
29 Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica.
30 A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames.
31 Y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente.
27 «Pero yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien,
28 bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen.
29 Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica.
30 A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames.
31 Y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente.
BUSTO DE LA ENVIDIA
EN LA CASITA DEL LABRADOR EN ARANJUEZ ESPAÑA
"El silencio del envidioso está lleno de ruidos". Khalil Gibran
"La envidia es perjudicial para la salud del que la padece". Yanka
¿Que es el Amor = (La Amistad)?
El Amor es sufrido, es benigno, el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece, no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor, no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad, todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta, el amor nunca deja de ser... Y Ahora permanece la fe, la esperanza y el Amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el Amor. 1Cor 13, 4-8 y 13
"El superficial envidioso nunca disfrutará la amistad;
solo le desvive la rivalidad para vencer". Yanka
“A mí no me gusta el
chisme O DIFAMACIÓN”
El diccionario define el chisme como “hablilla, murmuración o conversación malsana acerca de una persona ausente”. Hablar a espaldas de la gente es un acto cobarde que sólo descubre la falta de AMOR en el alma. El Amor, en contraste, cubre multitud de pecados. El que de veras ama no murmura. La gente cuyo corazón está lleno de amor habla de ideas. La gente insignificante y acomplejada habla de la otra gente.
La Biblia da cuatro características del chismoso:
1) FALSEDAD
2) MALDAD O ENVIDIA
3) VORACIDAD
4) VACIEDAD
5) INGRATITUD
El que se ocupa del chisme aparenta amistad, Pero en el fondo no es más que un falso. En Proverbios 11:13 Salomón dice: “El que anda en chismes descubre el secreto. Mas el de espíritu fiel lo guarda todo“. Note el contraste que este verso establece entre el fiel y el que descubre. El que anda en chisme traiciona la confianza, descubre lo que de otra manera se mantendría discreto y está deseoso y muy presto a soltar gratuito las amarras de su venenosa lengua. Su festín más delicioso está en el bembeteo. No se mide para agredir y perjudicar la víctima de su hablilla. El hablador es falso e infiel.
Añadida a esta fea imagen que es la falsedad, la Biblia adjudica una segunda característica al chismoso. Es la maldad. Dice la Escritura: “El que cubre la falta busca amistad, mas el que la divulga aparta al amigo“ (Prov. 17:9). La separación intencional de amistades es una maldad. Un chisme de por medio ha roto amistades de muchos años. El que usa mal su lengua, aquel que retuerce alevosamente los hechos y coquetea con palabras suaves, es un agente del mal. Es un conocedor del maléfico poder del chisme, el cual usa para apartar a las gentes. Su método es capitalizar en las faltas, sean supuestas o reales, y su motivo es la envidia, la intriga y la perfidia. Con el chisme se enlodan caracteres, se destruyen familias y se dividen congregaciones. El que se presta al chisme sirve a los intereses del infierno y a los planes aviesos del rey de las tinieblas mismo.
La tercera característica con que la Biblia destaca al chismoso es la voracidad. Dice la Escritura: “He aquí un pequeño fuego, ¡cuán grande bosque enciende y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. ”(Sant. 3:5,6) .
Si la carne activa la lengua, su voracidad se deja ver pronto, él incendió voraz se hace manifiesto. ¡Qué distinta la lengua puesta al servicio del Espíritu Santo! ¡Cuánta edificación, cuánta unión, cuánta inspiración promueve entre los mortales!
La cuarta característica con que la Biblia destaca al chismoso es la vaciedad. El que anda en chismes es como una nube sin agua, una cisterna seca o una nuez vacía. Santiago dice: “Si alguno entre vosotros se cree religioso y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana” (Sant. 1:26). Esta declaración de Santiago es una amonestación terminal. Debe hacer pensar y debe poner a temblar a cualquiera que se dé el lujo de usar su lengua con descuido. Debe ser una invitación para que uno re-examine la relación que dice tener con Dios, no sea que esté edificando su casa espiritual sobre un fundamento falso.
La última característica es la ingratitud a Dios, a la familia, al amigo y al prójimo... Los favores nunca se pagan. Somos muy olvidadizos de los favores recibidos. Usamos muchos mecanismos de defensa o de excusas o de pretextos o de justificarnos. El primer mal es no reconocer nuestro mal...
Porque los hombres serán amadores de sí mismos, avaros, jactanciosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, irreverentes... 2Tim 3,2
Para chismear hay que disponer de mucho tiempo. Se necesita tiempo para fabricar un chisme y tiempo para esparcirlo. La persona ocupada difícilmente invertirá su tiempo en habillas baratas. Lo que uno hace cuando no tiene nada que hacer, indica la medida de su madurez mental y la riqueza espiritual del ambiente en que se desenvuelve.
En el Salmo 101:5 David mostró el método que tenía para parar el chisme. Dice David: “Al que solapadamente infama a su prójimo, yo lo destruiré” . Un hermano sabía silenciar a los habladores. Lo hacía de esta manera. . . antes de que el chismoso terminara de hablar le decía: “Un momento . . . vamos a preguntarle ahora mismo a la persona de quien usted habla si lo que usted dice es verdad”. ¡Santo remedio!. La manera como un pastor hacia callar a los elementos chismosos de su congregación era la siguiente: Cuando comenzaban a criticar a alguien, el pastor iba tomando notas de la conversación. Cuando terminaban les decía: “¡Bien, favor de firmar este papel ahora!” ¡Que hubiera más individuos así! ¡Que más hombres y mujeres se armaran de un santo coraje que tapara la boca a los esparcidores del chisme! .
Dice el sabio Salomón: “No te entrometas, pues, con el suelto de lengua” (Prov. 20:19). La Nueva Biblia Española traduce este verse así: “No te juntes con el de labios fáciles” El método aducido aquí es el de aislar al que promueve y pasa adelante habillas infames. Dice en Proverbios 26:20: “Sin leña se apaga el fuego, y donde no hay chismoso, cesa la contienda.” Se apaga el fuego. . . cesa la contienda. . .No hay duda de que la mejor manera de apagar un fuego es apartando los palos de leña separando sus brasas. Así también se apaga el chisme aislando a los que atizan el fuego de las rencillas, a los que promueven el desamor, los que están cargados de animosidad, los que abiertamente vierten sus raíces de amargura y los que infectan y dividen el pueblo de Dios con sus hablillas envenenadas.
La única forma en que usted y yo como individuos podemos mantenernos a flote y por encima de este vicio, es llenándonos de Dios. Hagamos el propósito de acercarnos más y más a Dios. Profundicemos nuestro cocimiento de El por medio de la lectura y meditación de su santa Palabra. Bañemos continuamente nuestras mentes en las aguas de la oración. Presentemos a Dios por el Espíritu Santo, nuestros cuerpos y miembros como sacrificio vivo. Dejémonos llenar del Espíritu de gracia, de bondad, de fe, de mansedumbre, de paz, de templanza, de gozo y de amor. Así sólo y sólo así estaremos en condiciones de vencer esta tendencia cuando apareciere en nosotros mismos, y así sólo y sólo así podremos “silenciar” radicalmente y “aislar” eficazmente a los que con sus hablillas dañosas envenenan a sus prójimos¨.
Enviado
por Teresa Figuereo Arias
HABÉIS OÍDO QUE SE DIJO…
PERO YO OS DIGO
Nos encontramos este domingo con un texto largo del evangelio de Mateo. Es importante que hagamos un esfuerzo para descubrir el mensaje global, esencial y sumamente importante que nos da, si no queremos correr el riesgo de enredarnos en cada detalle, perdiéndonos lo que de verdad preocupaba a Jesús y a las primeras comunidades cristianas.
Ya el primer párrafo nos sitúa en esta óptica global. Mateo pone en boca de Jesús su postura ante la Ley: “He venido a darle plenitud”, no a analizar sus detalles, no a criticar algunos preceptos… a darle plenitud y sentido profundo. Y esta plenitud, no es mejorar la ley por las nuevas normas que Jesús va a plantear frente a las antiguas, por considerarlas más perfectas. La plenitud que el evangelio nos plantea no va de “mayor perfección”, sino de un cambio radical de clave: Jesús mismo es la plenitud de la Ley. Su persona, su identidad, su forma de vivir es la Ley misma en su plenitud.
Por eso acogerle, creer en Él, identificarnos con Él viviendo como discípulos suyos nos hace “grandes en el Reino de los cielos” expresión que usa Mateo para hablar de Dios mismo, del plan que Dios tiene sobre la humanidad, del mundo que Él sueña para todos.
Hay una frase que se repite tres veces en el texto que hoy leemos, que es novedosa y rompedora. Seguro que resultó escandalosa para muchos contemporáneos de Jesús, judíos fieles a la ley de Moisés, a la que consideraban voz de Dios:
“Habéis oído que se dijo… Pero yo os digo”
Nos sitúa, a ellos y a nosotros, en un terreno conocido. Lo que ordinariamente todos hemos oído y convenimos que hay que hacer, no matar, no jurar en falso, no cometer adulterio, no apropiarnos de lo que no es nuestro… Esto, nos viene a decir el evangelio, no lo vamos a discutir. Pero en sí mismo, si lo tomamos solo al pie de la letra, podemos caer en la contradicción de “cumplir” la norma engañando o incluso burlándonos de lo que en el fondo quiere decir. Es muy probable que ninguno de nosotros empuñe una pistola o un cuchillo y mate a otro, pero, ¿Cuántas veces nuestras palabras o gestos matan proyectos, posibilidades y quitan la alegría de vivir a una persona? Es fácil que en nuestra sociedad no avalemos nuestras palabras “jurando por Dios”, pero ¿Cuántas formas usamos para ocultar, deformar o utilizar la verdad en nuestro provecho?
Frente a ese escenario en el que solemos movernos, el que hemos oído, el evangelio usa una frase lapidaria de Jesús: Pero yo os digo.
La fuerza de la expresión es el yo. No hay más razones para hacer el planteamiento radicalmente nuevo que nos va a ofrecer. Su autoridad reside en su persona. Su manera de vivir es nuestra ley y referente. A partir de ahora, cumplir la ley es creer en él y seguirle. La coherencia de Jesús es el origen de su autoridad. También, en alguna medida, de la nuestra. El mismo, se atreve a decir “que vuestra justicia no sea igual que la de aquellos que os enseñan la ley, los escribas y fariseos, ellos dicen pero no hacen” Podemos preguntarnos, ¿qué autoridad tienen nuestras palabras para nuestra familia, nuestros hijos, compañeros, alumnos….? ¿Qué testimonio de cristianos estamos dando? ¿Descubren los que nos rodean por nuestra forma de vivir la de Jesús?
Realmente el evangelio nos plantea un cambio absoluto. Nos dice: no te quedes solo en tus acciones, la ley va dirigida al corazón, al interior de tu persona, a tus actitudes profundas, a tus razones para obrar, a tus sentimientos, a aquello que te construye y te define como persona.
No te puedes quedar en no atacar a tu hermano, estás llamado a amarle, comprenderle, perdonarle… No te quedes solo con no abusar físicamente de una mujer, respétala profundamente, acércate a ella, dirigirte a ella con la dignidad que tiene y se merece…
En los tribunales de nuestra sociedad, son los hechos, las pruebas, los documentos, en definitiva lo tangible, lo que hace que se nos condene o se nos indulte. Muchas veces nuestra fama depende de la imagen que aparece en las redes, de nuestra presencia física… No importa tanto robar como que no nos pillen para poder seguir teniendo una imagen honorable. No importa tanto el que se la juegue a mi mujer o traicione a mis empleados, como el que ella o ellos no se enteren…
Vivir y cumplir la ley como Jesús nos dice, es algo que los primeros cristianos debieron descubrir con tanta fuerza que la sitúan por encima de la integridad física y es condición indispensable para acercarse a Dios, para presentarle nuestra ofrenda o participar en la eucaristía. Aunque no podamos interpretarlo al pie de la letra y cortar la mano que roba o los pies que han dado malos pasos, la fuerza de la expresión nos ayuda a descubrir la importancia que tiene vivir la ley en esta nueva clave. Nos llama a revisar nuestros criterios y juicios de valor… Nos llama a plantearnos como es nuestra relación con Dios, que le ofrecemos, que culto le damos. ¿Podemos seguir orando o participando en la eucaristía si hay hermanos que con justicia tienen quejas de nosotros? ¿Si no atendemos, acogemos, perdonamos y ayudamos a los demás?
Ojalá el evangelio de hoy nos ayude a plantearnos ¿Qué es para mí cumplir la ley? ¿Desde dónde hago lo que “tengo que hacer”? ¿Desde la rutina o la costumbre? ¿Desde la presión del qué dirán de mí?... ¿o desde el corazón?
Si “descargamos o conectamos” la Palabra de Dios directamente en nuestro corazón, lo que pensemos, digamos o hagamos será sincero, auténtico, profundo. Será expresión del amor, del perdón y la comprensión a los hermanos y así, solo así, el vivir los mandamientos, la Ley, nos acercará a Dios y nos hará felices. Porque, como dice el evangelio eso es llevar la Ley a su plenitud.
Mª Guadalupe Labrador Encinas fmmdp
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En un mundo que habla mucho de paz pero que fomenta la agresividad, el odio, el resentimiento y la venganza, Jesús nos enseña que el cristiano no puede vivir peleado con su hermano. Nos enseña que para vivir en paz con Dios hay que estar en paz con los hermanos.
En un mundo que nos enseña a vivir en el relativismo y en la apariencia, Jesús nos enseña que el cristiano ha de ser honrado, veraz y fiel en sus compromisos y palabras.
La salvación es un don gratuito. Pero el don hay que acogerlo. Y en la propia libertad lo podemos rechazar: Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti (San Agustín).
Y todo ello, no como una exigencia, sino como un don. No es una tarea que has de realizar tú con tus fuerzas, sino una obra que el Espíritu Santo realizará en ti… si tú te fías y le dejas hacer…
Este es el programa de vida. ¿Te atreves? ¡Déjate renovar por el Espíritu Santo! Dios te ama. Él quiere darte la felicidad. ¡Este es el camino! ¡Ánimo! El Señor te espera.
¡Ven Espíritu Santo!
VER+:
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