Deslealtad institucional
Abro el escrito en un instante de Antonio M. y leo: “pedimos medio kilo de boquerones, y preguntamos, ¿cuánto es? Se me ocurre que una forma de activismo modesta y necesaria puede ser llevar esa pregunta a cualquier bien público que nos ofrezcan o que reclamemos, o que veamos que se destroza o se malbarata”.
Y me parece una buena idea: ¿Cuánto nos cuesta el Estado de partidos? Los partidos que se nutren de nuestros impuestos, ¿cuánto nos cuestan sus privilegios y sus espectáculos de supuestas elecciones?
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Pero sigue diciendo Antonio M. “Este es un tiempo muy difícil, pero va a ser más difícil todavía. ¿Es preferible dejar sin cubrir bajas escolares durante varios meses en un colegio público o prescindir de un carnaval subvencionado? ¿Por qué no dejamos que las iglesias, los partidos, los sindicatos, las organizaciones empresariales, las cofradías, las peñas, las sostengan sus socios o sus fieles, en vez de los impuestos de todos? El que algo quiere algo le cuesta. ¿Mantenemos un conservatorio digno o invertimos en uno de esos que llaman "edificios emblemáticos"? Porque para todo no hay dinero. Y va a haber mucho menos, y hará falta un empeño obstinado de activismo cívico para no permitir que el sacrificio tengan solo que hacerlo los trabajadores y los débiles.” Y me parece también que es una muy buena idea para que se grite en la Plaza del Sol: ¿Cuánto nos cuesta las elecciones de esos pseudopolíticos que dicen que representan a sus votantes pero que cumplirán como policías la “disciplina de partido”? ¡Esta pregunta debe ser hecha por los jóvenes de todas las edades reunidos en las plazas españolas!
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Quitarse la venda de los ojos, acceder al mundo de la inteligencia política de la democracia, salir de la caverna de la partidocracia: "¿Se mantiene abierta una biblioteca municipal o se organiza un concierto gratuito de María del Monte?" Porque todo ya no podrá costearse, y habrá que elegir no sólo entre lo imprescindible y lo inncesario, sino entre lo más valioso y lo un poco menos importante. No sólo estamos ya en una época en la que cualquier dispendio es delictivo: es que tenemos sin pagar los dispendios del pasado. Hasta los votantes que celebraban el triunfo de candidatos encausados por corrupción tendrán que abrir los ojos, que hacer números, que pedir cuentas. ¿Cuánto nos cuesta no tener división de poderes? ¿Cuánto nos cuesta pagarles a unos políticos que representan exclusivamente a sus jefes de partido? ¿Cuánto nos cuesta el estado de partidos?
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