Un viernes de vísperas para carnavales nos habían notificado la muerte del padre de nuestro hermano guía del preuniversitario Paraguaná, nuestro querido y maestro Teo, en el último año del bachillerato. Y nos invitaron para la misa funeral por su difunto padre. Nos había sorprendido que no acudiese a su Argentina natal para despedirse de su padre acompañando al resto de su familia en estos momentos tan desconsoladores. Pero como era religioso marista y estaba lejos de su país, no pudo acudir.
Yo, como casi todos mis compañeros, exceptuando a dos o tres, y sin pensarlo, preferimos ir a “bonchar”* a una miniteca o guateque que coincidía en la misma tarde del viernes.
Al volver de los carnavales al instituto, en la primera clase de la mañana nos increparon y reprendieron por la falta de solidaridad y humanidad; además de que el hermano Teófilo estaba muy desengañado y decepcionado de nosotros, que no se merecía tanta indiferencia de nuestra parte; que para él éramos como sus hijos puesto que lo había dejado todo, y nosotros conformábamos su todo; y que lo pasaba muy mal cuando eran vacaciones. Estaba pendiente de cada uno de nosotros; y era el primero en recibirnos en la misma entrada del instituto cuando bajábamos del autobús, para felicitarnos en nuestros respectivos cumpleaños; y para estar siempre a nuestro lado cuando más se le necesitara: como cuando murió la madre de nuestro compañero Sergio, y nos llevó a todos para animarlo en su casa después de varios días sin querer asistir al instituto; y así a cada uno nos ayudó en algo…
En eso que estábamos todos con la cabeza agachada después de irse el Padre Julio que nos daba la primera clase, entraba el hermano Teo muy circunspecto nos dijo:
- “Ahora mismo dejo de ser su hermano guía. Me sustituirá el Hermano Urriza. Únicamente les quiero decir que me han decepcionado como seres humanos. Están vacíos. Sólo son humo y ruido. No merecen llamarse humanos ni cristianos. Adiós”.
Se empezaron a escuchar unos lloros, y al rato empezaron aumentando paulatinamente las voces de varios hablando al mismo tiempo…
- Eso no es cristiano.
- Vaya ejemplo de maestro.
- Pero no entiende que somos unos chamos*.
- Pero qué se ha creído, no hicimos nada malo…
Estaba anonadado. No me lo podía creer, tener tanta desfachatez de nuestra parte.
En eso se levantó un compañero y espetó con furia y disconformidad a la clase:
- Después de haber hecho lo que le hemos hecho, aún encima le echamos la culpa y nos auto exculpamos. Somos una mierda, yo me voy de esta mierda…
Y en eso que se estaba encaminando hacia la puerta para salir, muchos lo agarraron para que no se fuera, pero él con rabia se fue deshaciéndose y cerró la puerta con fuerza.
Todos nos callamos y nos fuimos saliendo poco a poco hacia el patio…
Yo estaba muy compungido, contrito como todos y no me atrevía a acercarme a él, pues me parecía distante y esquivo.
Pasó el tiempo, no mucho. Se acercaba el fin de curso y de etapa preuniversitaria para la ceremonia de entregas de diplomas en el teatro de la ciudad después de la celebración eucarística, cuando se me acercó Teo y me pidió que en representación de mis compañeros preparara unas palabras de despedida para el momento final de la eucaristía, no me lo podía creer, pero estaba tan emocionado y descentrado con la ceremonia que cuando llegó el momento para el discurso, Teo me miró y le dije con muecas que no había preparado nada y tuvo que salir él para dirigirse a la asamblea. Sentí un poco de vergüenza de haberle fallado pero me sentí muy bien que fuera él mismo que hablara en nombre de todos. Era la mejor representación nuestra. Era nuestro líder.
Nos habló de muchas anécdotas simpáticas, de la amistad, de que no olvidáramos lo que habíamos aprendido. Que lo pusiéramos en práctica, como nos decía el evangelio que se había leído, sobre los talentos. Que no dejáramos de ser por el tener. Y terminó el discurso con estas palabras:
“sean contracorriente del mundo, que los únicos que van con la corriente son los peces muertos”.
Y respondimos con un caluroso y sonoro aplauso.
Pasaron unos días y fui a recoger unos papeles para el ingreso universitario, al instituto y vi a Teo para despedirme, lo noté indiferente y distante. Me dijo que le habían destinado para otra ciudad. Me despedí con mucha tristeza y con una espina en mi alma que me acompañaría para el resto de mi vida, y él siguió mirando unos papeles.
Al año le escribí varias cartas pidiéndole perdón y siempre me fueron devueltas. Al cabo de los años me enteré que había regresado a su Argentina y que estaba en Misión Pompeya, la zona más pobre y marginada del país. No tenían teléfono y me dieron el correo-e. de un maestro que estaba con él, le escribía y nunca recibía contestación. Después me contaron que le había mandado a la Ciudad de Buenos Aires y le escribí y al fin después de tantas cartas de desagravio no contestadas me respondió con mucha alegría siendo consciente de mi mucha correspondencia. Me notificó su nueva misión en Uruguay y al cabo de unos meses le escribí felicitándole por su cumpleaños y remitiéndole una foto de su persona de aquellos años estudiantiles…
La espina doliente después de tanto tiempo se va desapareciendo de mi ser y sigo recordándole con agradecimiento como mi maestro y mi guía de siempre. Doy gracias a Dios por Teo por haber sido mi maestro y mi amigo. Gracias Teo por existir…
VIII PROMOCIÓN DE 1978 INSTITUTO JUAN XXIII MARISTAS PUNTA CARDÓN EDO. FALCÓN VENEZUELA
*BONCHAR: VIENE DE BONCHE: fiestear, parrandear, rumbear, festejar.
*CHAMO venezolano es un equivalente del “pibe” argentino, el “chavo” mexicano y el “chaval” español.
*CHAMO venezolano es un equivalente del “pibe” argentino, el “chavo” mexicano y el “chaval” español.
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