EL Rincón de Yanka: LALIBELA: CAMINO DE PEREGRINACIÓN

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viernes, 5 de septiembre de 2014

LALIBELA: CAMINO DE PEREGRINACIÓN





Los dos milagros de Lalibela
Secretas durante siglos, 
las iglesias de la montaña etíope son una aparición



Lalibela es una ciudad monástica del norte de Etiopía, la segunda ciudad santa del país, después de Aksum; es un importante centro de peregrinación. Su población pertenece casi en su totalidad a la Iglesia ortodoxa etíope.

Lalibela, antiguamente llamada Roha, fue la capital de la dinastía Zagüe. Recibió su nombre actual del rey Gebra Maskal Lalibela (1172-1212), canonizado por la Iglesia etíope, que quiso construir en la ciudad una nueva Jerusalén en respuesta a la conquista de Tierra Santa por los musulmanes. Muchos de sus edificios históricos tomaron su nombre de edificios en aquella ciudad.

La ciudad alberga las famosas iglesias talladas en la roca de Lalibela, construidas durante el reinado de Gebra Maskal Lalibela y declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1978. La más emblemática es la de Beta Girorgios (La casa de San Jorge) con planta de cruz griega y quince metros de altura, tallada íntegramente en la roca.

Cerca de las iglesias se encuentran el monasterio de Ashetan Maryam y la iglesia de Yemrehana Krestos, del siglo XI, construida al estilo axumita, albergada en una cueva.

Lalibela es un milagro

Un pueblo perdido en las tierras altas al norte de Etiopía alberga uno de los conjuntos arquitectónicos más cautivadores del mundo: una docena de iglesias talladas en roca viva en bloques únicos bajo el nivel del terreno. Pero lo asombroso no es eso, a pesar de que cuesta imaginarse a los artistas del antiguo imperio de Aksum, allá por el siglo VII, cincelando toneladas de piedra volcánica hasta lograr que brotaran monolíticas catedrales en profundas zanjas. Lo verdaderamente milagroso es que Lalibela ha permanecido incomunicada hasta hace una década. Lo fascinante es que sus templos siguen en activo como el primer día, acogiendo inmutables los ritos, plegarias y salmodias tal y como se desarrollaban en la época de Lalibela que, aclarémoslo, no es un lepidóptero ni una hierba aromática sino el nombre de un rey que se llevó injustamente la gloria, ya que el complejo estaba prácticamente terminado cuando subió al poder en el siglo XII.

Construidas por Dios

Ninguna es igual a otra y entre todas componen un excepcional catálogo de estilos. Están talladas en bloques únicos, sin ladrillos, madera ni argamasa. "Construidas por Dios", aclara uno de los sacerdotes para ahuyentar cualquier tentación de pregunta técnica del visitante. Las más conocidas son Biet Medhani Alem (Salvador del Mundo), la iglesia monolítica más grande del mundo y cuyos muros rosáceos se estiran desde un foso de 12 metros, y Biet Ghiorgis (San Jorge), un soberbio bloque en forma de cruz, muy reconocible desde el aire.

Santuarios en activo como son, en sus lóbregos interiores se desarrollan vistosas ceremonias celebradas en un idioma ininteligible incluso para los feligreses, el ge'ez, la lengua litúrgica oficial, el milenario idioma del imperio de Aksum. La vida en Lalibela no ha cambiado en siglos. La gente sigue yendo a misa cada día envuelta en túnicas y turbantes de algodón blanco para cantar, rezar y practicar un singular aerobic místico.

Desde las paredes de roca, decoradas con rotunda sencillez, miran con ojos desorbitados las decenas de santos, ángeles y vírgenes de piel tostada y expresión ingenua pintados por artistas antiguos. Una moqueta trata de disimular inútilmente la irregularidad troglodita del suelo. Andar se convierte en algo aún más complejo cuando, además de los baches, hay que tratar de esquivar a las escuetas figuras de los devotos que pasan las horas muertas tumbados en cualquier parte de ese ambiente de reconcentrada espiritualidad.

Pero curiosamente la presencia del turista y sus torpes pasos (descalzos, eso sí) no importunan. Y eso sorprende hoy tanto como en 1881. Aquel año, el tercer visitante de Lalibela del que se tiene noticias, el alemán Gehrard Rohlfs, escribía: "La tolerancia de aquellos sacerdotes era tan grande que mi sirviente musulmán y traductor pudo ir a todas partes con nosotros". El cristianismo llegó a Etiopía en el siglo IV y hoy sobrevive en su forma ortodoxa. El 60% de la población lo profesa, y como ocurría en 1881, en plena tolerancia con el islam del 30%. Y ese es el otro milagro.