EL Rincón de Yanka: LAS NUEVE COLUMNAS O VIRTUDES DEL SER PERSONA DE BIEN: LA LEALTAD

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miércoles, 5 de diciembre de 2012

LAS NUEVE COLUMNAS O VIRTUDES DEL SER PERSONA DE BIEN: LA LEALTAD




Lealtad. (De leal). f. Cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad y las del honor y hombría de bien. 2. Amor o gratitud que muestran al hombre algunos animales, como el perro y el caballo. 3. Legalidad, verdad, realidad.  — Diccionario de la Real Academia Española




"Ser leal a sí mismo es el único modo de llegar
a ser leal a los demás".
Vicente Aleixandre

 
"Dónde hay honor, la lealtad es siempre sagrada".
Publilio Siro


La lealtad de los perros no nos sorprendería tanto
si la de los hombres fuese más frecuente.
Sigmund Graf


"La lealtad constituye el más sagrado bien
del corazón humano".
Lucio Anneo Séneca
 


 
La lealtad es el lazo invisible pero indestructible que une entre si a las personas de honor comprometidas con la verdad.
En general, es frecuente que se suponga que la lealtad es una fidelidad que el jerárquicamente inferior le debe a sus superiores. De hecho, puede ser eso también; pero de ningún modo es solamente eso. La lealtad no es sólo un compromiso de los dirigidos; también es un deber de los dirigentes. Obliga al conducido a cumplir fielmente las directivas del conductor pero, exactamente por el mismo principio, obliga al conductor a compartir el destino de las personas a las que conduce haciéndose personalmente responsable por las decisiones que ha tomado y por las directivas que ha hecho cumplir.
Así, también la lealtad es una avenida de doble mano. Es muy cierto que el jefe, el patrón, el gerente, el superior responsable en suma, puede y debe exigir lealtad de parte de sus subordinados, empleados, o colaboradores. Pero no menos cierto es que sólo puede y debe hacerlo si él también sabe ser leal con quienes conduce y frente a quienes tiene asumida la responsabilidad de dirigir.
Por otra parte, la lealtad es también la hermana mayor de la fidelidad. En términos muy amplios, la fidelidad es una práctica constante de la lealtad. Decimos de una persona que es fiel cuando es constantemente leal; cuando ha llegado a hacer de la lealtad todo un estilo de vida. La diferencia reside en que la lealtad es una actitud que nace del sentido del honor mientras que la fidelidad es un comportamiento acorde con dicha actitud. En otras palabras: la lealtad es un imperativo ético; la fidelidad es el valor moral correspondiente. Una persona de honor es leal por principio y fiel a sus responsabilidades morales asumidas por deber.
La otra gran diferencia es que, mientras la lealtad es un lazo y un compromiso entre personas, la fidelidad es un vínculo que puede establecerse entre personas pero también puede darse entre una persona y una idea, una religión, un código moral, una promesa dada, así como con instituciones; por ejemplo, la nación, el Estado, la comunidad. Por eso, quienes viven de acuerdo a los preceptos de una Iglesia se llaman los “fieles” de esa Iglesia y constituyen su “feligresía”. Y por eso también, de una persona que se mantiene firme en sus códigos, se dice que es “fiel” a sus convicciones.
En el ámbito de una familia, la fidelidad implica sostener y mantener las promesas dadas al fundarla. Muchas personas creen que esto se limita a restringir la sexualidad a las dos personas que han contraído matrimonio.
 
Pasando a otro tema y en otro orden de cosas, con todo lo que llevamos dicho no es muy difícil ver que la lealtad es el fundamento más sólido de eso que, genéricamente hablando, llamamos confianza. Si bien pueden haber – y de hecho hay – varios otros factores que también generan confianza, probablemente la lealtad es el sustrato básico sobre el que todos ellos descansan de algún modo u otro.
 
Parafraseando a Arndt, lo que el honor, la verdad y la lealtad no amparan, no lo protegerá tampoco ninguna ley, ni ningún contrato.

 
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