Don Bosco ha sido un santo excepcional, hasta en sus carismas. Su fama de milagrero era cosa pública, pero sus sueños le han dado fama perpetua. El más famoso, y no en vano, es el de las dos columnas. En él discurre el futuro de la Iglesia y del mundo de un modo plástico pero sorprendentemente acertado. Ahora dejo la sola lectura del famoso sueño - tomado del tomo 7 de sus Memorias Biográficas, páginas 169 y siguientes -. Será comentado en el próximo post para no extender más aún éste.
1. El sueño contado por don Bosco.
Don Bosco había prometido a los muchachos el 26 de mayo contarles algo bonito el último o el penúltimo día del mes. Y el 30 de mayo por la noche les refirió una parábola como él quiso llamarla.
«Os quiero contar un sueño. Es cierto que el que sueña no razona; con todo yo que os contaría a vosotros hasta mis pecados si no temiese que salieseis huyendo asustados, o que se cayese la casa, os lo voy a contar para vuestro bien espiritual. Este sueño lo tuve hace algunos días.
Figuraos que estáis conmigo a la orilla del mar, o mejor, sobre un escollo aislado, desde el cual no divisáis más tierra que la que tenéis debajo de los pies. En toda aquella superficie líquida se ve una multitud incontable de naves dispuestas en orden de batalla, cuyas proas terminan en un afilado espolón de hierro a modo de lanza que hiere y traspasa todo aquello contra lo cual llega a chocar. Dichas naves están armadas de cañones, cargadas de fusiles y de armas de diferentes clases; de material incendiario y también de libros, y se dirigen contra otra embarcación mucho más grande y más alta, intentando clavarle el espolón, incendiarla o al menos hacerle el mayor daño posible.
A esta majestuosa nave, provista de todo, hacen escolta numerosas navecillas que de ella reciben las órdenes, realizando las oportunas maniobras para defenderse de la flota enemiga. El viento le es adverso y la agitación del mar favorece a los enemigos.
En medio de la inmensidad del mar se levantan, sobre las olas, dos robustas columnas, muy altas, poco distantes la una de la otra. Sobre una de ellas campea la estatua de la Virgen Inmaculada, a cuyos pies se ve un amplio cartel con esta inscripción: Auxilium Christianorum. (Auxilio de los cristianos).
Sobre la otra columna, que es mucho más alta y más gruesa, hay una Hostia de tamaño proporcionado al pedestal y debajo de ella otro cartel con estas palabras: Salus credentium. (Salvación de los que creen).
El comandante supremo de la nave mayor, que es el Romano Pontífice, al apreciar el furor de los enemigos y la situación apurada en que se encuentran sus leales, piensa en convocar a su alrededor a los pilotos de las naves subalternas para celebrar consejo y decidir la conducta a seguir. Todos los pilotos suben a la nave capitana y se congregan alrededor del Papa. Celebran consejo; pero al comprobar que el viento arrecia cada vez más y que la tempestad es cada vez más violenta, son enviados a tomar nuevamente el mando de sus naves respectivas.
Restablecida por un momento la calma, el Papa reúne por segunda vez a los pilotos, mientras la nave capitana continúa su curso; pero la borrasca se torna nuevamente espantosa.
El Pontífice empuña el timón y todos sus esfuerzos van encaminados a dirigir la nave hacia el espacio existente entre aquellas dos columnas, de cuya parte superior penden numerosas áncoras y gruesas argollas unidas a robustas cadenas.
Las naves enemigas dispónense todas a asaltarla, haciendo lo posible por detener su marcha y por hundirla. Unas con los escritos, otras con los libros, con materiales incendiarios de los que cuentan gran abundancia, materiales que intentan arrojar a bordo; otras con los cañones, con los fusiles, con los espolones: el combate se torna cada vez más encarnizado. Las proas enemigas chocan contra ella violentamente, pero sus esfuerzos y su ímpetu resultan inútiles. En vano reanudan el ataque y gastan energías y municiones: la gigantesca nave prosigue segura y serena su camino.
A veces sucede que, por efecto de las acometidas de que se le hace objeto, muestra en sus flancos una larga y profunda hendidura; pero, apenas producido el daño, sopla un viento suave de las dos columnas y las vías de agua se cierran y las brechas desaparecen.
Disparan entre tanto los cañones de los asaltantes, y, al hacerlo, revientan, se rompen los fusiles, lo mismo que las demás armas y espolones. Muchas naves se abren y se hunden en el mar. Entonces, los enemigos, llenos de furor, comienzan a luchar empleando el arma corta, las manos, los puños, las injurias, las blasfemias, maldiciones, y así continúa el combate.
Cuando he aquí que el Papa cae herido gravemente. Inmediatamente los que le acompañan acuden a ayudarle y le sujetan. El Pontífice es herido por segunda vez, cae nuevamente y muere. Un grito de victoria y de alegría resuena entre los enemigos; sobre las cubiertas de sus naves reina un júbilo indecible. Pero apenas muerto el Pontífice, otro ocupa el puesto vacante. Los pilotos reunidos lo han elegido inmediatamente de suerte que la ((171)) noticia de la muerte del Papa llega con la de la elección de su sucesor. Los enemigos comienzan a desanimarse.
El nuevo Pontífice, venciendo y superando todos los obstáculos, guía la nave hacia las dos columnas, y, al llegar al espacio comprendido entre ambas, las amarra con una cadena que pende de la proa a una áncora de la columna de la Hostia; y con otra cadena que pende de la popa la sujeta de la parte opuesta a otra áncora colgada de la columna que sirve de pedestal a la Virgen Inmaculada.
Entonces se produce una gran confusión. Todas las naves que hasta aquel momento habían luchado contra la embarcación capitaneada por el Papa, se dan a la fuga, se dispersan, chocan entre sí y se destruyen mutuamente. Unas al hundirse procuran hundir a las demás. Otras navecillas, que han combatido valerosamente a las órdenes del Papa, son las primeras en llegar a las columnas donde quedan amarradas.
Otras naves, que por miedo al combate se habían retirado y se encuentran muy distantes, continúan observando prudentemente los acontecimientos, hasta que, al desaparecer en los abismos del mar los restos de las naves destruidas, bogan aceleradamente hacia las dos columnas, y allí permanecen tranquilas y serenas, en compañía de la nave capitana ocupada por el Papa. En el mar reina una calma absoluta.
Al llegar a este punto del relato, don Bosco preguntó a don Miguel Rúa:
-“¿Qué piensas de esta narración?”
Don Miguel Rúa contestó:
-“Me parece que la nave del Papa es la Iglesia de la que es cabeza: las otras naves representan a los hombres y el mar al mundo. Los que defienden a la embarcación del Pontífice son los leales a la Santa Sede; los otros, sus enemigos, que con toda suerte de armas intentan aniquilarla. Las dos columnas salvadoras me parece que son la devoción a María Santísima y al Santísimo Sacramento de la Eucaristía”.
Don Miguel Rúa no hizo referencia al Papa caído y muerto y don Bosco nada dijo tampoco sobre este particular. Solamente añadió:
-“Has dicho bien. Solamente habría que corregir una expresión. Las naves de los enemigos son las persecuciones. Se preparan días difíciles para la Iglesia. Lo que hasta ahora ha sucedido es casi nada en comparación de lo que tiene que suceder. Los enemigos de la Iglesia están representados por las naves que intentan hundir la nave principal y aniquilarla si pudiesen. ¡Sólo quedan dos medios para salvarse en medio de tanto desconcierto! Devoción a María. Frecuencia de sacramentos: comunión frecuente, empleando todos los recursos para practicarlos nosotros y para hacerlos practicar a los demás siempre y, en todo momento. ¡Buenas noches!”.
2. Conjeturas de sus hijos.
Las conjeturas que hicieron los jóvenes sobre este sueño fueron muchísimas, especialmente, en lo referente al Papa; pero Don Bosco no añadió ninguna otra explicación.
Entre tanto los clérigos Boggero, Ruffino, Merlone y el señor César Chiala escribieron este sueño y conservamos sus manuscritos. Dos de ellos fueron escritos al día siguiente de la narración de don Bosco y los otros dos, más tarde; pero están perfectamente de acuerdo y solamente varían en algún detalle que uno omite y otro señala.
Aún así, hay que observar cómo en este caso y en otros semejantes, si bien lo expuesto por don Bosco fuese redactado enseguida con la mayor fidelidad posible, no obstante, podía escaparse alguna imperfección.
Un discurso de media hora de duración, y a veces de una hora, naturalmente debía quedar resumido en pocas páginas, y anotando las ideas principales y precisas.
Alguna frase no había sido bien percibida por el oído, otra no se recordaba; la cabeza se cansaba, el orden de los hechos se confundía y, por consiguiente, más bien que hacer al azar una amplificación, se omitía aquello de lo que no se estaba cierto.
De ahí procedían algunas oscuridades en los temas, poco claros por su naturaleza en muchos puntos, particularmente cuando se referían a cosas futuras: de ahí las discusiones y explicaciones diversas y contradictorias. Y esto ocurrió también respecto al sueño o parábola por nosotros referida. Dijo alguno que los papas que se sucedieron en el gobierno de la nave fueron tres y no dos. De este parecer es el canónigo Juan María Bourlot, que fue párroco de Cambiano, el cual, siendo estudiante de filosofía en 1862, se hallaba presente cuando don Bosco contó el mencionado sueño. Vino éste al Oratorio el año 1886 y, hablando con don Bosco durante la comida sobre las impresiones de la juventud, después de afirmar que estaba seguro de la fidelidad de su memoria, empezó a describir el sueño de las dos columnas en medio del mar y afirmó que los papas caídos fueron dos. Que a la caída del primero, gritaron los pilotos: "-¡Démonos prisa! ¡Hay que reemplazarlo pronto!" Y que a la caída del segundo, acudieron los pilotos, mas sin pronunciar esta frase.
Quien redacta estas memorias estaba distraído en aquel instante conversando con su vecino de mesa y don Bosco le dijo:
3. Una importante interpretación de don Bosco.
-“Escucha y atiende a lo que dice Bourlot”.
Aquél contestó que conocía bastante bien el hecho por los documentos que poseía, y que, según él, los papas de la nave eran solamente dos. Don Bosco le replicó:
-“Te digo que no sabes nada”.
En 1907 volvió el canónigo Bourlot por el Oratorio y repitió con exactitud, señal de su buena memoria, después de cuarenta y ocho años, la narración del sueño y sostuvo que el número de los papas eran tres, recordando nuestra respuesta a sus afirmaciones y las palabras que don Bosco nos dijo.
Con todo esto, ¿cuál de las dos versiones es la legítima, la de la Crónica o la del canónigo Bourlot? Tal vez los acontecimientos den la solución de la duda. Debemos concluir diciendo que César Chiala con los otros, y son sus precisas palabras, lo entendió como una auténtica visión y profecía, aun cuando don Bosco no pareció tener más objeto al contarla, que inducir a los jóvenes a rezar por la Iglesia y por el Sumo Pontífice y atraerles a la devoción del Santísimo Sacramento y de María Inmaculada.
UN PAPA ASESINADO. LO QUE DON BOSCO CALLABA
Uno de los problemas de esta modernidad es el exceso de información. Su sobrecarga cortocircuita la comprensión de la realidad. Sabemos cosas, pero desconocemos su porqué, su para qué, o su por quién. ¿Quid prodest? es pregunta recurrente a la que se acude para buscar luz: a quién beneficia. Porque nos exceden los datos y perdemos la capacidad de comprensión de la realidad, especialmente de las intenciones. Se sabe que mucha de esta “información” es filtrada para “desinformar”. Otras veces es sólo exceso de datos desconectado de una visión global, que viene a sumarse a la paradoja, al sentimiento de desprotección, de incomprensión del mundo y de la realidad que acontece. Entonces surgen teorías conspiranóicas que tratan de unir los retazos de realidad como un puzzle que explique cuanto pasa. Porque así la mirada global que se ha forjado, ayuda a caminar entre la maraña de acontecimientos. Para otros – la gran mayoría - la solución es el mismo discurrir de los días. Se sigue viviendo sin importar el porqué, el para qué, o el por quién. Toda conspiración sobra.
Lo profético rompe esa dicotomía. Dios es Señor de la historia. Él sí que sabe los más ocultos pensamientos, las intenciones, nuestras decisiones y sus consecuencias. Anticipando el mañana ayuda a comprender el presente: porque los actos, las decisiones humanas (que siempre son moralmente enjuiciables) tienen consecuencias. Y no siempre buenas. Conocidas las consecuencias, es más fácil rectificar los actos y las decisiones.
San Juan Bosco es uno de esos santos puestos por Dios para ayudar a una humanidad que ha torcido el paso. Y don Bosco profetizaba. De entrada hay una cosa desconcertante en las profecías de don Bosco: todas se realizaban. Y es que don Bosco es uno de esos pocos santos cuyo conocimiento profético venía “con fecha”. Ya no se trata de profecías condicionales, sino de eventos que el tiempo verá cumplirse, hasta el punto que muchas veces sabía el cuándo concreto. ¿Ocurrirá así con el sueño de las dos columnas? Es probable. De hecho casi el 80% del sueño ya ha sido cumplido a pies juntillas. Merece la pena releerlo con calma. En el post anterior traté de ayudar la comprensión de éste con una serie de negritas. Retomémoslas.
1.- Escenario global.
"Se preparan días difíciles para la Iglesia. Lo que hasta ahora ha sucedido es casi nada en comparación de lo que tiene que suceder" (Don Bosco) Como será de grave tal realidad que las “columnas salvadoras” (la Virgen y la Eucaristía) son llamadas Auxilio de los cristianos y Salvación de los creyentes. Auxilio y Salvación no son sustantivos de talk show. Se auxilia y salva de graves peligros, de situaciones catastróficas, no de tiempos de champán y rosas. No se debe olvidar este escenario global. La siguiente pregunta es cuándo empezó tal situación. Don Bosco lo tenía claro (aquí habría que traer a colación sus sueños y bilocaciones para atender a un moribundo Papa): la muerte del beato Pío IX fue el inicio de los males como nunca antes.
2.- El ataque a la Iglesia.
San Juan Bosco es explícito: armas y libros. Las ideologías anticristianas, en suma, con su longa manu militari y su intelligentsia. El comunismo es paradigma de tal hecho (la URSS y sus satélites totalitarios, o con su estratagema del eurocomunismo de Berlinguer y su anticipo gramsciano en los intelectuales proactivos), pero las corrientes progresistas y masónicas no le quedan a la zaga. Lo desconcertante es un punto narrativo concreto: esas fuerzas enemigas que tratan de desestabilizar al Papa - con fuego y libros - cuando perciben que no lo han logrado, saltan al abordaje luchando cuerpo a cuerpo. ¿Qué significa esto? La primera lectura es evidente. Fallado el intento de desprestigio intelectual o de derrota militar, se irá descaradamente contra la Iglesia. ¿No ha pasado ya algo parecido? Se intenta el ataque al Papado desde León XIII – comunismo, modernismo, progresismo, masonería -; después con los estados totalitarios (URSS, nazismo, fascismo italiano, II República española, PRI mexicano…); le seguirán las ideologías del nuevo orden mundial cada vez más fanáticas (sacar al Vaticano de la ONU) para, una vez fracasado el intento de desprestigiar al papado, entrar a machete contra el sacerdocio o el papado (de entrada escándalos sexuales, pederastia del clero, “fundadores” de vida pervertida... para continuar por el ataque directo al papado, donde el bueno de Benedicto XVI se lleva la palma del odio de las ideologías anticristianas - esa dictadura del relativismo -). ¿Acaso no se observa el acierto narrativo descrito por don Bosco con la sola contemplación histórica?
No queda sólo ahí la cosa: hasta el tiempo (olas y viento) le era adverso a la Iglesia. ¿Acaso no es evidencia de esta modernidad social - crítica y descreída con la Iglesia - en la que sus enemigos trabajan con facilidad sus campañas de odio, mientras que ésta debe bregar contra una opinión pública adversa, o la más de las veces hiriente?
3.- Hitos históricos como medida de los tiempos.
Es este un aspecto admirable del sueño: su concreción histórica. Dos llamadas a capítulo por la nave capitana. La primera reunión termina por derribo: los ataques obligan a dejar el concilio de capitanes. La segunda concluye con un recrudecimiento de los males, mayores que al principio. Son los dos concilios vaticanos. El Concilio Vaticano I acabó ante la entrada de las tropas masónicas en Roma. Los cardenales huyeron despavoridos y ahí quedó el concilio, sin conclusión oficial. Y el Concilio Vaticano II, que a su término, donde debía haber florecido la primavera de la Iglesia más bien entró el humo de Satanás: secularizaciones, apostasía social masiva, catolicidad sin pensamiento católico… Don Bosco no sólo anticipó tales hechos proféticamente, sino que los marcó como punto de partida para entender el aspecto más emblemático de su sueño: los papas.
4.- El misterio de los 3 papas.
Esto dice don Bosco: un Papa caerá herido después del segundo concilio. Se levantará para volver a caer herido y muerto. Cuando todo parezca perdido una extraordinaria elección del futuro Papa revertirá la situación: la nave de la Iglesia será arribada a las dos columnas y el viento misterioso de Dios traerá la paz y el triunfo de la Iglesia. Don Bosco explicitó que estos papas misteriosos vendrán después del segundo concilio, pero don Bosco callaba el resto. Y si don Bosco callaba no así sus hijos. La profecía del Papa asesinado les traía de cabeza y hablaron de ello hasta muchos años después de la muerte de su querido Padre. Conversaciones importantes porque alguna fue en vida del santo y con él presente. Si discutían cuántos eran los papas “causantes” del triunfo, don Bosco ayudó a entender que serían 3 y no 2. ¿Son papas de una serie cronológica o más bien papas nominales que obrarán ese triunfo, haya los que haya entre medias? Los hechos lo resolverán. Pero los hechos nos han mostrado a Juan Pablo II caer gravemente herido en la plaza de san Pedro. Que duda cabe que en Juan Pablo II tenemos el primer Papa.
5.- El Papa asesinado.
Lo que falta por cumplirse del sueño es profético. Un Papa caerá asesinado y otro verá el triunfo de la Iglesia. Más no sabemos y nos excede. Cualquier cosa que se diga no dejarán de ser elucubraciones más o menos fantasiosas. Lo cierto es que san Juan Bosco profetizaba hechos que luego ocurrían, motivo por el que es de entender que no ocurrirá lo contrario con este enigma. Es previsible que veamos un Papa asesinado y que otro verá el triunfo de la Iglesia de modo sorprendente, sin solución de continuidad. ¿Será este Papa actual asesinado, será un sucesor inminente o más bien lejano? Todo ello es oscuro. Y san Juan Bosco callaba. No obstante el Cielo ha decidido ir en ayuda nuestra para levantarnos de la tibieza y recordarnos lo urgente de nuestra conversión y oraciones: son tiempos duros, tan duros, que Fátima alertó de una aniquilación total de la Iglesia fiel a Pedro en su tercer secreto. Profecía condicional, no cabe duda, pero condicional no a la victoria de tal o cual político, sino a nuestra conversión urgente y decidida (en palabras de Juan Pablo II). Y san Malaquías podría arrojar más luz con sus profecías de los papas (si bien se debe entrar a fondo en otro post sobre esta profecía tan discutida), donde es de enteder que el actual papa malaquiano (De gloria olivae) gozará de una muerte santa y natural (otra cosa no se me ocurre con lema tan pacífico) para ver con su sucesor (In persecutione extrema) tiempos oscuros que terminarán violentamente con su vida. Petrus Romanus sería por tanto, no ya un Papa nominal, sino el inicio de esa primavera de la Iglesia. Y es que, según san Juan Bosco, el sucesor de In persecutione extrema no sólo sería extraordinariamente designado sino que vería como la situación se revierte milagrosamente para gloria de la Iglesia (si bien a Ana Catalina Emmerick se le dió a contemplar como ese milagroso cambio tendría parte de causa en la santidad y gravedad de ese ansiado Papa, a la sazón no mayor de 40 años).
Mucho más se debería decir, pero lo dejo a la inteligencia de los lectores.
Los Dos Testigos del Apocalipsis
Mons. Johannes Straubinger en sus notas exegéticas a la Biblia Platense, también conocida como Biblia Comentada, anotó: Los intérpretes antiguos ven en los dos testigos a Elías y a Henoc, que habrían de venir para predicar el arrepentimiento. Hoy se piensa más bien en Moisés y Elías, los dos testigos de la Transfiguración, que representan la Ley y los Profetas; y es evidente la semejanza que por sus actos tienen con aquéllos estos dos testigos del Apocalipsis, siendo de notar que Moisés, según una leyenda judía, habría sido arrebatado en una nube en el monte de Abar. Por otra parte, y sin perjuicio de lo anterior, otros ven en los dos testigos la autoridad religiosa y la civil y en tal sentido es también evidente la relación que ellos tienen con los dos olivos de Zacarías, que son el príncipe Zorobabel y el sacerdote Jesús ben Josedec. Ello podría coincidir con los muchos vaticinios particulares sobre el Gran Monarca que lucharía contra el Anticristo de consuno con la autoridad espiritual, ya que también las dos Bestias del Apocalipsis presentan ambos aspectos: el político en la Bestia del mar y el religioso en el Falso Profeta que se pondrá a su servicio.
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