Mis queridos (as) hermanos (as) en Cristo:
Antes que nada, permítanme felicitarles por su actitud de compromiso con la misión de la Iglesia. En un mundo, dominado por el egoísmo y el interés personal o de grupo, ustedes representan un testimonio de libertad y valentía, al ver más allá de los estrechos horizontes de la cotidianidad y comprometerse con las grandes causas del Evangelio.
Vino nuevo en odres nuevos
Como católicos metidos totalmente en los asuntos del mundo y al mismo tiempo en la vida de la Iglesia, se habrán dado cuenta de un cierto desequilibrio, que existe en nuestros ambientes con relación al mundo en que vivimos. Mientras en la sociedad se han dado grandes cambios con relación al pasado, en la Iglesia persisten aún instituciones, estructuras y estilos de vida propios de otros tiempos. El mismo lenguaje filosófico- teológico, que se maneja a nivel oficial, hace siempre más difícil la transmisión del mensaje y la comunicación entre los pastores y los feligreses.
Pues bien, en esta situación, ustedes, bien empapados de los valores evangélicos, sensibles a las exigencias de la sociedad contemporánea y manejando oportunamente el lenguaje actual, tendrán la tarea de hacer más accesible el Evangelio al hombre de hoy. Al mismo tiempo, al interior de la Iglesia, mediante su testimonio de sinceridad y espontaneidad, irán creando un nuevo tipo de relaciones entre todos, más respetuoso de la dignidad humana y más acorde al Evangelio.
Carismas diferentes
Como católicos comprometidos, dedíquense por tanto a lo propio y dejen a los demás lo que les corresponde. ¿Qué dijo Jesús? ‘Deja que los muertos sepulten a sus muertos. Tú vete a anunciar el Reino de Dios’ (Lc 9, 60). Si Dios los llamó para anunciar el Reino de Dios, ¿por qué van a dedicar su tiempo a otras cosas?
Que los demás se dediquen a las rifas y a la venta de los tamales. Es su manera propia de colaborar en los asuntos de la Iglesia. Pero, si cada uno de ustedes recibió algún carisma, don o capacidad especial para el bien de toda la Iglesia, dedique su tiempo precioso a vivir y actuar según este carisma y no lo desperdicie en asuntos de poca importancia, al margen del don recibido.
Colaboradores, no siervos ni esclavos de nadie
Posiblemente su manera de actuar va a molestar a los que están acostumbrados a tratar a los laicos como si fueran niños. Pues bien, dependerá de ustedes, de su capacidad de enfrentar estas situaciones, si se volverán en agentes de cambio dentro de la Iglesia o contribuirán a reforzar, mediante una actitud sumisa y acrítica, modelos infantiles de relaciones, totalmente al margen de la enseñanza de Cristo y el sentir propio de nuestros tiempos.
Haciendo esto, más que contribuir al progreso de la Iglesia, la van a perjudicar más, perpetuando vicios del pasado y aislándola más del mundo en que vivimos, más sensibles a los valores de la libertad y dignidad.
Obediencia y autonomía
Alguien, al enterarse de esto, podrá escandalizarse, pensando que se está faltando al respeto y la obediencia, que se debe a los pastores de la Iglesia. Será su manera propia de ver las cosas, rezago de épocas feudales. En realidad, el respeto no está reñido con la dignidad de la persona y la obediencia no consiste en decir siempre sí, sin tener en cuenta de qué se trata.
Ahora bien, ustedes, con su manera de actuar, tienen que ayudar a los pastores de la Iglesia a madurar en la manera de ejercer la autoridad, dejando a un lado el estilo autoritario que los caracterizó en el pasado. Todo esto, cuando se trata de asuntos eclesiales.
Cuando, al contrario, se trata de asuntos directamente profanos, tienen que exigir su completa autonomía. En este caso, son ustedes, que, bien empapados del sentir que emana del Evangelio, van a tomar las decisiones pertinentes, sin dejarse manipular por nadie, sea quien sea, no importando el cargo que ostente dentro de la jerarquía eclesiástica.
No se olviden de la advertencia de Jesús: “Al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios” (Mc 12, 17) o del refrán popular: “Zapatero a tus zapatos”. Solamente así podrán representar una voz genuina al interior de la Iglesia, con una sensibilidad y con una visión original de los problemas.
De otra manera, correrán el peligro de volverse en puros repetidores de conceptos, sin el calor y la fuerza de la experiencia y sin incidencia en la realidad.
Influjo en la sociedad
Un amplio panorama se presenta ante sus ojos para que puedan actuar en la sociedad como verdaderos discípulos de Cristo, comprometidos con el bien común. Las posibilidades son enormes: la política, la comunicación, la educación, la seguridad, la impartición de la justicia, el arte, el campo, la fábrica, el taller, el servicio social a solas o en forma asociativa (las ONG’s), etc.
Que en todo esto tengan el valor de decir sí, cuando es sí, y no, cuando es no (Mt 5, 37), actuando siempre con independencia de criterio y dejándose guiar solamente por la luz del Evangelio y su conciencia, realmente preocupados por el bien común y el pleno respeto al derecho de cada quien.
Que como laicos comprometidos empiecen a incursionar en los medios de comunicación masiva, como comunicadores y como dueños de los mismos, y también en la educación, contando con colegios y universidades propias. Así podrán contribuir directamente en la formación de sus hijos y las nuevas generaciones de católicos, según el estilo propio que ustedes quieran implantar a la luz de su experiencia, sin una dependencia continua del clero o de otro tipo de instituciones católicas, que a veces de católico tienen solamente el nombre.
Que en todo esto actúen con plena honestidad intelectual, rectitud de intención y fidelidad al Evangelio y el hombre de hoy, rompiendo monopolios y afirmando sin reticencia alguna su identidad católica, más allá de toda retórica aperturista, que en muchos casos lo único que pretende es garantizar mayores ingresos económicos, diluyendo el sentido de la fe y dando cabida a todos y a todo.
Influjo dentro de la Iglesia
Al mismo tiempo, se les presentan grandes oportunidades para poder influir dentro de la Iglesia, llevando el aire fresco de la espontaneidad, la sinceridad y la autenticidad. Que no los atrape la tentación de la rutina y el ritualismo. También en este caso, es mejor “dejar que los muertos sepulten a sus muertos” (Lc 9, 60). En realidad, hay gente que se encarga de eso.
Ustedes, como laicos comprometidos y al mismo tiempo sin ningún interés de orden económico o prestigio, dedíquense a descubrir nuevas formas de captar y vivir el mensaje evangélico, teniendo en cuenta la realidad concreta en que viven. En este sentido pueden aportar mucho en el campo de la catequesis, la liturgia, la administración o la evangelización de los alejados.
No se sientan esclavos de nadie. Si encuentran dificultad para realizarse en un determinado lugar, vayan a otro (Cf. Lc 10, 10). Así podrán realizarse plenamente y dar lo mejor de sí, evitando el peligro de un desgaste constante en situaciones de conflicto, rechazo o imposición.
Conozcan sus derechos como miembros de la Iglesia y háganlos respetar. Que no vaya a pasar que, mientras estén luchando por la afirmación de la dignidad humana en la sociedad, al interior de la Iglesia, por cobardía o un malentendido espíritu de obediencia y fidelidad, permitan cualquier tipo de atropello.
Al contrario, si quieren dar un mejor servicio a la Iglesia, tienen que luchar para que, también dentro de la Iglesia, se respeten los derechos humanos y se pueda llegar a establecer alguna institución específica al respecto.
Grupos Apostólicos y Movimientos Eclesiales
Es donde mayores oportunidades tienen de organizarse autónomamente y planear acciones concretas más conformes a su manera de ver las cosas. Como se dan cuenta, la Iglesia necesita estructuras nuevas, que le permitan actuar con mayor incidencia en el mundo de hoy. Pues bien, ustedes tienen la oportunidad de organizarse de manera tal que todos y cada uno de ustedes tenga la oportunidad de realizarse plenamente y ofrecer al mismo tiempo a la Iglesia un servicio más especializado en las distintas áreas, contando con los recursos de sus mismas instituciones.
Pues bien, para que su presencia dé a la Iglesia los frutos esperados, los invito a ser creativos a lo máximo, ensayando nuevos métodos de apostolado y creando nuevas estructuras de evangelización, que sirvan de estímulo para el actual aparato ministerial de la Iglesia, atrapado muchas veces en moldes de otros tiempos y casi asfixiado.
Que no le tengan miedo a la resistencia que les pueda venir de parte de algunos miembros del clero, celosos de sus prerrogativas y temerosos ante todo lo que sabe a novedad y puede representar un peligro para su seguridad y prestigio. Que se den cuenta de que no se trata de competencia, sino de colaboración en una misión que es tarea de todos los miembros de la Iglesia.
Una de las condiciones esenciales para vivir y actuar con libertad, según el propio carisma, es poder contar con instalaciones propias y medios propios de subsistencia.
Centros de formación
Para que puedan ir formándose cada día mejor con miras a ofrecer un mejor servicio a la Iglesia y a la sociedad, es oportuno que ustedes mismos intervengan en la formulación y aplicación de los programas o cuenten con centros de formación propios. Solamente así será posible garantizar una preparación práctica, no solamente teórica, con análisis precisos de la realidad y entrenamiento para enfrentar y resolver los problemas reales, que nos están afectando como Iglesia y sociedad, fijándose más en los resultados concretos que en las buenas intenciones.
Conclusión
Hay voces recurrentes que hablan de una nueva época en la historia de la Iglesia, en que el papel del laico será determinante. Adelante, pues, con valentía y espíritu de creatividad. A ver qué nos depara el Espíritu.
Siempre unidos en la oración y el común ideal, que es la misión.
Atentamente,
Tuxtepec, Oax., 21 de marzo de 2008.
VIERNES SANTO- INICIO DE LA PRIMAVERA
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