EL Rincón de Yanka: OMISIÓN

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domingo, 27 de abril de 2025

"LA MISIÓN DEL CRISTIANO NO ES APUNTALAR EL SISTEMA, SINO CAMBIAR EL MUNDO" por CUSTODIO BALLESTER



“La misión del cristiano 
no es apuntalar el sistema, 
sino cambiar el mundo”

Palabras pronunciadas por Custodio Ballester en la presentación del libro de Douglas Hyde, Compromiso y liderazgo, editado por Hazteoir.org:

En la misma línea que la Antología de Formación de Selectos del P. Ángel Ayala, S.I, Hazteoir ha vuelto a poner al alcance de los lectores un precioso y profético libro que denuncia nuestros complejos y apunta unos caminos no por olvidados menos novedosos, pues están apuntados en el Evangelio. 
“Nunca dudes de que un grupo pequeño de ciudadanos reflexivos y comprometidos puede cambiar el mundo. De hecho, es lo único que alguna vez lo ha cambiado” y puede volver a hacerlo. Y es que se trata de eso: de cambiar, de transformar una realidad que tantas veces yace bajo el poder del Maligno (cf. 1Jn 5, 19). “Nosotros, por el contrario, que pertenecemos al día”, no a la noche ni a las tinieblas; “seamos sobrios. Revistámonos la coraza de la fe y de la caridad, con el yelmo de la esperanza de salvación”. 
“Pero nosotros no somos gente que se arredra para su perdición, sino hombres de fe para salvar el alma (Hb 10,39).

Douglas A. Hyde (1911–1981), autor de "Compromiso y liderazgo", fue un gran periodista inglés, educado como metodista por sus padres, pero que en su juventud perdió la fe y se hizo comunista durante 20 años, ocho de los cuales fue director jefe del periódico Daily Worker, el periódico del Partido Comunista en el Reino Unido. Pero, poco a poco, fue desilusionándose del comunismo al ver las grandes incongruencias de los comunistas soviéticos, hasta que llegó a encontrar un nuevo sentido a su vida, convirtiéndose a la fe católica.

Dice el Apocalipsis: “Y el que está sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y añadió: Escribe, porque estas palabras son fieles y verdaderas” (Ap 21,5). Tan fieles y verdaderas que están escritas en el corazón de cada hombre y mujer que viene a este mundo. Así lo sentía Douglas Hyde hace más de cincuenta años: “En algunos círculos –también eclesiásticos- está de moda despreciar ese idealismo, este deseo de cambiar el mundo que tachan de sentimentaloide”: No puede transformarse un mundo formado por hombres pecadores. Este cinismo llevó a muchos jóvenes a rechazar abrazar la causa de un comunismo que les ofrecía estar en el lado de los buenos en la lucha del bien contra el mal, y de la verdad contra la mentira (cf. pg 37).

Yo también he oído de boca de altos eclesiásticos parecidas palabras: “Siempre ha existido el aborto y siempre existirá. Que el estado regule el matrimonio gay y la adopción por homosexuales es inevitable ¿qué quieres hacer?”. Detrás de esas afirmaciones subyace la convicción –entre cínica y fatalista- de que todo ello es el inexcusable precio que debemos pagar por vivir en la sociedad del bienestar. Y cuando a alguien se le ocurre denunciar que, si no hay una directa cooperación formal o material en toda esta debacle social, sí que existe -en muchos ámbitos de la comunidad eclesial- una connivencia con el mal que por ser disimulada o silenciosa no nos hace menos cómplices… responden a su vez que la connivencia con el mal es inevitable, porque en caso contrario volveríamos a las cavernas… Palabras cuasi textuales.

Con estos presupuestos no es extraño que los que por nuestra vocación bautismal estamos llamados a “abandonar el anterior modo de vivir, el hombre viejo corrompido por deseos seductores, a renovaros en la mente y en el espíritu y a vestiros de la nueva condición humana, creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas” (Ef 4, 22), nos encontremos ante el mismo muro de miedosa indiferencia con el que se topó el antiguo miembro del Partido Comunista británico: “En los grupos de estudio y en los cursillos de formación pueden discutir tranquilamente y durante todo el tiempo que quieran sobre los principios fundamentales y los derechos inalienables -“principios innegociables”, diríamos ahora-. Sin embargo, cuando hay que trasladarlos a la práctica, empiezan los problemas. 

El clero se pone nervioso ante lo que hay que hacer, y mira con aprensión a los que intentan aplicar su cristianismo a la sociedad pagana en la que viven. Al laico se le deja hablar cuanto quiere -congresos sobre los católicos en la vida pública, conferencias, encuentros-, pero cuando quiere pasar a la acción, se encienden todas las luces rojas” (p.111). Sin embargo, la gente no madura en una vitrina, sino cuando se lanza y aprende de sus errores. Si nunca das testimonio de tu fe, si no haces nada por ella, si no actúas, nunca te equivocarás. Pero no hacer nada, esperar tranquilamente el Juicio Final y a que sea el mismo Dios el nos saque las castañas de fuego, es una equivocación muchísimo más grave. Al decir del P. Ayala: “La oración es lo primero, pero no es lo único ni es suficiente”.

Podemos haber pasado todo un proceso de formación cristiana “sin haber oído nunca una palabra acerca de la misión social de la Iglesia o la responsabilidad de transformar la sociedad con el Evangelio desde nuestro trabajo, sindicato u organización profesional, su actividad política o sus relaciones con los demás” (pg. 54). Aparte de ir a misa los domingos, confesarse de vez en cuando y rezar por las noches, ¿alguien nos dijo alguna vez o alguien puso alguna vez en práctica que formamos parte del grupo de aquellos sobre los que, en su origen, recayó la responsabilidad de cambiar el mundo?

“La batalla de nuestra época es en última instancia una batalla para apoderarse de las almas y las mentes de los hombres”, dice Hyde. Pero, mientras los poderes de este mundo vocean su credo desde todas las tribunas, la voz de los cristianos suena baja y atemorizada. Mientras los poderes de este mundo dedican todas las horas del día; mientras ellos dedican todos los medios para apuntalar toda clase de perversiones, los cristianos dedicamos –los que más- algunas horas libres. Los comunistas de Hyde sabían que su objetivo era un mundo comunista. ¿Sabemos nosotros que nuestro objetivo es un mundo, una sociedad, una patria cristiana?

Por ello, Douglas Hyde, desde su experiencia como líder comunista y formador de líderes apunta, cual explorador de tierras no desconocidas, sino olvidadas, un nuevo y a la vez antiguo camino. Decía el profeta: “Paraos en los caminos a mirar, preguntad por la vieja senda: «¿Cuál es el buen camino?»; seguidlo, hallaréis reposo” (Jr. 6,16).

Lo que define a un verdadero líder, -todo comunista era líder y todo cristiano debiera serlo- deseoso de cambiar el mundo es, en primer lugar, la capacidad de sacrificio, que se concreta en capacidad de compromiso. Es decir, esa disposición por la que uno está dispuesto a dedicar tiempo, dinero, arriesgar su carrera y su nivel de vida para que triunfe la causa más justa y verdadera, para que la sangre que derramó Cristo por todos no sea inútil para algunos.

Un verdadero líder exigirá mucho a los suyos. Abandonará la ley de mínimos que busca hacer fácil y confortable la tarea para eludir así la responsabilidad, porque sabe que “si pide poco a la gente, obtendrá poco, pero si le pide mucho, responderán de forma heroica” (pg. 38). 
“Cuanto más materialista y comodona es una sociedad, más sobresale el que se compromete. El hombre que se compromete resulta atractivo justamente por su capacidad de compromiso”.

Friedrich Engels afirmó: “Los filósofos sólo han intentado explicar el mundo. Sin embargo, la misión es cambiarlo”. Cuando el líder consigue que los suyos se den cuenta de que ese cambio es necesario y posible, y que son ellos los que pueden conseguirlo, ha llenado entonces sus vidas de una fuerza dinámica tan poderosa que uno puede conseguir cosas que serían imposibles de otra manera. La vida tiene un fin, y por ello vale la pena vivirla plenamente.

Para un verdadero líder, la palabra y la acción están indisolublemente unidas en su mente y en su experiencia vital. Enviará a los suyos a hacer algo que movilice su valor moral, algo que les coloque en primera línea de fuego y que conduce a cambiar el mundo. No se limitará a pedirles que pasen a la acción. Él mismo está personalmente implicado en ella.

Un verdadero líder sabe que el progreso, el cambio, es fruto del conflicto: Porque “desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los cielos sufre violencia, y los que luchan lo conquistan” (Mt 11,12). “No penséis que vine a traer paz a la tierra; no vine atraer paz, sino espada. Vine a poner al hombre contra su padre, a la hija contra su madre y a la nuera contra la suegra. Y los enemigos del hombre serán los de su propia casa” (Mt 10, 34).

Un verdadero líder considera su trabajo diario como una excelente oportunidad para luchar por la causa, que no es una especie de hobby al que dedica algunas horas libres. La causa es su vida. Si la nuestra es la mejor causa imaginable –la de Cristo-, eso nos confiere la obligación de difundirla entre los demás. Si a los comunistas no les importaba causar buena impresión, sino difundir su ideología, hemos de abandonar el politiqueo por obsoleto y anunciar la verdad, sin excepción ni compromiso.

Y es que el cristianismo debe crear líderes que se conviertan en “instrumentos voluntarios del proceso del cambio tanto en el mundo como en el trabajo o en la sociedad humana” (pg. 119), en el campo de actividad al que les lleve la vida. Es decir que, allá donde esté el cristiano, asuma el papel de líder. Un líder que se cristianice a sí mismo y luche por una sociedad cada vez más cristiana, un líder que ejerza -con ese objetivo- sobre la opinión pública la máxima presión posible.

Ante una situación nueva, la primera reflexión que se hace la gente es: “Que venga alguien y haga algo”. La reacción espontánea del líder es: “¿qué voy a hacer yo?” La acción y los principios que la sustentan, van siempre unidos en su mente y en su vida. Si cada cristiano adoptase esta actitud mental y actuase de acuerdo con ella, las cosas serían bien diferentes.

Por tanto, nos interesa formar líderes que actúen a favor de la causa de Cristo y de su Iglesia y no a favor de ellos mismos. Personas que entiendan lo que creen, comprometidos con su fe, y que intenten practicarla en todas las facetas de su vida personal y social. Y dispuestas a pagar el precio correspondiente. El mismo que su Maestro: “Per Crucem ad lucem” (POR LA CRUZ A LA LUZ).

Compromiso y liderazgo es un viaje de ida y vuelta, pero Douglas Hyde solo recorrió el primer tramo. Su obra nos cuenta los métodos de los comunistas para convertir su pestilente ideología en un éxito en todo el mundo. Nosotros tenemos sobre el autor la ventaja de conocer el desenlace de esta historia. Y sabemos también que algunos de los procedimientos de proselitismo más característicos de los comunistas fueron los procedimientos de los primeros cristianos y son los procedimientos de los santos, hoy redescubiertos. Los comunistas fracasaron porque sus fines eran espurios. ¿Están tus fines a la altura de tus procedimientos?
Douglas Hyde analiza los métodos comunistas de formación de líderes para aplicarlo al cristianismo en su obra recientemente republicada en castellano en Madrid en 2014, en un tomo de 147 páginas. A pesar de que los comunistas eran una minoría, habían logrado convencer a un gran número de personas para llevar a cabo sus ideales. Hyde llega a afirmar que «desde que se fundó el Partido Comunista, los éxitos de los comunistas han sido mayores que los de los cristianos... La mayoría de los éxitos comunistas son fruto de una forma de acción y de una manera de acercarse a la gente que debería ser utilizada por los cristianos, con mayor razón aún que por los comunistas» (p. 51). Otro aspecto a valorar de los comunistas es que hacen un buen uso de los recursos humanos que tienen y hacen suyo el lema: «cada comunista es un líder, cada fábrica una fortaleza» (p. 46). De hecho, Hyde consideraba que el compromiso era el punto de partida y la base fundamental para el liderazgo. Y se fijaba como objetivo que cada miembro del Partido Comunista debería formarse para convertirse en líder en caso de que fuera necesario y llevar a cabo una transformación de la sociedad y del mundo. Desde esta perspectiva, únicamente las órdenes religiosas podrían considerarse que siguen esta filosofía de vida. 

Los tres métodos más utilizados para el adoctrinamiento de los comunistas eran: una exposición seguida de preguntas, discusión o ambas; una discusión controlada ‒que se presentaba como el método más útil‒, e igualmente así como preguntas y respuestas. Douglas Hyde entendía que «para un comunista, la parte más importante del día transcurre en su trabajo. Considera su trabajo como una excelente oportunidad para luchar por su causa. Por el contrario, el católico activo se entrega a su actividad cuando ha finalizado su trabajo, cuando ha comido y se ha cambiado. Entonces es cuando dispone de un par de horas libres para entregarse a su causa».

Esta obra pretende determinar «los métodos comunistas de formación de líderes que pueden imitar o adaptar los cristianos, así como otros grupos» (p. 31). Entre 1910 y 1960 los comunistas consiguieron implantar su sistema político en un tercio del mundo, aunque en la actualidad la mayor parte ha quedado fuera de su área de influencia. Sin embargo, hoy en día «el número de personas que viven fuera de la esfera comunista es el doble de los que viven bajo su yugo. Así que no hay motivo para el derrotismo» (p. 33). De esta forma, una minoría ha logrado convencer a un gran número de personas en muy poco tiempo. En efecto, «los comunistas han aprendido por experiencia cómo llegar de la mejor manera posible a los demás, incluso cuando tienen que hacerlo por medio de una minoría» (p. 33). Uno de los aspectos más importantes es que el Partido Comunista está constituido por un núcleo reducido de forma deliberada, para que no pierda su naturaleza de élite. Sin embargo, Hyde consideraba cuando escribió su libro que «han logrado influenciar de forma profunda en el pensamiento de la mayoría. 

Las políticas del resto de los partidos serían muy diferentes si los comunistas no hubieran existido» (p. 33). Además, los comunistas hacen un buen uso de los recursos humanos que tienen a su disposición. Por este motivo, su autor considera que el compromiso es el punto de partida y la base fundamental para el liderazgo. Los comunistas funcionan con una utilización efectiva de los recursos humanos y hacen suyo el lema: «cada comunista es un líder, cada fábrica una fortaleza». 
En efecto, este objetivo pretende que cada miembro del Partido Comunista debería formarse para convertirse en líder en caso de que fuera necesario; y cuando en una fábrica haya muchos líderes esa fábrica será una fortaleza del comunismo y prácticamente irreductible (p. 46). D. Hyde llegaba a afirmar que «desde que se fundó el Partido Comunista, los éxitos de los comunistas han sido mayores que los de los cristianos... La mayoría de los éxitos comunistas son fruto de una forma de acción y de una manera de acercarse a la gente que debería ser utilizada por los cristianos, con mayor razón aún que por los comunistas» (p. 51). 

En efecto, quien se hace comunista sabe que debe mostrar el máximo compromiso con el Partido y entregarse al cien por cien para transformar la sociedad y el mundo. Los cristianos deberían aprender de este compromiso adquirido por los comunistas, que no persiguen sólo salvarse a sí mismos sino transformar la sociedad por medio de los valores cristianos. En realidad, únicamente las órdenes religiosas siguen esta filosofía de vida. Pero esa formación que recibe el nuevo afiliado debería estar dirigida a la acción (p. 68). 
El adoctrinamiento de los comunistas tiene su punto más fuerte en los métodos que utilizan o utilizaban en el momento en que Hyde escribió su libro: clases en las que el profesor habla menos de una hora y responde a las preguntas; grupos reducidos de estudio para convertir a líderes que estén preparados para la acción (p. 81). Los tres métodos más utilizados eran: una exposición seguida de preguntas, discusión o ambas; una discusión controlada ‒que se presenta como el método más útil‒; así como preguntas y respuestas. 

El número de asistentes al curso debería oscilar entre 3 y 15, de forma que todos puedan implicarse en la discusión. De todos modos, en los países comunistas se intentan inculcar ideas y adoctrinar de forma sutil. Douglas Hyde entiende que «para un comunista, la parte más importante del día transcurre en su trabajo. Considera su trabajo como una excelente oportunidad para luchar por su causa. Por el contrario, el católico activo se entrega a su actividad cuando ha finalizado su trabajo, cuando ha comido y se ha cambiado. Entonces es cuando dispone de un par de horas libres para entregarse a su causa» (p. 101). En otras palabras, el comunismo quiere que el trabajador sea el mejor en su trabajo y el más efectivo en su puesto de trabajo.

En efecto, los comunistas tenían y siguen teniendo fama de buenos propagandistas, en la medida en que creen que han descubierto lo que el mundo necesita para ser mejor. Pero al mismo tiempo hay que estar en contacto directo con la gente. Además, Hyde considera que «Lenin tenía razón al decir que las ideas sencillas pueden incitar a la acción a gente sencilla y auténtica» (p. 128). La antigua Ley Fundamental de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas de 1977 señalaba en su preámbulo: «El objetivo supremo del Estado soviético es edificar la sociedad comunista sin clases en la que se desarrollará la autogestión social comunista. Las tareas principales del Estado socialista de todo el pueblo son: crear la base material y técnica del comunismo, perfeccionar las relaciones sociales socialistas y transformarlas en comunistas, educar al hombre de la sociedad comunista, elevar el nivel material y cultural de vida de los trabajadores, garantizar la seguridad del país, contribuir al fortalecimiento de la paz y al fomento de la cooperación internacional. 

El pueblo soviético, guiándose por las ideas del comunismo científico y fiel a sus tradiciones revolucionarias, apoyándose en las grandes conquistas socioeconómicas y políticas del socialismo, aspirando al sucesivo desarrollo de la democracia socialista, considerando la posición internacional de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas como parte integrante del sistema socialista mundial y consciente de su responsabilidad internacionalista, manteniendo la continuidad de las ideas y de los principios de la primera Constitución soviética, la de 1918, de la Constitución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas de 1924 y de la Constitución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas de 1936, refrenda los fundamentos del régimen social y de la política de la URSS, establece los derechos, libertades y deberes de los ciudadanos, los principios de organización y objetivos del Estado socialista de todo el pueblo y los proclama en la presente Constitución». 

Este libro de Douglas Hyde (1911-1996) recoge el seminario que hizo el autor sobre Formación del Liderazgo, en el Congreso anual del Secretariado de Misiones en Washington, D.C. Su autor ocupó la primera fila en el Partido Comunista británico, aunque ‒como él mismo confiesa‒ abandonó este proyecto en los años cincuenta del pasado siglo XX para acercarse al catolicismo.


Como formar dirigentes


El libro de Douglas Hyde, no es uno de estos títulos tan socorridos hoy en día de «cómo ganar un concurso de pesca en diez días». Ciertamente el Cursillo de Cristiandad despierta una auténtica inquietud por los demás Se le he dicho a quien ordinariamente ha hecho el hallazgo gozoso de un Dios amigo que sus hermanos le esperan. Desea ser dirigente. Desea darse. Falla muchas veces el cómo darse y sobre todo, cómo enseñar a que los demás se den. Misión primordial de las Escuelas de Dirigentes que están afincadas ya en todas las partes del mundo. Este libro quiere ser un buen empujón a quienes se están cansando «con el cansancio de los buenos». A quienes hicieron mucho, quizá trabajaron como diez, pero nunca se les ocurrió que podrían hacer trabajar a diez. Por eso, en la hora diaria del examen de conciencia, el buen dirigente se pregunta: «¿Que he hecho hoy que habría podido hacer realizar a otro?».
 
Douglas Hyde, hace como un viejo y querido sacerdote hacia en mi parroquia. El muy cuco nos explicaba historietas a toda le chiquillería antes del Rosario. La gente era mucho más puntual al templo y sobre todo, al socaire de los peques, recibían el sermón los mayores. «Corno formar dirigentes» es un libro que a primera vista pueda parecer escrito como manual de comunismo. No hay tal. Es el sermón del cura. Para que nosotros aprendamos. Para que en muchos aspectos de nuestra religión sepamos llevar a la práctica una palabra muy apostólica: EFICACIA.
PRESENTACIÓN

Centenares de libros han sido escritos sobre lo que hay de erróneo en el comunismo. Este libro da todo esto por sabido y pretende exponer todo lo que los comunistas pueden enseñarnos. A pesar de todos los errores del comunismo como doctrina, el movimiento comunista ha destacado con éxito en el modo como ha sabido encender a sus seguidores para que se lanzasen «a cambiar el mundo». «COMO FORMAR DIRIGENTES», es un estudio detallado de los métodos que los comunistas usan para despertar en sus seguidores este excepcional grado de entrega. Examina las técnicas para promover y mantener esta dedicación durante años, y describe paso a paso el proceso mediante el cual cualquier insospechada potencialidad para dirigentes es desarrollada y usada con efectividad.

El Editor


PRÓLOGO

Para comprender la intención de este libro es preciso conocer su origen y evolución. Empezó como un intento para responder desde mi propia experiencia a la pregunta que suele formularse tan a menudo. 

«¿Por qué los comunistas son tan entregados y tienen tanto éxito como dirigentes mientras que en los demás movimientos frecuentemente no es así?».
Fui llamado para contestar a esta pregunta en una serie de conferencias pronunciadas a modo de seminarios de instrucción de dirigentes, en la convención anual del Secretariado de Misiones en Washington. Estaban presentes centenares de religiosos y dirigentes en potencia provenientes de casi todas las partes del mundo, especialmente de Asia, África y Latinoamérica. Los organizadores me instaron a que hablase de un modo tan libre como lo deseara, ya que el propósito era examinar porqué los católicos eran débiles y por contraste los comunistas fuertes. Les tomé la palabra y no quise eludir ningún golpe. Esto explica porqué en este libro —escrito en forma vivencial más que como libro de texto— intento acentuar el éxito comunista y la debilidad católica. 

El seminario original fue oportuno adaptarlo a las necesidades de otras organizaciones, Católicas y no-Católicas. Espero que en su forma actual «Formación de dirigentes» pueda ofrecer algo nuevo al hombre interesado en la psicología comunista y en particular a todo el que crea que hay una urgente necesidad de formación de dirigentes en el mundo no-comunista. Por encima de todo este libro pretende ser un desafío a quien diga lo contrario.

DOUGLAS HYDE

¿Le puede enseñar algo un comunista a un católico?

«No temas, porque yo estoy contigo, 
no te inquietes, porque yo soy tu Dios; 
yo te fortalezco y te ayudo,
yo te sostengo con mi mano victoriosa»
Isaías 41,10

El paso de la Iglesia a la militancia comunista fue un hecho bastante extendido en nuestro país hace algunos años en determinados ambientes, pero no abundan los testimonios al respecto y todavía falta la obra de referencia que permita entender los mecanismos a través de los cuales la Iglesia perdió fieles que pasaron a engrosar las filas de las más variadas formaciones de extrema izquierda.
Son más frecuentes las narraciones en sentido contrario: la conversión del comunista. Douglas Hyde, líder del Partido Comunista británico (CPGB), abandonó la severa militancia marxista (nada que ver con la tradicionalmente ociosa de los socialistas) y dedicó algunos años al servicio de la Iglesia explicando por qué los comunistas eran tan eficaces propagando su tóxica ideología y qué enseñanzas se podían deducir de ello para aplicarlas a la evangelización.

Hyde nació en el Reino Unido, en 1911, poco antes de la revolución que daría el poder a los comunistas en Rusia, y murió en 1996, cuando la Unión Soviética era ya algo más que un cadáver enterrado en el cementerio de los horrores de la Historia. Educado en un hogar metodista,estuvo casado, tuvo cuatro hijos y ejerció el periodismo.
Douglas Hyde, «Douggie», militó en el Partido Comunista británico durante 20 años y alcanzó puestos importantes en su estructura. La labor más importante que desarrolló fue la dirección del periódico oficial del partido, el Daily Worker, tarea en la que destacó, convirtiendo aquel panfleto en un diario de gran difusión, que llegó a los 120.000 ejemplares cada día.
En 1948, con Stalin todavía en el poder, Hyde abandonó el PC, se convirtió al catolicismo y dedicó los años siguientes a servir a la Iglesia explicando su propia experiencia y extrayendo de ella conclusiones prácticas aplicables a la propagación de la fe. También siguió ejerciendo el periodismo en las páginas del semanario Catholic Herald.

En su autobiografía, Hyde cuenta de esta manera su conversión:

«Yo creía que todos los sacerdotes, monjas y monjes eran inmorales, que los jesuitas eran siniestros y criminales. Y seguía conservando mis prejuicios comunistas.
En el partido sosteníamos que la población católica representaba la parte más atrasada, inculta y políticamente moribunda del pueblo y que los católicos estaban hundidos en la superstición y gobernados, sin esperanza de liberación, por los curas.
Un día, al salir de la oficina, entré en una iglesia católica. Permanecí una hora sentado en la oscuridad, iluminada sólo por la vacilante llama de las velas del altar. A la mañana siguiente volví teniendo cuidado de que no me viera nadie.
Cuanto más veía aquella iglesia, más me gustaba. Pero seguía sin poder rezar. Era ridículo y degradante arrodillarse, un signo de sumisión, de rendimiento,de humildad.
Era como hablar con alguien que no estaba presente, que ni siquiera existía. Pero yo seguí yendo día tras día, noche tras noche.
Una mañana sucedió algo. Estaba sentado en la penumbra de Santa Etheldreda, en el último banco, como de costumbre, cuando entró una joven de unos dieciocho años, pobrement e vestida y no muy agraciada.

Me pareció que sería una criada irlandesa. Al pasar por mi lado vi la expresión de su rostro:estaba preocupada.
Como yo, tenía evidentemente alguna grave preocupación. Con paso decidido avanzó por el centro de la iglesia hacia el altar, después giró hacia la izquierda, encaminándose aun reclinatorio en el que se arrodilló delante de Nuestra Señora, después de haber encendido una vela y echado unas monedas en la alcancía.
A la luz de la llama de la vela pude ver cómo sus manos pasaban unas cuentas y cómo inclinaba la cabeza de vez en cuando. Aquella era una práctica católica que yo desconocía. Aquel era el mundo de la fe. Aquel era el mundo que yo buscaba.

¿Era una superstición? ¿Era el mundo propio de los salvajes? Al pasar a mi lado, cuando salía, miré el rostro de la joven. Fuera cual fuera, su preocupación había desaparecido. Sencillamente desaparecido. Y yo hacía meses y años que llevaba a cuestas el peso de la mía.
Cuando estuve seguro de que nadie me veía, me encaminé casi como un perro por el centro de la iglesia como ella había hecho. Al llegar al altar, giré a la izquierda, eché unas monedas en la alcancía, encendí una vela, me arrodillé en el reclinatorio e intenté rezar a Nuestra Señora.
Si iba a ser supersticioso y empezaba a rezar a alguien que no estaba allí, bien podría dar un paso más en mi superstición y rezar a una imagen.

¿Pero cómo se rezaba a Nuestra Señora? Yo no lo sabía. ¿Se rezaba a Ella o por medio de Ella, como si fuese una intermediaria? ¿Se contemplaba la imagen para ver la realidad que había tras ella o había que dirigir las palabras solamente a la imagen? Tampoco lo sabía.
Intenté recordar alguna oración dedicada a Ella de la literatura medieval o algo de los poemas de Chesterton o Belloc. Pero fue inútil...

Fuera de la iglesia traté de recordar las palabras que había pronunciado y casi me eché a reír. Eran la letra de una música de baile del año veinte, de un disco de gramófono que había comprado en mi adolescencia: "Oh dulce y encantadora señora, sed buena. Oh Señora, sed buena conmigo".

A las ocho y media de la noche del 17 de enero de 1948 telefoneé al colegio de los jesuitas de nuestro barrio para bautizar a nuestros dos hijos y nuestra instrucción comenzó bajo la dirección del Padre Joseph Corr, un santo y culto anciano jesuita del norte de Irlanda, que comenzó su tarea sin hacernos más preguntas. Tardó semanas en saber quién era yo».

El libro que tienes en las manos resulta particularmente útil en dos sentidos concretos. Por un lado traza un panorama muy preciso y exacto, casi se diría que naturalista, de los códigos de comportamiento de los militantes comunistas desde el final de la segunda guerra mundial hasta los años 60, y aporta un análisis que mantiene su validez hasta las postrimerías del régimen soviético y la caída del Muro. Si quieres entender hoy a la izquierda, lo que significa ser de izquierdas y los valores y principios que empapan esa ideología, esta obra es de una grandísima utilidad. A pesar de que, en nuestros días, la izquierda de la que habla Hyde se haya perdido, sustituida por un deshecho de mediocridad, vulgaridad y estupidez, al que sus seguidores, a falta de propuestas ideológicas específicas, denominan «progresismo».

Pero además Compromiso y liderazgo permite extraer jugosas conclusiones acerca del activismo, en especial sobre cómo hacer más eficaz la movilización y la implicación ciudadana en la vida pública, conclusiones que se pueden trasladar con gran provecho al quehacer de las organizaciones sociales de nuestros días. Los métodos de trabajo, las técnicas de propaganda, los resortes que mueven a las personas ala acción y ala entrega a una causa,son perfectamente válidos, se trate de un partido comunista o de una asociación de defensa de las libertades. En este sentido, este libro es una suerte de útil «catecismo» para el activismo cívico.

Y antes de entrar en asuntos más morbosos, una aclaración y una cita episcopal.
La aclaración: prepárate unos litros de tila si eres de los que, sin conocer en profundidad el marxismo, notas cómo la cabeza empieza a dar vueltas alrededor de tu cuello cada vez que oyes la palabra «comunismo». Si padeces ese síntoma quiero avisarte de antemano: en lo que vas a leer a continuación y en el texto que sigue de Douglas Hyde no vas a encontrar una apología anticomunista en la que refocilarte. Este no es un libro anticomunista, ni una apología de los males endémicos de la izquierda.

En estas páginas encontrarás primero un modesto análisis de las razones por las cuales quien escribe,junto a muchos otros, cambiamos la fe católica por la militancia comunista y estuvimos convencidos de que hacíamos lo correcto. Y sobre todo hallarás una profunda disección de los métodos de actuación que los comunistas utilizaron cuando sus partidos eran las organizaciones sociales más activas e influyentes del mundo.

Así pues esta obra tiene como fin ayudarte a ser más eficaz a la hora de movilizar en favor de tu causa. Y ahora la cita episcopal. Pertenece Monseñor Cortés Soriano, vicepresidente de la Comisión episcopal de seminarios y universidades de la Conferencia Episcopal Española y presidente de la Subcomisión de universidades de la CEE. Dice así:
«La doctrina marxista ofrecía tantos puntos en común con el compromiso cristiano sobre el mundo, que muchos cristianos la asumieron como instrumento de transformación social».

¿El comunismo tiene mejores técnicas que el cristianismo? (Tertulia HO)

viernes, 6 de septiembre de 2024

📝 CARTA ABIERTA A LOS LAICOS COMPROMETIDOS por P. FLAVIANO AMATULLI VALENTE, fmap



Mis queridos (as) hermanos (as) en Cristo:

Antes que nada, permítanme felicitarles por su actitud de compromiso con la misión de la Iglesia. En un mundo, dominado por el egoísmo y el interés personal o de grupo, ustedes representan un testimonio de libertad y valentía, al ver más allá de los estrechos horizontes de la cotidianidad y comprometerse con las grandes causas del Evangelio.

Vino nuevo en odres nuevos

Como católicos metidos totalmente en los asuntos del mundo y al mismo tiempo en la vida de la Iglesia, se habrán dado cuenta de un cierto desequilibrio, que existe en nuestros ambientes con relación al mundo en que vivimos. Mientras en la sociedad se han dado grandes cambios con relación al pasado, en la Iglesia persisten aún instituciones, estructuras y estilos de vida propios de otros tiempos. El mismo lenguaje filosófico- teológico, que se maneja a nivel oficial, hace siempre más difícil la transmisión del mensaje y la comunicación entre los pastores y los feligreses.
Pues bien, en esta situación, ustedes, bien empapados de los valores evangélicos, sensibles a las exigencias de la sociedad contemporánea y manejando oportunamente el lenguaje actual, tendrán la tarea de hacer más accesible el Evangelio al hombre de hoy. Al mismo tiempo, al interior de la Iglesia, mediante su testimonio de sinceridad y espontaneidad, irán creando un nuevo tipo de relaciones entre todos, más respetuoso de la dignidad humana y más acorde al Evangelio.

Carismas diferentes

Como católicos comprometidos, dedíquense por tanto a lo propio y dejen a los demás lo que les corresponde. ¿Qué dijo Jesús? ‘Deja que los muertos sepulten a sus muertos. Tú vete a anunciar el Reino de Dios’ (Lc 9, 60). Si Dios los llamó para anunciar el Reino de Dios, ¿por qué van a dedicar su tiempo a otras cosas?
Que los demás se dediquen a las rifas y a la venta de los tamales. Es su manera propia de colaborar en los asuntos de la Iglesia. Pero, si cada uno de ustedes recibió algún carisma, don o capacidad especial para el bien de toda la Iglesia, dedique su tiempo precioso a vivir y actuar según este carisma y no lo desperdicie en asuntos de poca importancia, al margen del don recibido.

Colaboradores, no siervos ni esclavos de nadie

Posiblemente su manera de actuar va a molestar a los que están acostumbrados a tratar a los laicos como si fueran niños. Pues bien, dependerá de ustedes, de su capacidad de enfrentar estas situaciones, si se volverán en agentes de cambio dentro de la Iglesia o contribuirán a reforzar, mediante una actitud sumisa y acrítica, modelos infantiles de relaciones, totalmente al margen de la enseñanza de Cristo y el sentir propio de nuestros tiempos.
Haciendo esto, más que contribuir al progreso de la Iglesia, la van a perjudicar más, perpetuando vicios del pasado y aislándola más del mundo en que vivimos, más sensibles a los valores de la libertad y dignidad.

Obediencia y autonomía

Alguien, al enterarse de esto, podrá escandalizarse, pensando que se está faltando al respeto y la obediencia, que se debe a los pastores de la Iglesia. Será su manera propia de ver las cosas, rezago de épocas feudales. En realidad, el respeto no está reñido con la dignidad de la persona y la obediencia no consiste en decir siempre sí, sin tener en cuenta de qué se trata.
Ahora bien, ustedes, con su manera de actuar, tienen que ayudar a los pastores de la Iglesia a madurar en la manera de ejercer la autoridad, dejando a un lado el estilo autoritario que los caracterizó en el pasado. Todo esto, cuando se trata de asuntos eclesiales.

Cuando, al contrario, se trata de asuntos directamente profanos, tienen que exigir su completa autonomía. En este caso, son ustedes, que, bien empapados del sentir que emana del Evangelio, van a tomar las decisiones pertinentes, sin dejarse manipular por nadie, sea quien sea, no importando el cargo que ostente dentro de la jerarquía eclesiástica.
No se olviden de la advertencia de Jesús: “Al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios” (Mc 12, 17) o del refrán popular: “Zapatero a tus zapatos”. Solamente así podrán representar una voz genuina al interior de la Iglesia, con una sensibilidad y con una visión original de los problemas.
De otra manera, correrán el peligro de volverse en puros repetidores de conceptos, sin el calor y la fuerza de la experiencia y sin incidencia en la realidad.

Influjo en la sociedad

Un amplio panorama se presenta ante sus ojos para que puedan actuar en la sociedad como verdaderos discípulos de Cristo, comprometidos con el bien común. Las posibilidades son enormes: la política, la comunicación, la educación, la seguridad, la impartición de la justicia, el arte, el campo, la fábrica, el taller, el servicio social a solas o en forma asociativa (las ONG’s), etc.
Que en todo esto tengan el valor de decir sí, cuando es sí, y no, cuando es no (Mt 5, 37), actuando siempre con independencia de criterio y dejándose guiar solamente por la luz del Evangelio y su conciencia, realmente preocupados por el bien común y el pleno respeto al derecho de cada quien.

Que como laicos comprometidos empiecen a incursionar en los medios de comunicación masiva, como comunicadores y como dueños de los mismos, y también en la educación, contando con colegios y universidades propias. Así podrán contribuir directamente en la formación de sus hijos y las nuevas generaciones de católicos, según el estilo propio que ustedes quieran implantar a la luz de su experiencia, sin una dependencia continua del clero o de otro tipo de instituciones católicas, que a veces de católico tienen solamente el nombre.
Que en todo esto actúen con plena honestidad intelectual, rectitud de intención y fidelidad al Evangelio y el hombre de hoy, rompiendo monopolios y afirmando sin reticencia alguna su identidad católica, más allá de toda retórica aperturista, que en muchos casos lo único que pretende es garantizar mayores ingresos económicos, diluyendo el sentido de la fe y dando cabida a todos y a todo.

Influjo dentro de la Iglesia

Al mismo tiempo, se les presentan grandes oportunidades para poder influir dentro de la Iglesia, llevando el aire fresco de la espontaneidad, la sinceridad y la autenticidad. Que no los atrape la tentación de la rutina y el ritualismo. También en este caso, es mejor “dejar que los muertos sepulten a sus muertos” (Lc 9, 60). En realidad, hay gente que se encarga de eso.
Ustedes, como laicos comprometidos y al mismo tiempo sin ningún interés de orden económico o prestigio, dedíquense a descubrir nuevas formas de captar y vivir el mensaje evangélico, teniendo en cuenta la realidad concreta en que viven. En este sentido pueden aportar mucho en el campo de la catequesis, la liturgia, la administración o la evangelización de los alejados.

No se sientan esclavos de nadie. Si encuentran dificultad para realizarse en un determinado lugar, vayan a otro (Cf. Lc 10, 10). Así podrán realizarse plenamente y dar lo mejor de sí, evitando el peligro de un desgaste constante en situaciones de conflicto, rechazo o imposición.
Conozcan sus derechos como miembros de la Iglesia y háganlos respetar. Que no vaya a pasar que, mientras estén luchando por la afirmación de la dignidad humana en la sociedad, al interior de la Iglesia, por cobardía o un malentendido espíritu de obediencia y fidelidad, permitan cualquier tipo de atropello.
Al contrario, si quieren dar un mejor servicio a la Iglesia, tienen que luchar para que, también dentro de la Iglesia, se respeten los derechos humanos y se pueda llegar a establecer alguna institución específica al respecto.

Grupos Apostólicos y Movimientos Eclesiales

Es donde mayores oportunidades tienen de organizarse autónomamente y planear acciones concretas más conformes a su manera de ver las cosas. Como se dan cuenta, la Iglesia necesita estructuras nuevas, que le permitan actuar con mayor incidencia en el mundo de hoy. Pues bien, ustedes tienen la oportunidad de organizarse de manera tal que todos y cada uno de ustedes tenga la oportunidad de realizarse plenamente y ofrecer al mismo tiempo a la Iglesia un servicio más especializado en las distintas áreas, contando con los recursos de sus mismas instituciones.

Pues bien, para que su presencia dé a la Iglesia los frutos esperados, los invito a ser creativos a lo máximo, ensayando nuevos métodos de apostolado y creando nuevas estructuras de evangelización, que sirvan de estímulo para el actual aparato ministerial de la Iglesia, atrapado muchas veces en moldes de otros tiempos y casi asfixiado.
Que no le tengan miedo a la resistencia que les pueda venir de parte de algunos miembros del clero, celosos de sus prerrogativas y temerosos ante todo lo que sabe a novedad y puede representar un peligro para su seguridad y prestigio. Que se den cuenta de que no se trata de competencia, sino de colaboración en una misión que es tarea de todos los miembros de la Iglesia.
Una de las condiciones esenciales para vivir y actuar con libertad, según el propio carisma, es poder contar con instalaciones propias y medios propios de subsistencia.

Centros de formación

Para que puedan ir formándose cada día mejor con miras a ofrecer un mejor servicio a la Iglesia y a la sociedad, es oportuno que ustedes mismos intervengan en la formulación y aplicación de los programas o cuenten con centros de formación propios. Solamente así será posible garantizar una preparación práctica, no solamente teórica, con análisis precisos de la realidad y entrenamiento para enfrentar y resolver los problemas reales, que nos están afectando como Iglesia y sociedad, fijándose más en los resultados concretos que en las buenas intenciones.

Conclusión

Hay voces recurrentes que hablan de una nueva época en la historia de la Iglesia, en que el papel del laico será determinante. Adelante, pues, con valentía y espíritu de creatividad. A ver qué nos depara el Espíritu.

Siempre unidos en la oración y el común ideal, que es la misión.

Atentamente,

Tuxtepec, Oax., 21 de marzo de 2008.
VIERNES SANTO- INICIO DE LA PRIMAVERA

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domingo, 21 de julio de 2024

CARTA PASTORAL DEL OBISPO STRICKLAND "LOS PASTORES SILENCIOSOS" SON TRAIDORES y ENTREVISTA AL MONS. SCHNEIDER: PECADO DE OMISIÓN DE LA COBARDÍA DE LOS OBISPOS


Los “pastores silenciosos" 
(PECADO DE OMISIÓN)
son traidores

«Temo que el tiempo se esté acabando y que nos estemos acercando rápidamente a un momento en el que la cuerda de la Misericordia pueda ser retirada del Cielo y en su lugar descienda rápidamente la cuerda de la Justicia», escribe el obispo Strickland.

“ Mientras él aún hablaba, he aquí una multitud; y el que se llamaba Judas, uno de los doce, iba delante de ellos y se acercó a Jesús para besarlo. Y Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?” (Lucas 22:47-48 RV)

“Y dijo a sus discípulos: Es imposible que no vengan escándalos; pero ¡ay de aquel por quien vienen! Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojaran al mar, que escandalizar a uno de estos pequeños.” (Lucas 17:1-2 NVI)

¡TRAICIÓN!

La traición es el camino del cobarde: nace de la debilidad, de la falta de carácter, del deseo de un camino más fácil. En esencia, la traición es una venta: intercambiar consciente y voluntariamente algo de mayor valor por algo de menor valor para beneficio propio; por ejemplo, intercambiar al Hijo de Dios por 30 monedas de plata. La traición es una participación en el mal, ya que nos lleva de un amor desinteresado orientado al bien de los demás a un deseo egoísta que ignora a los demás y eleva al traidor por encima de todo lo demás. La traición desprecia lo que es bueno.

En el Infierno de Dante, el autor sitúa la traición en el centro helado del infierno. En lugar de fuego, imagina la traición como hielo, un lugar donde hay una completa falta de fidelidad, amor y calidez, con el diablo sentado en el mismo centro como el mayor traidor de la historia.

Judas, de la misma manera, es el traidor humano por excelencia. Traicionó a Nuestro Señor, y lo hizo con un beso. ¡Qué dolor le debe haber causado esto a Cristo Jesús, que lo amaba tanto! El consenso abrumador a lo largo de los últimos dos milenios es que Judas ha estado, está y siempre estará entre los condenados debido a su traición y luego a su fracaso en arrepentirse de esa traición antes de quitarse la vida. Jesús pronunció su sentencia sobre él: “Mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre será entregado! Más le valdría no haber nacido” (Mateo 26:24).

Judas era uno de los doce: tenía una relación íntima con Nuestro Señor Jesucristo. Pero esa es la esencia de su traición: vendió a Aquel que lo conocía más íntimamente y que lo amaba más profundamente que cualquier otro. Judas rechazó el amor fiel, desinteresado y vivificante de Cristo por una exigua recompensa financiera. Y, lamentablemente, esta traición a Nuestro Señor continúa incluso hoy. En ninguna parte se ve esto más claramente que en la traición de tantos en la jerarquía de la Iglesia de Nuestro Señor.

Durante el siglo pasado, la Iglesia Católica ha sido infiltrada silenciosa pero metódicamente, y este ataque ha dado como resultado décadas de clero débil, comprometido y silencioso: traidores. ¿Ha notado que estamos en la época de los pastores silenciosos, pues nunca dicen una palabra? Para muchos, su traición se presenta en forma de apatía silenciosa, ya que parece que no hay nada que amen lo suficiente como para que actúen, o nada que amen lo suficiente como para que clamen o intenten detener la traición.

Podemos ver claramente las huellas de Satanás en la traición masiva al Señor y a Su Iglesia en la crisis de abusos sexuales que ha sacudido a la Iglesia al menos desde principios de los años 2000. Tal vez en ningún otro lugar fue más evidente la traición en forma de protección y promoción de los abusadores que en el caso del ex cardenal Theodore McCarrick. Su historia es un ejemplo de traición a una escala sin precedentes. Aquellos que ocupaban posiciones de poder en la jerarquía de la Iglesia vivían la vida a lo grande, abusaban de seminaristas y pagaban dinero para callar. Ahora es evidente que el Vaticano comenzó a recibir informes sobre McCarrick y su interés inusual en los seminaristas y su comportamiento depredador ya en la década de 1990. Sin embargo, aquellos que podrían haber puesto fin a este mal hicieron la vista gorda, y McCarrick continuó abusando de más víctimas mientras al mismo tiempo ascendía a posiciones de mayor y mayor autoridad en la Iglesia.

Han pasado décadas y, sin embargo, poco ha cambiado. De hecho, ahora vivimos bajo un papado en el que los clérigos abusadores no sólo prosperan, sino que a menudo son recompensados e incluso celebrados. De hecho, hay muchos casos de sacerdotes que siguen en el ministerio a pesar de haber cometido actos gravemente inmorales, como es el caso de Marko Rupnik, un jesuita que fue expulsado de la orden después de décadas de abusos sexuales contra religiosas. Rupnik ha sido acusado de abusar sexualmente de unas 30 hermanas religiosas. Sin embargo, actualmente sigue siendo un sacerdote activo (ahora incardinado en la diócesis de Koper, Eslovenia, tras su expulsión de los jesuitas), y vive y trabaja en Roma como director de arte y decano de teología en el Centro Aletti.

Algunas de las horribles y sacrílegas acusaciones contra Rupnik incluyen incidentes de abuso sexual que supuestamente ocurrieron mientras él diseñaba y creaba obras de arte, y sin embargo sus obras de arte todavía adornan algunos de los lugares más sagrados y reverentes de toda la Iglesia, como la Basílica de la Inmaculada Concepción en Lourdes, Francia, un lugar de sanación y fe que debería honrar a nuestra Santísima Madre. Este arte sigue existiendo a pesar de que al menos cinco mujeres que afirman haber sido abusadas por Rupnik, y cuyas afirmaciones los jesuitas consideraron creíbles, enviaron cartas a obispos católicos de todo el mundo pidiendo que las obras de arte de Rupnik se eliminaran de estas iglesias y santuarios. En cambio, el principal funcionario de comunicaciones del Vaticano defendió el uso de las imágenes e insistió en que no causaron daño a las víctimas. Es desalentador saber que Rupnik es solo un ejemplo de muchos «traidores» que continúan recibiendo la protección total del Vaticano mientras que muchos otros sacerdotes, obispos y cardenales fieles son silenciados, cancelados y eliminados.

¿Y qué decir de la traición de la herejía? En la Iglesia se está produciendo una traición generalizada en estos momentos, ya que las enseñanzas y la doctrina católicas se dejan de lado para dar cabida a las enseñanzas del mundo. Una de esas traiciones es la relacionada con la homosexualidad. La homosexualidad se ha convertido en “el elefante en la habitación” de la Iglesia actual. Aunque reconocemos con razón que, como católicos fieles, siempre debemos amar a nuestro prójimo (lo que, por supuesto, incluye a quienes sienten atracción por personas del mismo sexo), la Iglesia Católica enseña que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados y siempre violan la ley divina y natural. Por lo tanto, debemos tener claro que nunca está permitido participar en estos actos, y el clero nunca debe engañar a sus fieles condonando tales actos o minimizando su naturaleza grave. En cambio, siempre debemos llamar a la gente a alejarse del pecado y a acercarse a Cristo, y al perdón que Él ofrece a través del arrepentimiento y la conversión. Sin embargo, ahora tenemos una situación en la que muchos en altos puestos de la Iglesia celebran e incluso glorifican este estilo de vida que aleja a las almas de Cristo. El editor general de la revista jesuita América , el padre James Martin, un defensor de esta perversión, es uno de los portavoces más destacados de la Iglesia actual y a menudo se le solicita como consultor del Vaticano. El documento Fiducia Supplicans ha contribuido en gran medida a la confusión al abrir la puerta a posibles bendiciones de las relaciones homosexuales, un resultado impensable incluso hace 50 años. Este documento ha sido una invitación abierta al diablo para que persiga a las almas que están confundidas por una Iglesia en la que muchos clérigos ya no permanecen anclados en el Sagrado Depósito de la Fe, sino que, en cambio, buscan modernizar las enseñanzas para apaciguar los oídos modernos.

Y en medio de este clima de traición, el 10º Congreso Eucarístico Nacional está comenzando en Indianápolis, Indiana, con un costo de aproximadamente $14 millones. Como católicos, sabemos que la Eucaristía es el centro de la vida católica porque la Eucaristía es nada menos que Jesucristo mismo. Nuestro Señor está presente – cuerpo y sangre, alma y divinidad – en la Sagrada Eucaristía. Jesús no dejó a los apóstoles sólo con un libro o algunas vagas garantías de su ayuda – ¡los dejó, y nos dejó, a nosotros, con Él mismo! Los reunió y transformó el pan y el vino ordinarios en su divino cuerpo y sangre glorificados, hechos presentes en cada Santa Misa. Sus palabras, “Este es mi cuerpo… Esta es mi sangre… Haced esto en memoria mía” fueron Su confirmación para ellos de que esto iba a continuar a perpetuidad, y que Él permanecería con ellos siempre. Y así tenemos Su seguridad de que la Eucaristía que celebramos hoy es el mismo Jesús que partió el pan esa noche con sus apóstoles, y Él todavía está plenamente presente entre nosotros en cada Santa Misa. La pérdida de la fe eucarística en la Iglesia ha sido epidémica y, de hecho, devastadora para nuestra fe católica; por lo tanto, un Congreso Eucarístico es algo bueno.

Pero aún así, me pregunto… cuando a los sacerdotes que son culpables de graves actos de inmoralidad todavía se les permite celebrar la Misa y sostener la sagrada Eucaristía en sus manos… ¿les dice Cristo… “Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?” (Lucas 22:47)

Tal vez lo que más me preocupa en estos días de confusión y traición es que temo que el tiempo se esté acabando y que nos estemos acercando rápidamente a un momento en que la cuerda de la Misericordia pueda ser retirada del Cielo y, en su lugar, descienda rápidamente la cuerda de la Justicia. Es imperativo que en este tiempo nos preparemos con confesiones frecuentes, Misas y recepción de la Sagrada Eucaristía frecuentes y caridad frecuente hacia los demás para que podamos saludar a Nuestro Señor Jesús con un beso de amor, no con un beso de traición.

“Y dijo a sus discípulos: Es imposible que no vengan escándalos; pero ¡ay de aquel por quien vienen! Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojaran al mar, que escandalizar a uno de estos pequeños.” (Lucas 17:1-2 NVI)

Que Nuestro Señor continúe bendiciéndoos y Nuestra Santísima Madre interceda siempre por vosotros y os conduzca siempre a su Hijo Eterno.

Obispo Joseph E. Strickland
Obispo Emérito


XVI Domingo del Tiempo Ordinario
Primera Lectura
Lectura del libro de Jeremías (23,1-6):

Ay de los pastores que dispersan y dejan perecer las ovejas de mi rebaño –oráculo del Señor–.
Por eso, así dice el Señor, Dios de Israel: «A los pastores que pastorean mi pueblo: Vosotros dispersasteis mis ovejas, las expulsasteis, no las guardasteis; pues yo os tomaré cuentas, por la maldad de vuestras acciones –oráculo del Señor–. Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas de todos los países adonde las expulsé, y las volveré a traer a sus dehesas, para que crezcan y se multipliquen. Les pondré pastores que las pastoreen; ya no temerán ni se espantarán, y ninguna se perderá –oráculo del Señor–. Mirad que llegan días –oráculo del Señor– en que suscitaré a David un vástago legítimo: reinará como rey prudente, hará justicia y derecho en la tierra. En sus días se salvará Judá, Israel habitará seguro. Y lo llamarán con este nombre: El-Señor-nuestra-justicia (YAHVEH TSIDKENU)». Palabra de Dios


Schneider: 
«En nuestro tiempo de gran confusión doctrinal 
un obispo no puede callarse»

Aprovechando la visita a España de Mons. Athanasius Schneider para presentar su libro «Credo: compendio de la fe Católica», Javier Navascués ha entrevistado al obispo auxiliar de Astaná (Kazajistán), quien ha señalado que su primer deber como obispo es enseñar la fe católica.
(InfoCatólica) Entrevista de Javier Navascués a Mons. Schneider en el canal Agnus Dei Prod de Youtube.

En primer lugar, monseñor, ¿qué supone para usted publicar este libro «Credo: compendio de la fe católica»?
Primeramente, debo decir que no era mi idea ni mi intención, pero me lo pidieron buenos laicos, padres de familia, que escribiera y publicara una especie de catecismo o compendio sobre la fe católica debido a la situación difícil y la confusión doctrinal actual. Estas familias, especialmente de los Estados Unidos, me han pedido insistentemente que publicara este compendio de catecismo.

¿En qué medida era importante sacar esta versión en lengua española?
El catolicismo es mayormente de lengua española, considerando toda América Latina. Para los fieles de lengua española es importante tener acceso a este libro. Yo pienso que es útil publicarlo también en español.

¿Cuánta responsabilidad siente como obispo al instruir al pueblo en las verdades de la fe?
Esta es la primera tarea de un obispo: ser doctor de la fe. Durante la consagración episcopal, cada obispo debe hacer un juramento de predicar, transmitir y defender integralmente la fe católica tal como fue transmitida por los apóstoles durante toda la historia de la Iglesia. Es mi primer deber enseñar la fe católica. En la misa, rezamos en el Canon que los obispos son llamados en latín catholici apostolici fides cultores, aquellos que cultivan la fe católica y apostólica. En nuestro tiempo de gran confusión doctrinal, un obispo cuya tarea es predicar integralmente la fe católica no puede callarse y debe ofrecer medios de doctrina y enseñanza católica a los fieles que tienen hambre de la verdad y claridad. Para mí, es un gesto de amor a los fieles, como pastor.

¿Por qué ha dicho que su público objetivo son los llamados «pequeños de Dios»?
Los pequeños de Dios son las familias católicas, los niños, los jóvenes, las familias que no pertenecen a las estructuras eclesiásticas o nomenclaturas eclesiásticas, que no tienen influencia en niveles de administración o burocracia eclesiástica. Estos simples fieles necesitan una ayuda clara en la instrucción de la fe.

¿Por qué decidió seguir el esquema clásico de los catecismos?
Porque es un medio muy didáctico y pedagógico, probado a lo largo de los siglos. Aprender cosas breves y sintéticas para memorizar es muy útil y ayuda a recordar estas verdades fundamentales de nuestra fe. El método clásico de preguntas y respuestas breves es también más fácil de leer que un tratado teológico. El Catecismo de la Iglesia Católica, escrito en un formato más de manual teológico, a veces usa un lenguaje difícil para los sencillos fieles. Por eso, intenté escribir de una manera más clásica y pedagógica, con preguntas y respuestas más fáciles de leer y memorizar.

¿Considera que su libro abarca todos los temas básicos que un cristiano necesita saber para salvarse?
Sí, seguí el esquema tradicional de los catecismos. La primera parte trata de lo que debemos creer (lex credendi), las cosas que debemos creer sobre la fe. Luego, lo que creemos debemos practicar en nuestra vida moral (lex vivendi). La tercera parte aborda cómo debemos rezar correctamente, con temas relacionados con la oración y la liturgia. Estos tres elementos están siempre unidos: la fe, la vivencia de la fe y la oración, que debe reflejar la fe.

Espero que el libro tenga buena difusión y haga bien a las almas durante muchos años.
Sí, espero que este libro sea útil para muchos fieles, proporcionando respuestas claras y citando a los Padres de la Iglesia, doctores de la Iglesia y el magisterio claro de la historia de la Iglesia. Esto nos da una convicción profunda de la verdad y amor a la verdad.

Para finalizar, sobre el libro: hay muchos catecismos clásicos y buenos. ¿Por qué merece la pena comprar este libro y no otro, como el de Trento o el de San Pío X?

Desde el Concilio de Trento o del Papa Pío X han surgido nuevas preguntas y realidades que no existían en aquel tiempo. Por ejemplo, hoy en día enfrentamos el problema de la teoría de género, la ideología mundial contra la familia y el matrimonio, el fenómeno del New Age, el yoga y religiones orientales gnósticas. También considero necesario explicar temas como la masonería, que no se encuentran en los catecismos pasados. Además, es importante explicar en detalle los diferentes niveles del magisterio, distinguiendo entre lo que es infalible y lo que no lo es. Este libro aborda cuestiones actuales y algunos elementos de la crisis actual de la Iglesia y de la fe.

Para finalizar, quería preguntar por la misa tradicional, que parece que va a ser más limitada y perseguida. ¿Le preocupa esta situación y cómo debemos actuar los fieles ante esta persecución o prohibición?
Debemos tener siempre una gran esperanza, porque un católico debe ser un hombre de esperanza sobrenatural. La Iglesia no es solo una organización humana, sino también divina. Está en las manos poderosas de Dios y de Cristo. La Iglesia de Cristo no es nuestra iglesia. Dios intervendrá para mantener la integridad y pureza de la fe y la liturgia. Debemos continuar amando y defendiendo la liturgia tradicional por amor a la Iglesia, no por contradicción o espíritu de revuelta. Con amor y la gracia de Dios, queremos permanecer fieles a la misa tradicional, incluso en situaciones de limitación o persecución eclesial. Todo esto con espíritu de amor por el Papa y la Santa Sede, por nuestra Santa Madre Iglesia, y por las generaciones jóvenes a quienes debemos transmitir este tesoro inefable de la liturgia tradicional de la Iglesia.

Muchas gracias, monseñor, por habernos atendido, por sus palabras de esperanza, y espero que quienes vean esta entrevista se animen a comprar el libro «Credo: compendio de la fe católica».
Gracias. Que Dios los bendiga.