A NAVARRA
MITOS, FALSEDADES
Y OTRAS TÁCTICAS DEL
PANVASQUISMO
«Las mentiras resultan a menudo mucho más verosímiles, más atractivas para la razón, que la realidad, porque quien miente tiene la gran ventaja de conocer de antemano lo que su audiencia desea o espera oír». Verdad y mentira en política. Hannah Arendt
El presente volumen culmina la trilogía reservada por su autor al impacto del nacionalismo vasco –el panvasquismo- en la historia contemporánea de Navarra, una tierra siempre diversa y de acusada personalidad jurídica, lo que bien se refleja en el temperamento de sus gentes.
Si Pamplona es la Jerusalén de los vascos, que dijo Arnaldo Otegui, Navarra es el corazón histórico y única coartada posible del hipermilitante proyecto independentista que no escatima recursos en aras de su definitiva asimilación. Y para ello se ha servido de una formidable relación de mitos modernos, falsedades, mentiras y otras tácticas, no pocas veces deleznables, como cuando practicó sin escrúpulo alguno el terrorismo durante décadas contra sus gentes.
En Biografía no autorizada del PNV nuestro autor abordó las facetas más controvertidas del partido-madre del panvasquismo. En el segundo texto, de ETA a EH Bildu.
Las pieles de la serpiente, expuso ampliamente la conformación, consolidación y trayectoria de la izquierda abertzale de ETA.
Como lógico colofón de los volúmenes anteriores, en el presente se responde a numerosos interrogantes expresamente relacionados con la realidad navarra y que no siempre son conocidos más allá de sus mugas:
¿comparten presupuestos históricos y tramas culturales navarrismo y nacionalismo vasco?, ¿qué papel jugaron los euskaros navarros en la conformación del nacionalismo?, ¿qué se sabe realmente de la batalla de Roncesvalles?, ¿cuál fue la lingua navarrorum?, Fernando el Católico ¿falsificó bulas papales para justificar la incorporación de Navarra a Castilla tal y como afirman los nacionalistas vascos?, los navarros ¿fueron objeto de un genocidio tras la batalla de Noáin?, ¿es cierto que los reyes de Navarra tenían un castillo en Arrigorriaga?, el célebre eguzkilore tan de moda hoy ¿se remonta al paganismo de los ancestros vascos o se trata de una elaboración reciente?, ¿qué fue de la mano de Irulegui?, ¿qué papel han jugado los terroristas navarros de ETA?, ¿a cuántas personas asesinó ETA en la Comunidad Foral?, el euskera ¿fue perseguido y por completo prohibido en la Navarra franquista?, ¿Navarra es al Úlster lo que Euskadi a Irlanda?, ¿cuándo nacieron las primeras ikastolas navarras?, ¿cuáles son las líneas rojas entre navarrismo, foralismo, tradicionalismo y nacionalismo vasco?, ¿quiénes son los intelectuales orgánicos navarros de la izquierda abertzale?, ¿por qué pretende la izquierda abertzale demoler el Monumento a los Caídos de Pamplona?, ¿qué ideología mantiene la peña futbolística Indar Gorri?, ¿continúan perpetrando acciones violentas las izquierdas abertzales?, ¿qué relación existe entre los guipuzcoanos y Navarra?
Sin pretender ser una enciclopedia total de la larga lista de mitos, falsedades, mentiras y demás tácticas ejecutadas por el nacionalismo vasco contra la identidad diversa e hispánica de Navarra y sus propias gentes, este volumen ofrece una apretada crónica que permitirá al lector deconstruir tantos relatos triunfantes y unívocos, frutos de la febril imaginación panvasquista tan presente en la vida cotidiana de los navarros... y de otros muchos españoles.
El libro cuenta con prólogo de Oscar Elía Mañú, doctor en filosofía, analista de seguridad y política exterior, miembro del GEES y profesor en la Universidad Francisco de Vitoria.
Títulos anteriores de la serie
La trilogía se completa con otras dos obras:
«De ETA a Bildu. Las pieles de la serpiente» (2023). Documenta las personas y organizaciones que han formado parte de las diversas etapas de ETA y su transición hasta la conformación de la actual Bildu, así como sus acciones por el camino. Una obra imprescindible para entender al partido que hoy gobierna Pamplona y apuntala el gobierno nacional.
A la venta en Amazon (en formato físico y digital) y en las mejores librerías:
«Biografía no autorizada del PNV» (2022). Desde su génesis de la mano de los hermanos Arana, pasando por todas las contorsiones que ha experimentado a lo largo de su historia para adquirir o conservar el poder. Su mutación desde el tradicionalismo ultracatólico a la democracia cristiana y a la ideología indefinida actual, su relación con la violencia etarra, sus escarceos con la Alemania nazi o con la CIA durante los años del franquismo, su papel en la Transición y su comportamiento pactando con los sucesivos gobiernos de Madrid para apuntalar su control del País Vasco y sus instituciones.
PRÓLOGO
Navarra, sé tú misma
Suele afirmarse a menudo que Navarra es España, pero tan evidente ha sido esto durante mucho tiempo que no solemos pararnos a pensar con total profundidad qué es lo que significa que Navarra sea España. De manera automática acudimos a la histo ria y constatamos que,en efecto, Navarra se unió a la gran aventura hispana en un momento concreto del pasado, que ha participado en ella durante siglos y que a día de hoy forma parte de su realidad social, más o menos como lo hacen otras regiones o co munidades autónomas de nuestro país.
La historia no está predestinada para ningún pueblo o nación y, si lo está, nadie conoce su secreto. Pero eso no significa que algunos de ellos no desarrollen su pasado, su presente y su futuro con una lógica que, a nada que uno se esfuerce en buscar, aparece con nitidez.
El caso de España y Navarra, o Navarra y España, es uno de los más claros.
Hay una continuidad natural de las tribus y pueblos hispanos, que está perfectamente narrada por los grandes historiadores romanos; una continuidad que se observa después en la comunidad de reyes cristianos en la que como reza el Cantar, «todos son parientes»; en la gran aventura uni versal de la Monarquía hispánica; en los dos terribles siglos XIX y XX y, por fin, en la aventura arriesgada e incierta de la España constitucional contemporánea.
Hay una inteligibilidad clara, por usar la expresión de Julián Marías, en la prolongación natural de Navarra y España.
Esto es verdad, pero es sólo la mitad de la verdad. Y quizá no la más importante. Navarra no es España porque en un momento determinado de la historia pasase a formar parte de ella: pasó a formar parte de ella porque era hispana desde el principio y porque en cuanto tal debía tarde o temprano reunirse con sus vecinos. En la Navarra actual, desorientada, recelosa y dividida, esta afirmación parece extraña, porque los navarros parecen haber perdido el orgullo, la fe en sí mismos y la conciencia de su pasado. Pero lo cierto es que cuando uno se acerca a su historia con mirada limpia y abierta descubre fácilmente la continuidad natural entre esta tierra y el resto de las tierras de España. A nada que se coja cierta altura de miras, se abandonen prejuicios cicateros y se mire su historia sin resentimiento ni frustración, se descubre una continuidad, una prolongación persistente de Navarra en España que recorre desde las aventuras y desventuras de la época prerromana hasta nuestra era constitucional del siglo XXI, la de la globalización y la tecnificación.
Cuando se hace, llama la atención el desarrollo íntimamente español de esa tierra, que llega hasta anteayer: las mismas posibilidades, los mismos problemas, las mismas esperanzas se reproducen en los navarros y en el resto de los españoles con pocas diferencias. Hay un acomodo natural de Navarra en el proyecto hispano que recorre los siglos, que no es simplemente fruto del azar de los acontecimientos históricos, sino de algo que es más importante: la existencia de una misma forma de ser, forjada y forjadora, de esos acontecimientos que ha permitido que Navarra haya dado lo mejor de sí misma.
Hablar de lo mejor de sí misma es aludir a esa forma de ser. ¿Existe una forma de ser navarra? Es el método de preguntarse por el carácter de los pueblos un método hoy en desuso, pero que aún nos parece interesante. Un carácter optimista, abierto y generoso; una laboriosidad profunda acompañada de cierta sobriedad; una fe espontánea y sencilla, casi natural; un ir siempre más lejos, un estar en las grandes causas; o un cierto desprecio ante el peligro son características típicamente navarras que se descubren al mismo tiempo típicamente españolas. Pero, he aquí lo interesante, características que se descubren en Navarra de manera diferente a otras regiones españolas, porque ser navarro es una manera propia de ser español.
¿Qué manera es esta? Lo que caracteriza a Navarra, lo que los sociólogos y politólogos contemporáneos llamarían hecho diferencial, es precisamente la agudización y profundización de algunos rasgos españoles, elevados a categoría fundamental y potenciados por la pertenencia navarra al proyecto español. Ser navarro es una de las formas más españolas de ser español.
La especificidad Navarra en el todo hispano es así poco específica o, si se prefiere, es específicamente española. Esto se en tiende mal en una época como la actual en la que lo propio se define exclusivamente como aquello particular, exclusivo y prohibido a los demás. Por eso se entiende mal que lo propio y específico de Navarra sea al mismo tiempo lo común y compartido con los demás.
Esta españolidad íntima y esencial es la que explica la, de otra manera sin sentido, aportación a la historia hispana de per sonajes surgidos de una tierra pequeña y geográficamente accidentada, con pocos habitantes y recursos limitados. No hubiesen los navarros sido más importantes, no hubiesen alcanzado todas sus posibilidades si no es gracias a su participación en un pro yecto común. Durante siglos, España ha sacado de Navarra lo mejor de sí misma, porque lo mejor de sí misma reclamaba ser sacado. Bastaba que los navarros fuesen ellos mismos para estar a la vanguardia del proyecto español, y bastaba el proyecto español para que ellos fuesen ellos mismos de manera plena.
Por eso, parafraseando el título del libro del Profesor Ruiz Vidondo, Navarra forjó España y España forjó Navarra: la fraguó, la proyectó, la actualizó. La verdadera Navarra, la Navarra generosa y universal, presente en todos los rincones del mundo y en todas las gestas globales es la Navarra española. Ha sido en esa comunidad hispana como ha llegado Navarra a dar lo mejor de sí misma, como ha encontrado su lugar en el mundo y logrado desplegar su propia forma de ser. A lo largo de los siglos, España ha sido el catalizador de Navarra.
Por eso decir que Navarra es España es algo más importante que simplemente recordar una pertenencia jurídica o institucional de unos cuantos, muchos, siglos. Decir que Navarra es España es decir que Navarra está hecha de España y que no puede de jar de ser así sin disminuirse o empequeñecerse. Y aquí reside precisamente la gravedad del tema que nos ocupa en este libro: distanciar Navarra de España solo es posible extirpando del Viejo Reino aquellas fibras que conforman su tejido más íntimo, desgarrando su propia forma de ser y quebrando sus posibilidades de ser.
Por eso no se puede romper la relación entre Navarra y el resto de España sin romper primero Navarra. Romper aquí significa acabar con la naturaleza propia de esa tierra que, como se ha dicho, está hecha material y espiritualmente, de España. Y esto solo puede hacerse mediante la violencia, porque la violencia es el ataque contra la naturaleza verdadera de las cosas. Por eso se parar Navarra del resto de España es únicamente posible a través de un proceso violento, no contra España, sino fundamental mente contra Navarra: contra su propia forma de ser.
"Emboscada a Navarra" es la crónica contemporánea de este proceso violento de destrucción de la naturaleza de Navarra.
Porque lo que caracteriza al panvasquismo es precisamente la instauración de un proyecto destinado a deshacer la fibra política, social y moral de esta comunidad. Es un caso patológico, puesto que los movimientos nacionalistas tienden precisamente a lo contrario, al privilegio de lo propio frente a o ajeno. En el caso navarro, la omnipresencia del panvasquismo en el ámbito público se ha traducido en una época de crisis institucional, decadencia económica y degradación social. Es difícil encontrar en Europa occidental un ejemplo de destrucción sistemática de la estructura institucional, económica social y moral de un pueblo cómo el que se ha sometido a Navarra en las últimas décadas.
Desde luego que como bien nos cuenta el autor del libro en las primeras páginas del libro, la disolución espiritual no se limita a esta tierra: uno de los méritos de la obra es mostrar la continuidad entre los fenómenos locales y los globales. La crisis espiritual afecta desde luego a España y afecta a al resto de naciones occidentales. Lo que sí es propio de Navarra es la existencia de un clima, agudo, exacerbado y progresivo de automutilación que afecta a los distintos niveles de la vida pública. Que encuentra en el panvasquismo uno de sus ejecutores, y que no encuentra impedimentos relevantes en la sociedad Navarra.
Que el nacionalismo vasco sea un elemento destructivo tiene, no obstante, fácil explicación. Destruir no es construir, pero es más fácil. El anexionismo posee una idea de qué hacer con las provincias vascongadas, porque en el fondo no deja de ser la continuidad patológica del bizcaitarrismo y conoce bien esa región. Pero carece de una idea de Navarra, porque es incapaz de entender su verdadera realidad; al desconocerla la desprecia; y al desprecia busca destruirla. El fanatismo ideológico, también aquí, es un desprecio de la realidad, que el fanático puede destruir, pero no sustituir.
El nacionalismo vasco no sabe qué hacer con Navarra, no la entiende y por eso es incapaz de pasar de la fase destructiva. Extirpar la españolidad de Navarra implica despersonalizar Navarra, alienarla, destruirla, reducirla a la irrelevancia.
Se puede perseverar en el odio histórico y el nihilismo social y cultural, pero de ahí no saldrá nada verdadero. Por eso la relación del nacionalismo vasco con Navarra no puede ser de otra forma que a través de la violencia, y por eso la violencia se ejerce tanto desde la oposición como desde elgobierno.
El presente volumen es la historia de la violencia ejercida contra Navarra en las últimas décadas. Señalemos algunas de las que la obra da buena cuenta.
La primera forma de violencia, la más evidente, más descarnada pero también más superficial es la violencia física ejercida durante cuarenta años por la banda terrorista ETA.
A ETA debe el panvasquismo la aniquilación física y la limpieza ideológica de sus adversarios, ejecutada con frialdad durante décadas. Hoy podemos decir que la banda ha cumplido con esta labor con éxito, y sus resultados no pueden dejarse de lado para entender la emboscada actual: la desarticulación de la sociedad civil, la inexistencia de estructuras políticas de algunos partidos en buena parte del territorio y, sobre todo, la extensión del terrorismo frío.
A diferencia del terrorismo de las bombas y el tiro en la nuca, el terrorismo frío es el de las amenazas públicas, las palizas callejeras, y el apartheid político en gran parte de la geografía navarra. No es exclusivo de Navarra, porque se ejerce también en gran parte del País Vasco: en ambos lugares implica la desaparición de facto de las libertades públicas, trátese de la calle Curia de Pamplona, de las fiestas de Estella o de los bares de Alsasua. Este terrorismo frío es al mismo tiempo herencia psicológica del pasado y presencia amenazante actual. Y sobre todo constituye uno de los grandes recursos del panvasquismo en la región: el auge de los partidos nacionalistas en Navarra no hubiese sido posible sin la violencia terrorista, caliente antes y fría después.
ETA ha sido la vanguardia de la violencia política sobre Navarra pero no ha sido la única. Una segunda forma de violencia es la que podemos denominar gangsterismo ínstitucional: la utilización agresiva de las instituciones contra las propias instituciones. Todo régimen político se corrompe cuando quienes ocupan las instituciones conspiran contra ellas, y esto es precisamente lo que ha ocurrido en las últimas décadas en ayuntamientos, concejos y Gobierno de Navarra. Brevemente: han sido ocupadas por personas y partidos de todo el espectro anexionista que no creen en su existencia y que creen precisamente en su desaparición. El resultado de este gansterismo en las instituciones ha desembocado en la degradación propia de la última década, bien palpable en la vida política navarra.
Capítulo aparte merece la tercera forma de violencia, la infiltración abertzale en todos los ámbitos de la administración pública. Lo que al principio parecía exclusivo del ámbito cultural se ha extendido a todos los ámbitos de la administración navarra: es éste también un comportamiento propio de todo proyecto totalitario. Tras décadas de instrumentalización creciente de la administración, el resultado es que la metástasis panvasquista afecta hoy no sólo al ámbito cultural sino al ámbito educativo, al ámbito sanitario, al ámbito deportivo y, por fin, al económico.
Se llega así al extremo de que la administración navarra parece conspirar contra sí misma y, puesta al servicio de un proyecto extraño, descuida los objetivos que le son propios. El mal funcionamiento actual de la administración navarra no es casual, sino que responde a una bastardización de sus fines y objetivos. La tragedia de la sanidad y de la educación en esa región son un buen ejemplo de una gigantización y burocratización creciente, acompañada de un colapso generalizado de sus servicios.
Hay también una violencia económica, que sigue la doble estrategia de la persuasión y de la disuasión. Persuasión a través de la inyección de millones de euros destinados a generar un clima social de permanente agitación y movilización social y cultural.
Vaquero Oroquieta narra con detalle el entramado millonario de asociaciones destinadas a generar una red de agitación, propaganda y acción en todos los ámbitos de la sociedad navarra.
Además, disuasión a través de la oposición sistemática y el boicot permanente a cualquiera de las iniciativas destinadas a generar prosperidad económica en Navarra. Trátese de una autovía, de un pantano o de un aparcamiento público, hay una estrategia destinada a convertir Navarra en algo económicamente inviable. Desde el punto de vista económico, el nacionalismo vasco en Navarra no solo ha sido un peso muerto que explica el estancamiento de la región, sino que constituye quizá el mayor impedimento para la prosperidad económica y la generación de riqueza.
Violencia terrorista, violencia institucional, infiltración de cuadros y presión económica constituyen la expresión del rechazo panvasquista a la Navarra real. Pero más allá de todas estas cuestiones, el gran actor moral que explica la decadencia de la sociedad Navarra, su erosión institucional y la infiltración nacionalista es la pérdida del sentido cristiano de la existencia. De nuevo aquí los contemporáneos tenemos dificultades para entender el valor que las creencias religiosas tienen para la salud ce una comunidad. Por simplificar, diremos que proporcionan sentido a la vida en común, un vínculo con aquellos que nos han precedido, una confianza en el futuro y una apertura al mundo en la mejor tradición navarra.
También aquí el hecho diferencial navarro ha sido profundamente español: de entre la católica España ha destacado la católica Navarra o, siguiendo la argumentación que seguimos aquí, el espíritu cristiano navarro, universal, generoso y confiado, encontró expresión en el proyecto español.
Quebrar el alma cristiana de Navarra es por lo tanto condición necesaria para quebrar su alma española.
Ciertamente la pérdida de la fe es típica en las sociedades occidentales. Fernando Vaquero no se equivoca cuando recuerda que la deriva navarra no es diferente a la de otras comunidades occidentales. Tampoco cuando recuerda un hecho fundamental propio de esa región: la ruptura de la fibra moral navarra, que es española, es sólo posible a través de la descristianización, que va unida a una progresiva paganización de la vida social: el culto a la naturaleza, a divinidades rurales, a ritos y mitos tribales. Una suerte de gusto por la descivilización y retorno a lo bárbaro que genera y trasluce a partes iguales la búsqueda de una comunidad oscura y escondida, encerrada en sí misma, hosca y recelosa de los demás, cicatera en su comportamiento y mezquina en su actitud exterior.
Este proceso de paganización es evidente en la sociedad navarra y corre paralelo a la pérdida de la fe cristiana. No hay ce nuevo nada casual aquí. Pero de nuevo destruir no es construir, y la imposibilidad de algo así es evidente, porque la realidad navarra es doblemente tozuda: por realidad y por navarra. La emboscada moral a Navarra se encuentra con obstáculos insalvables, empezando por la realidad de su carácter.
Por eso cuando hablamos de la destrucción de la fibra moral de Navarra nos estamos refiriendo a la destrucción del espíritu propio de quienes habitan en ella. Pocas veces sin embargo acertamos a señalar a qué nos referimos con una crisis espiritual, tema que se nos aparece demasiado elevado y abstracto para referirnos a un rincón del mundo como el navarro.
A nuestro juicio esta se caracteriza por tres cosas, bien presentes en la Navarra actual y que aparecen a lo largo del libro, de aquí para allá.
Primero por la incapacidad de parte de la sociedad navarra de reconocer la realidad que tiene ante sus ojos. Existe en la Navarra actual una incapacidad creciente para reconocer la existencia de una realidad social y cultural valiosa, admirable y existencialmente española, y esta incapacidad de reconocer lo que hasta hace poco era evidente deja a los navarros a merced de supercherías ideológicas como la panvasquista.
La crisis espiritual se trasluce además en el refugio en las banalidades materiales, el entretenimiento y el bienestar. Éste es unánimemente reconocido. Pero elbienestar económico de las últimas décadas no es fruto del azar ni de la suerte, sino de la participación inseparable en un proyecto común llamado España. Debilitado este proyecto, o lo que es lo mismo, debilitada la natural presencia en la navarra en él, el bienestar se resiente.
En tercer lugar, puesto que el hombre es un ser espiritual, cuando se instala en el bienestar material del momento inevitablemente se pierde. En la Navarra de los misioneros y los mártires este hecho es aún más sorprendente. Perderse es, de nuevo no saber donde se está, de dónde se viene y a dónde se debe ir. Significa quedar a merced de los acontecimientos según van llegando. Esta desorientación deja hoy a los navarros al capricho de los estímulos y la manipulación, que es a donde llega el hombre cuando pierde una visión trascendente de la vida. Visión típicamente navarra.
Cada vez es más difícil para los navarros mirarse en el espejo y identificarse con una Navarra abierta, confiada y optimista. Lo que caracteriza a la Navarra del primer cuarto del siglo XXI es jus tamente lo contrario: una preocupación creciente sobre sí misma, una desconfianza sobre sus propias posibilidades y su relación con los demás, un pesimismo acerca del futuro.
¿Qué hacer? Nada hay sin embargo escrito de antemano en la historia. Si algo muestra bien este libro es que la grave situación actual no es fruto de ningún determinismo histórico sino de decisiones tomadas por actores concretos y de conductas sostenidas en el tiempo por sus protagonistas.
Raymond Aron solía decir que los hombres hacen la historia pero no saben qué historia hacen, y eso vale también para los navarros del siglo XXI.
¿Qué queda entonces? Lo primero y más urgente es la defensa de la verdad. Es cierto que uno de los grandes errores de nuestras sociedades es la consideración de que la verdad depende del punto de vista de cada cual, y de que en historia no existen he chos sino interpretaciones. Esto tiene algo de razonable, pero también de peligroso y destructivo: cuando los hechos no se consideran inviolables, la historia acaban escribiéndola los más hábiles o aquellos que poseen más medios para contarla. Y en el caso que nos ocupa, el panvasquismo es una ideología de la falsedad. Sería redundante repetir aquí los episodios históricos y los hechos actuales falseados por el nacionalismo vasco narrados por Vaquero Oroquieta. Basta recordar que constituyen una falsificación de los hechos, los documentos y la realidad histórica.
Por eso es importante también denunciar y resistirse a la mentira. En sociedad la mentira política se descubre fundamen talmente porque es siempre despótica: no solo rehúye el debate sino que silencia aquellos que sostienen la verdad. De nuevo aquí el panvasquismo es simplemente destructivo: la mentira nacionalista consiste en la silenciamiento social y la descalificación per sonal de aquellos que disienten. El caso de la mano de Irulegui, en el que se detiene nuestro autor, muestra muy a las claras hasta qué punto existe una suerte de despotismo historiográfico instalado en la sociedad Navarra, que sustituye la investigación por la agitación y la persecución política.
Naturalmente esto conlleva no pocas dificultades. A día de hoy no se puede hacer historia en Navarra si no se posee un coraje extraordinario, y si no se muestran dotes importantes de valentía para enfrentarse al proceso violento que atenaza a la sociedad Navarra en todos sus niveles.
Uno de los rasgos fundamentales de la clase política no anexionista y del empresariado navarro es el abandono sistemático del mundo cultural, y la aparición de una suerte de disidencia intelectual caracterizada por el acoso vasquista y el abandono social. Por eso durante las últimas décadas la historiografía Navarra se ha refugiado en la comodidad académica y neutra de las universidades, siempre tendentesa no meterse en líos.
Pese a todo, en los últimos años sin embargo asistimos a una eclosión de autores y de obras que, de manera desordenada y caótica, son una suerte de respuesta a la emboscada. Esta obra pertenece a esta categoría de autores y de trabajos.
Pero acabemos estas líneas y dejemos paso allibro, recordando el pasado reciente. Los lectores de más edad recordarán la visita que el Papa Juan Pablo II realizó a Navarra en el año 1982, año de profundas incógnitas para España y Navarra. La visita al Castillo de Javier no estaba prevista, pero el papa se empeñó en visitar la casa de uno de los españoles más universales: San Francisco Javier. Javier es el ejemplo más perfecto del genio navarro que, impulsado por la fe, alcanza la santidad gracias al elemento catalizador español. Allí, ante cientos de miles de navarros, y justo antes de que una tormenta de proporciones bíblicas azotase a los presentes, Wojtyla pronunció unas palabras clarificadoras:
«con vosotros, hijos todos de Navarra y de España, quiero rendir homenaje al patrimonio de recios valores humanos y sólidas virtudes cristianas de las gentes de esta tierra. Y expresar la profunda gratitud de la Santa Sede a la Iglesia de España por su magna obra de evangelización; obra a la que los hijos de Navarra han dado tan sobresaliente contribución».
Reconocer la verdad, combatir la mentira pasa por reconocer la realidad que en unas pocas líneas recordó Juan Pablo II en un minúsculo castillo de las montañas navarras. Tres días después pronunció unas palabras que podemos parafrasear en términos locales, porque la emboscada a Navarra no está aún consumada: NAVARRA, SÉ TU MISMA. DESCUBRE TUS ORÍGENES. AVIVA TUS RAÍCES.
Esa es la labor.
Óscar Elía Mañú
Profesor de la Universidad
Francisco de Vitoria
VER+:
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