EL Rincón de Yanka: 📩 CARTA ABIERTA A LA VENEZUELA DE BOLÍVAR

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viernes, 8 de febrero de 2019

📩 CARTA ABIERTA A LA VENEZUELA DE BOLÍVAR

VENEZUELA
Ernesto Luis Rodriguez

La gloria como atavío,
de araguaney, la ternura,
abre un rosal la cintura
y su garganta es un río.
La viste un cielo bravío
de vivo azul transparente.
La mano resplandeciente
de libertarios manojos.
De Catatumbos los ojos,
de Mar Caribe la frente.

La bruma arriba desvela
sus avileños fulgores,
y cinta de tres colores
sobre los rizos le vuela.
Se cubre la piel canela
con fino encaje de brisa.
Su heroica raza mestiza
causa en América asombro.
De cordilleras el hombro,
de frailejón la sonrisa.

De medanales el cuello
y de Amazonas el talle,
la dulce Virgen del Valle
le pone lindo el cabello;
y en luminoso destello,
Delta Amacuro en la mano,
hace que el cielo lejano
sobre el Atlántico vuelva.
Tiene latidos de selva,
tiene pulmones de llano.

El sol lo lleva tatuado
sobre bandera y escudo.
Brasil le tiende el saludo,
Colombia besa el costado.
Alzó la fe del pasado
bajo consignas ductoras;
aman sus tierras sonoras
la libertad y el derecho,
y tiene luz en el pecho
¡condecorado de auroras!

BOLÍVAR
Ernesto Luis Rodriguez

Raíz de pueblo. Semilla
que arborizó libertades.
Brazo de izar tempestades.
Mente de fúlgida arcilla.
El Chimborazo le brilla
de eternidad en la piel.
Llega en heroico tropel
al corazón de la historia.
No debe nada a la gloria:
¡la gloria es hecha por él!

Viril, gallardo, valiente,
hijo del sol y del rayo,
un relámpago a caballo
que va por el continente.
Del ventisquero la frente
resuena bajo su planta;
el tricolor de la manta
sabe de ignotos confines,
y en pedestal de clarines
la voz de siglos levanta.

Volcán de nervios. Mirada
que pone luz en el viento.
Llama de cálido acento
deja en el aire sembrada.
Vibrante cruza la espada
por llanos y cordilleras;
inspira audacias guerreras
a cinco pueblos hermanos,
y le florecen las manos
¡con un rosal de banderas!

Símbolo fiel, trayectoria
de libertad en el hombre,
con el fulgor de su nombre
relampaguea la historia.
Palpita bajo su gloria
de plenitud Venezuela,
nos ilumina la estela
del libro que se repasa;
vive en la luz de la casa
y en el amor a la escuela.

CARTA ABIERTA

Pablo Mora al alimón con la Esperanza

Esta tierra sobre los ojos, sobre el alma, este aprieto, esta noche continua, este desasosiego, esta derrota que comienza, se aleja, se recuerda, viene y va. Te quiero, país, tirado abajo del mar, coronado de soles y neblinas, sombra de la guerra, lleno de vientos, puteando y sacudiendo banderitas, repartiendo escarapelas en las calles. Te estás quemando a fuego lento. Qué carajo si la casita era un sueño. Te quiero, país tirado a la vereda, caja de fósforos vacía. En cada casa, cafetín, taguara o plaza, hay alguien que nació haciendo discurso para algún otro que nació para escucharlos y pelarse las manos. Te quiero, país tan triste en lo más hondo del grito, tan golpeado en lo mejor de la sonrisa, tan grifo en la hora de la autopsia. Te quiero, a pesar de la sangrienta demencia que de antiguo atenta con la tribu, a pesar del águila rapaz y su avaricia loca, toda espumeante de historia, tragedias y misterios, exhalando el vaho putrefacto de los siglos, sorbiendo la polvareda de las necias apetencias, alcantarilla de los grandes asesinos en el desesperado despresamiento de los siglos, en el despellejamiento abismal de las brechas, trojes o caminos.

Te quiero a pesar del cómplice silencio para distraer el hambre de los humildes o arrancarle el fruto de sus sienes. Te quiero en las largas, confusas llanuras, serranías, en las que levanta, amasa y cuece el hombre su pan escaso, esparcido por el viento, buscando la pulpa
ausente de los frutos idos. Te quiero a pesar de las babeantes, incompletas verdades, vertiendo su estiércol, retrasando nuestra marcha hacia el pan de cada día. Pero te quiero, país de barro, y otros te quieren, y algo ha de salir de este sentir. Te quiero, país desnudo que sueña; país insomne que lucha; país despierto que grita; país resuelto que espera; país de sol y de brega; país de siembra y cosecha; país de pulso y de fuego; país de barranco, de lumbre y de gloria; de palabra, pueblo y pólvora; de béisbol, ringside, furia y sampablera.

Me acuerdo de un amanecer alpino, en pleno invierno, soñándote despierto, entre la noche de la guerra, del hambre y de la lluvia, alzándote en los brazos, ofreciéndote a la vida, a punta de herejías, fabricándote, llevándote. Tapándome la cara, me acuerdo de la primera
luna allá en Palermo, bajando del Amparo, camino de la aldea.
Tapándome la cara, te imagino, desperezado, después de esta avalancha, calmada la borrasca, con zapatos rotos o nuevos, cuesta arriba, fuerte el corazón y el brazo, victorioso, desafiando porvenires, conquistando
soles. Te quiero, país, pañuelo arrugado, maltratado, de estrellas impasibles, con sus calles cubiertas de carteles. Te quiero, sin vuelta, sin derecho, sin remedio, nada más que de cerca y amargado. Y de noche, insomne. Vámonos, patria, a caminar, yo te acompaño.

(Poesía, Sociedad Anónima)