EL Rincón de Yanka: LIBRO Y PELÍCULA "CUANDO EL DESTINO NOS ALCANCE" (SOYLENT GREEN) ¡HAGAN SITIO! MAKE ROOM! 👥💀

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martes, 13 de junio de 2023

LIBRO Y PELÍCULA "CUANDO EL DESTINO NOS ALCANCE" (SOYLENT GREEN) ¡HAGAN SITIO! MAKE ROOM! 👥💀

CUANDO EL DESTINO NOS ALCANCE (1973)

¡HAGAN SITIO!
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HARRY HARRISON
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La película que predijo 
cómo sería el mundo en 2022

- ¿DÓNDE ESTÁ ESE DIOS?
- TAL VEZ ESTÉ EN EL HOGAR. SÍ, EN EL HOGAR.

Año 2022. La ciudad de Nueva York, otrora absoluto paradigma de un mundo global y avanzado, es hoy el infierno en la tierra. Cuarenta millones de habitantes pueblan las calles de una ciudad intransitable, sofocante, abrumadora. En su aire viciado permanece, inextinguible, una polvorienta pátina de herrumbre. Los sintecho, mayoría, duermen amontonados en cada esquina.
La clase dirigente, ostentosa, habita en apartamentos de lujo que incluyen “chicas mueble” a su entera disposición. Una minoría enriquecida se apropia de las escasas existencias de productos frescos que aún pueden encontrarse (a unos precios, por supuesto, desorbitados); los demás, ciudadanos de a pie, se deben contentar con un alimento sintético supuestamente confeccionado a partir de plancton marino: el llamado Soylent Green. Y conviene no desvelar mucho más.

Sin duda, mucho más famosa que la novela es la película que en 1973 “adaptó” el relato de Harrison con el título de “Soylent Green” (“Cuando el destino nos alcance”), con el papel protagonista encarnado por Charlton Heston. Siendo como es una buena película distópica que lleva bien su medio siglo de vida, al mismo tiempo le hace un flaco favor a Harrison. En primer lugar, el escritor no tenía interés alguno en la intriga derivada del asesinato que, en último término, en la película lleva al descubrimiento del origen de la comida con que se alimenta a las masas –el “soylent green” del título-. De hecho, en la novela ni siquiera hay intriga alguna: desde el comienzo sabemos quién es el asesino, que éste ha actuado solo y que nada se esconde tras la muerte del gangster; no hay tampoco misterio alguno alrededor del origen de la comida.

Hay una diferencia aún más fundamental. En la película el mensaje final gira alrededor de la eutanasia más o menos forzada: los ancianos deben sacrificarse para dejar paso –y alimentar, literalmente- a las generaciones más jóvenes. En la novela, sin embargo, el acento se pone sobre el extremo opuesto de la vida del hombre: el nacimiento.

“Te diré lo que cambió —dijo Sol, agitando la bota delante de Shirl—. Llegó la medicina moderna. Todo podía curarse. La malaria fue erradicada junto con todas las otras enfermedades que habían estado matando a gente joven y manteniendo bajo el nivel de la población. Llegó el control de la muerte. Los viejos vivían muchos más años. Se salvaban muchos niños que antes hubieran muerto. Pero el ritmo de procreación era el mismo, y continuaba siéndolo: por cada dos personas que mueren nacen tres. De modo que la población empezó a duplicarse... y sigue duplicándose a un ritmo cada vez más rápido. Padecemos una plaga de gente, una enfermedad de gente infestando el mundo. Tenemos más gente que vive más tiempo. Tiene que nacer menos gente, esa es la respuesta. Tenemos que contrarrestar el control de la muerte con el control de la natalidad”.

De hecho, en la novela, Sol –personaje que funciona como enlace con el lector por ser el único que ha vivido en la época pre-crisis- muere, sí, pero no con el dramatismo que nos narra la película, sino de una forma mucho más terrible por su cotidianeidad. ¿Por qué ese cambio de enfoque en la película?

En 1966, cuando se publicó la novela, la píldora anticonceptiva era algo nuevo que desató una fuerte polémica, en no poca medida por los argumentos del sector religioso: “¡Deja de hablar de niños muertos! —gritó Sol (…) No hay niños involucrados en esto, ni vivos ni muertos, excepto en los obtusos cerebros de los idiotas que repiten lo que han oído sin comprender una sola palabra (…) ¿Cómo puede matarse a alguien que nunca existió? Todos nosotros somos ganadores en la carrera ovárica, pero nunca he oído que alguien se lamentara por, si disculpas el término biológico, los espermatozoides que resultaron perdedores en la carrera”.

En 1973, las agrias discusiones –que aún no han finalizado- ya comenzaban a trasladarse no tanto hacia la píldora como hacia el aborto: en 1971, Lorraine Rothman y Carol Downer, fundadoras de un movimiento feminista, inventaron el Del-Em, un método seguro y barato de succión que facilitaba el acceso al aborto. Pero Heston, propietario de los derechos de adaptación al cine de la novela, era un firme opositor a tal práctica y decidió introducir a cambio el tema de la eutanasia, quizá menos conflictivo en un país en el que ya se había intentado hacía menos de un siglo legalizar tal acto.

Con el aumento de la población, llega la otra gran pesadilla del mundo actual: el deterioro del medio ambiente. No, aquí no estamos hablando de una catástrofe puntual pero devastadora como un meteorito o un virus que arrasa los cultivos de la Tierra, sino de una paulatina y creciente depredación de los recursos naturales, producto tanto de la superpoblación como del autoengaño de toda una civilización: creer que el modelo de crecimiento económico es compatible con la finitud de recursos naturales. Harrison no da una solución. Tampoco lo pretende. Se limita a describir el problema, un problema del que fue pionero en tomar conciencia y que hoy no sólo no se ha solucionado sino que se ha agravado aún más. Otra vez en palabras de Sol:

“La culpa, a mi entender, es de los corrompidos políticos y de los llamados conductores de masas que han eludido el problema porque era muy conflictivo, y porque no querían complicarse la existencia con algo cuyos efectos, si se producían, tardarían años en dejarse sentir. De modo que el género humano devoró en un siglo todos los recursos que la Tierra había tardado millones de años en almacenar, sin que nadie en las altas esferas moviera una ceja ni prestara oído a las voces angustiadas que clamaban en el desierto. Permitieron que nos entregásemos a la superproducción y el superconsumo, y ahora el petróleo se ha agotado, el suelo se ha hecho improductivo, los árboles han sido talados, los animales se han extinguido, y siete mil millones de personas luchan por las migajas que quedan, viviendo una existencia miserable…pero procreando todavía sin control”

Es cierto que 1999 ha pasado, que el mundo camina hacia los siete mil millones que describe Harrison en el libro y que todavía –o al menos eso creemos- no se ha alcanzado el punto crítico que él menciona; que Estados Unidos cuenta ya con 314 millones de habitantes y que Nueva York, a pesar de sus veinte millones de almas –quince por debajo de la urbe de la novela- luce más bonita que nunca.

“Hagan Sitio, Hagan Sitio” no es una obra maestra; ni siquiera un libro perfecto. Tiene un buen ritmo y su estilo, reminiscente del de la literatura pulp por su agilidad y sencillez, facilita la lectura. Por otro lado, es un acierto ofrecer el punto de vista del hombre de la calle, una aproximación poco común en un género más proclive a la figura del héroe. Pero aquí no encontraremos ningún personaje que vaya a salvar el mundo. De hecho, apenas son capaces de sobrevivir ellos mismos, viéndose obligados a elegir entre opciones igualmente indeseables y a menudo fracasando en sus propósitos. En el futuro de Harrison, la justicia no siempre prevalece.

No obstante y a pesar de lo dicho, es una obra interesante y recomendable por su evocador y gráfico retrato de una ciudad en descomposición, su estudio de personajes y en su calidad de portadora de un irrefutable mensaje que hoy, casi cincuenta años después, todavía no ha caducado.


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043. Hagan Sitio! ¡Hagan Si... by Jeffrey T. Spaulding