SOBRE LAS PATRIAS
Nuestra patria es nuestra tierra, la que nos vio nacer, donde hincaron sus raíces los naranjos de las calles de nuestra infancia. Nuestra patria son nuestros recuerdos, nuestra familia, nuestro colegio.
Nuestra patria es nuestra lengua, la primera que oímos a nuestra madre, la que nos arrancó nuestra primera palabra, la que nos enseñaron en la escuela y la de nuestras lecturas infantiles y adolescentes que nos permitieron perfeccionarla. Esa lengua en la que pensamos, lloramos, reímos, amamos…
Nuestra patria son los olores, los aromas, los sabores…, el de una sidrina en Tapia, el de las acedías en Sanlúcar, unas mollejas en Peñafiel o el de la lamprea en Arbo
Nuestra patria son nuestras costumbres y tradiciones, las de cada uno, la cofradía con la que procesionamos cada año, nuestra colla castellera, nuestro casal fallero, nuestra sociedad gastronómica… Nuestra patria son nuestras banderas, el pendón comunero de Castilla, la senyera, la ikurriña o la española… Nuestra patria es nuestra música, son nuestros himnos, nuestro orfeón, nuestra comparsa, nuestra banda… Nuestra patria es nuestra historia, la de cada pueblo, la de todos y la de cada uno. Nuestra patria son las historias que nos contaron los abuelos, y las que nos explicaron los libros que leímos. Nuestra patria son los olores, los aromas, los sabores…, el de una sidrina en Tapia, el de las acedías en Sanlúcar, unas mollejas en Peñafiel o el de la lamprea en Arbo.
Para algunos la patria es una bandera ondeando al viento mientras suena un pasodoble una tarde de abril en La Maestranza, para otros, los ladridos de los perros y el frío con el que la dehesa manchega recibe al alba al cazador ilusionado por una montería una mañana de diciembre. Los hay que la reconocen en el canto de los legionarios sosteniendo al Cristo de Mena o en el sonido del txistu y los compases de unos dantzaris en el Aberri Eguna. Otros la encontramos en algo tan simple como un atardecer en Caños de Meca imaginando la batalla de Trafalgar, o en la contemplación del primer vuelo de un pollo de cigüeña negra en Monfragüe.
Nuestra patria es nuestra pasión, nuestro equipo, nuestra selección, nuestra afición…, la que nos reúne en torno a una hoguera para aliviar el frío de enero bajo los pinares vallisoletanos entre pingüinos, o la que nos quema los pies sobre la arena de Maspalomas o de Tarifa, mientras miramos un cielo lleno de velas de colores hinchadas por el viento.
Estas patrias son íntimas, personales, intransferibles, emocionales, auténticas… Son patrias que no se pueden imponer, ni robar, ni cambiar. Por eso sobre estas patrias no se puede discutir, no hay nada de qué discutir, no se puede convencer, ni comparar, ni medir, ni objetivar. Son innegociables, sus semillas se transmiten de padres a hijos y las regamos y alimentamos a lo largo del tiempo, nos acompañan durante toda nuestra vida, nos moldean y las moldeamos, soportan el devenir de los años, y ahí siguen, dando sentido a nuestra existencia colectiva, incólumes pilares en los que apoyarse cuando nos cansamos, cuando nos perdemos, a los que volver cuando viajamos.
Es obsceno recurrir a estas patrias para hacer política, y es absurdo pensar que la política está para defenderlas o para atacarlas. Estas patrias no necesitan patriotas que las defiendan, porque no hay quien las pueda poner en duda, aunque lo intenten, se defienden solas, no están en riesgo, nadie puede acabar con ellas, ni arrebatárnoslas, ni conquistarlas para otros.
Pero hay otra patria que no es emocional; es racional, jurídica, y sobre todo es útil, práctica
Pero hay otra patria que no es emocional; es racional, jurídica, y sobre todo es útil, práctica. Nos permite convivir, organizarnos, con pragmatismo, y en ella caben todas las patrias personales y emocionales, lleva al menos 40 años demostrándolo, pese a sus enemigos se empeñen en lo contrario. Esta patria es una y se llama España, un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político (Art. 1 de la CE).
Es una patria que establece que los poderes públicos deban asegurar la protección social, económica y jurídica de la familia (Art. 39 de la CE). También una patria que establece que todos tenemos derecho a la educación, que la enseñanza básica es obligatoria y gratuita y que tiene por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales (Art. 27 de la CE).
Esta patria es la que permite que un ayuntamiento organice la movilidad durante las procesiones de Semana Santa, la cabalgata de Carnaval o una concentración motera, que una comunidad autónoma regule la caza, celebre su día con un grupo de danza, o declare un espacio protegido donde nacen cada año cigüeñas negras.
Esta patria tiene una bandera y un himno, que nadie nos obliga a que nos gusten, a que nos ericen la piel, ni siquiera nos exige que los respetemos, podemos sonarnos los mocos en ella o silbarlo en un partido de fútbol, y no ocurre nada aunque debiera, pues deberíamos respetarlos y defenderlos en la medida en que simbolizan la certeza de que tras ellos hay un orden, una ley, la seguridad de que representan a cuarenta y muchos millones de ciudadanos, de ciudadanos con derechos y obligaciones, de ciudadanos iguales ante la ley (Art. 14 de la CE), no de súbditos, ni rebaño, ni a un solo pueblo elegido por el destino.
Esta patria tiene una lengua, que puede ser o no ser la de nuestra cuna, pero es de todos y nos sirve para entendernos. Nos debe servir para cumplimentar el formulario de la solicitud de plaza escolar o de ingreso hospitalario, aunque algunos se empeñen en impedirlo, y sirve para que esos que la niegan se entiendan entre ellos cuando se conjuran contra ella.
Esta patria de todos, y no las patrias de cada uno, sí que merece ser defendida, sí está expuesta a discusión, a debate y atención
Esta patria de todos, y no las patrias de cada uno, sí que merece ser defendida, sí está expuesta a discusión, a debate y atención. Esta patria hay que cuidarla cada día porque es frágil. Decidimos entre todos dotarnos de ella, y nos ha dado 40 años de progreso, bienestar y paz, pero hay que defenderla para que siga haciendo la labor que tiene encomendada, dar cabida a las patrias emocionales, a las de todos.
Sabemos que en esta patria jurídica y común caben todas las patrias personales, igual que sabemos que en las patrias emocionales de los nacionalistas, si lograran convertirlas en patrias jurídicas, no cabrían las que no se ajustaran a su canon historiográfico, cultural y emocional. El nacionalista, con estado o sin estado, es el que confunde la patria sentimental con la jurídica, y pretende homogeneizarnos, normalizarnos, igualarnos… Es necesario huir de ellos como de la peste y presentarles batalla, siempre y en todo momento, sin bajar la guardia.
La patria constitucional sí necesita patriotas, un ejército de ciudadanos que la defiendan con su voto, con su activismo, porque tiene enemigos, enemigos que se han criado en sus rodillas y la traicionan cada día.
VER+:
0 comments :
Publicar un comentario