EL Rincón de Yanka: LA ECLESIOLOGÍA EN EL DOCUMENTO DE APARECIDA (BRASIL)

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martes, 7 de octubre de 2008

LA ECLESIOLOGÍA EN EL DOCUMENTO DE APARECIDA (BRASIL)


(...)
Aparecida reconoce que ha faltado valentía para asegurar una Iglesia con rostro latinoamericano y caribeño (100d).
A lo largo del documento, todo lo que se dice del discípulo se puede afirmar de la Iglesia.

El encuentro con Jesucristo que hace discípulo. Una Iglesia que se coloca toda ella en actitud y en estado discipular y misionera. Es su identidad más profunda. Sin esto no hay plan pastoral, ni evangelización, ni Nueva evangelización (este dato impregna todo el documento).

Modelo de Iglesia: Discípula, Misionera y Comunional-eucarística (226):
La Iglesia es una comunidad de discípulos misioneros (349)
Cuatro ejes conducen el nuevo modelo:
1. Una profunda y fuerte experiencia personal de fe.
2. Vivencia comunitaria
3. Formación bíblico teológica
4. Compromiso misionero

Una profunda y fuerte experiencia personal de fe

Aquí es importante tener en cuenta los lugares eclesiales para el encuentro con el Señor que nos permiten hacer esa experiencia profunda: en la Sagrada Escritura (cf. DA 247-249);en la liturgia, especialmente la Eucaristía y el sacramento de la reconciliación (cf. DA 250-254);en la oración personal y comunitaria (cf. DA 255); en una comunidad viva en la fe y en el amor fraterno (cf. DA 256); en todos los discípulos que procuran hacer suya la vida de Jesús (cf. DA 256); en los pastores –obispos- que representan a Cristo mismo (cf. DA256); en los que dan testimonio de lucha por la justicia, por la paz y el bien común (cf. DA 256); en los acontecimientos de la vida de nuestros pueblos (cf. DA 256); en toda realidad humana, cuyos limites duelen y agobian (cf. DA 256); en los pobres, afligidos y enfermos (cf. DA 257), en la piedad popular (cf. DA 258- 265); en María (cf. DA 266-272); en los apóstoles y los santos (cf. DA 273-275); en los movimientos y nuevas comunidades (cf. DA 312).

Vivencia comunitaria: Comunional-agápica-Eucarística:
La esencia de la Iglesia, el signo por el cual está llamada a ser reconocida como seguidora de Cristo y servidora de la humanidad es su comunión en el amor (cf. DA 161, 159)
No hay discípulo sin comunión. Lo que equivale a decir que no hay Iglesia sin comunión (cf. DA 156). Lo comunitario es lo constitutivo del discípulo (cf. DA 156, 160, 164)
La comunión es misionera y la misión es para la comunión (cf. DA 163).
La Iglesia tiene que llegar a ser “casa acogedora, escuela permanente de comunión misionera” (cf. DA 370)

Lugares de la comunión:La diversidad de carismas, ministerios y servicios, abre el horizonte para el ejercicio cotidiano de la comunión (cf. DA 162).
La diócesis como lugar y primer ámbito de la comunión. Ella renovada en su vida y ardor misionero llega a ser casa y escuela de comunión, participación y solidaridad (cf. DA 169).

La parroquia es lugar privilegiado de comunión.
Casa y escuela de comunión.
Ella es red de comunidades (cf. DA 170)

Los obispos están llamados a hacer de la Iglesia Casa y escuela de
Comunión (V188)
CEBs: Célula inicial de estructuración eclesial (cf. DA 178).
La Iglesia se hace comunión desde la Eucaristía:
La comunión se nutre del pan de la palabra y del pan del Cuerpo de Cristo (cf. DA 158).

La Eucaristía es alimento substancial de los discípulos y misioneros (cf. DA 25).
Ella es fuente y culmen de la vida cristiana
, su expresión más perfecta y el alimento de la vida en comunión. En la Eucaristía, se nutren las nuevas relaciones evangélicas que surgen de ser hijos e hijas del Padre y hermanos y hermanas en Cristo. La Iglesia que la celebra es “casa y escuela de comunión”, donde los discípulos comparten la misma fe, esperanza y amor al servicio de la misión evangelizadora (cf. DA 158).

Siguiendo el ejemplo de la primera comunidad cristiana (cf. Hch 2, 46-47), la comunidad parroquial se reúne para partir el pan de la Palabra y de la Eucaristía y perseverar en la catequesis, en la vida sacramental y la práctica de la caridad. En la celebración eucarística, ella renueva su vida en Cristo. La Eucaristía, en la cual se fortalece la comunidad de los discípulos, es para la Parroquia una escuela de vida cristiana. En ella, juntamente con la adoración eucarística y con la práctica del sacramento de la reconciliación para acercarse dignamente a comulgar, se preparan sus miembros en orden a dar frutos permanentes de caridad, reconciliación y justicia (cf. DA 175.)

La Eucaristía, fuente y culmen de la vida cristiana, hace que nuestras parroquias sean siempre comunidades eucarísticas que viven sacramentalmente el encuentro con Cristo Salvador (cf. DA 175a).
La Eucaristía, signo de la unidad con todos, que prolonga y hace presente el misterio del Hijo de Dios hecho hombre (cf. Fil 2,6-8), nos plantea la exigencia de una evangelización integral (cf. DA 176).
Todas las comunidades y grupos eclesiales darán fruto en la medida en que la Eucaristía sea el centro de su vida (cf. DA 180).

“La Eucaristía es el lugar privilegiado del encuentro del discípulo con Jesucristo. Con este Sacramento, Jesús nos atrae hacia sí y nos hace entrar en su dinamismo hacia Dios y hacia el prójimo. Hay un estrecho vínculo entre las tres dimensiones de la vocación cristiana: creer, celebrar y vivir el misterio de Jesucristo, de tal modo que la existencia cristiana adquiera verdaderamente una forma eucarística. En cada Eucaristía, los cristianos celebran y asumen el misterio pascual, participando en él. Por tanto, los fieles deben vivir su fe en la centralidad del misterio pascual de Cristo a través de la Eucaristía, de modo que toda su vida sea cada vez más vida eucarística. La Eucaristía, fuente inagotable de la vocación cristiana es, al mismo tiempo, fuente inextinguible del impulso misionero. Allí, el Espíritu Santo fortalece la identidad del discípulo y despierta en él la decidida voluntad de anunciar con audacia a los demás lo que ha escuchado y vivido” (DA 251).

“¡Sólo de la Eucaristía brotará la civilización del amor que transformará Latinoamérica y El Caribe para que además de ser el Continente de la esperanza, sea también el Continente del amor!” (cf. DA 128, cf. DI 4).
“La Eucaristía es el centro vital del universo, capaz de saciar el hambre de vida y felicidad: “El que me coma vivirá por mí” (Jn 6, 57). En ese banquete, feliz participamos de la vida eterna” (DA 354).

Una Iglesia comunional supone hacer de la Iglesia casa de los pobres:

La Iglesia del Continente es casa de los pobres. Este es uno de los rasgos de la Iglesia de A. L (cf. DA 8, 391, 524).
Aparecida ratifica la opción por los pobres. Esta opción es uno de los rasgos que marca la fisonomía de la Iglesia de A. L. (cf. DA 391-398). Esta opción marca de manera decisiva la vida cristiana, el estilo eclesial y la programación pastoral (cf. DA 354).
La Iglesia de AL es compañera de camino de los pobres (cf. DA 396).
Defiende la dignidad humana (cf. DA 105, 384, 387-390).
Defiende los derechos de los débiles (cf. DA 112).
Como Iglesia, que asume la causa de los pobres, se alienta la participación de los indígenas y afroamericanos en la vida eclesial (cf. DA 94).

La comunión requiere la participación de todos los bautizados- discípulos:

La necesidad de una verdadera participación eclesial, exigencia de la misma comunión y misionariedad, reclama la tarea de trabajar, cada día más, por la recuperación del sacerdocio común de los fieles, hasta lograr que los laicos, -con especial atención las mujeres- en su rica diversidad carismática, lleguen a ser los protagonistas tanto de la renovación de la Iglesia como de la misión evangelizadora, con la clara conciencia de que gran parte de la responsabilidad del futuro de la Iglesia recae sobre ellos. Se trata de un protagonismo libre de todo clericalismo y que no reduzca su acción al ámbito intraeclesial.

La mayor participación eclesial de los laicos solicitará, a su vez:


renovar cualitativamente la presencia y acción de los ministros ordenados en la Iglesia (DA 186-208).
Instaurar, reconocer e instituir los ministerios conferidos a los fieles que la comunidad necesite, de acuerdo a la amplia gama de carismas personales (cf. DA 211).
Fomentar y animar la incursión del laico en la sociedad para que la transforme según el querer de Dios, con la clara conciencia de que este es su campo específico de realización cristiana (cf. DA 210, 403, 406a, 497a, 505, 508, 517h).
Reconocer y asumir la capacidad que tienen los laicos, hombre y mujer, de participar y colaborar en la planificación pastoral y en la toma de decisiones en la vida eclesial (cf. DA 371, 451-458).


Espiritualidad de la comunión:

La vivencia de la comunión eclesial requiere de una espiritualidad de la comunión (cf. DA 89, 181, 189, 203, 307, 309, 316, 368).
Formación Bíblico-teológica
Profundizar el conocimiento personal y comunitario de la Plabara de Dios y los contenidos de la fe.
Es interesante el itinerario formativo que traza Aparecida. El fondo del itinerario es formar en una espiritualidad de la acción misionera misionera que se expresa en todos los campos y dimensiones de la vida del discípulo (cf. DA 284-285).
Los elementos que Aparecida determina para la formación son: Un adecuado anuncio del keryma (cf. DA 279, 287-288), una seria y profunda iniciación cristiana (cf. DA 289-294), y una catequesis permanente (cf. DA 295-300).
Los criterios de la formación: 1. Atenta a las diversas dimensiones (humana y comunitaria; espiritual, intelectual; pastoral misionera) (cf. DA 280); 2. Respetuosa de los procesos (cf. DA 281); 3. Acompañamiento espiritual (cf. DA 282-283); 4. Para la acción misionera (cf. DA 284-285).
Aspectos del proceso formativo: Encuentro con Jesucristo; la conversión. El discipulado; la comunión; la misión (cf. DA 278).
Lugares de formación: La familia (cf. DA 302-303); las parroquias (cf. DA 304-306); las CEBs (cf. DA 307-310); los seminarios y las casas de formación de religiosos (cf. DA 314-327); los centros educativos católicos (cf. DA 331-345).

Compromiso misionero
Exigencias para que llegue a ser una “Iglesia en estado permanente de misión” (cf. DA 213):
“La Iglesia necesita una fuerte conmoción que le impida instalarse en la comodidad, en el estancamiento y en la tibieza, marginando a los pobres del Continente” (cf. DA 362).
Que cada comunidad cristiana se convierta en un poderoso centro de irradiación de vida en Cristo. Se desea un nuevo Pentecostés que nos libre de la fatiga, la desilusión, la acomodación al ambiente (cf. DA 362).
Que la misionariedad impregne a la Iglesia entera. Que impregne todas las estructuras eclesiales y todos los planes pastorales de diócesis, parroquias, comunidades religiosas, movimientos y de cualquier institución de la Iglesia. Toda comunidad debe entrar, con todas sus fuerzas, en los procesos constantes de renovación misionera, y abandonar las estructuras caducas que ya no favorezcan la transmisión de la fe (cf. DA 365).
Pasar de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera” (cf. DA 370).

Lugares de la misión: El mundo de la cultura (cf. DA 479-480); la comunicación social (cf. DA 485-490); los centros de decisión (cf. DA 491-500); la vida pública (cf. DA 501-508); la pastoral urbana (cf. DA 509-519); los indígenas y afromaericanos 8cf. DA 529-533); el cuidado del medio ambiente (cf. DA 470-475).