MAR DE LA PLENITUD

Me aferré a ti, Mar de la Plenitud y a esa inexplicable exactitud que posees de trazar horizontes incandescentes con tu lápiz de punta fina. Dirigí la mirada al azul de tu inmensidad donde pernocta el silencio que en su madurez acoges, y las olas y tormentas que lo desvelan no son más que rebeldes adolescentes todavía buscando abrazar la roca que tu mano les brinda, tratando de robar, al menos, con tu amor, un solo amanecer a la noche fría en la que viven y convertirlo en un sereno despertar de primavera.

Me quedaré aquí, contigo, Creador de instantes, para cambiar, en la incertidumbre de la noche, la arena de mi playa por la arcilla de tus manos, Aquí, mi Dios, donde no hay descanso ni tregua para el umbral de mis ojos, Privilegiados, que, ni siquiera parpadean para no perder un instante de tu belleza, Aquí, vencido por la voz de tu silencio habitado, despertando a la luz de tus heridas, que son también las mías, y que tu ya cerraste para siempre, con la sal de tus manos, en este mar de paz, en este mar eterno.

Jose Ignacio