JOSÉ RAMÓN VILLAR CHAO,
O PINTOR DOS NENOS
“Villar Chao fue un prolífico y exitoso pintor que lo mismo pintaba un disfraz de carnaval que un decorado para el ballet Lembranzas do Arte, un panel para la Casa del Pescador de Portosín, la iglesia de los Capuchinos (obra de arte) o la Residencia de Huérfanas de Marineros de Sada. Sin embargo, su fama deriva de ser un consumado retratista de niños a los que reflejó siempre con un rostro triste y en un ambiente bucólico. Sus cuadros tienen gran expresividad y muestran, de modo inigualable, la sociedad rural gallega. Los continuos encargos particulares que tenía le impidieron realizar exposiciones. Aun así, celebró algunas con gran éxito en A Coruña, Barcelona o Braga. La última de ellas tuvo lugar en la popular taberna O Lionardo de A Coruña y su última obra fue para el Motel El Hórreo de Corcubión.
“Otra de las actividades artísticas en las que destacó fue la ilustración de libros de Anxel Fole, Luz Pozo Garza y otros. Ellas y sus trabajos en El Ideal Gallego fueron recogidos en una obra comentada por José Fernández Méndez. Este crítico definió así su pintura en Vida Gallega: «El arte, como la vida, no es de ayer, de hoy o de mañana. Es bueno o malo. La solución estética puede ser ésta o la otra. Lo importante es el mensaje emocional. Villar Chao acierta a transmitirlo con sencillez y naturalidad, sin que para ello precise estar adscrito a tendencia alguna. Pintura sin elementos ni concesiones extrañas al propio sentimiento; pintura recreadora e intemporal por sus valores pictóricos y por sus calidades profundamente humanas. Esta es la clave de su obra».
“Aquí sempre se considerou unha grande obra de arte, remóntase aos anos 60 cando Villar Chao veu a pasar unha temporada a Corcubión invitado polos antigos donos do aínda Motel, os Mouzo, isto publicóuse así, pero a verdade foi un encargo de Protugasa, a empresa promotora do motel ao pouco de inaugurar. A pintura, pintada no edificio do antigo Hotel (o que se atopaba subindo polas escaleiras laterais).
”Era xa un pintor de relevancia, coñecido como “O pintor dos nenos”, e de feito conta cunha rúa ao seu nome da Coruña. É contemporáneo de María Cagiao, especialista en flores, que tamén tiña numerosos cadros decorando o Hotel no seu día”.
Villar Chao había nacido en Viveiro en 1927. A los 14 años se trasladó con sus padres a la ciudad de A Coruña, donde inició su carrera artística. En los juegos florales de Betanzos de 1948 fue galardonado como Primera Medalla de Pintura y se dio la circunstancia de que su padre, Ramón Villar Ponte, obtuvo la misma medalla en la sección literaria de los juegos. Falleció en A Coruña el 27 de agosto de 1965. Una calle con su nombre lo recuerda.
Pronto fue conocido como «o pintor dos nenos». Sus niños -apuntará el crítico de arte Fernando Mon- tienen la misma expresión que los pintados por el maestro toscano Agostino de Deccio. Son niños taciturnos, pero no tristes, porque el niño gallego no es un niño triste ni angustiado, sino tan solo melancólico, replegado en sí mismo por su intensa vida interior”. Había nacido en Viveiro el 5 de octubre de 1927, hijo del galleguista Ramón Villar Ponte y sobrino de Antón, diputado de la Segunda República y destacado periodista. A los 14 años se trasladó con su familia a A Coruña, donde comenzó su carrera artística. En los juegos florales de Betanzos de 1948 fue galardonado como primera medalla de pintura, dándose la circunstancia de que su padre Ramón obtenía la misma medalla en la sección literaria, Coleccionistas, José Ramón Villar Chao fue pintor de pocas exposiciones, pues sus cuadros eran adquiridos rápidamente para colecciones privadas y particulares. No obstante, tuvo algunas con gran éxito en A Coruña, como la celebrada en la desaparecida librería Lino Pérez, o en Barcelona y Braga (Portugal). También fue importante su labor como ilustrador, efectuando dibujos para libros de Luz Pozo, Ánxel Fole y otros, así como una serie de trabajos publicados en prensa, que fueron recogidos en una obra a la que puso comentario José Fernández Méndez. Paralelo a su talento artístico corrió su simpatía personal. En 1960, en un concurso organizado por Radio Juventud, fue elegido «el coruñés más popular del año», con cerca de 8.000 votos, seguido a más de dos mil de distancia por el famoso futbolista Luis Suárez. Su última exposición sería en la popular taberna O Lionardo, de la calle Fernández Latorre. Su obra está dispersa en bastantes colecciones particulares, especialmente en Lugo.
A pesar de que la obra de Villar Chao está muy dispersa, hoy sería posible restaurar la que va camino de desaparecer, como es el caso del Mural de Corcubión, gracias a los avances logrados en la técnica de impresión y donde se puede recuperar solo con una fotografía, cualquier pieza que nos interese, con poco coste.
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José Ramón Villar Chao, hijo de Ramón, fue un destacado pintor (Julia Minguillón llegó a confesar sobre él que aprendió a pintar antes que a hablar), aunque su prematura muerte (falleció a los 37 años de edad en A Coruña) impidió que adquiriese la fama que merecía. Fue José Ramón, pintor de pocas exposiciones, además de que sus cuadros eran adquiridos rápidamente para colecciones privadas. También fue importante su labor como ilustrador, efectuando dibujos para libros de Luz Pozo Garza, Ánxel Fole y otros ilustres narradores, así como una serie de trabajos publicados en prensa.
Varios estilos
Aunque su inclinación inicial fue la figura, cultivó también el paisaje, siendo conocido, asimismo, como «o pintor dos nenos». Según el crítico de arte Fernando Mon, «sus niños tenían la misma expresión que los pintados por el maestro toscano Agostino de Deccio. Eran niños taciturnos, aunque no tristes, porque el niño gallego no es ni triste ni angustiado, sino tan solo melancólico».
Poco antes de morir en agosto de 1965, hizo una exposición en la taberna O Lionardo. Su última obra fue para el Motel El Hórreo de Corcubión. Tras su fallecimiento, escribió en la página de Artes y Letras de La Voz Miguel González Garcés: «En los días luminosos de finales de agosto, en los que la obra y la vida parecían detenerse, cuando ya los frutos ciertos superaron la etapa de promesa, pero no ha llegado todavía la época de los pámpanos dorados, ha muerto en su aún no urgente otoño de la vida, el pintor José Ramón Villar Chao».
Posteriormente, el Ayuntamiento coruñés le pondría su nombre a una calle, que va desde Juan Montes a General Sanjurjo. También se celebró en el Ayuntamiento una exposición homenaje.
Otros hijos de Ramón Villar Ponte, que ejerció la docencia como profesor de Geografía e Historia en el famoso colegio Dequidt (que estaba ubicado en una calle paralela a la plaza de Vigo), vivero de futuros talentos coruñeses, fueron Jaime, que era químico, y María Teresa, funcionaria del Ayuntamiento de A Coruña, que también colaboró, asimismo, en el archivo de La Voz.
Ramón Villar Ponte falleció en la ciudad coruñesa en el mes de septiembre de 1953. Dos años antes, había tomado posesión como miembro numerario de la Real Academia Galega (RAG), donde leyó un discurso que tituló "A xeración do 16".
sobre el cierre de los capuchinos en La Coruña
#NoAlcierreCapuchinosCoruña
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PÁRROCO DE LA IGLESIA DE LA DIVINA PASTORA
DE LOS CAPUCHINOS DE LA CORUÑA.
SE FUE CASTIGADO A ARAR A MADRID.
ADEMÁS, SE QUEDÓ CON LA RECAUDACIÓN
PARA LAS OBRAS DEL TEMPLO.
ES DUEÑO DE SEIS PISOS,
ADEMÁS, LAS CUENTAS DE LA PARROQUIA
NUNCA DABAN NI POR APROXIMADO.
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AL FINAL SE VENDE PARROQUIA
IGLESIA
La iglesia de la Divina Pastora, más conocida como los Capuchinos, ya no será parroquia nunca mas. Ayer se celebró la última
misa, a la que asistieron un representante del Arzobispado y el
superior de los Capuchinos, con esta categoría, pero seguirá celebrándose misa los domingos y todos los días por la mañana
Es decir, que aunque se seguirá celebrando el culto, la iglesia no acogerá catequesis ni actividad parroquial ninguna.
Los feligreses se van a tener que repartir entre San Pedro de Mezonzo y la Unidad Pastoral Santa Lucía/San Pablo, como ocurrió antes de la fundación de esta parroquia, en 1977. Los fieles recibieron la noticia con tristeza, aunque no con sorpresa, porque llevaba mucho tiempo flotando sobre sus cabezas.
El último fraile de la orden
No hay que olvidar que en octubre del año pasado tuvieron que despedir al padre Rosendo, el último capuchino de la ciudad, que había sido párroco de la Divina Pastora desde 1999 y que había fundado la Cofradía de La Borrequilla en 2003, que procesiona
el Domingo de Ramos por el entorno de la plaza de Lugo. Ya solo queda una comunidad de esta orden, en Vigo, debido en gran parte a la falta de vocaciones.
Ya en 2021 los fieles temían el cierre del templo. En mayo, la orden de los Capuchinos había propuesto clausurarlo, lo que motivó que se celebraran dos concentraciones a las puertas de la iglesia y la recogida de 3.000 firmas. Pero no pudieron impedir que el padre Tejerina, el único otro capuchino que quedaba en A Coruña, fuera trasladado a la comunidad ubicada en Vigo.
En las protestas de entonces, en la que participaron decenas de personas, se pudieron leer mensajes como "Más de cien años haciendo comunidad con nosotros y ahora nos lo queréis llevar".
Y es que los primeros religiosos de esta orden llegaron a la ciudad en 1918. La aclimatación no fue del todo apacible, ya que apenas un par de décadas después, en 1931, su residencia y su capilla fueron víctimas de un incendio. Regresaron años más tarde, aunque la iglesia no se construiría hasta los años 50, siendo reformada en la década de los 70.
Nuevos planos eclesiásticos de las parroquias
de san Pedro de Mezonzo y de esta unidad pastoral de santa Lucía
y san Pablo de La Coruña.
Como hemos informado, esta modificación territorial se debe a la supresión de la parroquia de la Divina Pastora (padres Capuchinos) y cuyo territorio se ha unido a las parroquias de santa Lucía y san Pedro de
Mezonzo. No obstante, toda la documentación eclesiástica parroquial de la suprimida parroquia de la Divina Pastora (libros de bautismos, confirmaciones, matrimonios, defunciones y expedientes matrimoniales) pasará, según decreto diocesano, a los archivos de la parroquia de santa Lucía, donde ofreceremos todas las certificaciones concernientes a esa documentación.
La construcción clásica de Juana de Vega, del año 1899, fue destruida en 1992 supuestamente debido a un fallo estructural.
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Una iglesia que fue hecha gracias a las donaciones de nuestros bisabuelos para que terminara en bajo comercial, -nunca mejor dicho-, y en cientos de locales para oficinas para alquiler y para beneficio particular y mercader de la orden de los jesuitas. ¿No?
Delito contra el patrimonio, un término jurídico del que mucho hemos oído hablar en los últimos meses a raíz de las pintadas vandálicas que manchan nuestros monumentos.
Un ejemplo es el caso de la desaparecida Iglesia de los Jesuitas, ubicada en la calle Juana de Vega. Sí, ese edificio de viviendas cuyo bajo alberga una iglesia. Si cogemos una fotografía de 1899 y otra de los años 90 pensaremos que no estamos ante la misma iglesia, y es que en realidad no lo es. Lo único que permanece inalterable es su ubicación y su nombre.
La iglesia de los Jesuitas comienza a construirse el 13 de mayo de 1899, mediante una instancia presentada al Ayuntamiento, por parte de Martín Nuín Juanaraz. Este vecino de La Coruña, propietario de los solares donde hoy día se levanta el edificio solicita licencia para edificar un templo. Pero no un templo cualquiera, uno de la orden de los jesuitas.
Tenía entonces la ciudad 40.000 habitantes y Juana de Vega estaba al comienzo de un Ensanche que estaba planificado pero que todavía no había dinero para iniciar la construcción de sus calles y edificios. En este escenario se concede licencia para la construcción del templo y de una casa anexa.
Ambos edificios no se caracterizarían por su suntuosidad, pero si están construidos de manera sólida y decorosa. Y con una excelente calidad. Las paredes exteriores de mampostería y las bóvedas del templo de ladrillo hueco son algunas de las características de esta edificación.
El 20 de septiembre de 1901, el superior de la Orden de la Compañía de Jesús, en Coruña, Manuel María Royo, comunicaba la finalización de las obras de construcción de la iglesia y la casa, pero quedaba pendiente la construcción de la aguja de la torre que tuvo que interrumpirse por problemas para la adquisición de materiales.
Al ver que no avanzaba al ritmo deseado, se solicitó la prórroga de la licencia. Finalmente no se levantó como estaba previsto en los planos, sino que acabó siendo una aguja esbelta.
La demolición
Sin embargo, pese a todos los esfuerzos e inversiones en este templo, desaparece en 1992 si mayor explicación. En un principio se destruyó debido a un supuesto fallo estructural, habría que saber hasta qué punto es cierta esta teoría.
La cuestión es que el domingo 22 de marzo se oficiaron los últimos actos religiosos. Tras ellos, se procedió a su demolición. En ese mismo momento, La Coruña deja atrás un signo de identidad de la ciudad y sus ciudadanos.
Hoy en su lugar se levanta un edificio de viviendas cuyo bajo alberga un templo de estilo modernista, con una fachada en la que predomina dos elementos: la piedra y el cristal. Todo un atentado contra el patrimonio.
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