LA GUILLOTINA, «FÁBRICA» DE MÁRTIRES
El 27 de mayo de 1792, hace 225 años, fue ejecutada la primera persona mediante el procedimiento de la guillotina, emblema por excelencia del periodo del Terror durante la Revolución Francesa. Por ese medio perdieron la vida miles de mártires, entre ellos las carmelitas del monasterio de Compiègne, como recoge la escena final de Diálogo de carmelitas (1960), película dirigida por Philippe Agostini y Raymond Leopold Bruckberger e interpretada por Jeanne Moreau y Alida Valli. Se basó en el drama del mismo título de Georges Bernanos, inspirado a su vez en la obra de teatro "La última del cadalso" de Gertrud von Le Fort.
En medio del torbellino de la Revolución Francesa, las carmelitas de Compiègne son llevadas al patíbulo. Una a una, alternando con las estrofas del «Veni Creator», caen sus cabezas bajo la guillotina y cuando parece que el canto se va a extinguir inconcluso, irrumpe de la muchedumbre la figura débil de Blanca de la Force, joven carmelita que, afirmada en extraño poder, avanza voluntariamente al patíbulo. Mientras tanto, Sor María de la Encarnación, la religiosa que precisamente más deseó el martirio, se ve privada de él y sobrevive a la tragedia. Gertrud von Le Fort revive en esta novela la agonía de las carmelitas de Compiègne, en plena Revolución, con una admirable fidelidad histórica y un sugestivo encanto extraordinario.
Mártires de Compiègne -
Dialogo de Carmelitas (1960)
UNA OBRA DE ARTE
Mientras a través de las escuelas, universidades -incluidas las católicas-, medios de comunicación y mundo editorial se viene desde hace 230 años mintiendo para la gente con propaganda edulcorada acerca de las maravillas de la Revolución Francesa, películas como ésta, una rareza, muestran el verdadero significado de las palabras "liberdad", "igualdad" y "fraternidad" para la madre de las revoluciones, cuyo principal objetivo era destruir el orden occidental cristiano e instaurar la cultura de persecución y muerte. "Diálogos de Carmelitas" es imprescindible para católicos y no católicos que buscan la verdad.
La Revolución AntiCRISTIANA
Sugestivo drama francés que tiene muchos alicientes, como la valentía de atacar la mitificada Revolución Francesa desde una producción gala, arremete contra su fanatismo que tras su slogan de ‘Liberté, Égalité, Fraternité’, quedaban en palabras vacías y demagógicas, la Libertad de credo y fe parece que no eran posible en esta Utopía que derivó en los Años del Terror (diecisiete mil fueron guillotinados durante este aciago tiempo, amén de innumerables ejecutados sin juicio, murieron en prisión o linchados por 'los ciudadanos'), pues como ha pasado en la Historia, tras un régimen tiránico, las supuestas revoluciones para ir a mejor solo traen un régimen peor, ejemplo es la Revolución Rusa.
Este es un film basado en hechos históricos se basa en la obra de Georges Bernanos, a su vez adaptada libremente de la novela "Die Letzte am Schafott" (“La última del cadalso”) de Gertrud von Le Fort. Es la historia de las Mártires de Compiègne, monjas carmelitas que fueron guillotinadas en la plaza del Trône-Renversé (hoy, de la Nación), de París, el 17-VII-1794 en los últimos días del Reino del Terror durante la Revolución Francesa, después de negarse a renunciar a su vocación (resultado del proceso conocido como 'descristianización'). Co-dirigida y co-guionizada (el texto no es fiel a las estilizadas palabras de Bernanos) por el tándem por Philippe Agostini y Raymond L. Bruckberger (en los únicos créditos de directores de ambos), aunque las funciones de este último son un tanto difusas (más bien fue un acto de altruismo por parte del primero), pues parece fue ‘únicamente’ asesor religioso de Agostini en méritos de su condición de monje dominico.
Un ataque profundo contra los fanatismos, contra la intolerancia al diferente, contra la pena de muerte, contra la corrupción moral, contra los despotismos, una oda a la libertad, a la integridad, a la nobleza de carácter. Todo ello narrado con frugalidad de medios, haciendo de la necesidad virtud por el modo en que se crea en gran parte del metraje sensación claustrofóbica, dando realismo al sobrio trabajo del diseñador de producción Maurice Colasson en ambientación (con el escenario principal de la Abbaye de Royaumont-Val d'Oise-France) con pocos medios (apoyado por una trémula música compuesta por el pianista Jean Françaix, con profusión de cuerdas, metal y sonidos orquestales, sumándose en el final el electrizante sacral “Veni Creator”), confrontando la asfixia delos intreriores del convento con las escasas visiones del exterior diáfano e inmenso, donde los silencios expresan sentimientos, con gran manejo de las elipsis y del fuera de campo, con excelente uso del simbolismo, todo para desembocar en un estremecedor rush final, maravillosamente escenificado, de los que cala en el alma. Film que estimulará a los católicos y será más que interesante para los amantes de las libertades, donde la cinta intenta hacer un enfrentamiento entre la Fe y la Ley, cuando (para mí) lo crucial es la Libertad. Pero donde también se pueden ver paralelismos entre el radicalismo de la Revolución y el de las Monjas Carmelitas.
La acción dramática tiene lugar en Compiégne y París, entre mayo de 1789 (unos dos meses antes de la toma de la Bastilla) y el 17-VII-1794 (10 días antes de que fuera guillotinado M. Robespierre y con ello finalizara en el país el “Reinado del terror” impuesto por los jacobinos). María Genoveva Meunier (buena Anne Doat) y Blanca La Force (buena Pascale Audret) son dos muchachas jóvenes, postulantes del convento de clausura de las carmelitas de Compiègne, que han sido admitidas como novicias. La primera escena del film recoge la ceremonia de incorporación de las dos jóvenes al noviciado y el cambio de nombre de las mismas. En el convento se relacionan, sobre todo, con la priora (Madeleine Renaud), María de la Encarnación (Jeanne Moreau), Teresa de San Agustín (Alida Valli) y el capellán (buen Georges Wilson). Son testigos de las reiteradas visitas del Comisario del pueblo (sibilinamente bueno Pierre Brasseur) al convento.
Durante los difíciles años de la Revolución Francesa, la joven noble Bianca, siguiendo el consejo de su padre, el Marqués de la Force, decidió entrar en el convento de clausura de las Carmelitas de Compiègne. La necesidad de encontrar un refugio seguro va acompañada de una cierta vocación religiosa, pero, a pesar de ello, Bianca tiene miedo de afrontar los sacrificios y el sufrimiento y tiene miedo de no estar a la altura de su elección. Pronto las autoridades revolucionarias y el pueblo comenzarán a molestar a las religiosas, acusadas de reaccionarias, enemigas de la patria, que se apropian de las riquezas y brindan hospitalidad a los prófugos. Obligadas a abandonar el convento, las monjas juran estar dispuestas a sacrificar sus vidas para que la religión católica pueda sobrevivir en Francia.
La secuencia de apertura nos coloca como voyeures penetrando en esta ‘fortaleza’ de clausura de las Carmelitas, donde los civiles solo pueden hablar con las monjas a través de una reja (cual prisión auto-impuesta). Al inicio asistimos a lo que parece una ceremonia de boda en la Iglesia, pero en realidad la unión es de las novicias con ‘Dios’, o sea con este modo de vida ascético. A partir de aquí asistimos a la vida ordinaria en esta abadía, los roces y dudas de las novicias (ese impacto de una monja al entrar en su habitación y ver una calavera sobre la mesa). En esta parte la película resulta demasiado densa, espesa, plomiza. El impulso viene con el advenimiento en el exterior de la Revolución (a cuasi-medio metraje), y como esta sin pretenderlo penetra en los fríos y gruesos muros del claustro. Donde las Carmelitas no pueden ser imparciales o mantenerse al margen, toman partido por su Fe, para defenderla a fuego, sus convicciones frente a las presiones son rígidas e inflexibles, donde el revolucionario comisario llega a comparar la Abadía con la Bastilla, y por tanto es un lugar a derribar y mancillar...
... Es a partir de aquí que la intensidad cobra vida, donde el idealismo de unos y otros chocan. Llamando la atención el manejo del humor sutil con el que se gotea la película, ejemplo es cuando unas monjas en el jardín y oyen jaleo en el exterior y se asoman, viendo una tropa desfilar entonando ‘La Marsellesa’, una de ellas al oírla, comenta que debe ser un himno nuevo que nunca ha escuchado, la otra le responde que es terrible (la letra es cuasi-gore), a lo que la otra le replica que sí, pero que es maravilloso (y es que la melodía es enardecedora), y no saben que este canto las arrollará.
Esto sustentado por formidables actuaciones de la pareja femenina protagonista con la italiana Alida Valli y la gala Jeanne Moreau un duelo interpretativo donde el que gana es el espectador, todo ello con tremenda contención y sutilidad, cargado de matices austeros.
Todo ello se irá desarrollando en un carrusel de desencuentros entre las Carmelitas y las autoridades que dará con ellas en un juicio (que me resulta demasiado apresurado, pues en realidad nunca oímos a la defensa). Y con ello llegamos a su desgarrador final, todo un alarde de elegancia y sentimientos a flor de piel.
En el lado de las taras, además de las ya mencionadas, está lo regular que está metida la Revolución, no hay elementos que nos hagan comprender lo que está ocurriendo en el exterior, por lo que hay que venir aprendido para ver la cinta, y esto resta, la capacidad didáctica de los acontecimientos es débil; También queda muy en el fondo del marco el pueblo, visto cual nebulosa, sin aparente voz ni voto en los torbellino de acontecimientos, enfocada como una masa pétrea maleable.
La escena final con las Carmelitas siendo llevadas a la guillotina es apabullante, como lo toman con serenidad y resignación tranquila su nefasto destino las monjas, ello al son del sacral canto “La Veni Creator” recorren las calles en caro por París. Ya en la plaza de la ejecución la superiora Bianca de la Force las bendice una a una mientras suben el patíbulo, y mientras cada una sube a su muerte, la cuchilla queda fuera de plano (ni siquiera oímos su sonido descendiendo), que nunca vemos, aquí lo importante son las monjas y su valentía, un desfile cuasi-litúrgico, ello con la mirada doliente de María de la Encarnación, deseosa de martirizarse en solidaridad con ellas pero convencida de que debe ser la que continúe el legado de las Carmelitas.
Bernanos escribe la obra de teatro en Túnez, cuando la enfermedad le enfrenta a la muerte. La escribe en forma de guión cinematográfico, pero finalmente opta por el formato teatral. Tras su muerte (1948), el manuscrito íntegro se encuentra entre sus papeles y poco después (1949) es publicado por los herederos. Se inspira libremente en la novela breve de Gertrude von Le Fort, a la que añade un fuerte componente trágico, acorde con su concepción de la vida y la religión y su situación personal. Es su último trabajo literario importante y en él deja constancia de sus posiciones sobre algunas cuestiones que no han perdido actualidad (libertad, tiranía, manipulación de los ciudadanos, uso del terror, etc.).
Francis Poulenc escribió una ópera, que se estrenó en 1957, usando las mismas palabras de Bernanos (pero no todas). La ópera de Poulenc es una de las más importantes del siglo XX y es una embriagadora mezcla de religión austera y música sensual. La ópera trata principalmente sobre el miedo: el miedo de una joven, Blanche, que se alista como novata en Carmélite para encontrar un refugio de la angustia paralizante, justo cuando las órdenes religiosas se ven amenazadas durante la Revolución Francesa.
Buen film, que deja un fresco diferente de lo que fue la tan alabada Revolución Francesa. Fuerza y honor!!!
«Liberté, Égalité, Fraternité...
ou la Mort».
En esta sociedad post-revolucionaria, que encumbra el Reinado del Terror y la guillotina y que entroniza a la diosa razón. En esta sociedad que se escandaliza por las atrocidades del nazismo y el comunismo, pero que tolera y defiende las atrocidades de la Revolución, el genocidio de La Vendée, de Lyon y de Nantes; el asesinato de la Casa Real y la matanza de septiembre. En esta sociedad heredera de la Ilustración. En esta sociedad enferma, sólo que exista esta película es una rareza.
La película es sobresaliente, de una finura y una fotografía excelentes, con un blanco y negro que contrasta con el blanco y negro del hábito monacal. El diálogo -como demanda el título de la película- es docto y de un mimo literario, y transmite perfectamente la vivencia de sus personajes.
Es una cinta histórica, sí, pero también es una cinta católica. Es una película sobre la vida consagrada, que se es en Cristo hasta las últimas consecuencias. Es una película sobre la muerte, una muerte que como la Parcae se acerca y acecha conforme la Revolución avanza, algunas protagonistas la temen por su juventud, otras por su debilidad humana; pero todas la enfrentan con gallardía. Es una película sobre la obediencia, obediencia a la autoridad real, a la Madre Superiora, a la Voluntad de Dios; que se contrapone a la voluntad revolucionaria, la autoridad del terror y del Estado que se rebela a la verdadera autoridad: de la Iglesia, del Rey, de Dios. Es una película sobre la virtud, la virtud monástica y heroica, cristiana y evangélica, una glorificación de la Santa Regla de San Benito, una postración a la doctrina de Santa Teresa de Ávila. Una obra de arte.
La película se inspira en la historia real de las 16 monjas carmelitas de Compiègne (conocidas como las «Mártires de Compiègne»), que fueron arrestadas en junio de 1794 por alta traición. ¿Su crimen? Rechazar la Constitución Civil del Clero del gobierno revolucionario, que les mandaba secularizarse, exclaustrarse y suprimir el monasterio. Fueron encarceladas en Cambrai junto con otra comunidad de monjas benedictinas inglesas. Finalmente fueron trasladadas a París, donde fueron guillotinadas en la plaza del Trône-Renversé, el 17 de julio de 1794.
El cardenal arzobispo de París inició el proceso de su beatificación el 23 de febrero de 1896. El 16 de diciembre de 1902 fueron declaradas venerables por Su Santidad León XIII, y finalmente beatificadas el 27 de mayo de 1905 por Su Santidad San Pío X. El 3 de marzo de 2022 el Santo Padre Papa Francisco las declaró santas por equivalencia. Nunca olvidemos sus nombres, ni su gesta heroica y mártir, tesoro de la Iglesia francesa y universal.
- Sœur Constance de Jésus (29 años, novice)
- Sœur Saint Louis (42 años, sous-prieure)
- Sœur Euphrasie de l’Immaculée Conception (58 años, choriste)
- Sœur Julie-Louise de Jésus (53 años, choriste)
- Sœur Sainte Marthe (51 años, converse)
- Sœur de Jésus Crucifié (78 años, choriste jubilaire)
- Sœur Marie du Saint Esprit (52 años, sœur converse)
- Sœur Saint François-Xavier (33 años, sœur converse)
- Sœur Thérèse de Saint Ignace (51 años, choriste)
- Sœur Charlotte de la Résurrection (78 años, choriste jubilaire)
- Sœur Thérèse du Cœur de Marie (52 años, choriste)
- Sœur Catherine (52 años, tourière)
- Sœur Thérèse (49 años, tourière)
- Mère Henriette de Jésus (49 años, maîtresse des novices)
- Sœur Marie-Henriette de la Providence (34 años, choriste)
- Mère Thérèse de Saint-Augustin (41 años, prieure)
Francisco de Javier
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