BUSCO UN OBISPO
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Luis Darío Figueroa
AMGD
Puede ser un cardenal también. O cualquier integrante de la jerarquía eclesiástica. Que me quiera censurar por repetir lo que enseñó Cristo: que la homosexualidad es un pecado aberrante, y que bastardear la Verdad por quedar bien con los poderosos del mundo es otro pecado, aún más abominable.
Busco ese obispo que me amenace por adherir a la Doctrina bimilenaria de la Iglesia, y porque llamo al pan pan y al vino vino. Que me acuse de desobediencia por no sumarme a la fábula de que lo que ayer era una degeneración o una tara mental hoy es una elección de género. Quiero ver con qué me sale.
Porque yo soy un laico.
No me puede quitar los fueros sacerdotales, ni amenazarme con reducirme al estado al que ya pertenezco, ni excomulgarme, ni amedrentarme, ni ponerme entre la espada y la pared recordándome que estoy obligado por la obediencia jerárquica. Porque yo no pertenezco a la jerarquía. Soy más libre que muchos religiosos, para poder expresarme sin temores a sanciones que no tienen modo de aplicarme.
¿A ver? ¿Se ofrece algún purpurado a intentar callarme? ¿Algún "prudente" canónigo me llamará por teléfono para aconsejarme que baje un cambio? No se moleste. No hay marcha atrás.
La Iglesia, y más que nada en Argentina, está claudicando gravemente a su misión evangelizadora y orientadora. Se ha transformado en una ONG de sonrisas dulzonas y edulcoradas, de sacerdotes que en su mayoría olvidan que se ordenaron para llevar la Verdad a todos los rincones, para mostrar la Luz, y no para hacerse cómplices de las sombras. Dan vergüenza ajena. Hasta los más -aparentemente- ortodoxos están tirando la toalla con tal de evitar sanciones o engorrosos traslados a pueblos perdidos, que los condenarían a renunciar a sus amigos acomodados, a sus cenas y almuerzos regados con buen vino, a interesantes e intelectuales conversaciones... Lo repito: dan vergüenza. Cambian el Reino por un plato de lentejas.
Los obispos están castigando a los sacerdotes que manifiestan la Verdad, y premiando a los obsecuentes que asienten con sus tristes testas los atropellos que inventan. Traicionan estos últimos a sus hermanos religiosos, con tal de congraciarse con felones que han renunciado a anunciar el Evangelio. Que olvidan que tendrán su día y su hora para presentarse a Juicio...
Aquí estoy. A ver, señores obispos: ¿Quién será el primero en intentar sancionarme? Soy un laico, casado, sin propiedades, con un trabajo digno, y mantengo yo a mi familia, no mi mujer. Los espero. Sonriendo con toda la ironía que se puedan imaginar. Porque conmigo no tienen de dónde agarrarse para sancionarme.
No pertenezco a la jerarquía.
Y soy feliz por eso.
Tiren la piedra si quieren. Y esperen la inevitable respuesta.
EL CRISTIANO ES APOLOGETA
Este vídeo deberían verlo todos los sacerdotes. También los que se metieron en la carrera eclesiástica sin fe o sin verdadera vocación, quizás especialmente ellos. O se arrepienten a tiempo, o el castigo será muy grande, porque "de Dios, nadie se burla" Gál.6,7. La gran tentación de muchos sacerdotes es la que tuvo y nos cuenta un sacerdote en este vídeo, tentación que le llevó a estar muy cerca de su condenación eterna. Su alma salió de su cuerpo tras un accidente de tráfico. Lo que luego por pura gracia y milagro vivió, nos lo cuenta para que todos, empezando por los sacerdotes, tomemos nota.
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