EL Rincón de Yanka: SILENCIO

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jueves, 11 de septiembre de 2025

LIBRO "LA CORTINA DE HUMO": 🔎🔍 LAS EXPLOSIVAS INVESTIGACIONES DE LOS DETECTIVES PRIBÁÑEZ Y TAMARIT SOBRE LA IMPUNE CORRUPCIÓN EN ESPAÑA


LA CORTINA
DE HUMO

LAS EXPLOSIVAS INVESTIGACIONES
DE LOS DETECTIVES PERIBÁÑEZ Y TAMARIT
(DESVINCULADOS DE MÉTODO 3) 
SOBRE LA IMPUNE CORRUPCIÓN EN ESPAÑA

 
LA INTERESADA FILTRACIÓN A LOS MEDIOS DE LA GRABACIÓN DE LA CAMARGA, NOVEDADES EN EL CASO GÜRTEL, EL EXPOLIO A LA CAJA DEL F.C. BARCELONA, LA INFAME ESTAFA A LA FUNDACIÓN MADELEIN, MCcann, JORDI PUJOL FERRUSOLA, LOS HERMANOS PUIG, LOS MORTADELOS, ESPIONAJE EN LA COMUNIDAD DE MADRID, PACTOS DE SILENCIO, AUGE Y CAÍDA DE MÉTODO 3


En estas páginas los detectives Julián Peribáñez y Antonio Tamarit hacen públicas por primera vez, las investigaciones que se vieron obligados a hacer tras ser acusados injustamente de delitos que no cometieron. Ambos trabajaban en Método 3, la agencia de detectives conocida por estar detrás del espionaje político más importante de los últimos años en Cataluña, el popularmente llamado «caso de La Camarga».
La cortina de humo no sólo desvela la verdad sobre los motivos por los que los medios de comunicación tuvieron acceso a esta información y publicaron la noticia; también explica quienes fueron los responsables y, lo más importante, por qué lo hicieron. El lector también conocerá todo lo que se esconde detrás de esta agencia que ha gozado durante años de la máxima confianza de Convergència Democràtica de Catalunya, así como de otros partidos políticos catalanes y españoles.
La cortina de humo es un recopilatorio de casos y personas que han estado, están y/o estarán próximamente en el ojo del huracán. Nada debe precipitarse en el olvido. 
Presunción de inocencia… para los inocentes, y que se entienda el fondo de lo que deseamos transmitir: 
la justicia tiene la obligación de actuar sin miramientos contra todos aquellos que han faltado al respeto de sus conciudadanos, contra todos los que se han burlado descaradamente de la población que sufre por mantenerse a flote.
"Las investigaciones de los detectives Peribáñez y Tamarit (desvinculados de Metodo 3) desvelan todo lo que se esconde detrás de los grandes casos de corrupción en España y a sus personajes, algunos de los cuales próximamente estarán en manos de la Justicia. La interesada filtración a los medios de la grabación de La Camarga, nuevas revelaciones sobre el caso Gürtel, el expolio a las arcas del F.C, Barcelona, la infame estafa a la Fundación Madeleine McCann, Jordi Pujol Ferrusola, los hermanos Puig, los Mortadelos, espionaje en la Comunidad de Madrid, pactos de silencio..."

PRÓLOGO DEL EDITOR

El índice de corrupción que se registra en España alcanza cotas inauditas. Los procesos penales se instruyen con lentitud desesperante. Las penas para quienes cometen este tipo de delitos irritan por su baja intensidad; eso si se imponen, ya que no sucede siempre porque las togas de oro contratadas por corruptores y corrompidos consiguen impedirlo. Los escándalos afectan a instituciones clave del Estado y la sensación de impunidad que vive la ciudadanía resulta desalentadora.

Este marco tan desmoralizador se ve favorecido por un sistema —son palabras de la magistrada Margarita Robles— que pone muchos obstáculos en la lucha contra la corrupción. Uno de esos obstáculos es —según dicha jueza— la situación de vulnerabilidad en que se encuentran las personas que quieren denunciar, ya que de hacerlo se someten a procedimientos largos y, además, están muy poco protegidas.

Los denunciantes tampoco encuentran plataformas de comunicación que recojan como sería conveniente las denuncias para que la opinión pública tuviera constancia de ello. Pueden recurrir a las redes sociales, sí, ese Campo de Agramante por donde campean verdades y mentiras con entera libertad, para añadir a la confusión más confusión. O pueden llevar sus denuncias, con intención de alcanzar el eco necesario para que se arbitre condena pública de los delitos, a los medios de comunicación convencionales, que lastrados, en muchas ocasiones, por la prisa y por las servidumbres económicas, no siempre dan respuesta adecuada a las pretensiones del denunciante.

Por eso, este libro.

Sobre hechos reales se puede fabular, se pueden hacer juegos de salón literarios, hay espléndidas novelas que lo demuestran. Pero si los hechos reales nos dejan sin aliento, y la corrupción es un hecho real, la ficción puede arrinconarse para dejar la vía expedita a la narración desnuda de cuanto ha sucedido. Y debe hacerse sin poner ni quitar elementos que distorsionen la realidad, aunque el reflejo de la realidad parezca en ocasiones, en muchas ocasiones, fantasía surgida de un cerebro delirante capaz de urdir tramas que resulta imposible creer que sean ciertas.

Por estas páginas desfilan personajes públicos que han cometido delitos y por ello han acabado en los juzgados. Aquí se explica por qué. Y para marcar distancias con otras obras de este tipo, se hace sin dar cabida a las suposiciones ni a las insinuaciones. Verán que todos los personajes que se asoman a esta obra son sobradamente conocidos. Lo que no se conoce de ellos a fondo, y aquí se relata, es la parte oscura que hay más allá de las penas del telediario (pocas penas son esas, aunque resulten muy ruidosas) a las que fueron sometidos.

Todos los personajes que aparecen en este libro son famosos; muchos se han hecho ricos sirviéndose de procedimientos punibles y algunos, incluso, se creen guapos.

Esta crónica de la corrupción que refleja minuciosamente hechos reales está fundamentada en investigaciones realizadas por Antonio Tamarit y Julián Peribáñez, investigadores privados.

Existen otros libros sobre la corrupción en España. Hemos querido que este tenga un aire distinto: darle un respiro al lector para que se sumerja en estas páginas como si escuchara un programa de radio. Las introducciones marcan las noticias que podemos oír todos los días en cualquier programa de radio o de televisión. Las voces de los autores nos van contando el resultado de sus investigaciones, datos de sumo valor informativo y, asimismo, arrojan luz y relacionan hechos que ya conocemos, con lo que nos ayudan a interpretar la realidad desde otra perspectiva.
EL EDITOR

NOTA INTRODUCTORIA

La razón de este libro es simple: dar a conocer verdades. Verdades relacionadas con el oficio de detective privado, nuestra profesión. Verdades avaladas por pruebas; y para lo que donde no haya pruebas, porque sean imposibles de obtener, habrá indicios racionales que evitarán que entremos en polémicas estériles. No vamos a discutir con nadie; no queremos discutir con nadie. Esto es la exposición de unos hechos.
Queremos hablarles del lado más desconocido de la política.
El back-stage (entre bastidores) del entramado. Y es que, si bien no conviene generalizar, en ocasiones parece que la política de nuestro país es una gran obra de teatro, una puesta en escena para la audiencia; un público formado por votantes, a los que siempre se trata de vender la mejor imagen de cada partido, con una serie de valores positivos (integridad, veracidad, honestidad), que nada parecen tener que ver con la forma de actuar entre bambalinas.

Los autores, que aprendimos de Descartes que por método hay que entender una conjunto de reglas ciertas y fáciles, mediante las cuales el que las observe exactamente no tomará nunca nada falso por verdadero, hemos visto atónitos que se atropellaba públicamente nuestra dignidad profesional cuando un especialista del tótum revolútum perteneciente a nuestro gremio, además de pretender involucrarnos en hechos delictivos que había cometido él, presume de heroicidades, llamémoslas de este modo, que no le corresponden o son falsas.

Porque involuntariamente nos hemos visto mezclados en él, en estas páginas
hablaremos, entre otras cosas, del caso que todos los medios bautizaron en su día
como «caso Método 3». Y para que se entienda todo cuanto ocurrió alrededor de Método 3 hablaremos también en esta obra del principal artífice de la ruina de una agencia de detectives que se estrelló definitivamente —como hay pruebas fehacientes, bueno es precisar que la ruina se venía incubando desde mucho tiempo atrás por culpa de una pésima gestión administrativa agravada por unos imparables delirios de grandeza— tras verse implicada en tramas de espionaje político de imposible justificación.

Sirva como ejemplo de cabecera lo sucedido en el restaurante La Camarga, donde se registró la conversación que mantuvieron la diputada del Partido Popular Alicia Sánchez-Camacho y Victoria Álvarez, excompañera sentimental de Jordi Pujol Ferrusola, hijo del que fuera presidente de la Generalitat, Jordi Pujol i Soley.
Como todos recordarán, la conversación entre estas dos mujeres —¿quién encargó grabarla?—, tras aparecer en los medios de comunicación  ¿quién la pasó a la prensa?—, acabó convirtiéndose en un escándalo político de primera magnitud.
En este asunto, y en otros de idéntico calado, también favorecidos por los métodos de Francisco Marco, quedan zonas oscuras. Y para proyectar luz, entraremos en detalles.
ANTONIO TAMARIT
JULIÁN PERIBÁÑEZ

Director de Método 3 explica toda LA VERDAD sobre el Caso de La Camarga, los Pujol y el PP

ATENCIÓN 

El libro "La cortina de humo", de Julián Peribáñez y Antonio Tamarit, dos investigadores de la agencia de espionaje "Método 3", fue publicado por la editorial Corre La Voz en septiembre del año 2014. El 4 de noviembre de 2014, un juzgado de Primera Instancia de Barcelona dictó un auto judicial con carácter cautelar que bloqueaba la publicación del libro "La cortina de humo" en cualquier formato o idioma. Además, se ordenó a las librerías que no vendieran ningún ejemplar y se exigió la retención y depósito temporal de los ejemplares que estuvieran en poder de los autores y terceros. A los autores también se les prohibió divulgar el contenido del libro, bajo pena de incurrir en un delito de desobediencia a la autoridad judicial. 
En aquellas páginas, los detectives hicieron públicas por primera vez las investigaciones que se habían visto obligados a hacer tras haber sido acusados injustamente de delitos que no cometieron. Ambos trabajaban en Método 3, la agencia de detectives conocida por haber estado detrás del espionaje político más importante de los últimos años en Cataluña, el popularmente llamado "caso de La Camarga".

"La cortina de humo" no sólo desvelaba la verdad sobre los motivos por los que los medios de comunicación tuvieron acceso a esta información y publicaron la noticia; también explicaba quienes habían sido los responsables y, lo más importante, por qué lo habían hecho. El lector también conoció todo lo que se escondía detrás de aquella agencia que había gozado durante años de la máxima confianza de Convergencia Democrática de Catalunya, así como de otros partidos políticos catalanes y españoles.
Y todo esto ¿Por qué?, os preguntaréis... Cuánta pantomima... ¿Por qué nadie le preguntó a la familia Pujol Ferrusola por otras cuestiones más personales? O mejor dicho. ¿Por qué no se investigan más a fondo las vidas personales de toda esta gente? Y no hablo precisamente del fraude fiscal... 

viernes, 30 de mayo de 2025

SI NO VAS VELADA, SERÁS VIOLADA: UN MILLÓN DE VIDAS ROTAS EN INGLATERRA CON LA COMPLACENCIA DE SU GOBIERNO E INSTITUCIONES DE M....👥



Si no vas velada, serás violada. 
Un millón de vidas rotas en Inglaterra


Esta investigación se remonta a 2020, pero sigue siendo trágicamente actual, por desgracia. En ella se aborda el fenómeno de las violaciones en grupo en su totalidad, revelando un sexocidio de una magnitud asombrosa. Tras los casos aislados que a veces han roto el muro del silencio, se dibuja un cuadro escalofriante: decenas de miles de jóvenes de la clase obrera blanca británica, sacrificadas en la indiferencia cómplice de un sistema paralizado por el miedo a ser acusado de racismo e islamofobia. La policía, los educadores, los medios de comunicación y los políticos han contribuido, por omisión y por cobardía, a mantener esta impunidad. Sarah Champion, diputada laborista, estima que podría haber una millón de víctimas, una estimación que subraya la magnitud industrial de estos crímenes. Nuestra investigación explora sin rodeos los mecanismos que permitieron este horror: el vergonzoso silencio de los responsables, la inversión de roles y la retórica antirracista desviada para exculpar a los verdugos, que sólo podían ser musulmanes buenos víctimas de discriminación. Finalmente, lo que revela nuestra investigación es que esta masacre de inocentes no sólo fue tolerada, sino facilitada por un silencio organizado. Como en el caso de la «banalidad del mal» estudiado por Hannah Arendt, la cadena de responsabilidad es global. Las principales culpables son las élites británicas en su conjunto. Hoy deben responder por su negación cómplice.

¿Conoce usted a Victoria Agoglia? ¡No, claro! ¿Por qué iba a conocerla? No fue violada por Harvey Weinstein, no es editora en Saint-Germain-des-Près, ni estrella de Hollywood ni feminista en Bloomsbury, nadie que defienda la cultura de la violación, según la cual todos los hombres blancos, y sólo ellos, son violadores en potencia. ¡No! Victoria no es más que una niña perdida de la desolada clase obrera blanca de Inglaterra, es decir, nada en absoluto, sólo un paquete de carne sustituible y placer consumible. ¿Su padre? Un desconocido con el que nunca se cruzó. ¿Su madre? Falleció cuando ella tenía 8 años. Una huérfana que podría haber salido de una novela de Dickens si tan sólo la hubieran pasado de hogares infantiles a familias de acogida. Pero resulta que a los 13 años cayó en las garras de una banda de pakistaníes que la drogaban, la golpeaban y la violaban sin parar. Una noche de terror que duró dos años. El tiempo que tardó en decidirse a alertar, en julio de 2003, a los servicios sociales de la ciudad de Rochdale, en vano (la policía no recibió mejor acogida por parte de su abuela). Dos meses después, con sólo 15 años, Victoria murió de una sobredosis de heroína inyectada a la fuerza por un Jack el Destripador de 50 años procedente de las montañas de Pakistán.

La muerte de Victoria fue el primer caso mediatizado de una serie de crímenes pedófilos y violaciones colectivas que, desde entonces, han aparecido regularmente en las portadas de los tabloides ingleses. Es el resumen escalofriante de un fenómeno cuyo alcance real sigue siendo desconocido, ya que ha sido institucionalmente silenciado. Un «holocausto de nuestros niños», dijo un portavoz del UKIP, Alan Craig. La lista de ciudades que fueron escenario de ello es interminable: al menos 27 municipios identificados hasta la fecha², que desgranan la toponimia de una Inglaterra, minera o textil, industrial o manufacturera, antaño floreciente, hoy transformada en un harén low cost, antesala del paraíso de Alá. Allí, 1.500 víctimas (en Rotherham); en otros lugares, 1.000 (en Telford). El mismo escenario del crimen en Newcastle, Oxford, Rochdale, Bradford, Sheffield, Birmingham, Bristol, Surrey, Leeds, Leicester, Middlesbrough, Peterborough, Gateshead, Aylesbury, Halifax, Burnley, Nelson, High Wycombe, Keighley, Banbury, etc.

¡A por las tiernas inglesitas!

Casi siempre, las víctimas se llaman Lucy Lowe, Becky Watson, Vicky Round. Adolescentes, a veces niñas de 11 años, socialmente vulnerables, seducidas por hombres de mediana edad de origen inmigrante, que se comportan como amables caballeros atentos antes de hacerlas adictas al crack, a la heroína o al alcohol, y convertirlas, bajo amenaza de represalias, en esclavas sexuales junto a las cuales Justine o los infortunios de la virtud, de Sade no es más que una broma galante.

Casi siempre, los verdugos se llaman Mohammed Imran Ali Akhtar, Nabeel Kurshid, Iqlaq Yousaf, Salah Ahmed El-Hakam; unos, taxistas y otros, dueños de kebabs y fast-foods. La serie de casos de violaciones colectivas llevados ante los tribunales entre 2005 y 2017 revela que las bandas están compuestas en un 84 % por paquistaníes, que representan sólo el 7 % de la población.. Todos buscaban intencionadamente a mujeres blancas, supuestamente más «fáciles», que tenían la ventaja de ser «impuras» según el Corán en lo que respecta a la sharia de los kebabs. «¡Mi principal agresor me citaba suras del Corán cuando me golpeaba!», confiesa una de ellas. . A los «no es no» que querían ocultar esta dimensión religiosa, dos de los violadores de Rotherham se la recordaron lanzando un resonante «Allahu akbar» al ser pronunciada su sentencia.

A falta de datos públicos (de acceso prohibido), es imposible estimar el número de víctimas, miles, más probablemente decenas de miles; vidas rotas, mancilladas, envilecidas, peor aún: negadas. Las estadísticas del Ministerio de Educación remitidas a los servicios sociales (NSPCC) indican, sin más detalles étnicos, que el número de presuntos casos de violencia contra niños ha aumentado considerablemente desde 2013, fecha en la que se empezó a tener en cuenta estadísticamente la «caza de menores» (3.300 casos registrados en ese momento). 18.700 víctimas en 2018-2019, algo menos que el pico alcanzado en 2017-2018 con 20.000 víctimas. Una evaluación muy por debajo de la realidad, según The Independent, que propone la cifra de… 76 204 víctimas, sólo en el Reino Unido. ¡Es decir, una media cada siete minutos! Una carnicería, como en la época de los burdeles militares de campaña. Después de todo, ¿no ha sido la violación un arma de guerra desde siempre?

La ley del silencio

Pero ¡chitón! Hablar de ello es hacer el juego de la extrema derecha, esa «mierda racista», como dijo la impagable Caroline de Haas tras las violaciones de Colonia. En el Reino Unido, como en otros lugares, no se nombran las bandas de violadores musulmanes paquistaníes: se les protege pudorosamente bajo la expresión «child grooming» y «Asian grooming gangs». «Grooming», el «acondicionamiento» o, más literalmente, el «acicalamiento» de niños y también de animales. En la neolengua antirracista, el «acicalamiento» de los niños, al igual que el de los perros (las «perras», en rigor ortográfico), consiste en «preparar» a los niños para abusar sexualmente de ellos. Una denominación utilizada por la clase política y complacientemente transmitida por la prensa, cuando todo el mundo sabe de quién se trata y lo que hacen. Las comunidades sij e hindú incluso se han indignado por el término «asiático», no queriendo ser asociadas con estos escándalos que afectan a poblaciones de origen pakistaní, a veces bangladesí o afgano, en todos los casos musulmanas.

No hay nada que hacer: la ley del silencio es la regla, y el embargo —mediático, jurídico, político— está sujeto a las rigurosas coacciones de la ley. No sólo la negación, como en Colonia, ¡sino el delito! El activista identitario Tommy Robinson, fundador de la English Defence League, pagó las consecuencias: fue condenado a diez meses de prisión incondicional por filmar en un Facebook Live la apertura del juicio del caso de violaciones colectivas de la banda «paki» de Huddersfield, en Leeds, ya que el tribunal había ordenado que el juicio se celebrara a puerta cerrada. Como si la mezquindad se sumó a la infamia, Robinson fue expulsado de Twitter, excluido de PayPal, expulsado de Facebook y de Instagram.

«Tommy Robinson no fue condenado por su documental, sino por difamar a un refugiado sirio», dicen por ahí. Taoufik Bouachrine, director de 'Ajbar al Youm', diario crítico contra el régimen de Mohamed VI, fue sentenciado por agresión sexual sin pruebas sólidas. Estos son solo algunos ejemplos de un vasto repertorio de casos donde se manipulan causas políticas para silenciar voces disonantes, incómodas o, más bien, justas. Cualquiera de nosotros podría ser el próximo si luchamos con determinación y sin reservas por hacer emerger la verdad. 
Desconfíen de los medios que reciben subvenciones del Estado. Critiquen las batallas políticas contra aquellos que intentan despertar a la sociedad, navegando contra la corriente de lo políticamente correcto. Y, en estos tiempos que corren, rechacen la severidad de las medidas cautelares y penas contra quienes defienden su país de la invasión que amenaza a Occidente.

Tommy Robinson y el vídeo "SILENCIADO" que Elon Musk ha vuelto VIRAL para que lo saquen de PRISIÓN


¡Ay de los denunciantes! En la ciudad de Rotherham, una antigua ciudad minera y siderúrgica de 255 000 habitantes, donde los verdugos llegaban a rociar a las adolescentes con gasolina amenazándolas con quemarlas, una de las pocas voces que pidió una investigación tuvo que asistir a «cursos de concienciación sobre la diversidad» por haber mencionado el origen pakistaní de los violadores. Uno se pellizca para creerlo. En Newcastle y sus alrededores, un informe desenterrado por los investigadores especifica que las autoridades tendían a «culpar a las víctimas por su comportamiento en lugar de a sus verdugos». ¿De qué se quejaban, si los policías de Rotherham no las trataban de «basura»?

Una regla invariable: en la inmensa mayoría de los casos, los trabajadores sociales, policías, médicos, políticos y asociaciones se han callado por miedo a ser acusados de racismo o islamofobia, y por qué no, de pakistanofobia. La policía de Telford incluso difundió un memorándum interno, en un espíritu «ciudadano», imaginamos, que recomendaba a los agentes ignorar las denuncias. Un informe de la inspección de la policía y los bomberos de Su Majestad no tendrá ningún problema en demostrar que Scotland Yard, donde la «cultura del resultado» ya no es lo que era, no ha tratado correctamente más del 90 % de los casos. Así, en el país de Sherlock Holmes y Conan Doyle, no se encontró a nadie para investigar.

El martirio de la clase obrera blanca

¿Y a este lado del Canal de la Mancha? Sin el periódico digital Fdesouche, no sabríamos casi nada sobre la magnitud de estas violaciones colectivas, salvo algunos casos que se cuelan aquí y allá en la crónica judicial entre un acto de transfobia y el culebrón de la Liga del LOL. «El escándalo de pedofilia de Telford es la miel de la fachosfera», pudo untar, con verbo apícola, L’Obs.

Por supuesto, las cosas están cambiando, lenta y tímidamente. Una miniserie británica, Three Girls, emitida en Francia por Arte, conmocionó a Inglaterra. La serie trata el caso de las violaciones de Rochdale: 47 chicas de entre 13 y 15 años, todas ellas víctimas (o debería decirse, acribilladas) debido a su vulnerabilidad social, golpeadas y abusadas sexualmente por «pakis». El mérito de esta serie es hacer un balance a su manera de los años de Thatcher y Blair, tras la liquidación de la clase obrera blanca. Y como conclusión del proceso, ahí están estas jóvenes mártires, el más espantoso avatar de la desindustrialización, violadas a un ritmo industrial, sacrificadas al tótem del crecimiento sostenido por el tabú de la inmigración, sin la menor reacción, o muy poca, de un Union Jack catatónico. El Reino Unido es en sí mismo un concentrado de esta decadencia. Reino del liberalismo, atomización de la sociedad, decadencia de los sistemas educativos y sanitarios… Paralelamente, el reemplazo de la población avanza a pasos agigantados: ¡oficialmente, un 20 % de extracomunitarios desde 2011!

Términos cuidadosamente elegidos para no herir a nadie, nuevas categorías de victimización cada semana para contentar a todos menos a los pueblos centrales, histerización de la palabra minoritaria, eufemización de la palabra mayoritaria, persecución de los discursos de odio en Internet, xenofilia morbosa…

Esta ocultación activa se repite al más alto nivel del Estado: hace años que las asociaciones de víctimas y varios políticos exigen un informe completo sobre estos asuntos. Nazir Afzal, exfiscal jefe de Inglaterra noroccidental, exigió en 2012 que se investigara el origen étnico de los delincuentes. Explicó sin reírse que «la desinformación y las anécdotas son explotadas por los defensores de la supremacía blanca». Afortunadamente para las ilusiones de Nazir Afzal, el gobierno británico se negó a publicar las investigaciones oficiales sobre las características de las pandillas de grooming, afirmando que no es «de interés público». A lo sumo, el anterior ministro del Interior, Sajid Javid, nacido en Rochdale en el seno de una familia anglo-pakistaní, dejó escapar que los casos más mediatizados incluían un «fuerte porcentaje de hombres de origen pakistaní». Pero todavía se espera la publicación de la investigación que él mismo inició (se cerró el pasado diciembre). Boris Johnson, diga lo que diga, nunca la hizo pública. Este multiculturalismo políticamente correcto queda ilustrado con el caso del agente Amjad Ditta, puesto de relieve por una campaña de comunicación en 2016 para promover la diversidad en la policía británica. En 2019, ¡se encontró entre los 16 acusados de una banda de violadores! ¿Anécdota o caso emblemático?

A la caza de estereotipos, no de violadores

Las fotos y los nombres de los violadores son casi indistinguibles, ya que son muy parecidos. El criminólogo Cesare Lombroso se habría deleitado con ello. Nos limitaremos a señalar que se trata de una población en la que los niveles de consanguinidad son los más altos del mundo. Un estudio sobre malformaciones congénitas en Gran Bretaña, publicado en 2013 por la revista médica The Lancet, reveló que de una muestra de 5.100 niños de origen pakistaní, el 37 % había nacido de padres primos hermanos. Los genetistas sugieren cifras cercanas al 60 % de consanguinidad para los matrimonios en Pakistán, un récord mundial en una sociedad en la que se entremezclan el tribalismo y el islamismo.

Sin duda, una de las peores pecados de la religión de la convivencia es el prejuicio o sus derivados: el estereotipo, la discriminación y la amalgama. Denotaría idiotez, una visión simplista y reductora que impide el pensamiento complejo. Hacer un diagnóstico es realmente sencillo. Una vez que uno se ha quemado con el fuego, ¿debe seguir metiendo la mano para no hacer amalgamas? Steve Sailer ha resumido esta forma de sentido común popular explicando que un prejuicio es una anécdota verificada tantas veces que se ha convertido en una estadística. Pero en Inglaterra, las estadísticas están prohibidas cuando desmienten los prejuicios de la élite.

Una investigación de 
François Bousquet y Thierry Dubois
© Éléments

domingo, 2 de marzo de 2025

LIBRO "SOBRE LA MUERTE Y LOS MORIBUNDOS": ALIVIO DEL SUFRIMIENTO PSICOLÓGICO por ELISABETH KÜBLER-ROSS 🙏🙌


SOBRE LA MUERTE 
Y LOS MORIBUNDOS

ALIVIO DEL SUFRIMIENTO 
PSICOLÓGICO

Aprende a identificar y comprender tus sentimientos y transformar las actitudes para aliviar el sufrimiento psicológico.
Negar la muerte como hecho individual o social (con mecanismos del tipo «ya me preocuparé cuando sea necesario») tiene una importante consecuencia: la falta de preparación psicológica cuando se presenta el trance; especialmente en el paciente, pero también en los allegados o el equipo que lo atiende.
Sobre la muerte y los moribundos cubre esta carencia. A través de la identificación y comprensión de los sentimientos -ira, negación, aceptación...- de los moribundos, esta obra muestra cómo controlar dichas emociones y cómo transformar las actitudes para aliviar el sufrimiento psicológico. Por ello, este libro es no solo indispensable para profesionales de la sanidad y psicólogos, sino también para todas las personas que deseen abordar su futuro con responsabilidad.
PREFACIO

Cuando me preguntaron si querría escribir un libro sobre la muerte y los moribundos, yo acepté el reto con entusiasmo. A la hora de la verdad, cuando me senté y me pregunté en qué me había comprometido, la cosa fue diferente. 
¿Por dónde empezar? ¿Qué incluir? ¿Cuánto podía decir a los extraños que iban a leer el libro? ¿Cuánto podía compartir con ellos de mi experiencia con pacientes moribundos? ¿Cuántas cosas hay que no se comunican verbalmente, que han de ser sentidas, experimentadas, vistas, y son muy difíciles de expresar en palabras? Llevo dos años y medio trabajando con pacientes moribundos, y este libro hablará del comienzo de este experimento, que resultó ser una experiencia importante e instructiva para todos los participantes. No pretende ser un manual de cómo tratar a los pacientes moribundos, ni un estudio completo de la psicología del moribundo. 

Es, simplemente, el resultado de una nueva e interesante oportunidad de reconsiderar al paciente como ser humano, hacerle participar en diálogos, y aprender de él lo bueno y lo malo del trato que se da al paciente en los hospitales; Le hemos pedido que sea nuestro maestro para que podamos aprender más sobre las etapas finales de la vida, con todas sus angustias, temores y esperanzas. Simplemente, cuento la historia de los pacientes que compartieron estas angustias, esperanzas y frustraciones con nosotros. 
Espero que esto anime a otros a no apartarse de los enfermos "sin esperanza" sino a acercarse más a ellos, ya que pueden ayudarles mucho durante sus últimas horas. 
Los que se sientan capaces de hacer esto descubrirán, además, que es una experiencia mutuamente compensatoria; aprenderán mucho sobre el funcionamiento de la mente humana, unos aspectos de la conducta humana únicos en nuestra existencia, y saldrán de ella enriquecidos y quizá con menos ansiedades sobre su propio final.

No me dejes pedir protección ante los peligros,
sino valor para afrontarlos.
No me dejes suplicar que se calme mi dolor,
sino que tenga ánimo para dominarlo.
No me dejes buscar aliados
en él campo de batalla de la vida,
como no sea mi propia fuerza.
No me dejes anhelar la salvación
lleno de miedo e inquietud,
sino desear la paciencia necesaria
para conquistar mi libertad.
Concédeme no ser un cobarde,
experimentar tu misericordia sólo en mi éxito;
pero déjame sentir que tu mano me sostiene en mi fracaso.



Los que tienen la fortaleza y el amor suficientes para sentarse junto a un paciente moribundo en el silencio que va más allá de las palabras sabrán que ese momento no es espantoso ni doloroso, sino el pacífico cese del funcionamiento del cuerpo. Observar la muerte pacífica de un ser humano nos recuerda la caída de una estrella; en un cielo inmenso, una de entre un millón de luces brilla sólo unos momentos y desaparece para siempre en la noche perpetua. Ser terapista de un paciente moribundo nos hace conscientes de la calidad de único que posee cada individuo en este vasto mar de la humanidad. Nos hace conscientes de nuestra finitud, de la limitación de nuestra vida. Pocos de nosotros viven más de setenta años, y no obstante, en ese breve tiempo, la mayoría creamos y vivimos una biografía única, y nos urdimos en la trama de la historia humana.

El agua en un vaso está llena de destellos; 
el agua del mar es oscura. 
La pequeña verdad tiene palabras claras; 
la gran verdad tiene un gran silencio. 
TAGORE, de Pájaros errantes, CLXXVI

VER+:


Elizabeth Kubler Ross - Sob... by Hector Quispe


Tagore La Cosecha by Laura Hernandez


miércoles, 31 de julio de 2024

CANCIÓN "¿QUIERES CONTAR MIS ESTRELLAS?" ☆🌟★✨ DEL VENEZOLANO MIGUEL DELGADO ESTÉVEZ y 🎶 VENEZUELA HABLA CANTANDO por CONNY MÉNDEZ


¿Quieres Contar Mis Estrellas?
🌟


A.
Y preguntó el niño a la niña
¿quieres contar mis estrellas?
y el silencio en sus miradas
fue la elocuencia viajera
de un sueño que nunca muere
de una mañana que es siempre.

B.
Contaron tantas estrellas
de azules y de luceros
de un cielo lejos del tiempo
trenzado en mis recuerdos
(bis)


VER+:


Ensamble Ancora: "Quieres contar mis estrellas"
 
Quieres Contar Mis Estrellas-EDDY MARCANO

Venezuela habla cantando - compuesta por Conny Méndez
 interpretada por Simón Díaz

La última estrofa de esta canción al decir: "que arrullamos a los niños con el Himno Nacional" hace referencia a la tesis que expuso José Antonio Calcaño en una conferencia dictada en 1958, afirmando que muy probablemente, la música del Himno Nacional de Venezuela tuvo su origen en la antigua canción de cuna "Duérmete mi niño" que nanas y madres venezolanas entonaban popularmente para arrullar a sus hijos, ya que la melodía coincide con bastante exactitud. 


VENEZUELA 
HABLA CANTANDO

Por los caminos de Aragua 
y a las cuatro de la mañana 
se oye una punta 'e ganao 
que viene desde la sabana. 

El puntero encapotao 
cantando la va llevando, 
porque hasta el buey 
se lo entiende 
si se lo dice cantando. 

Se oye cantar un gallito 
en el corral de la vecina 
y ya saben los que duermen 
que la aurora se aproxima. 

El chorrito de la pila 
goteando está joropeando, 
¡Qué bonito que en mi tierra, 
se amanece ya cantando! 

La lavandera en el río 
y el jardinero regando, 
el albañil en su andamio, 
todos cantan trabajando. 

Los muchachos de mi pueblo 
todo el día andan silbando, 
Ya por el mundo se dice: 
Venezuela habla cantando. 

El que nace en Venezuela 
ya lo vamos preparando 
al decir venezolano 
ya lo dice uno cantando. 

El secreto, compañero, 
es algo muy personal: 
que arrullamos a los niños 
con el Himno Nacional.

Como llora una estrella - compuesta por Antonio Carrillo

viernes, 15 de marzo de 2024

LIBRO "LAS CLAVES OCULTAS DEL 11M": 20 AÑOS BUSCANDO LA VERDAD por LORENZO RAMÍREZ 👥💣💥💀

LAS CLAVES OCULTAS DEL 
11M": 
20 AÑOS BUSCANDO LA VERDAD 



Prólogo 

AL FIN, LA VERDAD 

«De manera que lo que dijisteis en la oscuridad 
será escuchado a plena luz 
y lo que hablasteis al oído en las habitaciones interiores 
de la casa será proclamado desde las terrazas». 
Evangelio de Lucas 12:3 

El 11M han sido considerado por muchos como el día que cambió la historia de España. Se puede estar o no de acuerdo con esa reflexión, pero no cabe duda de que aquellos atentados en Madrid, donde murieron dos centenares de personas, fueron el mayor zarpazo terrorista sufrido por una nación lacerada desde hacía décadas por ese tipo de dramas. No solo eso. A partir de entonces, como en otros momentos anteriores y posteriores de la historia de España, quedó de manifiesto que algo había cambiado y que algunas circunstancias no volverían a ser las mismas. Creo que no exagero si digo que, al igual que en Estados Unidos el asesinato de J. F. Kennedy marcó para buena parte de los ciudadanos la pérdida de fe en el sistema, el 11M para muchísimos españoles significó captar que casi nada era como le habían dicho. 

De entrada, tras unas horas en que todos vieron en ETA la responsable de la matanza, se produjo una división radical entre los que seguían manteniendo esa posición y los que, por el contrario, abogaban por una autoría islámica que conectaba directamente con la intervención de España en la guerra de Irak. Semejante disyuntiva fue —lo sabemos ahora— falsa y, para colmo, utilizada como instrumento para intentar ganar unas elecciones próximas, impedir emprender el camino de la verdad y enzarzar a unos españoles contra otros. Pero en aquel entonces solo los que sembraron la confusión lo sabían. 

A la división, en apariencia inexplicable de los medios, se sumó pronto el estupor al contemplar que el PSOE —que llegó al poder en unas elecciones celebradas a las pocas horas de los atentados— se apresuraba a dar carpetazo a la investigación aferrándose a una versión oficial que apuntaba a una autoría islámica, mientras que el PP decía lo mismo aunque de manera menos tajante. Al final, los dos grandes partidos —Gobierno y oposición, oposición y Gobierno— parecían estar más interesados en pasar página sobre lo acontecido que en conocer la verdad. Si José Luis Rodríguez Zapatero intentó inculcar a martillazos la versión oficial en las neuronas de los españoles, nada diferente hizo Mariano Rajoy al llegar al poder cuando, ya de manera definitiva, se acabaron las investigaciones sobre los atentados y se destruyeron los últimos restos materiales de los mismos. Mucho deseo parecía existir de cerrar la cuestión y muy poco, quizá ninguno, de hacer justicia a víctimas y familiares. Sin embargo, no se trató solo de los partidos políticos. 

Los mismos medios de comunicación no estuvieron tampoco a la altura de las circunstancias. La mayoría optó por no seguir investigando y aceptar un relato oficial que satisfacía a los amos de la publicidad institucional, y la minoría que discutió esa versión de los hechos —lo sabemos ahora— contribuyó también a desviar a los ciudadanos de la verdadera pista, aunque descubriera cómo lo que aceptaba la mayoría no se sostenía ni siquiera mínimamente. Unos impidieron investigar y otros nos llevaron tan lejos que no nos permitieron ver lo realmente sucedido. Pero no todo se redujo a un comportamiento que dejó bastante que desear por parte de políticos y de medios de comunicación. 

Con creciente estupor, los españoles que siguieron abordando la cuestión en un deseo de que se supiera la verdad —«¡Queremos saber!», habían gritado tantos tras los atentados para que luego se diera carpetazo deprisa y corriendo— fueron descubriendo que la actuación de las Fuerzas de Seguridad del Estado había distado mucho de ser ejemplar e incluso, en ocasiones, despedía un tufo a difusión —incluso creación— de pruebas falsas y a deseo de enfangar, en lugar de aclaración de lo sucedido. Mal estaba que no pudiéramos fiarnos de los partidos políticos, pero ¿tampoco de la Policía? ¿Tampoco de la administración de Justicia? A decir verdad, todo constituyó una sobrecogedora sucesión de «tampocos». 
Así, al cabo de cuarenta y ocho horas de perpetrados los hechos, los trenes objetivo de los atentados del 11M se convirtieron en chatarra impidiendo que se pudieran utilizar como material para determinar quién había cometido los atentados. 
Tampoco se adjuntaron al sumario todas las actas de las muestras recogidas en los trenes. Tampoco aparecieron los vestigios completos tomados en los vagones, parte de los cuales fueron llevados a la sede de la Unidad Central de Tedax. Tampoco se recuperó en los doce focos de explosión un solo fragmento de explosivo, ni de los detonadores, ni de los iniciadores ni de las bolsas. Tampoco se envió a la Policía Científica muestras para el análisis. 
Tampoco se mandó al juez un listado pormenorizado de los componentes químicos. 
Tampoco se aclaró nunca de dónde venía la bomba desconectada y con metralla que se pretendió hacer pasar por una de las pruebas de la causa. Tampoco supimos nunca qué tenían que ver los suicidados de Leganés con los atentados, como estableció el propio Tribunal Supremo. Tampoco se practicó la autopsia a los suicidados. 
Tampoco se ha aclarado nunca el papel representado por el octavo habitante del piso de Leganés, Abdelmajid Bouchar, que escapó a la carrera del piso atravesando el cordón policial y al que el tribunal exculpó de la acusación de haber colocado las bombas. Tampoco se ha aclarado qué hacía Jamal Zougam, sobre el que recayó la culpa de los atentados, en un gimnasio la noche anterior a los crímenes, mientras sus presuntos cómplices supuestamente fabricaban en una casa de Morata de Tajuña las bombas. 
Tampoco se ha determinado por qué las testigos que sirvieron para condenarlo cambiaron su versión varias veces: una de ellas no reconoció a Zougam hasta trece meses después de los atentados e incluso algunos familiares de la otra testigo fueron denunciados por el juez Del Olmo por intentar presentarse como víctimas del 11M cuando no lo eran. Tampoco se ha castigado a los funcionarios públicos que cometieron perjurio durante la causa, aunque varios altos cargos policiales fueron ascendidos y condecorados a pesar de los errores cometidos. Tampoco sabemos a día de hoy quién dio las órdenes o quién planeó y quién ejecutó la matanza. Tampoco… 

Poco puede sorprender que, con ese cúmulo de circunstancias a lo largo de la instrucción del sumario, se detuviera a un total de ciento dieciséis personas por su presunta relación con los hechos. Prácticamente todas las detenciones se produjeron mientras la Comisión 11M estuvo abierta en el Congreso, pero de esos ciento dieciséis detenidos, solo veintinueve personas (nueve de ellas españolas) llegaron a juicio. Los demás, un total de ochenta y siete detenidos, fueron exonerados de cualquier tipo de cargo. De los veintinueve imputados que llegaron a juicio, solo veintiocho lo terminaron, ya que tanto la Fiscalía como todas las acusaciones retiraron durante la vista en la Audiencia Nacional todos los cargos contra uno de los hermanos Moussaten, que quedó inmediatamente en libertad. De los veintiocho imputados que llegaron al final del juicio, siete fueron absueltos, con lo que solo hubo veintiún condenados en primera instancia. Cinco de esos veintiuno fueron puestos en libertad al acabar el juicio en la Audiencia Nacional, al haber cumplido ya la pena de prisión impuesta por el tribunal. Tras la revisión de la sentencia por parte del Tribunal Supremo, las veintiún condenas quedaron reducidas a dieciocho. Así pues, solo quedaron dieciocho condenados en segunda instancia, cuatro de ellos españoles. Pero el resultado final fue, en realidad, peor de lo que indican estas cifras, ya que solo serían condenadas tres personas por las muertes del 11M: Emilio Suárez Trashorras, Jamal Zougam y Otman el Gnaoui. Todos los demás, un total de quince, fueron condenados por diversos delitos —por ejemplo, falsificación, tráfico de explosivos…—, pero no por los hechos del 11M. De esos tres culpables oficiales solo uno fue condenado por colocar una bomba: Jamal Zougam. En resumen, los supuestos autores materiales de los terribles atentados del 11M fueron, supuestamente, dos españoles no islamistas y un musulmán confidente de la Policía. 

Resulta angustiosa esta exposición de hechos, pero a ella hay que añadir que, desde hace años, las entidades —como los Peones Negros— que, supuestamente, iban a averiguar lo sucedido, han quedado total y absolutamente desarticuladas sin que se hayan brindado explicaciones al respecto. 

Para remate, durante la presidencia de Mariano Rajoy se dio carpetazo definitivo a la posibilidad de continuar investigando judicialmente los atentados. De hecho, la juez Coro Cillán, que intentó reabrir la causa, acabó desplazada de la carrera y encerrada en una entidad psiquiátrica y, a día de hoy, cuando se escriben estas líneas, por desgracia y para vergüenza de toda una nación, apenas quedan unas semanas para que los atentados prescriban penalmente. 

Dos décadas después de los atentados del 11M, sabemos que la historia de España cambió radicalmente y no solo para las víctimas y sus familiares. El PP quedó noqueado y Rajoy, en lugar de convertirse en el presidente de Gobierno que continuara la labor de Aznar, llegó al poder dos mandatos después. La situación para entonces ya era muy distinta porque España estaba institucionalmente descoyuntada y económicamente en una bancarrota real. Seis años después, tras el pésimo gobierno de Rajoy, España sufría una deuda pública que superaba holgadamente el cien por cien del PIB. Por su parte, el PP, tras el gobierno desastroso de Rajoy —que no cumplió ni una sola de sus promesas electorales—, se había convertido en una sombra agónica de lo que fue el de Aznar, envuelto, además, en pruebas crecientes no solo de extraordinaria incompetencia, sino también de profunda corrupción. 

El PSOE entró en una senda de delirio marcada por el hecho de que cualquier incompetente podía llegar a ministro, de que el poder era accesible solo con rendirse a los dictados de los nacionalismos catalán y vasco, de que ninguna de las dos circunstancias anteriores era importante si se voceaban consignas demagógicas, aunque entre ellas se encontrara la de reabrir heridas como las de la guerra civil y de que la ideología de género se convirtiera en columna vertebral de sus acciones. 

A casi dos décadas de distancia, el PSOE no se ha repuesto de tomar aquel camino de delirio que capitaneó ZP, sino que ha seguido profundizando en él. Ya no es la vieja alternativa socialdemócrata de hace cuarenta años, sino una sentina de lo políticamente correcto entregada a la agenda globalista de George Soros. 

El nacionalismo catalán alcanzó su meta de liquidar totalmente los frenos constitucionales que pudiera haber frente a sus ambiciones de convertir al resto de España en una colonia, pero, de repente, en su éxito contempló que sus bases le exigían llevarlas a la tierra prometida de la independencia poniendo en peligro la posibilidad de seguir expoliando al resto de los españoles. Así, perpetró un golpe de Estado financiado por el gobierno de Rajoy con el dinero que Cristóbal Montoro sacaba de los bolsillos de todos los españoles. Los responsables del golpe siguen impunes a pesar de que quebrantaron la ley, provocaron la salida de más de tres mil empresas de Cataluña y mantienen sus propósitos de descuartizar España. 

Finalmente, el nacionalismo vasco —con ETA a la cabeza— supo que, a medio plazo, el terrorismo no sería castigado y que Navarra resultaría anexionada. A día de hoy, tras asentar las franquicias de ETA en las instituciones y contemplar cómo los terroristas van siendo destinados a las Vascongadas y excarcelados, estos terroristas se permiten anunciar un segundo frente contra España en colaboración con el nacionalismo catalán. Por añadidura, Hacienda les regaló miles de millones de euros para conseguir su apoyo en la aprobación de los presupuestos y con Pedro Sánchez se han convertido en sostén indispensable del gobierno. 

Por si todo lo anterior fuera poco, con el paso de los años la invasión descontrolada de España por el islam se ha hecho realidad anunciando un terrible futuro para antes de una generación. No deja de ser llamativo que después de culpar de los atentados del 11M a una al-Qaeda que nunca los reivindicó, España haya abierto sus puertas a una inmigración masiva procedente de países musulmanes. Solo Cataluña tiene ya en su territorio a más de un millón de esos inmigrantes que en no pocos casos son ilegales. 

Por último, la imposición de la ideología de género desde las alturas apunta la consumación del desplome demográfico y la desaparición de la nación española en un plazo escalofriantemente breve. 

En paralelo, España perdió ya en 2004 un papel internacional que no había tenido desde el siglo xviii y nada apunta a que volverá a recuperarlo. La economía se colapsó y sigue quebrada porque no hay presupuesto que pueda soportar la demagogia populista de ZP, las exigencias del nacionalismo catalán —más del 30 por ciento del déficit total de diecisiete comunidades autónomas—, las torpezas imperdonables de Rajoy, Luis de Guindos y Montoro, la pésima gestión de Pedro Sánchez y mucho menos la codicia desatada de unas castas privilegiadas. 

Soñábamos entonces —el presidente Aznar se lo dijo personalmente a quien ahora se dirige a ustedes— con entrar en el G-7 y, al final, con ZP acabaron prestando a España media silla en una conferencia mucho menos elitista, y con Rajoy y Sánchez ha continuado descendiendo de esa situación.

Sin embargo, abundantes circunstancias llevan a pensar que hubiera reaccionado como hubiese reaccionado la sociedad tras los atentados del 11M, el destino internacional de España estaba igualmente sellado. Si el pueblo español, indignado por la agresión, hubiera votado mayoritariamente a un PP bajo Rajoy, España no hubiese pasado de ser una nación sometida a la política agresiva de la OTAN y a los dictados de la Unión Europea con la justificación añadida del ataque del terrorismo islámico; si el pueblo español —amedrentado por los atentados— votaba por ZP, como sucedió, el resultado no sería distinto. De hecho, aunque el líder socialista no envió tropas a Irak, España siguió en la guerra otanista de Afganistán, donde se convertiría en el tercer país con más soldados muertos. Y, además, aceptó todos los proyectos expansionistas de Marruecos en contra de sus claros intereses nacionales. 

Desde la perspectiva de la política internacional, el 11M, produjera los resultados electorales que produjera, era un win/ win, o un cara ganamos nosotros y cruz, perdéis vosotros. El vosotros eran, por supuesto, los españoles. Como siempre. 

Los sueños se convirtieron en humo, como doscientas vidas aquella mañana trágica del 11 de marzo. Después, por mucho que algunos labraran fortunas, obtuvieran prebendas o multiplicaran privilegios que, en algunos casos, llevan disfrutando desde hace siglos, para la mayoría de los españoles nada fue igual. A decir verdad, los españoles nunca vivieron algo semejante después del 11M. 

Todo esto y muchísimo más lo analiza de manera documentada, sólida y sin concesiones Lorenzo Ramírez en este libro. Con un interés que se revela creciente, página a página, la obra de Ramírez no solo consigue ir mucho más allá de todos y cada uno de los libros escritos previamente sobre el 11M —alguno notable, bastantes de ellos malos y no pocos destinados a la intoxicación—, sino que aporta claves más que relevantes, hasta ahora no sondeadas y que, sin embargo, pueden encerrar en su seno la explicación final de la matanza. 

Es Lorenzo Ramírez quien, por primera vez, no solo ha deslizado la posibilidad de una trama internacional tras los atentados, sino que además ha sabido colocarla en el contexto más amplio y, a la vez, más convincente de la coyuntura internacional que se vivía a inicios del siglo xxi. 

Es Lorenzo Ramírez el primero también en poner de manifiesto que los atentados del 11M, lejos de ser excepcionales, muestran una marca de fábrica que durante décadas se pudo observar —aunque no era fácil verla— en Europa y también en el continente americano. 

Es Lorenzo Ramírez el que, también por primera vez, ha dado más que posiblemente con la explicación de la enigmática frase de Aznar sobre el lugar donde se hallaban los que planearon los atentados. 

Es Lorenzo Ramírez también el que arroja luz suficiente para que podamos entender por qué el presidente Aznar se negó a recibir la colaboración de la inteligencia de naciones como Estados Unidos e Israel, y lo hizo además como si se tratara de la peste. 

Es Lorenzo Ramírez al que le cabe el honor de haber ajustado todas las piezas —al menos, las que se encuentran ante nuestros ojos sin que hayamos acertado a verlas durante casi veinte años— para resolver lo que fueron los atentados del 11M, cómo se ocultó la simple realidad al pueblo español y cómo todo tipo de instancias optaron por arrojar tierra sobre el asunto e incluso cargar con los muertos a simples chivos expiatorios porque, según palabras del propio juez Gómez Bermúdez, el pueblo español no estaba preparado para conocer la verdad. 

Hace ya muchos años que conozco a Lorenzo Ramírez y siempre fue —y ahora sigue siendo en su magnífico programa televisivo El Gran Reseteo y en su sección «Despegamos» del programa radiofónico La Voz— un orgullo, una satisfacción y un privilegio trabajar con él. Cuando se conoce su trayectoria y se sabe los lugares de los que tuvo que marcharse por integridad profesional y de alguno del que lo echaron por descubrir cómo algún empresario español —que, por cierto, acabó en el banquillo— se lucraba perjudicando la economía española en favor de la de Marruecos, se comprende que pocos, muy pocos, quizá ningún otro podía haber escrito este libro que va más allá, mucho más allá de todo lo escrito hasta la fecha sobre los atentados del 11M. A decir verdad, no hay nada de valor que se encuentre en otros libros y no se halle aquí, pero hay muchísimo material de enorme relevancia que solo ha exhumado, expuesto y ahora publicado Lorenzo Ramírez. 

Por añadidura, lejos de ser, como otras obras que lo precedieron, un mamotreto pesado y confuso, este libro se lee con la misma pasión con que cualquiera disfrutaría de una novela policíaca o de un relato de espías. Así es porque Lorenzo Ramírez sabe escribir no solo documentada, sino también amenamente, y porque ha captado lo que de historia de policías y servicios de inteligencia tienen los atentados más sangrientos de la histo-ria de España. Creo no exagerar lo más mínimo al afirmar de manera contundente que a partir de hoy nadie podrá decir que entiende lo que fue el 11M ni tampoco atreverse a escribir la historia de aquellos días sin utilizar ampliamente este libro. El presente estudio sobre esos atentados no es un libro más, sino EL libro que llevamos esperando desde hace demasiados años los que siempre quisimos saber la verdad. 

Y no deseo distraer ya más al lector de un texto que reúne méritos más que sobrados para ser absorbido con interés, atención e incluso pasión. El análisis sólido, la documentación exhaustiva y las revelaciones sobrecogedoras acerca de lo que fueron aquellos atentados los esperan. Como señaló Jesús y recogió el evangelista Lucas, lo que se tramó en la oscuridad y se susurró a escondidas ahora sale a la luz gracias a la excelente labor de Lorenzo Ramírez y puede gritarse desde los tejados.
César Vidal
Introducción 

«La verdad se corrompe tanto con la mentira 
como con el silencio». 
Cicerón (106 - 43 a. C.) 

Vivimos en una sociedad en la que hacer preguntas se ha convertido en algo incómodo, mal visto e incluso perseguido, al ser un factor propio y característico de personas que no asumen con facilidad los discursos oficiales y que, por lo tanto, son consideradas peligrosas para un sistema cuyos principales elementos son el desconocimiento y la ignorancia generalizada. Los grandes acontecimientos son despachados a los ciudadanos como los menús de restaurantes de comida rápida, en forma de relatos prefabricados suministrados por centros de análisis, consultoras de comunicación y think tanks que elaboran concienzudamente mensajes empleando técnicas de ingeniería social y manipulación psicológica, alumbrando respuestas sencillas, preparadas para ser digeridas con rapidez y facilidad, en un intento de abortar interrogantes adicionales respecto a las grandes cuestiones de nuestro tiempo. Así se constituyen y difunden las versiones oficiales que sustituyen y enmascaran a la siempre compleja realidad, con unos relatos cuya principal función es mantener el statu quo —el estado de las cosas—, porque si se hicieran las preguntas correctas las respuestas no serían soportables. Este es el argumento que subyace en la consideración que hizo en el año 2011 el juez Javier Gómez Bermúdez a la entonces presidenta del Foro de Ermua, Inmaculada Castilla de Cortázar, cuando le indicó, en tono confidencial, aquello de que «la verdad del 11M es tan terrible que España no está preparada para conocerla».

Esta infausta frase expresada por el presidente del tribunal que juzgó el atentado más grave de la historia de España ilustra a la perfección el complejo paternalista que sufren muchos políticos, magistrados, miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, personal de los servicios de inteligencia e incluso directivos de medios de comunicación que han participado en la ocultación de grandes interrogantes que, veinte años después, siguen sobre la mesa. El hecho de que los supuestos garantes de los derechos y libertades ciudadanas hayan sido los primeros interesados en dar carpetazo al asunto es, quizás, la prueba más inquietante de la desidia a la hora de esclarecer todo lo que rodea a este atentado y, por extensión, para aclarar otros hitos clave de la reciente historia de España que duermen en espacios tenebrosos. 

El tiempo ha pasado, pero hay importantes cuestiones sin resolver cuando están a punto de prescribir los delitos que cometieron tanto aquellos que participaron en la preparación y ejecución del atentado, como en las labores de encubrimiento mediante la ocultación de pruebas y la creación de pistas falsas. No se trata de una teoría de la conspiración, sino de una conspiración a secas en la que existen múltiples indicios que apuntan a la participación —por acción u omisión— de personas que ocupan puestos de responsabilidad en las más altas instancias del Estado, incluidas las de potencias extranjeras. Y ese melón no se ha querido abrir ni siquiera por el magistrado que prometió a las víctimas de las bombas y a sus familiares que quienes encubrieran a los responsables de alguna de estas tramas, faltando a la verdad en sede judicial, «irían caminito de Jerez».

La gran trampa que encierra la investigación del 11M es la creación de dos trincheras enfrentadas entre sí. Del mismo modo que la falsa dicotomía entre izquierda y derecha permite lubricar la sensación de que vivimos en una democracia en la que podemos elegir a nuestros gobernantes sin injerencias externas, las dos tesis principales sobre la autoría de este atentado sirven para cumplir la máxima del «divide y vencerás», alejando cualquier posibilidad de acercarse a la realidad de los hechos. Desde antes incluso de que se produjeran las diez explosiones en los cuatro trenes de la red de Cercanías de Madrid —que segaron la vida de doscientas personas y provocaron más de dos mil heridos—, la disyuntiva ETA-al-Qaeda estaba macerándose, a fuego lento, para ser expuesta en el momento adecuado. 

Eran los tiempos en los que el terrorismo islamista se utilizaba en los discursos de los supuestos líderes del mundo libre como una bandera para defender los intereses del imperio, promoviendo intervenciones militares en países con recursos energéticos y posiciones determinantes desde un punto de vista geoestratégico. Un proceso internacional en el que a España se le reservaba un papel relevante, aunque en clave interna la eterna amenaza procediera del separatismo vasco de ETA, cuyos movimientos estaban siendo vigilados de cerca gracias a la presencia de infiltrados policiales. Una quinta columna que sería posteriormente empleada para detener convenientemente a la cúpula de la banda terrorista después de las elecciones y justo antes de la explosión del piso de Leganés, operación de acoso y derribo con la que se cerró el expediente presentando en sociedad a los culpables oficiales de la masacre, que estaban estrechamente relacionados con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. 

Todo aquel que sigue defendiendo a capa y espada las distintas variantes de la versión oficial expuesta torpemente en la sentencia de la Audiencia Nacional (y parcialmente enmendada por el Tribunal Supremo) lo hace porque tiene poderosos incentivos o bien porque no ha investigado mínimamente todo lo que rodea a este atentado. Contaba Fernando Múgica —seguramente el periodista que más se acercó a la verdad del 11M— que muchos de sus compañeros le hacían preguntas sobre el caso sin ni siquiera haber leído su serie de artículos en la que, gracias al acceso a fuentes bien informadas, había derribado los cimientos de una versión oficial cogida con alfileres. Unos «agujeros negros» que, como este reportero de la vieja escuela confesó antes de morir, le llevaron por el camino de la amargura, hasta el punto de sufrir el menoscabo de sus compañeros de profesión, un oficio que se ha ganado a pulso el descrédito social por servir exclusivamente a los intereses del poder. El repentino fallecimiento de Múgica abortó un proyecto editorial en el que pretendía analizar tanto el trasfondo del atentado como su marco político y geoestratégico. Iba a ser una novela histórica que lamentablemente nunca pudo ver la luz y que podría habernos acercado a los verdaderos autores de este asesinato en masa que marcaría para siempre a la sociedad española.

El libro que tiene el lector en sus manos no pretende ser un manual exhaustivo de todo lo ocurrido en aquellos fatídicos días de marzo, sino un trabajo de investigación de carácter divulgativo que, mediante el método socrático, aspira a acercarse a realidades insondables, planteando incógnitas que siguen sin respuesta, aunque en muchas de ellas la solución al enigma pueda ser intuida con los datos que se exponen. Como señala Luis del Pino, «son tantas las dudas, los puntos oscuros y las contradicciones que una de las tareas más arduas de la investigación es, precisamente, diferenciar la realidad de lo que no es más que cortina de humo». Todo lo que rodea a este atentado está plagado de trampas, de cabos sueltos que no llevan a ninguna parte y que dificultan la comprensión de una serie de elementos que, paradójicamente, son relativamente sencillos. Los 100.000 folios del sumario son una muestra de ello, conformando un océano de documentos, declaraciones, informes y valoraciones cuyo destino era entorpecer la labor del juez instructor Juan del Olmo, mareándole en cuestiones accesorias mientras las más elementales quedaban en un segundo plano. 

Fabricando las pruebas 

Hay multitud de ejemplos de ello. El análisis de los focos de las explosiones no se pudo realizar porque los trenes comenzaron a desguazarse a las pocas horas de que se produjera el atentado —algunos vagones antes incluso de que se realizaran las autopsias a las víctimas— y todo el caso giró en torno a pruebas ajenas a los trenes diseñadas para crear posteriormente el relato oficial. La bolsa de Vallecas, la furgoneta de Alcalá, la casa de Morata de Tajuña y el piso de Leganés configuran un mundo propio que poco tiene que ver con los individuos que diseñaron el atentado, pero sí con la trama encubridora, al fabricarse un laberinto de contradicciones en el que muchos investigadores (entre los cuales me incluyo) hemos perdido un tiempo precioso, sin que los árboles nos dejaran ver el bosque. Y es que, en contra de lo que piensan otros autores que han investigado el 11M, los indicios apuntan a que la gran mayoría de incongruencias, pruebas falsas, extrañas casualidades y actuaciones negligentes no deberían atribuirse exclusivamente a la mala praxis de los encargados de encontrar a los culpables, sino que podrían ser la consecuencia natural de una calculada campaña de desinformación impulsada por determinados elementos de las cloacas del Estado. A este respecto, Ignacio López Bru cita en su enciclopédico libro una de las secuencias finales de la película Al límite, protagonizada por Mel Gibson, en la que un agente encubierto define muy bien cuál es este tipo de estrategia: «Quien quiera profundizar verá que ha habido algo más, pero no podrá saber qué, ese es su objetivo, que sea todo tan enrevesado que cualquiera pueda tener una teoría, pero que nadie sepa la verdad». Por eso el atentado más investigado de la historia de España continúa rodeado de tantas incógnitas, inmerso en una neblina que no desaparece. 

Hoy en día pocos españoles saben que la sentencia del tribunal presidido por el juez Gómez Bermúdez ni considera como hechos probados que los supuestos terroristas fueran fundamentalistas islámicos, ni tampoco atribuye a nadie concreto la autoría intelectual del 11M, o determina sin dejar espacio a la duda cuál fue el arma del crimen. En realidad, si nos atenemos a lo que dicen los jueces, no sabemos prácticamente nada de lo ocurrido en aquellos días de marzo. Y los intentos por reabrir el caso han resultado infructuosos —a pesar del compromiso de magistrados concretos, como María del Coro Cillán, quien pagó cara su osadía— por el nulo interés de la Fiscalía General del Estado que, con independencia del color político del inquilino del Palacio de La Moncloa, siempre ha evitado bucear en las aguas procelosas de un atentado que, aunque sea triste decirlo, tuvo muchos beneficiarios. Por eso, todas las teorías alternativas sobre la autoría tienen cierto sentido. Tanto la que apunta a la participación de elementos internos para provocar un cambio electoral que favoreciera la entrada de ETA en las instituciones, como las que fijan la mirada en el servicio secreto marroquí, las que hacen referencia a los intereses del eje París-Berlín o las que plantean la implicación de Washington a través de unos ejércitos secretos de la OTAN que, en contra de lo que se nos quiere hacer creer, no desaparecieron con la caída de la Unión Soviética. Las unidades stay behind mutaron para sustituir a la hoz y el martillo por la luna creciente, que provocó una ola de terror en países occidentales cuya existencia muchos se niegan a aceptar incluso hoy en día, obviando la gran cantidad de documentación que existe a este respecto. 

Los ascensos y condecoraciones a determinados policías, guardias civiles, jueces y fiscales que no fueron capaces de realizar su trabajo con la diligencia debida refuerzan la tesis de que, con independencia de quienes fueran los verdaderos autores, hubo órdenes superiores para no llegar al fondo del asunto. Y el hecho de que la práctica totalidad de los imputados tuvieran los teléfonos intervenidos desde un año antes del atentado —y trabajaran para los distintos servicios de información del Estado— tampoco ayuda a despejar la sombra de la duda sobre el papel de las autoridades a la hora de esclarecer el núcleo de la masacre terrorista. 

Gracias a la asociación Peones Negros existe un fondo documental que se puede consultar por Internet y que recoge el sumario, transcripciones de las declaraciones del juicio de Campamento, material desclasificado y los documentos de la comisión de investigación parlamentaria. Su revisión minuciosa aporta los suficientes elementos de juicio para plantear que el 11M fue un golpe de Estado poliédrico, que mediante el chantaje al Gobierno por sus pecados cometidos (algunos inconfesables) impulsó varias agendas tanto en clave nacional como internacional. Muy posiblemente a eso se refería José María Aznar cuando decía de forma enigmática que los que idearon el atentado no estaban «ni en desiertos remotos ni en montañas lejanas». No en vano, nada más producirse las explosiones el entonces presidente del Gobierno apartó al Centro Nacional de Inteligencia (CNI) del grupo de gestión de crisis, rechazó la ayuda de su teórico «amigo» americano —motivando el enfado de la cúpula del FBI— y dio con la puerta en las narices a los forenses israelíes que tenían las maletas preparadas para colaborar en las autopsias. Aznar no se fiaba ni de los servicios de inteligencia españoles ni de los de aliados extranjeros con los que había impulsado la estrategia atlantista que marcó su agenda internacional, sobre todo en su segunda legislatura. Sintió que le habían traicionado.

La cita con las urnas 

La actuación del PSOE y de sus terminales mediáticas también genera un buen número de interrogantes sobre el papel que tuvo la oposición en el derribo de un Gobierno que estaba preparado para una victoria en las urnas tres días después del atentado. Lo que realmente permite la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al Palacio de La Moncloa no es el triunfo de la tesis islamista y el castigo electoral por la intervención en la guerra de Irak, sino su defensa a ultranza de la autoría etarra cuando no disponía de evidencias, más allá de unos precedentes convenientemente publicitados meses antes, con intentos de atentados utilizando mochilas bomba que pudieron ser señuelos para preparar la ceremonia de la confusión tras el 11M. Como apunta Fernando J. Muniesa,7 seguramente el error del entonces ministro del Interior, Ángel Acebes, fue dar más información de la que debía haber facilitado en un primer momento, apremiado por la cercanía de las elecciones y presionado por la toma de las calles promovida por la oposición, con asaltos a las sedes incluidos. 

En otros casos similares, como en el atentado londinense del 7J ocurrido un año después, las autoridades no difundieron datos sobre la investigación hasta que pasaron semanas, e incluso meses, para no entorpecer la actuación policial ni exponer informaciones que luego se demostrasen erróneas. Y en el caso que nos ocupa, quienes tenían las claves de lo que posteriormente integraría la versión oficial fueron los tentáculos del PSOE en los servicios de información, los mismos que guiaron al equipo de Alfredo Pérez Rubalcaba para lanzar una campaña de acoso y derribo que tumbó al PP, partido que cuando volvió a llegar al Gobierno terminó de enterrar el caso, como hizo años antes con los archivos de la guerra sucia de los GAL. Un ejemplo claro de que no es el pueblo español quien no está preparado para conocer la verdad del 11M, sino que son los teóricos representantes del Estado quienes no pueden permitir que se exponga dicha verdad. 

Todos estos elementos plantean un sinfín de interrogantes que vamos a exponer en los siguientes capítulos con la intención de aportar claves fundamentales para que se profundice en los agujeros negros pendientes antes de que los delitos cometidos prescriban. A partir de marzo de 2024, si los tribunales no lo impiden, ya no será posible iniciar nuevas investigaciones judiciales. Soy consciente de que este objetivo puede resultar pretencioso, pero por responsabilidad personal —y profesional en mi caso—, todos estamos obligados a hacerlo. No solo por la memoria y dignidad de las víctimas, sino pensando en las generaciones futuras, que siguen expuestas a sufrir otro 11M si las élites que mueven los hilos del terrorismo lo consideran oportuno para lograr sus propios fines. Como decía Albert Einstein: «El secreto en la vida no es dar respuestas a viejas preguntas, sino hacernos nuevas preguntas para encontrar nuevos caminos». Y eso es lo que vamos a hacer en nuestro viaje literario, ¿me acompañan?

Sombras del 11M: las lagunas que nos harían entender el juego geopolítico en España. 
Lorenzo Ramírez

Coro Cillán: La juez que intentó saber la verdad del 11-M

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