Vivieron como necios
y murieron sabiamente
La falsa «memoria histórica» que desde las logias se viene fabricando desde hace siglos –y que en el caso de España se quiere imponer por ley– ha conseguido que las nuevas generaciones de españoles no dispongan de herramientas para poder evaluar de manera correcta los acontecimientos más relevantes de nuestra historia patria. Muy pocos saben, por ejemplo, que la Santa Sede condecoró a Francisco Franco con el collar de La Suprema Orden Ecuestre de la Milicia de Nuestro Señor Jesucristo (o Suprema Orden de Cristo). Es la más elevada distinción pontificia, creada para premiar los servicios prestados a la Iglesia Católica, y es al único dictador que se le ha concedido.
La Santa Sede se la concedió el 25 de febrero de 1954. La pregunta que cabría hacerse, es: ¿Por qué concedió la Santa Sede tan elevada condecoración a un dictador?
Muchos podrán pensar que la Iglesia fue una aliada malvada de la dictadura, y podrían aprovechar esta información para cargar las tintas contra la Iglesia… ¡¡Nada que ver!! Ya empezamos a ver en el capítulo anterior que fueron los republicanos mismos los que acabaron con el orden que existía y que, dejados llevar de su odio por todo lo religioso, no respetaron ni el orden, ni la paz, ni la justicia. Fueron ellos los que utilizaron la república para acabar con la república, ya que la masonería, desde el principio, tuvo mucho control sobre ella.
No obstante, este artículo no se lo dedicaremos aún a Franco. Seguiremos abundando en las causas que llevaron a la Guerra Civil, y que justificaron no el Golpe de Estado, sino el Levantamiento Nacional. Aquí no se trataba de que una facción pretendiese quitarle el poder a otra. Más bien se trató de que una parte de España se negaba a morir a manos de la otra. No fue una simple guerra. Aunque fueron muchas las causas que llevaron al enfrentamiento, lo más representativo de éste fue su carácter de Cruzada religiosa, y eso fue lo que llevó a la Iglesia a condecorar a Franco.
Como dato curioso, adelantamos un episodio muy destacable con respecto a Azaña (masón). Aquel que no hizo nada por evitar la quema de conventos y que declaró las célebres palabras:
“Ni todos los conventos de Madrid valen la vida de un republicano y España ha dejado de ser católica”, murió reconciliado con la Iglesia. El jesuita Gabriel Verd recogía abundante documentación sobre su vuelta a la Iglesia en La conversión de Azaña, artículo publicado en la revista Razón y Fe en 1986, escrito del que el semanario Alfa y Omega reprodujo un extracto:
“Los documentos principales sobre la conversión de Azaña son de la persona que conoció el hecho mejor que nadie, el mismo que le atendió espiritualmente, monseñor Pierre-Marie Théas, obispo de Montauban desde octubre de 1940 hasta febrero de 1947. Por otra parte, una larga carta de la viuda de Azaña, doña Dolores Rivas, a su propio hermano, aunque no habla explícitamente de sacramentos, los da a entender en el último momento, coincidiendo sustancialmente con las precisiones de monseñor Théas.
Escribe también monseñor Théas: «Deseando conocer los sentimientos íntimos del enfermo, le presenté un día el Crucifijo. Sus grandes ojos abiertos, enseguida humedecidos por las lágrimas, se fijaron largo rato en Cristo crucificado. Seguidamente lo cogió de mis manos, lo acercó a sus labios, besándolo amorosamente por tres veces y exclamando cada vez: ¡Jesús, piedad y misericordia! Este hombre tenía fe. Su primera educación cristiana no había sido inútil. Después de errores, olvidos y persecuciones, la fe de su infancia y juventud informaba de nuevo la conducta de los últimos días de su vida»”.
Llegamos al punto culminante, el de su confesión. El obispo lo dice veladamente, pero se deduce con claridad: «A esta pregunta: ¿Desea usted el perdón de sus pecados?, respondió: Sí». En 1952, el obispo es plenamente explícito: «Recibió con plena lucidez el sacramento de la Penitencia, que yo mismo le administré».
No se le pudo dedicar un funeral católico por imposición del consulado del gobierno laicista de México, que pagaba los gastos de hotel de Azaña, y que pagó el entierro de Azaña. Su viuda dejó encargado a unos amigos que colocasen después en la sepultura una lápida con una cruz de bronce sobre la inscripción.
Como refiere Mons. Théas: “El 5 de noviembre, contra la voluntad del Presidente y de su viuda, se hizo presión para dirigir el cortejo fúnebre directamente al cementerio, impidiendo la ceremonia religiosa prevista en la Catedral”.
Aunque Azaña había dicho que España había dejado de ser católica, él no dejó de ser católico al final.
Ya metidos en harina, contaremos también otro episodio que poca gente conoce del mismo rango del que hemos mencionado sobre Azaña. Pero en este caso sobre Dolores Ibarruri, “La Pasionaria”. Esta “dama de hierro”, convertida en lo que Unamuno llamó «tiorra», competía con otros diputados de la izquierda en insultos y amenazas a los parlamentarios de la derecha y también en la defensa del golpe revolucionario de octubre de 1934. A José María Gil Robles y José Calvo Sotelo dedicó abundantes amenazas de muerte, muchas de las cuales eran borradas del Diario de Sesiones por el presidente de las Cortes, Diego Martínez Barrio, masón de alto rango, como ya explicamos en el anterior capítulo. Josep Tarradellas, diputado de ERC, declaró en 1985 que él le escuchó espetar a Calvo Sotelo que había hablado por última vez. Poco después, un comando terrorista formado por policías y pistoleros del PSOE secuestró y asesinó al diputado monárquico.
Dolores Ibárruri habría muerto como católica, tras haber sido confesada y haber recibido la Comunión. Esto es lo que aparece en la biografía del padre Llanos, con quien la dirigente comunista mantuvo una estrecha relación al final de su vida. De hecho, la bisnieta de Ibárruri, Anna Biriukov (educada en la disciplina comunista, vino a Madrid, se casó, tiene seis hijos, se hizo católica e ingresó en el Opus Dei) aseguró en una entrevista: “tengo noticia de que Dolores murió confesada”. Existen más pruebas, pero no abundaremos más en este particular.
Como no hay dos sin tres, comentaremos también el caso de Lluís Companys. Quizá sea el más pintoresco de los tres. Pues sí, el hombre bajo cuyo mandato se aplicaron en Cataluña todo tipo de torturas y que en alguna checa para hacer desaparecer los cadáveres se echaban a los cerdos. Que era un aficionado al espiritismo y que lo practicaba con catalanistas y comunistas, para gran escándalo de conocidos.
Promovió la mayor persecución religiosa de la historia de Cataluña, ejecutada por el Comité de Milicias que él fundó. Fueron asesinados 4 obispos, 1.536 sacerdotes (el 30% del clero catalán) y miles de católicos solo por serlo. Prohibió el culto católico y destruyó 7.000 edificios religiosos. Contestó así cuando la revista francesa L’Oeuvre (agosto 1936) le preguntó sobre la restauración del culto católico: «¡Oh, ese problema no se plantea siquiera, porque todas las iglesias han sido destruidas!».
Ese hombre, que quiso hacer desaparecer las iglesias y los curas en Cataluña… murió confesado y haciendo de monaguillo. Javier Barraycoa, en su libro "Historias ocultadas del nacionalismo catalán", nos lo cuenta así:
“La muerte de Companys también fue sorprendente. Tras el polémico juicio y su condena, el presidente de la Generalitat pidió la confesión, ayudó en la última Misa que oyó y comulgó piadosamente. Le dio tiempo a escribir una nota al coronel Gobernador del castillo-prisión de Montjuich, agradeciéndole el buen trato recibido. Para los que le conocieron en vida, sus últimos momentos fueron sorprendentes por el valor demostrado y la dignidad con la que afrontó la muerte. Todo este tipo de historias, que son innumerables, son las que hoy no son relatadas y su silencio impide llegar a entender lo que representaron aquellos trágicos acontecimientos”.
Bastante sorprendentes las historias de estos conversos in extremis. Esto demuestra la gran misericordia de Dios y lo errados que estuvieron estos tres personajes de nuestra historia reciente (antes de su conversión), en colaborar y promover la gran persecución que sufrió la misma religión que no tuvo ningún problema en acogerlos en sus últimos y más débiles momentos.
Sirvan estos tres personajes históricos para la reflexión de todos aquellos, que, a día de hoy, abusan del poder que tienen, y que en su ignorancia más supina se creen inmortales y que “la fuerza” siempre estará con ellos. Aquellos que son los causantes de que (por ejemplo, en España), se aborten casi cien mil niños al año. Aquellos que han pervertido la educación en escuelas, universidades y hasta en las guarderías. Aquellos que controlan los medios de comunicación y que los utilizan para destruir mental y moralmente a toda la población. Aquellos que a día de hoy… siguen persiguiendo a la Iglesia, como en tiempos de la Segunda República y la Guerra Civil Española (aunque no en el mismo grado hoy, pero se acercan peligrosamente). Aquellos que conocemos perfectamente. Esos, que siempre están tras todas las guerras y conflictos mundiales. Esos, que de manera directa o indirecta abren la caja de Pandora constantemente y en todos los lugares del mundo, y que en sus más altos grados adoran a Lucifer. Esos que son muy pocos, porque no son todos los que están, pero están todos los que son. Ricardo de la Cierva estuvo atinado cuando dijo: “Todos los satánicos son masones, aunque no todos los masones son satánicos”.
Tomen nota también todos los que tienen como referentes positivos a los tres protagonistas de este artículo, y dense cuenta de la poca consistencia de los ideales que persiguieron. Estos tres personajes, que en su día persiguieron a la Iglesia; al final, cuando la muerte les acechaba, tomando conciencia de su fragilidad, no tuvieron más remedio que reconocer que no eran Dios. No hay ninguna necesidad de cometer los mismos errores que ellos; valga solo con su mal ejemplo, para rectificar. Y si en algo son dignos de imitar, es en acercarse a Dios y renunciar a las obras del diablo, que esto es CONFESARSE. Tuvieron suerte, porque mal vivieron su vida, y fueron responsables de muchas muertes gratuitas. Pero les ocurrió algo que no siempre ocurre: tuvieron la suerte o la claridad del buen ladrón, que a la hora de morir recobró la cordura y pidió perdón por su mala vida. Vivieron como necios, y murieron sabiamente.
No es política, es odio a Dios
Tras el paréntesis del anterior capitulo (paréntesis que venía a colación perfectamente), seguimos con el hilo conductor sobre la macabra historia de la secta masónica. Continuamos con los motivos masónicos que dieron lugar a la Guerra Civil Española. En España se dio el mismo cliché que en la Revolución Francesa y La Guerra Cristera. El patrón es muy sencillo: los masones, acceden al gobierno. Aprovechando que ya tienen lo que buscan, hacen valer su situación de poder para ir realmente al meollo de sus deseos más profundos: ACABAR CON LA IGLESIA CATÓLICA.
En Francia, todo el mundo acepto de manera pacífica el cambio de régimen. Pero los revolucionarios no se contentaron con ese triunfo, aprovecharon la coyuntura para prohibir a la gente algo tan de conciencia, como era ir a Misa. La gente sencilla no se para a pensar si está en una Monarquía o en una República, el problema viene cuando son obligados a renunciar a sus creencias. Pero la mayor crueldad de todas, y con diferencia, se dio en la zona de Lavandée, zona rural del Oeste francés y de profundas raíces católicas. En esta ocasión no solo fue una persecución sembrada de asesinatos y quemas de iglesias. En esta ocasión se trató del mayor genocidio cometido en los últimos tiempos. El gobierno republicano francés ordena no sofocar un levantamiento, sino eliminar toda esa población, arrasar ese territorio. En esa zona tuvo mucha influencia la predicación de San Luis María Grignion de Montfort, cuya actividad misionera lo hizo muy popular y querido por los habitantes de esas regiones en las que, con su apostolado, se extendió aún más el catolicismo; fue un gran precursor del Rosario. Algunos batallones de Vandeanos lo rezaban hasta tres veces al día.
Una de las medidas prácticas que toma la Revolución, nada más tocar poder, fue el desmantelamiento de la Iglesia. Comenzó expropiando todos los bienes eclesiásticos, desapareciendo asilos, orfanatos, escuelas, etc. El segundo paso fue exclaustrar a las órdenes religiosas, y el tercero fue darles a elegir a los sacerdotes entre ser fieles a Roma o convertirse en sacerdotes funcionarios de la República, es decir, sacerdotes controlados por el Estado, fieles a sus consignas o domesticados.
Los sacerdotes que no comulgaban con el Estado fueron masacrados, se prohibieron las misas y se persiguió cualquier tipo de práctica religiosa. El grito de guerra de los Vandeanos lo dice todo: “Devolvednos a nuestros buenos curas”, porque a los pocos que quedaron se les llamaban “los juramentados”, eran afines al gobierno y se les tachaba de herejes. Ante esta perspectiva, el pueblo toma las armas y la respuesta gubernamental fue masacrar esa región y acabar con todos: hombres, mujeres y niños. Los métodos de eliminación fueron terribles, desde cocer a las mujeres vivas con sus hijos en hornos de leña, a llenar barcas de gente atada para luego hundirlas en el río. Peinaron todo el territorio matando a toda persona que se encontraban. La Revolución Francesa no fue fiel al lema de Igualdad, Libertad y Fraternidad, eso es lo que predicaba, su lema más bien fue Guillotina, Destrucción y Crimen. ¡Igual que la Segunda República en España!
En México, ocurrió exactamente lo mismo. El pueblo no se reveló contra el gobierno, sino que fue el gobierno el que quiso desterrar de las conciencias de las personas la Fe, a través de la fuerza. En el estado de Durango, por ejemplo, ya en 1926, las autoridades “hicieron circular un manifiesto que imponía la pena de multa y cárcel a todo aquel que enseñase a rezar a sus hijos, tuviera imágenes en su casa y portara medallas o relicarios”. El valor de los signos populares denotaba para el gobierno la afiliación a la patria vieja, la patria «antirrevolucionaria», decían. Era necesario desterrar los símbolos del catolicismo que se encontraban grabados a fuego en la piedad popular. ¡Igual que la Segunda República en España!
En España, se repitió la misma fórmula. La Segunda República fue aceptada por todo el mundo de manera pacífica, pero los revolucionarios aprovecharon su fuerza de mando, no para legislar en un sentido u otro, sino para obligar a la gente a cambiar su conciencia por la fuerza del poder político que habían conseguido. Y todo esto utilizando como herramienta principal el asesinato, la ilegalidad y la extorsión. Esto fue lo que desencadeno la Guerra Civil Española. Lo demás que quieran decir es falso y mezquino. Intentaron acabar con la Fe, no de forma proselitista y pacífica, no. Intentaron acabar con la Fe por la fuerza del crimen y la injusticia. Ese es el asunto, que vamos a tratar en este artículo.
Con lo narrado ya en el artículo de esta serie nº 27, cualquiera que sea capaz de ver y no tenga los sentimientos enfermos, puede constatar claramente, como el primer capricho de la república consistió en quemar iglesias. Sin venir a cuento, sin ninguna justificación y solo por odio. Y no fue algo motivado por incontrolados. Han quedado suficientes pruebas históricas de la connivencia del gobierno con estos supuestos “desbocados” o gente mandada por los masones que estaban dentro del gobierno. Los ministros votaron si debía impedirse que aquello continuara; y ganaron los que, siguiendo a Azaña, se inclinaban por el «no»; que siguieran quemando. Porque no solo se permitieron los incendios, en pleno Madrid, a la luz del día y durante horas, como en Málaga, y resto de poblaciones afectadas al día siguiente, sino que lejos de castigar a los delincuentes que los perpetraron se les recibió con los brazos abiertos, cuando ellos quisieron hablar con el Gobierno. Y los periódicos de izquierdas convirtieron a las víctimas en verdugos: «En la prensa madrileña, Crisol, El Heraldo de Madrid, y El Socialista, se podía leer: “disparaban contra los obreros desde los conventos convertidos en arsenales”». Así atizaban ya el odio contra el clero; con el mito, absurdo y criminal, del “paqueo” (disparar), que curas, frailes y monjas hacían contra los defensores de la República. El mito que cinco años más tarde servirá como coartada para asesinarlos, como ocurrió en el caso de las adoratrices refugiadas en un piso de la madrileña Costanilla de los Ángeles: todas muertas, ¡las 23!, la mayoría, enfermas y ancianas, sin juicio, por supuesto, “por haber disparado, desde sus ventanas, contra los milicianos” …
De la misma manera, en tiempos de la Regencia de María Cristina, en 1834 corrió el rumor de que los frailes habían envenenado el agua de las fuentes y que ésta era la causa de la epidemia de cólera surgida. Se asaltaron conventos y se asesinaron a 73 frailes, los “descontrolados” gritaban una cantinela muy curiosa mientras asesinaban a los religiosos: “Muera Carlos, viva Isabel, Muera Cristo, viva Luzbel”.
Esta misma acusación se produjo en Manila en 1827 y en París en 1831. En ambos casos se culpó a las sociedades secretas y a la masonería. Culpa muy bien fundamentada, por cierto. Martínez de la Rosa (uno de los padres de la constitución de 1812 y masón de grado 33), declaró antes de morir (así lo dice Menéndez Pelayo) que la matanza de los frailes fue preparada y organizada por las sociedades secretas (masones). Y el Padre Lesmes Frías, en su Historia de la Compañía de Jesús, dice también que desde mayo se oían voces de que había de haber en Madrid dos días de degüello. Algunas casas de religiosos tuvieron avisos de ello, pero no se atendieron. Por su parte, Gómez Aparicio dice que desde los primeros días de julio agentes masónicos y revolucionarios repartieron armas y dinero en los barrios más populares, Maravillas y Lavapiés. También Javier de Burgos, en sus Anales del Reinado de Dª Isabel II, dice que desde hacía algún tiempo se sabía en la superintendencia de policía, por avisos confidenciales, que los enemigos del orden trabajaban con empeño por exaltar los ánimos en contra del gobierno y obligarle a adoptar medidas que le desacreditasen, y que el avance del cólera les brindó la ocasión para ello.
Y Vicente de la Fuente dirá en su Historia de las sociedades secretas que estos sucesos fueron «una de las principales hazañas de las sociedades secretas», que obedecieron a una conspiración que «venía muy de atrás», que «el Gobierno la sabía y no podía menos de saberla», y que «los religiosos mismos recibían avisos reservados de familiares y amigos». En sus Memorias para escribir la historia contemporánea decía el marqués de Miraflores que, aprovechando la consternación general, «audaces conspiradores revolucionarios asesinaron despiadadamente a más de ochenta religiosos». Y finalmente, dice Jesús Longares Alonso refiriéndose a los tumultos ocurridos en Barcelona en julio de 1835, pero que podemos también aplicar a los de Madrid de 1834, que nos engañaríamos si los enfocáramos como un hecho aislado fruto exclusivo del odio antirreligioso; estos sucesos no serían sino un episodio, el primero, de toda una serie de sucesos callejeros que no finalizarán hasta la caída del gobierno del conde de Toreno y el asentamiento definitivo del gobierno de Mendizábal, masón, que tuvo mucho que ver también con la perdida de los virreinatos americanos.
Se puede ver claramente cómo hacen uso de la mentira para intentar justificar lo injustificable. La mentira para ellos es una herramienta. No sienten ningún escrúpulo moral a la hora de utilizarla en contra de quien sea, con el objetivo de conseguir sus execrables fines. Eso sí, muchos de ellos, al enfrentarse a la muerte, les ha venido una especie de lucidez moral, como ya explicamos bien en el artículo anterior. De hecho, la mayoría de las tropelías de la masonería las conocemos por masones arrepentidos a los que la conciencia atenazaba y contaron todo lo que se cocía y cuece dentro de esta secta destructiva (acosta incluso de poner en peligro su vida), que lleva varios siglos causando muerte y destrucción en el mundo entero, no solo en España. Aunque, cierto es, que a España le tienen un odio especial, por aquello de ser la nación que más ha exportado el Catolicismo. También hay que decir que la mayoría de los masones no sabe dónde tienen los pies puestos. Muchísimos han accedido a la secta solo por interés económico y social, solo un mínimo porcentaje de masones son los que dominan el cotarro y los demás están a su servicio. Estos primeros son los peligrosos, y son los que llevan a cabo ceremonias de adoración a Lucifer o a Baphomet. Por algo, la Iglesia Católica lleva cientos de años condenando la pertenencia a la masonería. Aunque estos astutos zorros también se colaron dentro de la Iglesia. Pero eso lo desarrollaremos en otro capítulo. En este, continuaremos hablando de cómo los masones tuvieron muchísimo que ver con nuestra guerra civil y más aún con la persecución religiosa. Sorprende mucho ver cómo muchos masones se acercan a la Comunión, y más aún, cómo sacerdotes que conocen su afiliación masónica, se la dan, ignorando por completo los documentos del Magisterio sobre este particular vigentes a día de hoy.
Sigamos, pues, con los acontecimientos que llevaron a la Guerra Civil Española. Tras la quema de conventos gratuita, nada más instaurada la Segunda República, los acontecimientos fueron empeorando. Comenta Bárcena en su libro La Pérdida de España lo siguiente: “Justamente ese año, el primero del nuevo régimen, un prestigioso prelado suizo, que gozaba de gran autoridad en la Curia romana, informaba al Vaticano, de una grave amenaza que se cernía sobre España. Era Monseñor Aurelio Bacciarini, administrador apostólico de la diócesis de Lugano, en el cantón de Ticino, que había sido superior general de los guanellianos (Siervos de la Caridad e Hijas de Santa María de la Providencia), durante años. Aquel verano hizo llegar al cardenal secretario de Estado, Eugenio Pacelli, un informe reservado donde manifestaba haber sabido «de fuente segura que la masonería en España estaba ocupando los puestos clave del poder político para controlar el nuevo Estado mediante una legislación abiertamente anticlerical».
También informaba del propósito de la secta de arrebatar la presidencia al católico Alcalá Zamora; cosa que no se lograría hasta cinco años más tarde, aunque se hizo de manera anticonstitucional; y “curiosamente”, con ello se aupaba a la jefatura del Estado al masón Azaña. Pero la legislación anticlerical empezó a redactarse de manera inmediata; y los «puestos clave» del Estado estaban ya en manos de masones desde el mismo momento en que se formó el primer Gobierno republicano. Aunque, como avisaba Monseñor Bacciarini, todavía podían aumentar su presencia en dichos puestos; y lo hicieron.
Naturalmente, esa omnipresencia masónica sería aprovechada para promulgar la legislación «abiertamente anticlerical», de la que hablaba Monseñor Bacciarini. No perdieron el tiempo los nuevos gobernantes: ya en la Constitución que se redactaba durante los primeros meses de su mandato, sentaron las bases para una serie de leyes que se desarrollarían enseguida para desmantelar a la Iglesia. Así se entiende que el primer proyecto constitucional estableciera la disolución de todas las Órdenes religiosas y la nacionalización de sus bienes. En el fragor del combate parlamentario, el propio Azaña dejó caer la sentencia que resumía el ideal republicano: «España ha dejado de ser católica»”.
Como vemos por las palabras de Bárcena, los fines anticlericales de la masonería republicana, no se ocultaron desde el primer momento. En diciembre de 1931, con la aprobación del texto definitivo de la Constitución, asestaron un importante golpe a la Iglesia. Veamos el punto 26 de dicha Constitución:
“Artículo 26.- Todas las confesiones religiosas serán consideradas como Asociaciones sometidas a una ley especial. – Una ley especial regulará la total extinción, en un plazo máximo de dos años, del presupuesto del Clero. – Quedan disueltas aquellas órdenes religiosas que estatutariamente impongan, además de los tres votos canónicos, otro especial de obediencia a autoridad distinta de la legítima del Estado. Sus bienes serán nacionalizados y afectados a fines benéficos y docentes (expulsaron a la Compañía de Jesús). – Disolución de las órdenes religiosas que, por sus actividades, constituyan un peligro para la seguridad del Estado. – Incapacidad de adquirir y conservar, por sí o por persona interpuesta, más bienes que los que, previa justificación, se destinen a su vivienda o al cumplimiento directo de sus fines privativos. – Los bienes de las órdenes religiosas podrán ser nacionalizados. – Los cementerios estarán sometidos exclusivamente a la jurisdicción civil. No podrá haber en ellos separación de recintos por motivos religiosos. – Todas las confesiones podrán ejercer sus cultos privadamente. Las manifestaciones públicas del culto habrán de ser, en cada caso, autorizadas por el Gobierno”.
Como se puede observar, eso era acabar con la Iglesia y controlar lo poco que quedase de ella. Cumplían con ellas los tres anhelos básicos de la masonería de siempre: expulsar a los jesuitas, prohibir a la Iglesia la docencia y quedarse con todos sus bienes.
El que escribe siente la impotencia de no poder alargarse más en este artículo, y es consciente de que ha avanzado poco en la cuestión española en él. Pero este fenómeno masónico es mundial, y para poder comprenderlo bien, hay que dar una visión global del asunto. Hemos visto cómo La Revolución Francesa, La Guerra Cristera y La Segunda República tuvieron los mismos ingredientes masónicos, con los mismos resultados. No se trata de monarquía, no se trata de república, no se trata instaurar ningún sistema político… se trata de destruir la Fe de la gente, y no por medios didácticos, sino a través del asesinato y la maldad… ¿habrá algo más satánico?
Vuelven a gobernarnos los masones
Con la expulsión de los jesuitas de España, los nuevos gobernantes republicanos conseguían dos cosas: Por un lado, se deshacían de un enemigo muy incómodo para ellos y por otro, realizaban un negocio nada despreciable: tuvieron que irse 2.987 jesuitas, que dejaban atrás, sin la menor indemnización, 21 colegios de segunda enseñanza, 162 escuelas de elemental y profesional, el ICAI entre ellas (Instituto Católico de Artes e industrias), 40 residencias, tres colegios máximos, seis noviciados, cinco casas de ejercicios, nueve editoriales, dos observatorios astronómicos, y la leprosería de Fontilles en Alicante. Todo ello procedente de las donaciones recibidas a lo largo de poco más de un siglo; el transcurrido desde que Fernando VII, aprovechando la restauración de la Orden por Pío VII, los trajo de nuevo a España.
Todo quedaba en manos de un patronato estatal presidido por el masón Gerardo Abad Conde, del Partido Radical de Lerroux; Grado 18, Tesorero, en 1925, de la logia Suevia n° 4 de la Gran Logia Regional del Noroeste de España a la que perteneció el abuelo de José Luis Rodríguez Zapatero, que también pertenece a la secta.
La pertenencia de José Luis Rodríguez Zapatero a la masonería cada vez parece más clara. Son muchas las fuentes que así lo apuntan. Ricardo de la Cierva, Alberto Bárcena, el Padre Manuel Guerra, entre otros, y sumando a esto el Expediente Royuela (de ser confirmado por la Justicia), vendría a ser muy claro que es masón. Veamos los testimonios de estos autores. Ricardo de la Cierva decía lo siguiente:
“José Luis Rodríguez, presidente del Gobierno de la nación española, es masón. El gran maestre adjunto de la Gran Logia, de lengua española en los Estados Unidos, Arturo Fortún, ha confirmado que Zapatero pertenece a la masonería y la institución tiene actualmente en gran estima «…su contribución a los cambios sociopolíticos que se han producido en España»”.
Don Alberto Bárcena, en entrevista concedida a “Actual”, dice lo siguiente:
“Actualmente, el porcentaje de masones en la política es altísimo y no se corresponde con un partido en concreto. Si descartamos a ERC, que siempre lo ha sido, hay que destacar las políticas de Zapatero, que son promasónicas. Hizo una política laicista casi dictada por la logia el Gran Oriente de Francia. Zapatero reconoce en su biografía autorizada (la de Suso de Toro) que lo único digno de adoración es el hombre. Eso revela una gnosis antropocéntrica, la masónica”.
Ante la pregunta directa que el periodista hace a Bárcena, ¿Zapatero es masón?, el historiador respondió lo siguiente:
“Él dijo que no. Su abuelo sí, y eso no significa que él lo fuera. Pero más allá de nombres hay que analizar las políticas que aplica cada uno. La de Zapatero era una ingeniería social anticristiana y masónica que hoy sigue en pie porque Rajoy la ha consolidado. Lo que inició Zapatero es hoy ley en muchas comunidades autónomas. No hay que olvidar que el recurso que presentó Rajoy contra el matrimonio homosexual años después no le impidió mantener vigente esa misma ley”.
El sacerdote Manuel Guerra, en su libro Masonería, religión y política (Editorial Sekotia), realiza una revisión sobre la masonería y sus implicaciones históricas en el ámbito de la religión y la política. Guerra cita a José Luis Rodríguez Zapatero y a su declarada “condición masónica”. Recuerda, además, las palabras que el expresidente del Gobierno pronunció en un mitin de la campaña electoral el 8 de febrero de 2004: “¡Más gimnasia, menos religión!”. En el famoso desayuno de oración con Obama también le enmendó la plana a Jesucristo cuando llevó a cabo una enmienda a la famosa frase evangélica “la verdad os hará libres” (que es la frase de Jesús que recoge el Evangelio de San Juan). Zapatero invierte la frase: “La libertad nos hace verdaderos” (eso de invertir es algo típico de la masonería), lo que equivale a decir que no hay una verdad, sino que cada individuo busca o fabrica su propia verdad.
El mismo Padre Guerra, en una entrevista para “El Plural” en 2012, dijo lo siguiente:
“¿Se puede afirmar que Zapatero y su proyecto de ingeniería social son la gran obra de la masonería?» Respuesta: «Es el gran artífice”. Ha hecho en España lo que en 1905 hizo en Francia la Ley de la Laicidad. O sea, laicismo. Jule Ferry suprimió por decreto más de 9.000 escuelas no estatales, católicas. Aquí ha sido más suave». ¿Y el Rey? «De Juan Carlos I no digo ni que sí ni que no, aunque la balanza terminó pasando por el aro en Londres”.
En la misma entrevista, el Padre Guerra, dijo lo siguiente sobre Mariano Rajoy:
“¿«En qué se basa?», le pregunta Losada a propósito de la masonería atribuida a Rajoy? La respuesta es la siguiente: «Me lo dijo un masón, me lo confirmó otro masón y me lo reconfirmó un exmasón. Entienda que no pueda dar nombres”.
¿Y qué decir de Pedro Sánchez? Pues solo argumentar que, en la exhumación del féretro de Franco, se llevó a cabo un ritual masónico de castigo, y Antonio Hernández Espinal (Sevilla, 1973), el jefe de estrategia de Pedro Sánchez en el PSOE, el hombre que preparó la campaña socialista para las elecciones andaluzas de 2022, habla de su pertenencia a la masonería como maestro masón.
La Masonería fue prohibida en España con la victoria de Franco, que era un gran conocedor de la misma y controlaba muy bien su forma de operar. Ese conocimiento, fue el que lo llevó a prohibirla. Durante la presidencia del masón José Luis Rodríguez Zapatero, se dio comienzo a una etapa de acoso y derribo contra el Valle de los Caídos, lugar donde se encontraba Franco enterrado (hasta su exhumación en octubre de 2019, promovida por el gobierno de Zapatero y llevada a cabo por el gobierno de Sánchez).
Lo sorprendente del caso es que, según relata Alberto Bárcena, durante la exhumación del cadáver de Franco, hubo un ritual masónico de castigo; siguiendo el rito Escocés Antiguo y Aceptado (en el grado 29 de este rito, el aspirante tiene que pisar un crucifijo con ambos pies), que responde a la necesidad de venganza sobre la persona de Franco, por considerarlo asesino de Hiram Abiff (según la masonería, el arquitecto del templo de Salomón, según la Biblia, un orfebre). Franco, no es sino “el asesino de ese conocimiento oculto que ellos transmiten y que emana del gran arquitecto del templo de Salomón”. Bárcena afirma, que esta información le ha llegado a través de un alto funcionario conocedor de lo que ocurrió.
Al empezar este artículo, el que escribe no tenía pensado surcar este derrotero de los acontecimientos de nuestra historia más reciente. Pero ya que se está, lo terminaremos, narrando lo que aconteció con la exhumación de los restos de Franco y expondremos de manera completa lo ocurrido en la ceremonia o Ritual de Castigo Masónico que llevaron a cabo miembros del actual gobierno socialista. Nos lo narra el mismo Bárcena:
“Unos días más tarde recibí informaciones, concordantes y complementarias, de personas de indiscutible credibilidad, que me parecieron sorprendentes, aunque no increíbles, ni mucho menos:
Hablaban de una ceremonia masónica celebrada dentro de la basílica el día de la profanación. Según las mismas, la propia carpa instalada sobre la tumba era preceptiva en tales casos. Realmente, otra finalidad no se le veía, dado que todo lo allí grabado lo fue bajo el control absoluto de la televisión estatal. Expuse los datos recibidos en un programa de Radio Ya, que Infovaticana publicó resumidamente, el 9 de noviembre de 2019; pero sin dejarse un nombre en el tintero:
«Alberto Bárcena, el historiador español especializado en masonería, ha comparecido en un programa de Radio Ya. El autor […] ha asegurado disponer de una información en la que se asegura que, durante la exhumación de Franco, se celebró un ritual masónico». Se siguió el rito Escocés Antiguo y Aceptado, que responde a la necesidad de venganza sobre la persona de Franco por considerarlo asesino de Hirán Abif», orfebre de Tiro que su soberano envió a Salomón para que colaborase en la construcción del templo; los masones le elevaron al rango de arquitecto de todo el conjunto, resultando asesinado por envidia de sus discípulos, según la leyenda masónica que le ha convertido en un personaje clave en la transmisión de su gnosis. «Franco, para la masonería, no es sino el asesino de “ese conocimiento oculto que ellos transmiten porque son gnósticos”. Ese “saber absoluto” que “se les ha transmitido desde Caín”».
El ritual requiere la participación de nueve personas. «O para ser más exactos, de ocho más uno, puesto que el noveno se incorpora una vez iniciado el rito. De los tres primeros, que son los más importantes, el número uno representa a Salomón, que viene a vengar la muerte de su arquitecto; el número dos es el inspector; y el número tres representa al jefe de los nueve elegidos para buscar al asesino de Hirán.
Bárcena desveló quienes fueron los participantes y de qué manera procedieron»:
– Ministra Dolores Delgado (1), notaria mayor del reino.
– Don Pedro Garrido Chamorro (2), director general de registros y notariado. – Don Félix Bolaños García (3), secretario general de la presidencia de Presidencia del Gobierno.
– Don Antonio J. Hidalgo López (4), subsecretario de la Presidencia, relaciones con las Cortes e Igualdad.
– Vidal Santos Yusta (5), médico forense.
– Tres técnicos que estaban allí presentes para ejecutar la exhumación de los restos mortales (6, 7 y 8). Don Miguel Ángel Oliver Fernández (9), secretario de Estado de comunicación (este no consta en el acta levantado por la ministra; es el “más uno” que se incorpora más adelante).
«Afirma el historiador —continuaba diciendo la misma publicación— que las tres máximas autoridades se situaron separadas en la explanada, y que en el momento clave no estuvieron juntas. Se aplicó el ritual grado noveno, que consiste en que los elegidos, para significarse, dan “nueve golpes, uno de ellos por separado (el que llega el último)”. Según Bárcena, “lo pudieron hacer perfectamente en la basílica o la explanada”.
Además, para realizar el rito se precisa, entre otras cosas, de una escalera de mano de doble hoja (símbolo del grado treinta), de la presencia de dos familiares y de ciertos símbolos de destrucción que rodean el ataúd». Una vez más se demostraría, si así ocurrió, que la nación española no lucha, o no solamente, contra la carne y la sangre, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas… Se comprende que detrás de todo combate entre españoles, o españoles y otros pueblos, las potencias de las tinieblas han intervenido cuanto les ha sido posible. No somos, por supuesto, un caso aislado, pero quizá en nuestro suelo, o detrás de nuestras banderas, esa guerra que no es contra la carne ha sido y sigue siendo más reconocible. No puede sorprendemos que lo que Sánchez ha calificado de consumación del “ciclo democrático” se haya convertido en profanación, acompañada de ceremonia masónica; una ceremonia de venganza que solo buscaría destruir, disgregar, demoler la obra del estadista al que con tanta violencia han arrancado del mayor monumento religioso de la España de su tiempo”.
Pedimos disculpas, por habernos salido de nuevo de la senda histórica que traíamos. No obstante, creemos que ha sido interesante que, al mencionar la condición masónica del abuelo de Zapatero, hayamos conectado con el nieto (que como vemos, también sigue la senda del abuelo) y el resto de la camarilla masónica que padecemos en la actualidad. Aunque parece que al nieto se le ha dado mejor que al abuelo. En el próximo capítulo, seguiremos relatando, los acontecimientos masónicos que llevaron a la Guerra Civil Española.
VER+:
CASO ROYUELA. LAS NOTAS,
ZAPATERO ES MASÓN Y LAS LOGIAS.
La justa defensa
En esta columna vamos a seguir avanzando en los acontecimientos que dieron lugar a la Guerra Civil Española. Empezaremos demostrando cómo la nueva Constitución Republicana (9 de diciembre de 1931) fue diseñada en las logias. Dice Juan Tusquets (sacerdote, pedagogo y publicista español y gran experto en masonería, Barcelona, 31 de marzo de 1901-ídem, 25 de octubre de 1998), en su libro Orígenes de la Revolución Española, del 6 de Febrero de 1932:
“Del 23 al 25 de mayo de 1931 permaneció reunida en Madrid la Asamblea General de la Gran Logia. Fruto de sus deliberaciones, fue una verdadera minuta de lo que debía ser la Constitución española. He aquí sus acuerdos:
Declaración de principios adoptados por LA GRAN LOGIA ESPAÑOLA (Miembro fundador de la Asociación Masónica Internacional) en su Asamblea celebrada en Madrid los días 23, 24, 25 mayo 1931.
El matrimonio civil con ley del divorcio y legitimación de los hijos naturales. La separación de la Iglesia del Estado, expulsión de las órdenes religiosas extranjeras (Jesuitas), y sometidas las nacionales a la Ley de Asociaciones. La abolición de la pena de muerte y de todas las perpetuas, estableciéndose como jurisdicción única la civil para todos los delitos; régimen penitenciario sobre la base de curación y reeducación del individuo. Servicio militar voluntario, limitada su actuación a la defensa del país en caso de agresión, hasta que el espíritu pacifista entre todas las naciones lo haga innecesario (pensaban y piensan, que cuando implanten el Nuevo Orden Mundial, el mundo será una maravilla. Con los que queden claro). La transmisión de la propiedad, limitada, en cuanto a la tierra a que quede en usufructo (un primer paso para acabar con la propiedad) en manos de los que la cultiven y en cuanto a la urbana, en usufructo a los que la habiten. Estado federal que, partiendo del individuo, representado por el municipio, ampliado a la región natural, llegue a la Federación de las mismas, formando grupos nacionales, internacionales e intercontinentales con plena soberanía para todos ellos en la esfera particular de cada una.
Requerimos a todos los hombres de buena voluntad para que colaboren a nuestra obra creando núcleos masónicos en sus respectivos puntos de residencia, pudiendo dirigirse, para recibir las instrucciones del caso a: Comisión de Propaganda de la Gran Logia Española, Mendizábal, 25, pral., Barcelona. NOTA. —Se ruega se haga circular este impreso, haciéndolo llegar a manos de personas afectas al ideal del Progreso de la Humanidad”.
No quepa ninguna duda a nadie que la Constitución de 1931 se fraguó en las logias masónicas, y más tarde fue aprobada por los diputados masones que, en gran mayoría, gobernaban la República. Dice Bárcenas:
“Los diputados católicos, al aprobarse la Constitución, se retiraron de las Cortes. Uno de ellos, perteneciente a la minoría vasco-navarra, y diputado por Guipúzcoa, lanzó entonces una advertencia sobre las consecuencias que la laminación de la Iglesia podría traer. Era Antonio Pildain y Zapiain, un sacerdote, catedrático de Teología Dogmática; sabía bien lo que decía cuando invocaba la doctrina de la Iglesia relativa al deber de sumisión a los poderes públicos: «Según la doctrina católica, ante una ley injusta cabían tres posiciones perfectamente lícitas: primera, la resistencia pasiva; segunda, la resistencia activa legal; y tercera, la resistencia activa a mano armada». Sus debates con los diputados socialistas Fernando de los Ríos y Julián Besteiro, fueron sonados. Pero la Doctrina le apoyaba: si bien la norma es el sometimiento al poder legítimo, incluso, en principio, a los «gobiernos de hecho», en aras del bien común, cabe la desobediencia, cuando se exige algo «que repugna al derecho natural o al derecho divino. Todas las cosas en las que la ley natural o la voluntad de Dios resultan violadas no pueden ser mandadas ni ejecutadas». En otra de sus encíclicas, el mismo pontífice, León XIII, había dicho: «Cuando no existe el derecho de mandar, o se manda algo contrario a la razón, a la ley eterna, a la autoridad de Dios, es justo entonces desobedecer a los hombres para obedecer a Dios. Cerrada así la puerta a la tiranía, no lo absorberá todo el Estado»
Quien suscribe remataría este extracto con la célebre frase de Lope de Vega: “Todo lo que manda el rey, pero va contra lo que Dios manda; no tiene valor de ley, ni es rey quien así se desmanda”.
Obsérvese que, en nuestros días, se está padeciendo algo que va en consonancia con la cita de Bárcena. Ya el aborto es algo que debiese de causar gran escándalo en nuestras sociedades. No obstante, cierto es que tan deleznable crimen, de momento no es algo obligatorio (en China si lo fue), aunque sí es obligatorio defender a quien no puede defenderse. También es verdad que están induciendo a muchas mujeres a llevarlo a cabo con mentiras y falacias, y que criminalizan a quien intente demostrar la realidad, en contra de sus engaños. Pero hay algo que está ya entrando en conflicto (como bien dice León XIII) con la virtud de acatar las normas. En muchos centros escolares se enseña a los niños a través de libros con imágenes sexuales de adolescentes masturbándose, parejas de lesbianas, gays y heterosexuales en posturas de sexo explícito…
Vivimos en plena perversión de menores. Y este fenómeno se está dando en multitud de países, no solo en España. Por ejemplo, un libro encontrado en escuelas de Florida es Gender Queer, que muestra, entre sus contenidos, dibujos de dos varones practicando la felación. También se deben recordar las palabras de María Isabel Celaá Diéguez, embajadora de España ante la Santa Sede (anteriormente ministra de Educación): “No podemos pensar de ninguna de las maneras que los hijos pertenecen a los padres”.
Veamos entonces, porqué el Alzamiento Nacional tuvo que hacer uso de este precepto doctrinal de la Justa Defensa, y cómo a Franco no le quedaron más opciones, para dar el “Golpe de Defensa” (recordemos que la Santa Sede lo condecoró en 1953 con La Suprema Orden de Cristo). El propio general Franco era un admirador de Juan Tusquets en cuanto a su labor de investigación sobre la masonería. Tusquets observó con preocupación la avanzada de la masonería que, a fines de la década de 1920, debilitó y destituyó al régimen que encabezaba Miguel Primo de Rivera. Consciente de que sus tareas evangelizadoras destinadas a niños y adolescentes que difundía semanalmente en la revista Formació Catequística serían completamente fútiles si la degeneración sociocultural seguía creciendo, el sacerdote se volcó hacia el campo de la investigación y denunció el contubernio judeo-masónico-comunista que estaba operando para esclavizar al pueblo español. Contribuyó a la popularización en España de Los protocolos de los sabios de Sión y elaboró listas de judíos y masones junto con su secretario. Los Protocolos han sido muy atacados a lo largo de la historia, pero no se puede negar que la realidad los confirma y algún que otro juicio, donde no se ha podido determinar su falsedad. El Barón de Santa Clara en su libro El Judaísmo dice lo siguiente:
“Mucho se ha discutido acerca de la autenticidad de los Protocolos de los Sabios de Sión, o Acuerdos del Congreso judío celebrado en Basilea en agosto del año 1897, depositados en el British Museum desde principios de siglo y cuya primera edición se imprimió en Rusia, por Nilo Sergius, en 1901. Los pensamientos contenidos en los Protocolos no difieren en lo substancial de las ideas propugnadas por el fundador de la Alianza Israelita Universal, Crémieux, por Baruch Levy en su carta a Karl Marx, por el conde Kalergi-Coudenhove, y por otras figuras semejantes. Mas los Protocolos expresan el plan judaico con plasticidad extraordinaria, y de ahí, que para nuestra labor vulgarizadora prefiera su texto a los mencionados”.
No está claro si la carta fue dirigida de Levy a Marx o de Marx a Levy. El Barón de Santa Clara lo expresa tal como está escrito en el párrafo anterior. Esta carta fue reproducida por la Revue de Paris el 1 de junio de 1928, pág. 574, así como en la obra Israel, son passé, son avenir, del historiador sueco H. de Vries de Heekelingen, edición francesa de 1937, pág. 104, y en varias publicaciones del profesor sueco Einar Aberg. La carta se expresa en los siguientes términos:
“El pueblo judío tomado colectivamente será su propio Mesías. Su reinado sobre el universo se obtendrá por la unificación de otras razas humanas, la supresión de fronteras y de monarquías, que son el fundamento del particularismo, y el establecimiento de una República Universal que reconocerá doquiera los derechos de los ciudadanos a los judíos.
En esta organización nueva de la Humanidad, los Hijos de Israel diseminados ahora por toda la superficie del globo, todos de la misma raza y de la misma formación tradicional sin formar por ello una nacionalidad distinta, devendrán sin oposición en el elemento doquiera dirigente, sobre todo si triunfan al imponer a las masas obreras la dirección estable de algunos entre ellos.
Los gobiernos de las naciones que formen la República Universal pasarán todos, sin esfuerzo, a manos israelitas, gracias al favor de la victoria del proletariado. La propiedad individual podrá entonces ser suprimida por los gobernantes de raza judaica que administrarán doquiera la fortuna pública.
Debo recordar a los lectores que no hay que pensar en todos los judíos cuando se menciona “judío”. Queremos decir "SIONISTAS".
Antes de comenzar a enumerar todos los desastres acaecidos, hay que recordar que ya se habían llevado a cabo las quemas de conventos en varias ciudades transcurridos poco más de veinte días tras instaurarse la republica. Ese sería el primer punto.
Como segundo punto, otra gran hecatombe producida por la Constitución Masónica, fue el caos en la educación. Una regresión evidente en la enseñanza de todos los niveles; sobre todo primarios y medios, porque la República no hizo prácticamente nada en el terreno de la Universidad. Otro tanto, a causa del mismo sectarismo, había ocurrido durante la Revolución Francesa, cuando sus jefes desmantelaron la Iglesia, condenando al analfabetismo a miles de niños; con plena conciencia de que tal desastre tardaría mucho tiempo en repararse. Los dirigentes de la II República lo hicieron del mismo modo. Pesó más el odio a la Iglesia que el bien del pueblo. No es casual tampoco que tanto en la Revolución Francesa, en la Unión Soviética, en México durante la represión de los católicos (Guerra Cristera), y durante nuestra Segunda República y Guerra Civil, se desatara el odio contra la Iglesia, y se tomaran medidas muy parecidas en todos esos escenarios.
La República estaba compuesta por muchas fuerzas distintas, y cada una quería imponer su propia revolución. La masonería, para imponer su nuevo orden (Ordo ab Chao es la principal divisa del grado 33º del Rito Escocés Antiguo y Aceptado; para algunos masones también es el lema del rito, se suele traducir por «Orden al Caos», aunque es más ajustado «Orden desde el Caos». No se trata de ordenar el Caos, sino que el orden viene del Caos), necesitaba aniquilar todo lo anterior. No solo consistía en un cambio de sistema de gobierno, se trataba de romper con la tradición, la cultura, la religión milenaria y las costumbres. La república no era una herramienta para gobernar, era el medio que querían utilizar para conseguir ese caos y, de la destrucción subyacente, instaurar el Nuevo Orden Masónico. En este caso en España, pero la intención a largo plazo, es hacerlo en todo el orbe. Nos cuenta Bárcena:
“Los meses del Gobierno provisional, por otra parte, fueron completamente revolucionarios; no ya solo por los ataques contra la Iglesia, sino también por el auge de la violencia en varios puntos de España: en mayo era una columna anarquista que, avanzando desde Asturias, trató de tomar San Sebastián, siendo detenida, entrando ya en la capital, por la Guardia Civil; en julio, coincidiendo con la apertura de las Cortes constituyentes, era la toma de Sevilla por los anarquistas, propiciada por el Gobernador civil, Montaner, que había consolidado a la CNT, y permitido la entrada de armas en la ciudad, con ese fin. El objetivo era establecer una “República Andaluza”, independiente anarquista; y la violencia usada contra la Guardia Civil —cuyos números eran cazados desde las azoteas en pleno centro— hizo necesaria la intervención del Ejército y declarar el estado de guerra.
«Durante los días 19, 20 y 21 fue en aumento la revuelta. El 20, murieron en la calle asesinados desde las terrazas, tres guardias civiles y cayeron cuatro obreros ante los disparos de la fuerza pública»; «Cuando el gobernador me llamaba al teléfono, y lo hacía innumerables veces al día, oía yo perfectamente los impactos de las balas que entraban por las ventanas en el despacho de Bastos [que vino a ocupar el cargo tras la espantada de Montaner], disparadas desde las terrazas de las casas cercanas al edificio del Gobierno Civil».
El balance final fue de 20 muertos e «innumerables heridos. Pero no siempre fueron los anarquistas quienes comprometieron la consolidación republicana en aquellos meses. Por entonces, en la serranía de Córdoba, se produjo la ocupación de cortijos. Los vecinos, capitaneados por sus alcaldes, ocupaban las fincas, llevándose cuanto de valor encontraban a su paso, para repartirlo a continuación en las casas consistoriales. Es decir, que aquellos saqueos estaban organizados y dirigidos por las autoridades municipales del nuevo régimen”.
Y esto solo acababa de empezar. Iremos viendo, en los capítulos siguientes, como fue imposible no dar el “Golpe de Defensa” o “Levantamiento”. Era eso o ser destruida la cultura española, gran parte de la población y la Nación. Franco lo único que hizo fue defendernos de la aniquilación cuando se agotaron todas las demás opciones.
VER+:
0 comments :
Publicar un comentario